Aprendiendo a querer

Diálogos


Perdonar

     Hace años que no voy a misa y que no comulgo. Antonio: Hay cosas muy fuertes que de pensarlas me dan tiritones.
A mi madre, con todos sus defectos y virtudes, la quiero mucho, y también la admiro mucho. Pero a mi padre no me pidas que lo honre, porque lo detesto. Si le llamo padre es para no generar una pelea familiar con mi mamá o hermanas.
Me dejaba los correazos marcados en la espalda y en las piernas: marcados de lado a lado, morados e hinchados.
Sufrí más al ver la impotencia de mi madre por tratar de defendernos que por los golpes.
Aún escribiendo ésto lloro a mares. ¡Lo odio tanto!
Creo que ya no te contaré más calamidades. No es justo para ti tener que leer tantas cosas, que pasaron hace ya tantos años, pero aún me duelen como si hubiesen sucedido ayer.

     He estado releyendo la correspondencia que mantuvimos hace más o menos un año.
Te tengo clavada en el alma.
Me imagino a Cristo en la cruz, rogando por los que le crucificaban: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."
Nuestra dureza de corazón le hace sufrir.
También haces sufrir a tu madre y a tus hermanas con tu actitud.
Haz como el hijo pródigo, y vuelve a Dios. Te espera. Te espera a tí, para darte un abrazo. No esperes a que tu padre te "caiga simpático". Dios no pide imposibles.
Da un primer paso: haz oración. Dile a Dios que te cuesta comprender, disculpar.
Díselo ahora.

¿Ya está?
Ahora, haz lo que te pido. Únete a la oración de Cristo crucificado y ruega por tu "progenitor": "Padre, perdónalo, porque no sabe lo que hace".

Dilo.
Ahora.
Puedes. Tienes toda la fuerza y el Amor de Dios.

¿Ya está?
Ahora escríbeme, para desclavar la espina de mi corazón.

     Mi querido amigo, ya he hecho lo que me has pedido, y he llorado mucho.
Suerte que en mi oficina estaban todos en reunión.
Haré lo que dices: oraré por mi padre y para que mi corazón lo perdone.
Un beso y muchas gracias por tu cariño y preocupación.
 



Te escucho.
Si puedo, te daré un consejo.
En cualquier caso, rezaré por ti.

Escríbeme.



Aprendiendo a querer