Atención a la diversidad en contextos inclusivos.


Pilar Arnaiz Sánchez.

Universidad de Murcia (España).


Arnaiz Sánchez, P. (1999). Atención a la diversidad en contextos inclusivos. Comunicación presentada en el Congreso Internacional Reto Social para el próximo milenio: "Educación para la diversidad". 25 aniversario de AEDES. Madrid, diciembre 1999.

Introducción.
1. Diversidad y Educación.
Bibliografía.


INTRODUCCIÓN Volver al Indice: Icono: Una flecha blanca sobre fondo rojo, señala hacia arriba.

La presencia en el sistema escolar de alumnos con características diversas, como es el caso de los alumnos con discapacidades, evidencia la necesidad de que los profesores tengan que enfrentarse a una gran variabilidad de formas de aprender, de diferencias individuales que se traducen en distintos ritmos de aprendizaje, diferentes predisposiciones para aprender, desiguales intereses y apoyo familiar. Este hecho plantea la necesidad de buscar estrategias organizativas y didácticas diversas que permitan dar respuesta a "puntos de partida distintos ante los contenidos de los alumnos, necesidades e intereses diferentes" (Gimeno y Pérez, 1992, 215). Retos todos ellos a los que no es fácil dar solución.

Generalmente, nuestro sistema educativo ha generado una enseñanza con contenidos homogéneos, desarrollados con medios similares para todos los alumnos. Este planteamiento ha obviado, por ejemplo, el principio de personalización de la enseñanza que considera que en el aula deberían utilizarse estrategias de enseñanza-aprendizaje que consideren las peculiaridades de todos alumnos y de cada uno en particular.

Otra idea que ha caracterizado esta forma de actuar es la que ha llevado a clasificar la heterogeneidad en "tipo humanos", lo que ha determinado la necesidad de adaptar a los mismos diferentes tratamientos pedagógicos. De ellos se ha derivado una serie de prácticas educativas acordes a la clasificación de los alumnos y, a partir de las mismas, se han establecido currículas tendentes a perpetuar grupos lo más homogéneos entre sí, asumiendo el profesorado que es más fácil trabajar con alumnos que tienen características y posibilidades parecidas. Y aquí radica el conflicto, puesto que estos esquemas no son válidos para atender al grupo presente en un aula, que naturalmente es heterogéneo. Ante modelos de enseñanza de estas características, resulta muy difícil articular procesos de enseñanza-aprendizaje que den respuesta a las características precisas que tienen todos y cada uno de los alumnos.

Impartir, pues, una clase atenta a la diversidad que representa su alumnado es una tarea bastante compleja, que exige del profesorado un alto nivel de preparación y de conocimientos de determinadas estrategias de enseñanza. A su vez, exige de las familias y de toda la comunidad educativa un estrecho trabajo en colaboración si realmente se quiere una educación de calidad y eficaz.
 

1. DIVERSIDAD Y EDUCACIÓN Volver al Indice: Icono: Una flecha blanca sobre fondo rojo, señala hacia arriba.

La aparición de la LOGSE (1990) ha propiciado el respeto a la tolerancia. El desarrollo de capacidades de cooperación, responsabilidad moral y solidaridad como manifestación de un espíritu no discriminatorio hacia la diversidad propuesto en los objetivos de la enseñanza obligatoria, así lo demuestran. Esto justifica que alumnos con diferentes capacidades, lenguas, culturas o motivaciones puedan compartir experiencias en su escolarización que propicien su integración social y laboral.

Esta ley ha introducido el ordenamiento jurídico del concepto de necesidades educativas especiales (n.e.e.) como alternativa al de deficiente, disminuido, discapacitado o minusválido. Con esta expresión se pretende reforzar la idea de que ante cada alumno en desventaja es necesario decidir caso a caso las ayudas específicas que precisa en el contexto concreto en el que está ubicado, para que pueda acceder al currículo establecido. De esta forma y en continuidad con los planteamientos del Real Decreto 334/1985, la LOGSE contempla como objetivos de la educación de los alumnos con n.e.e. los mismos que para el resto del alumnado, al tiempo que establece el principio de adecuación o adaptación de las enseñanzas a las características de éstos (art. 3).

No son, por tanto, los alumnos con dificultades quienes tienen que adaptarse o "conformarse" a lo que pueda ofrecerles una enseñanza general planificada y desarrollada para satisfacer las necesidades educativas habituales de la mayoría del alumnado, sino que es la enseñanza la que debe adecuarse al modo y manera que permite a cada alumno progresar en función de sus capacidades y con arreglo a sus necesidades sean especiales o no (Arnaiz, 1995). De ello se deriva la adaptación o adecuación del currículo y de las enseñanzas que responden a la diversidad del alumnado escolarizado en centros de Educación Primaria, Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional, Formación Profesional adaptada y escolarización en centros de Educación Especial.

Sin embargo, dar la bienvenida a los alumnos con dificultades que llegan a un centro no es un acto generalizado, ni probablemente la presencia de alumnos con discapacidades esté constituyendo un importante reto para el profesorado que se traduzca en el cambio de sus prácticas. Por esta causa, el movimiento de la inclusión, recientemente aparecido (Stainback, 1999; Vlachou, 1999; Grau Rubio, 1998; Arnaiz, 1996), está insistiendo cada vez más en la idea de los centros en cuanto comunidades de acogida de todos los alumnos y, especialmente, de aquellos con dificultades.

Los centros educativos que se definen como una comunidad que no excluye a nadie se organizan de manera que todos los alumnos que llegan al centro (tengan o no n.e.e.) se sientan acogidos, aceptados y apoyados (Stainback y Stainback, 1999), recibiendo la respuesta educativa más acorde a sus necesidades. En estos centros, al valorar la diversidad, se respetan las capacidades de cada alumno y se considera que cada persona es un miembro valioso que puede desarrollar distintas habilidades y desempeñar diferentes funciones para apoyar a los otros. Así, nadie es rechazado, ningún alumno es segregado porque se resalta lo que tiene de positivo en lugar de etiquetarlo por su dificultad. De esta forma, la autoestima, el orgullo por los logros, el respeto mutuo, el sentido de pertenencia a un grupo y la valía personal son valores que están implícitos en el centro y en cada una de las aulas, fomentándose el sentido de comunidad: "Una ... aunténtica comunidad es un grupo de individuos que han aprendido a comunicarse entre ellos con sinceridad, cuyas relaciones son más profundas que sus apariencias y que han establecido un compromiso significativo para, como según indican ellos: divertirnos juntos, llorar juntos, disfrutar con los otros y hacer nuestras las situaciones de los demás" (Flynn, 1989, 4).