Junto a la lujuria el otro pecado capital más representado por el arte medieval fue la avaricia. El despertar de la economía medieval a partir del siglo XI, y el impulso que ello supuso para el desarrollo del comercio y, por tanto, de la circulación del dinero hizo sospechosos a los ojos de la Iglesia a todos los que negociaban con él. El préstamo con intereses estaba condenado por la Iglesia que acusaba a los que lo practicaban de negociar con el tiempo (ya que el interés de los préstamos dependía del plazo de devolución del mismo). Y el tiempo era un bien que sólo a Dios pertenecía.

La imagen arquetípica de la avaricia pasó a ser la de un hombre con una bolsa (la de sus ganacias) colgada al cuello. Un atributo que además de informarnos acerca de la naturaleza de su pecado actúa como instrumento de su castigo por cuanto deberá soportar su peso por toda la eternidad:

 

Avaro. Iglesia de Santa Marís la Real (Sangüesa, Navarra). Siglo XII.   Avaro. Iglesia de Ennezat (Francia). Siglo XII.