El evangelista Lucas es el único que recoge esta parábola. Un hombra rico tiene dos hijos, de los cuales el más joven reclama su parte de la herencia con la intención de abandonar la casa paterna y recorrer el mundo. En sus viajes derrocha su fortuna y cae en la miseria, llegando incluso a trabajar, para sobrevivir, como cuidador de cerdos. El recuerdo del bienestar del que disfrutaba en la casa familiar le hace arrepentirse y volver a ella, donde es recibido por su padre con los brazos abiertos. Ordena que se prepare un banquete y que le den ropas de fiesta. Ante la indignación del hermano mayor por este recibimiento el padre responde:
"Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado"
Lucas, 15, 31-32
Pretende Cristo a través de ella expresar el regocijo que le supone a Dios la recuperación de cualquier alma pecadora. Fue muy representada por la pintura barroca flamenca por las posibilidades que ofrecían las juergas en que el hijo pródigo dilapida su fortuna para plasmar escenas de género de ambiente tabernario:
También la escena de su arrepentimiento mientras cuida a los cerdos y el recibimiento que le tributa el padre al volver a casa gozaron del favor del arte.