LA VIDA DE LOS OTROS                                 

 

 

DIRECTOR. Florian Henckel-Donnersmarck

REPARTO. Ulrich Mühe, Martina Gedeck,

Sebastian Koch, Ulrich Tukur, Thomas

Thieme, Hans-Uwe Bauer, Volkmar

Kleinert, Matthias Brenner, Charly Hübner.

MÚSICA. Gabriel Yared, Stéphane

Moucha.

PAÍS. Alemania

FOTOGRAFÍA. Hagen Bogdanski.

PRODUCTORA. Wiedemann & Berg

Filmproduktion / Bayerischer Rundfunk /

Arte / Creado Film.

AÑO. 2006

DURACIÓN. 137 min.

 

ANNA GRACIA DOMÈNECH

EOI DE TARRAGONA

 

 

Cuando hablas con gente que vivió en la RDA,

una tiene la sensación de que las imágenes de júbilo

y alegría que vio en televisión aquella noche del 9 de

noviembre de 1989 en las que varios miles de

personas del Este saltaban por encima del muro de

Berlín y brindaban con espumoso Rottkäppchen con

sus compatriotas del Oeste, no fueron más que fruto

de nuestras ganas de ponerle final feliz a esa historia

incomprensible. En aquel momento pensamos

muchos desde aquí que eso era un sueño hecho

realidad y nos cayeron lágrimas por las mejillas

porque entendíamos que familias y amistades que

habían estado tantos años separadas, se reencontraban

al fin. En la práctica, en cambio, oyes a

menudo frases como In der DDR war alles besser! (¡En la

RDA todo era mejor!) y te preguntas qué sería ese

todo. La gente que vivió en la RDA cuenta que

entonces todo el mundo tenía trabajo, que los niños

podían jugar en la calle tranquilamente porque había

seguridad, que la sanidad era gratuita, que la comida

(la que había) era barata, que los precios de los

productos en general eran estables, etc. Es la

llamada Ostalgie, acrónimo de Ost y Nostalgie, reflejada

hoy en día sobre todo en la recuperación de

productos de la antigua RDA. Sin embargo, también

hay miles de historias de gente que no estaba de

acuerdo con las ideas de aquel régimen comunista y

que luchaba por tener las libertades de cualquier

democracia. De esto va la película que aquí

recomendamos.

La vida de los otros, ópera prima de Florian Henckel

von Donnersmarck, ganó en el 2007, además de otros

varios premios, el Oscar a la película de habla no

inglesa. No fue esto una casualidad, puesto que sin

duda se trata de una obra exquisita que nos permite

descubrir mediante una historia ficticia —aunque

reflejo de varios casos reales—, una parte de la

historia de Alemania bastante menos conocida que

la del Tercer Reich.

La vida de los otros se sitúa en la antigua República

Democrática Alemana, un Estado que se estableció

en el territorio oriental del país germánico ocupado

por la Unión Soviética al finalizar la Segunda Guerra

Mundial y que existió de 1949 a 1990. La República

Democrática Alemana —también conocida como

Alemania Oriental, Alemania del Este o simplemente

como Alemania Democrática—, fue gobernada

durante aquellos años por un único partido, el SED,

Partido Socialista Unificado de Alemania. La RDA era

un Estado-policía, pues contaba con un Ministerio

para la Seguridad del Estado, la Stasi, lo más

parecido a la KGB soviética y sin duda uno de los

servicios de inteligencia más efectivos del mundo.

Una de las principales funciones de dicha policía

secreta era espiar a los ciudadanos de la RDA sospechosos

de estar en contra de las ideas comunistas de

aquel Estado. Una vez la Stasi tenía pruebas para

detener a alguien, este era sometido a larguísimos

interrogatorios en los que acababa incluso confesando

actos no cometidos con la esperanza de que le

dejaran dormir.

Y es en este contexto, más exactamente a

mediados de los años 80, en el que al capitán Gerd

Wiesler (Ulrich Mühe), un oficial extremadamente

eficiente de la Stasi, se le encomienda que espíe a la

pareja formada por el prestigioso escritor Georg

Dreymann (Sebastian Koch) y la popular actriz

Christa-Maria Sieland (Martina Gedek). Su tarea

consiste en escuchar todo lo que sucede en la casa

de los artistas y hacer los informes pertinentes. Para

ello pasa largas jornadas en un piso justo encima del

de la pareja, en el que tiene instalado todo tipo de

aparatos para realizar las escuchas. Al principio

Dreymann no está interesado en política, pero tras el

suicidio de otro escritor amigo, decide involucrarse y

actuar contra el sistema. Escribe un artículo

anónimo que será publicado en el Oeste por la

conocida revista Spiegel sobre la ocultación de la cifra

de suicidios a partir de mediados de los 70 en la

RDA, algo paradójico si se tiene en cuenta que era un

país que gustaba de hacer estadísticas. No se sabe

quién es el autor del polémico artículo, que pretende

mostrar la verdadera cara de la RDA, pero se

sospecha de Dreymann. Wiesler, aunque sigue

cumpliendo con su cometido, oculta este detalle tan

importante que inculparía al libre pensador de

Dreymannn, puesto que conforme va pasando el

tiempo se da cuenta de que vive en un Estado sin

libertades y pierde la fe en su propio gobierno. Al

mismo tiempo, el espía siente fascinación por

Christa-Maria Sieland, a la que incluso se dirige sin

identificarse en una ocasión para animarla en

nombre del gran público que va a verla actuar en los

teatros. Durante esta misión, la vida de Wiesler dará

un giro y por traicionar al sistema acabará relegado a

un lúgubre departamento para abrir la correspondencia

de la gente en busca de pruebas de traición o

intento de huida hacia el Oeste (una muestra más

del régimen comunista y su despótica forma de

vigilancia).

No será hasta después de la caída del muro, en

el Berlín post-Guerra Fría, cuando Dreymann descubra

que él, como tantos otros, también había sido

espiado en la época de la RDA. Estupefacto, se apresura

a indagar en los archivos de la Stasi acerca de

su persona. Es así como se da cuenta de que el vigilante

de la Stasi HGW XX/7 lo protegió. Gracias a

estos sorprendentes descubrimientos, Dreymann

decide volver a escribir y le dedica en agradecimiento

a HGW XX/7 su nueva novela. En la Alemania

reunificada, Wiesler no es más que un mero repartidor

de publicidad que al pasar por casualidad por

delante de la emblemática librería de la Karl-Marx-

Allee ve la nueva publicación de Dreymann y decide

adquirirla. Cuando el vendedor le pregunta si quiere

que se la envuelva para regalo, él contesta ambiguamente

“Nein. Es ist für mich” (No, es para mí).

Los tres actores principales de la película, muy

conocidos en Alemania, interpretan genialmente sus

roles. Martina Gedek cuenta en su haber con

numerosas películas tanto de televisión como de la

gran pantalla y sobre todo se la conoce en nuestro

país por su papel en Deliciosa Martha. Sebastian Koch

ha interpretado entre otros en la versión alemanoaustriaca

de Valquiria al oficial Claus Schenk Graf von

Stauffenberg que atentó frustradamente contra

Hitler en 1944. Ulrich Mühe, que interpreta formidablemente

al capitán de la Stasi y que ya había aparecido

en numerosas películas alemanas, muríó tan

sólo un año después de protagonizar este film.

Gracias a esta película, en el 2006 el número de

demandas de consulta a los archivos de la Stasi

subió un veinte por ciento respecto al año anterior

para situarse en las 97.000.

Y es precisamente ahora que se acaban de

cumplir 20 años de la caída del muro de Berlín

cuando no podemos olvidar esta historia de un país

europeo, por tanto vecino próximo, tan reciente.

Esta película es pues un buen ejemplo para

comprender los entresijos de la RDA, en la que el

poder político se ejercía como instrumento de

presión sobre artistas y cualquier otro grupo

pensador que tuviera ideas contrarias al régimen. La

existencia de la RDA fue la etapa siguiente a la tan

conocida Alemania de Hitler. Los ganadores de la II

Guerra Mundial se repartieron el territorio alemán

de tal modo que ese país de Centroeuropa quedó

dividido en dos, lo que ocasionó que los ciudadanos

del Este vivieran durante 40 años más un nuevo tipo

de dictadura. Por suerte, aquello, como el nazismo,

también acabó y, curiosamente, una ciudadana de la

antigua RDA, Angela Merkel, acaba de ser elegida por

segunda vez consecutiva canciller de la República

Federal Alemana.