Aprendiendo a querer

Diálogos


Dios entre la niebla


En esta época del año, me gusta salir de paseo con mis alumnos,
caminar por los bosques de encinas y robles, de abetos y hayas.
Las hayas se visten de oro, el suelo se adorna con setas y las cumbres se cubren de nieve.
Encontramos castaños y madroños, la tierra cubierta de frutos, niebla y ratos de lluvia,
y a Dios, entre la niebla, en la conversación y en los corazones.


     ¡Uf! No andes tan deprisa. Me ha costado mucho alcanzarte.
¿Cuántos kilómetros llevamos andados?

     Unos veinte...

     ¿Falta mucho?

     Unos quince...

     ¡Uf!
Cuando sea mayor, les contaré a mis nietos esta caminata.
Y cuando tenga automóvil, recogeré a todos los que encuentre por la carretera.

     Eres muy buena. Pero ten cuidado, no vayas a recoger un psicópata asesino...
Me he adelantado un poco porque me gusta ir rezando.

     ¿...?

     Rezo el Rosario: Dios te salve, María...

     Llena eres de gracia....

     ¿Ves? Todavía te acuerdas.
Es como un mantra...
Mientras rezo, contemplo la vida de Jesucristo, me olvido de la monotonía del camino, y se me ocurren cosas.
Ahora, por ejemplo, iba considerando la Transfiguración del Señor:
Jesús subió a un monte alto con sus discípulos      como nosotros      ,
y les envolvió una nube      como la niebla que nos rodea      ,
y se oyó la voz del Padre: "Éste es mi hijo amado..." (Marcos 9, 2-10)

Dios es espíritu. No le podemos ver, pero nos envuelve, como la niebla, como la atmósfera.

 


Te escucho.
Si puedo, te daré un consejo.
En cualquier caso, rezaré por ti.

Escríbeme.



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