Jardín;

  

Las muchas acusaciones del fiscal resultaron convincentes. Norman, el Lógico, fue hallado culpable de seducción mental, de manipulación semántica, de fascinación lingüística, de deslumbramiento léxico, en una palabra, de mentiroso incorregible. La sentencia del juez parecía concluyente: «¡Que le cuelguen!».

«Pero, —continuó el juez— daré al señor Norman una última oportunidad de enmienda. Si en el día de la ejecución firma un documento con una declaración verdadera, entonces se le conmutará la pena. Ahora bien, la más pequeña duda sobre la verdad de su declaración supondrá la ejecución inmediata. Señor Norman, ya lo sabe: nada de mentiras ni juegos lingüísticos». A Norman, el Lógico, se le escapó una sospechosa sonrisa.

Llegó en el día de la ejecución. Ante el fiscal, Norman firmó un documento y lo entregó al juez. Éste lo recogió lentamente, lo leyó e inmediatamente se enfurismó. Después, desconcertado, dijo en voz baja: «¡Se suspende la ejecución!».

¿Cuál de éstas fue la declaración de Norman?
 

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