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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
Sexenni Revolucionari (1868-1874) - Regnat d' Amadeo de
Saboia (1868-1873)
Barcelona
isabelina i revolucionària:La impopularitat del
restabliment de les Quintes.(1870)
Font:
.MASRIERA, Arturo: Barcelona
isabelina i revoluionaria. Barcelona: Ed. Políglota.
1930.337-341 pp.
Comentari:
El restabliment de les quintes
(1869) va encrespar els ànims de la població de
l´Estat Espanyol.
A Barcelona (Gràcia, Sans i St. Martí de Provençals) i
a Madrid es varen fer diferents manifestacions per a
protestar contra aquesta mesura.
Les dones i els joves eren els sectors més importants
que participaven en aquesta protesta general.
Text:
Su impopularidad.
Manifestaciones en Barcelona y Madrid. Orense, Pierrad y
Garrido, contra Prim y Sagasta.Las mujeres de Madrid.
* * *
La supresión del servicio militar por las llamadas
"quintas" o sea el sorteo de un mozo por cada
cinco de los previamente alistados, como en un principio
se hacía, era la aspiración unánime del pueblo
español. Una de las promesas de la revolución había
consistido en la supresión de las quintas y matrículas
de mar; pero Prim, desde el ministerio de la Guerra,
había ya decretado una (que afirmó sería la última
que se efectuaría en España), y, en septiembre de 1869
decretó otra llamando a las armas a cuarenta mil mozos.
El estallido de la indignación popular fué grande.
Todos los partidos, menos los adictos al gobierno,
protestaron ruidosamente; pero los republicanos fueron
más allá, y utilizando hábilmente el clamoreo del
pueblo, decidieron dar un disgusto al gabinete de Prim.
Primeramente, en la prensa y en el mitín, declararon sin
ambages que el gobierno había faltado a la palabra
empeñada en el programa revolucionario dado a luz en
Cádiz en 1868. Si el gobierno había sido el primero en
decir ¡abajo las quintas!, venía obligado a tener
resuelto el problema de la organización del ejército.
De éste era evidente que no se podía prescindir, y
fuese por medio del servicio obligatorio para todos o de
la recluta voluntaria, podíase pasar por todo menos por
el odioso sistema de las quintas, con la no menos odiosa
redención en metálico, con la que resultaba que el
servicio militar sólo lo prestaban los pobres más
desvalidos. Así, pues, los ofrecimientos y promesas del
gobierno resultaba un engaño y un abuso de la credulidad
popular que había creído en ellos. Todo esto eran
verdades como puños, como era verdad también que los
caudillos de la Revolución ni habían resuelto el
problema ni siquiera se habían tomado la pena de
estudiarlo. Ante la formidable protesta levantada en toda
España, los amigos del gobierno aconsejaron qure se
acudiese al derecho de petición, como así se hizo,
tomando la protesta estado parlamentario.
* * *
El diputado republicano don Juan Tutau depositó en la
mesa de las Cortes, y en una sola sesión, treinta y
cinco exposiciones contra las proyectadas quintas. El
mismo comité liberal de Barcelona, compuesto de
unionistas, progresistas y radicales, acudió a sus
diputados, que se sentaban en los bancos de las
mayorías, exigiéndoles su voto contra las quintas, ya
que al elegirlos habían ellos contraído con los
electores el compromiso de no aceptarlas. Las
exposicione.s presentadas por Tutau quedaron sobre la
mesa, sin que las leyese nadie. Las del comité de
Barcelona, y otras muchas, corrieron la misma suerte. La
indignación de los republicanos fué en aumento, y
decidieron apelar al derecho de manifestación, que era
perfectamente legal. Y las manifestaciones celebradas en
Barcelona y en Madrid con tal objeto fueron en verdad
imponentes y numerosas. La celebrada en Barcelona fué
precedida de unos pasquines, fijados en las esquinas, que
decían : " Ciudadanos: Os invitamos a la
manifestación que verificará el partido en las ruinas
de la Ciudadela, derrumbado baluarte de la tiranía.
Acudir todos; vuestras mujeres, las madres de vuestros
hijos..." Y hubo en la manifestación una
muchedumbre considerable de hombres de todas clases y
estamentos sociales y muchas mujeres llevando en bra zos
a sus hijos. Había las banderas y música de todas las
sociedades políticas y corales de veinte puntos del
llano. Al desfilar por mi calle conté más de cien
banderas o estandartes, durando el desfile más de dos
horas. La Comisión organizadora subió al despacho del
gobernador civil, quien pronmetió, con énfasis, que
"la quinta decretada por don Juan Prim no se
llevaría a cabo". Poco tiempo después corría la
sangre en Sans, Gracia y en varios puntos de Barcelona,
precisamente por haber Prim impuesto la ejecución de su
decreto.
* * *
La manifestación de Madrid fué algo más abigarrada y
pintoresca. Fué organizada por los clubs Comité Central
Republicano, Juventud Republicana y Club de los Hijos de
Padilla. Los tres eran formados por lo más extremo y
bullidor del partido y acaudillados por Orense (marqués
de Albaida) se dirigieron en mantfestación nada
pacífica al obelisco del Dos de Mayo, en donde
levantaron un tabladillo para los oradores. Orense
fu el prtmero en hablar, y dijo :
-Ciudadanos : Los soldados, en un país libre, sólo se
necesitan para resistir a una invasión extranjera.Quien
apoye las quintas es porque quiere un ejército de
mercenarios. Quiere arrancar a los hijos del pueblo de su
trabajo, para convertirlos en instrumentos de la tirania.
Se os piden soldados porque quieren traernos reyes, y
esto no habéis de consentirlo.
Hablaron, después, - Polo, Araus, Joarizti y Pierrad.
Este fué el verdadero héroe de la jornada. Se expresó
así :-Tenemos las quintas, lo mismo que siempre, Como si
laa Revolución no se hubiese hecho. Se os da a escoger
entre dar dinero o dar hombres- Y o os aconsejo que no
déis nada, ni hombres ni dinero.¿Para qué quieren las
quintas estos generales? Yo también soy general y, sin
embargo, no quiero quintas no quiero más que
voluntarios; pero voluntarios bien pagados, bien
instruídos y bien nutridos, a los que la Patria exija el
máximum de sacrificio, en cambio del máximun de
atenciones, llegando, si es preciso, hasta las pensiones
vitalicias si se inutilizan en servicio del país, y
hasta las indemnizaciones fuertes para viudas, huérfanos
o padres pobres, si mueren en campaña.
Los aplausos fueron delirantes. Pero al día siguiente,
en las Cortes, el gobierno exigió explicaciones al
general Pierrad. Este dijo que mantenía lo dicho por él
en el obelisco, y se armó un escándalo formidable. Prim
dijo al turbulento general :
-Las palabras de S. S. fueron rebeldes y subversivas. S.
S. excitó las masas contra las decisiones de estas
Cortes. Y yo repito lo que dije el otro día : los fallos
de las Cortes se cumplirán, cueste lo que cueste, porque
sólo así se purede salvar la Revolución, y yo extraño
que hombres que han trabajado por ella, como el general
Pierrad, no vean adónde nos conducirían sus sueños y
utopías.
Sagasta fué más duro que Prim al replicar a Pierrad, y
como éste era sordo y no entendía la réplica de
Sagasta, callóse por entonces, pero Fernando Garrido, el
más violento de los oradores republicanos, increpó al
gobierno con estas proféticas verdades:
Señores : El cupo de soldados que vais a obtener por
medio de las quintas, decís que es para mantener el
orden y evitar una guerra civil. Pero yo creo que en
lugar de producir este resultado, pudiera muy bien
acarrearos el conflicto a que se quiere hacer frente.
Porque al tratar de sacar a los mozos, por fuerza de sus
casas, los que sean fanáticos preferirían mejor ir a
defender a Don Carlos, y los que sean republicanos,
querrán mejor sostener la república, sobreviniendo de
este modo el desorden, que el interés de todos está en
no promover.
* * *
El 22 de marzo, las mujeres de Madrid, organizadas en
manifestación, fueron al palacio del Congreso. Los
ujieres las detuvieron a la puerta, y una tal Dámasa
Ronda, que presidía la comitiva, entregó a los porteros
un billete que decía : "La comisión de señoras
que piden la abolición de las quintas, solicita de la
Asamblea permiso para entregar en su solemne sesión la
súplica escrita que eleva a la misma, esperando de su
caballerosidad d respuesta inmediata a la
manifestación, que espera en las puertas del
Congreso.-La comisión.
Rivero, presidente de la Cámara, recibió muy
desabridamente a la tal comisión en su despacho,
negándole desde luego, la entrada en el salón de
sesiones. Hubo gritos, desmayos, protestas, vidrios rotos
y ademanes amenazadores de parte de turbas de hombres
que, desde la calle, se iban agregando a las dos mil
mujeres vociferantes. Salieron al vestibulo Castelar,
Luis Blanch, Sorni y Joarizti para calmarlas sin
conseguirlo. Joarizti las excitó más todavía. Parecía
que iban a asaltar la Asamblea. Acudieron tropas y, por
fin, las manifestantes fueron disueltas por un batallón
de voluntarios de la libertad. Por cierto que doña
Dámasa Ronda al volver la espalda a Rivero, le dirigió
este piropo:
- Comprendo que no se ponga usted del lado del pueblo. Al
fin es el que hace un año, siendo alcalde de Madrid,
dió un bando mandando trabajar trece horas diarias a los
obreros del municipio. ¿Habrá verdugo ?....
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