San Roque
Nacido en Montpellier, en el sur de Francia, Roque, que pertenecía a una familia burguesa dedicada al comercio, decide abandonar el bienestar del hogar familiar y hacerse ermitaño y peregrino. En el regreso de una peregrinación a Roma enferma de peste. Para evitar contagiar a otras personas se recluye en un bosque donde un perro lo alimentaba con el pan que robaba cada día de la mesa de su amo, y donde recibió también los cuidados de un ángel.
De acuerdo con su leyenda San Roque es representado como un peregrino, con barba, zurrón, esclavina, bordón y calabaza (en el caso de esta imagen el bordón o bastón de peregrino y la calabaza para el agua se han perdido).
Le suele acompañar un perro con un mendrugo de pan en la boca, y, en ocasiones, un ángel. En general se le muestra, como aquí, enseñando un bubón de peste en el muslo.
Su culto se extendió rápidamente a lo largo del siglo XV, en consonancia con las reiteradas epidemias de peste (se le invocaba contra esta enfermedad, considerándosele patrón de las víctimas de la misma, por lo que se le suele representar confortándolas). Es por ello por lo que su culto, dada la persistencia de esta enfermedad hasta el siglo XVIII, se prolongó, con gran intensidad, más allá de la Edad Media. Aparece numerosas veces asociado a San Sebastián, considerado igualmente un protector contra la peste.