El País 02/02/2002

Turismo y sostenibilidad

V. Montfort, E.Uriel

La falta de recompensa económica por conservar el medio ambiente explica, en parte, su actual degradación, por lo que parece conveniente fomentar mecanismos que contribuyan a internalizar los aspectos medioambientales entre las empresas turísticas. De ese modo, se establecería una adecuada imputación de los costes ocasionados por los autores de la aparición de externalidades, que deberían ser también corresponsables de la conservación medioambiental dentro del engranaje económico y turístico. Y todo ello, porque no puede olvidarse el papel esencial que adquieren los recursos medioambientales en todo desarrollo turístico, cuando se identifica su vertiente más comercializable.

La idea del desarrollo turístico sostenible pasa por encontrar un punto de equilibrio tal que la planificación de la actividad turística y la protección del medio natural sean objetivos compatibles y complementarios, por lo que es aconsejable evitar hipotecas sobre los recursos y la salubridad medioambiental, de manera que las generaciones venideras hereden un hábitat en unas condiciones apreciables. De acuerdo con ello, resulta imprescindible implicar a todos los agentes comprometidos en la cadena de actividad del sector turístico: al productor o vendedor del paquete turístico, a las Administraciones Públicas como generadores indirectos de servicios consumidos por cualquier visitante y a los propios turistas.

De lo contrario, las carencias en la conservación del medio pueden convertirse en un elemento limitativo del desarrollo turístico español, si prosiguen agresiones traducidas en desecación de humedales, playas en regresión, alteraciones en flora y fauna -especies en extinción- o destrucción de factores naturales -por ejemplo: dunas-. No puede olvidarse que la intervención sobre el territorio con objeto de promover el turismo explica parte de las aberraciones del paisaje constatadas en numerosos destinos turísticos españoles, y que en su mayoría han sido consecuencia de procesos urbanísticos dejados a su propio albur.

La degradación del medio ambiente, aparte de que pueda originarse desde el mismo inicio de las obras emprendidas para la acogida de los turistas, continua incidiendo a lo largo de la etapa de explotación comercial. En ocasiones incluso el deterioro en esta fase es más agresivo, producto de la falta de respeto a las capacidades de carga del territorio y a los plazos mínimos que exige la regeneración de ciertos elementos naturales. La fase de explotación de un destino turístico es precisamente la que provoca la generación de residuos, la contaminación, el impacto sobre la calidad de las aguas, las alteraciones del hábitat, el agotamiento de recursos hídricos, la contaminación y/o agotamiento de acuíferos o los riesgos de incendios. Mientras que la reordenación de las prioridades que reclama el medio ambiente choca, frecuentemente, con intereses empresariales planificados a corto plazo.

Sin embargo, el respeto al entorno ha ido cobrando protagonismo entre los propios turistas, emergiendo como una garantía de continuidad de unos negocios que tienen como eje crucial de su razón de ser a los recursos naturales. Ante esta circunstancia existe un consenso internacional por poner límite al agotamiento y a la contaminación de recursos, de manera que el desarrollo turístico sea verdaderamente sostenible, a fin de dar acogida con garantías a la potencial demanda de ocio y descanso. No es de extrañar, pues, la importancia que ha ido adquiriendo el medio ambiente en la programación turística, tal como lo demuestra la mayor conciencia ecológica entre los planteamientos del desarrollo turístico, en los que se sugiere una deseable y creciente consideración de las directrices de la sostenibilidad como faceta inherente a cualquier intervención en el área del turismo. En esa línea se inscribe la Carta del Turismo Sostenible de Lanzarote de 1995, donde se recomienda a los gobiernos, estatales y regionales, la conveniencia de formular, con urgencia, planes de acción aplicados al turismo con objeto de lograr un desarrollo sostenible.

En esos parámetros se enmarcan algunas de las iniciativas llevadas a cabo en España, dado que nuestra particular biodiversidad es de las más ricas y variadas de Europa, por lo que las zonas protegidas españolas representan casi la mitad del total de zonas protegidas por los estados miembros de la UE. Así, el turismo español cuenta con toda una batería de actividades que vienen siendo inducidas por las Administraciones, como agentes responsables del control y de la 'no agresión' al paisaje por parte de las actividades económicas promovidas por la iniciativa privada. Un ejemplo paradigmático sobre la consideración del medio ambiente es la experiencia del Ayuntamiento de Calvià (Mallorca), municipio que ha asumido la Agenda 21 como plataforma de adecuación de su modelo turístico a los principios medioambientales más apreciados internacionalmente. Con ello está consiguiendo modificar su propuesta turística convencional de 'sol y playa' masificada y congestionada, por la imagen de un destino respetuoso y líder en la promoción de un nuevo modelo reconstruido con los mimbres del desarrollo sostenible. También es destacable el proyecto España Verde, basado en una relación de cooperación vertical entre la Administración turística estatal y las comunidades autónomas de Cantabria, Galicia, País Vasco y Principado de Asturias. Entre las actuaciones desarrolladas en el marco de este proyecto sobresale la Declaración de Bilbao, de donde se colige la necesidad de establecer un protocolo de actuaciones en materia de sostenibilidad, que coordine los esfuerzos de todos los agentes implicados.

En la apuesta por la consideración del medio ambiente en las iniciativas turísticas corresponde subrayar la parcela que les compete afrontar a las empresas privadas, que además tienen un coste que asumir, reconocido que el control de la contaminación es gravoso, especialmente para los negocios más antiguos y menos preparados en sus instalaciones. No obstante, no dejan de surgir propuestas empresariales de hoteles verdes o iniciativas similares, en las que el control del despilfarro en inputs básicos (agua, gas, luz, detergentes, generación de residuos, etc.) es una característica distintiva. Y ello obedece a que en el éxito de las empresas turísticas influyen las condiciones, grado de cuidado, conservación y nivel obtenido por el entorno en el que éstas operan, así como la calidad de los recursos activados y del tratamiento acertado a los residuos generados. Esta posición justifica que las empresas turísticas hayan iniciado diversas acciones que incorporan los postulados medioambientales y de sostenibilidad en su gestión empresarial, lo que conlleva un valor añadido que favorece, junto a la mejor imagen, una mayor cuota de mercado, un abanico de clientes más amplio, la reducción de costes energéticos, un mayor control de los recursos naturales explotados y una disminución de los residuos ocasionados, que desemboca en una gestión más competitiva -ahorradora en costes- de las empresas, contribuyendo a su vez a una más cuidadosa explotación del medio ambiente próximo. Por tanto, la decisión directiva de las empresas turísticas a favor de los principios de la sostenibilidad, confluirá en unos resultados empresariales más competitivos, eficientes y atractivos para la mayoría de los negocios turísticos.