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Si en la tabla anterior no
se aprecia la intervención de los ángeles en la destrucción
de las ruedas, el propio Fernando Gallego en otra pintura con ese mismo
tema, sigue literalmente el texto de la Leyenda
Dorada, de tal modo que, como se cuenta en ésta son los
ángeles los que proceden a destruir el instrumento del martirio
de la santa:
"Catalina
(...) oró al Señor y le pidió que, para alabanza
de su divino nombre y para la edificación de las muchas personas
que presumiblemente habrían de asistir al proyectado espectáculo,
destruyese la máquina aquella tan pronto como trataran de ponerla
en funcionamiento. Dios escuchó la oración de su sierva;
y, en efecto, cuando el artefacto comenzó a girar a vertiginosa
velocidad, un ángel hizo saltar las ruedas".
Santiago de la Vorágine,
La Leyenda Dorada
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