INS Can Planas

Generalitat de Catalunya - Departament d'Educació

Sant Jordi 2004


Otra oportunidad

Cuando Carlos me dijo si quería ir con él de viaje a Murcia, no me lo pensé ni un momento, cogí algo de ropa y emprendimos camino. Durante el día nos lo pasamos muy bien, contando historias, cantando y riéndonos sin parar. Cuando llegó la noche todo fue más difícil, puesto que yo no sabía conducir y lo único que podía hacer era no molestar y me quedé dormido. A las dos horas de estar dormido Carlos me despertó y me dijo que pararíamos un rato para que él pudiera descansar. Me sentó tan mal eso, quiero decir, que me supo muy mal que me dijera eso pues me sentía culpable, por no saber conducir. Cuando se hizo de día retomamos el camino. Se nos pasó el día muy rápido explicándonos cosas. Pronto se hizo de noche, le dije a Carlos que parara para descansar pero no quiso, dijo que quedaba poco camino y que no tardaríamos mucho en llegar. Le expliqué como y porque corté con mi novia, para que no se durmiera, pero al poco tiempo me quedé yo dormido.
Lo único que recuerdo después de eso fue que me encontraba en una cama de hospital con una enfermera poniéndome una inyección. Pregunté por Carlos y lo único que me dijeron fue si recordaba mi nombre, el número de telefono de mi casa y mi dirección. Me llamo Rodrigo Montero, el número de mis padres es el 935893409, mi dirección es Romeo Fernández, 36 de Barcelona -le contesté-, y se fue. Hasta el día que salí del hospital con mis padres en una silla de ruedas no supe que le había pasado a Carlos. Carlos era mi mejor amigo desde que fuimos a la guardería, en el colegio nos habían castigado siempre a los dos juntos, cuando llegamos al instituto nos peleábamos por las mismas chicas, pero nunca dejamos de ser amigos, ninguno de los dos llegamos a la universidad, pero su vida era mejor que la mía, tenia un buen trabajo, una gran casa, todo el mundo le quería, mi vida era todo lo contrario, por eso estar a su lado me reconfortaba. Carlos mi mejor amigo estaba bien, cuando escuche eso de los labios de mi madre me sentí muy aliviado, pero me dijeron que no podía verle, que ya había vuelto a Barcelona, que allí le vería. Gracias a Dios, estábamos bien, habíamos sobrevivido a un fuerte choque. Nos había dado otra oportunidad.

Mis padres y yo volvimos en tren, de haberlo sabido antes Carlos y yo podríamos haber ido en tren hacia Murcia, era mucho más seguro y más rápido, pero en eso nunca se piensa. Ya en Barcelona mi casa no era la misma, era más grande o yo lo veía más grande sentado en la silla, desde el accidente no podía mover las piernas, lo que si era más grande eran las puertas, la de entrada, la de la cocina, la del baño, la de mi habitación, enfín todas las puertas de la casa. Mi habitación ahora estaba en la planta baja, donde antes estaba el estudio de mi padre. Cuando estuve ya instalado volví a preguntar por Carlos, me dijeron que no habían podido contactar con él.

Para intentar olvidar mi falta empecé a buscar trabajo, pero no lo encontré, ninguna empresa necesitaba a un hombre en silla de ruedas. Bueno, lo único que encontré fue uno de esos trabajos que se hacen en casa, y cuidar a los niños de mis vecinos, que yo creo que estos lo hacían por pena, me pagaban más de lo que me pertenecía, aunque no me importaba demasiado, pero no me gustaba dar pena. Así que deje de coger a los niños de los vecinos y de pintar muñequitos en casa. Como mis padres estaban fuera todo el día, me aburría mucho necesitaba a mi mejor amigo al lado, para que pudiéramos hablar y ver películas juntos, pero no estaba o no quería estar.

Una mañana después de desayunar, al cabo de dos meses del accidente, empecé a escribir un diario, en el que contaba todo aquello que me pasaba y lo que me gustaría decirle a Carlos. Desde aquel día pasaba las mañanas escribiendo, por las tardes intentaba salir, pero no me podía mover solo por allí. Los miércoles Carlos y yo solíamos ir al cine, nos encantaba ver películas de miedo, pero de las viejas, en el cine del pueblo los miércoles hacían películas como Frankestein, Doctor Jekyll y Mister Hyde. Esa tarde salí para ver una de esas películas que tanto nos gustaban, pero no me dejaron entrar, me dijeron que la silla ocupaba mucho espacio y que no podía entrar en la sala. Así que volví a casa, pero antes pasé por el videoclub y cogí una buena película, empecé a verla con unas palomitas y pronto me quedé dormido. Cuando desperté ya estaban mis padres en casa. Cenamos y me acosté. Por la mañana volví a escribir otra carta a Carlos, aunque todas esas cartas nunca fueron enviadas, por la tarde se puso a llover y no pude salir, aunque no tenía muchas ganas después de lo que me pasó el día anterior. Esa tarde la pasé mirando por la ventana. Vi paraguas de todo tipo, de muchísimos colores, vi gente que se había puesto bolsas en la cabeza, periódicos, lo más bonito que vi fue una pareja de novios recién casados. La novia aun llevaba el vestido blanco, todo mojado. El lunes tuve que ir al médico para ver si podía recuperar la fuerza en las piernas, aunque por la cara del médico me pereció que me sería difícil, no me preocupó mucho, ya estaba acostumbrado.

Ya habían pasado cuatro meses y yo seguía escribiendo cartas a Carlos, y me seguían diciendo que no habían podido contactar con él. No tenía ganas de salir, y me pasaba todas las tardes mirando por la ventana, desde esta conocí  muchísima gente, no sabía que en el pueblo vivía tanta gente. Vi como la hija del panadero pasaba de estar embarazada a llevar a su niño en el carrito. Descubrí que los jueves María José limpiaba la escalera de su piso, y que quien la limpiaba los martes era María Teresa, su hermana gemela. Cuando salían del colegio los niños, sabía como les habían ido los exámenes, pues si salían con mala cara era que les habían ido mal, y cuando salían contentos y dando saltos era que habían aprobado. Aprendí mucho de todos mis vecinos, vi crecer a los más pequeños, vi envejecer a los mayores, pero ellos a mi no me veían.

Desde mi ventana conocí una chica preciosa, de aquellas que nos gustaban a Carlos y a mí. Era rubia, con el pelo rizado, tenía unos ojos grandiosos y creo que azules o quizás verdes, pero seguro que eran claros. Era alta y delgada, todo contrario a mi, desde que estaba en la silla había cambiado mucho. Era preciosa y siempre iba sonriendo. Sabía a que hora pasaba por delante de mi casa, y siempre diez minutos antes estaba yo asomado a la ventana. Aquella tarde pasó con un grupo de chicas, iba deslumbrante. Llevaba el pelo recogido, vestía una falda negra y una camiseta amarilla y unos zapatos de tacón y punta, debían ir a la discoteca. En aquel mismo momento me dieron ganas de arreglarme y salir pero recordé que estaba atado a una silla de ruedas. Las chicas no volvieron a pasar hasta la una de la noche, hora en la que descubrí el nombre de mi amada, esa princesa de bellos ojos y suave pelo se llamaba Eva, como la dama del paraíso. Ahora mi aburrido pueblo se había convertido en el paraíso donde Dios creó al hombre. Deseaba poder ser Adán. Desde aquel día olvidé todo, me olvidé de escribir las cartas a Carlos, lo único que hacía era asomarme a la ventana durante todo el día. Hubo un tiempo que dejó de pasar por mi casa, pero no me desesperaba pues sabía que volvería. En pleno agosto montaron una pequeña feria en el parque cerca de casa, y me gustaba ver la noria dando vueltas y escuchar la música del tiovivo. Una noche Eva volvió a pasar, iba a la feria. Cuando esta volvió iba con un chico, lo primero que pensé fue que podía ser su novio. Ese chico, Javi, lo conocía desde pequeño, vivía con sus abuelos, pues sus padres estaban separados, me dolía era demasiado buen chico, trabajador y muy buen estudiante. Yo no había intentado nada, pero no quería perderla. No hice nada, por eso Eva y Javi estuvieron saliendo mucho tiempo juntos, pero se lo merecían.

Al cabo del tiempo Eva se fue al extranjero a estudiar, sonará mal, pero me alegré... ahora Javi vagaba por el pueblo como si de un fantasma se tratase. Que mal me sentía. Puedo decir que durante esos años que Eva estuvo fuera lo pasé muy mal, y mis padres también, la verdad es que me volví un poco rudo. Me pasaba el día vigilando a Javi, que no fuera con ninguna otra chica. Estaba tan mal que llegué a pegar a mi madre, con lo que ella me quería, para que me dejara solo. Ella intentó hacer que saliera a la calle, intentó traer a casa algún amigo del grupo, pero les echaba de casa a gritos. Como no quería salir mi madre trajo de escondido a un psiquiatra, yo ya sabía que era un psiquiatra, para que viera mi comportamiento, sin hablar conmigo, aunque si hubiera entrado en la habitación lo hubiera echado fuera.

A las semanas me lllegó una carta, era de Carlos. Me decía que sentía mucho no haber ido a verme, que estaba muy ocupado con el trabajo. Que cuando tuviese un momento lo primero que haría sería venir a verme. Y me pedía perdón por lo que había pasado, que se sentía muy culpable. Y que había recibido muchas llamadas de mis padres. Además me pedía que le enviara cartas para saber más de mi. A partir de ese momento creo que cambié, que volví a ser el mismo de antes. Y como Carlos me pedía le envié todas esas cartas que había escrito anteriormente, y recuperé todo ese tiempo perdido, explicándole lo que me había pasado con Eva y todo lo demás que no había escrito. Estuve un tiempo muy, pero que muy, contento. Hasta que me enteré que esa carta era de mis padres, la habían escrito para que me alegrara, y olvidara mis faltas. A partir de esto fui atando cabos y me di cuenta de que a Carlos no lo volvería a ver nunca más, pues había fallecido en aquel accidente, en el cual yo quedé paralítico, pero vivo. Ya no necesitaba esta oportunidad. Después de esos meses me volví otra vez muy huraño.


Noelia Orantes Bravo, 2on batxillerat A

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