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La imagen del pastor con una oveja sobre los hombros deriva de una tipología griega conocida como crióforo, en la que se representaba al dios Hermes portando un cordero, con frecuencia sobre sus hombros. El arte paleocristiano retoma la imagen para adaptarla al nuevo significado de Cristo como el Buen Pastor. Las fuentes bíblicas de esta reinterpretación radican fundamentalmente en los evangelios de San Juan y San Lucas:
"Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas".
Juan, 10, 14-15
"¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, y al llegar a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: "Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido". Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento".
Lucas, 15, 4-7
Aunque no faltan pasajes en el Antiguo Testamento que aludan también a ello ("El Señor es mi pastor", Salmo 23).
El tema fue recurrente en primer arte cristiano, en el que no sólo aparece en las pinturas de las catacumbas, como la que puedes ver arriba, sino también en sarcófagos y esculturas.
En la Edad Media cae en desuso pero reaparece en el siglo XVII de la mano del arte barroco. A ese momento corresponde esta pintura de Murillo en la que el Cristo adulto es sustituido por Jesús niño: