El Correo de la Unesco 02/99

India: Calcuta colma su déficit

Tirthankar Bandyopadhyay / Calcuta

Todavía no ha llegado a la meta. En la larga cola que serpentea frente al grifo público, Ratan Das espera con impaciencia poder llenar su cubo. Vive en Topsia, una chabola del sector sur de Calcuta, capital de Bengala occidental, en la India. Como las otras 200 personas que se surten en el mismo lugar, necesita ineludiblemente abastecerse antes de que el agua se acabe. Si no, tendrá que esperar horas.
No lejos de allí, Meenaschi Mukherjee, un ama de casa de clase media, vive en un apartamento de una sola habitación. Ha instalado una hilera de baldes bajo el único grifo de su casa, pues necesita almacenar la mayor cantidad posible de agua antes de que ésta deje de correr y el grifo empiece a expulsar sólo aire.

¿Ahora les tocará a los pobres?

La lucha cotidiana por el agua en la que están embarcados Das y Mukherjee es común a los cinco millones de habitantes de Calcuta. Sus cañerías anticuadas, casi todas de la época colonial británica, no responden ya a las exigencias de una población que aumenta sin cesar. Empobrecido, el gobierno del estado no dispone de fondos para reparar esta red de abastecimiento deteriorada. En vista de ello, el estado y la municipalidad, ambos de izquierdas, están tratando de hacer extensivo a las clases medias el impuesto sobre el agua. Los pobres tienen miedo de que pronto les toque a ellos.

Por presión del Banco Mundial, la municipalidad de Calcuta, de tendencia marxista, decidió ampliar la base tributaria de ese impuesto, que hasta ese momento pagaban únicamente los ricos y las empresas. A cambio de esa medida, ha obtenido préstamos que ayudarán a renovar las infraestructuras de gestión del agua.

El impuesto se aplicará en lo sucesivo a todos los edificios de cuatro pisos y más, un tipo de residencia muy apreciado por las clases medias. Los nuevos contribuyentes representarán 10% de los habitantes de la ciudad. El rendimiento ascenderá, se espera, a cinco millones de dólares al año, que enjugarán en parte el déficit anual del servicio municipal de abastecimiento de agua: 17,5 millones de dólares. Actualmente sólo 5% de los particulares paga ese impuesto. Los usuarios profesionales abonan 95% de los 2,4 millones de dólares que produce anualmente.

Beberla es peligroso

Al mismo tiempo, para reducir las pérdidas debidas a los escapes de sus cañerías anticuadas, la municipalidad decidió cerrar 600 de los 12.000 grifos públicos. Para los pobres de Calcuta, que son 1,2 millones, era hasta ahora el único medio para abastecerse de agua. Por consiguiente, la medida causa inquietud entre los habitantes de las chabolas y los sin techo: “Actualmente tengo que esperar horas para llenar un cubo de agua. Si suprimen el grifo, ¿a dónde iré a buscarla?,” se pregunta Mohammed Saleem, del barrio de Entally, en el sector este de Calcuta.

Para la municipalidad, exponerse a las críticas de la población es el precio que ha de pagar si no quiere renunciar a mejorar su red de cañerías. Como contrapartida de esas duras reformas fiscales, espera obtener ayuda del Banco Mundial para reparar el conjunto del sistema de abastecimiento de agua y las alcantarillas de la ciudad. El organismo financiero internacional lleva a cabo actualmente un estudio de viabilidad (que cuesta unos 2,5 millones de dólares) sobre la renovación de las cañerías (que podría costar 200 millones de dólares).

Si todo se desarrolla como está previsto, los nuevos ingresos fiscales ayudarán a mejorar tanto la calidad del agua como la cantidad disponible. “En Calcuta es peligroso beber agua directamente del grifo”, estima el especialista Arindam Ghosh, del Instituto Nacional de Investigación sobre Técnicas Ambientales. Según él, las centrales de depuración existentes no pueden eliminar los productos químicos peligrosos disueltos en el agua, captada directamente del Ganges, que está sumamente contaminado. Por lo tanto, son frecuentes las enfermedades transmitidas por el agua.