Textos, Apunts, Activitats, Notícies, Links, Fòrum.
MENÚ
Textos

 

El hombre es algo que está por pensar.

[Cap. 3º]
"La pregunta por el hombre"
(fragmentos)

Agustín GONZÁLEZ
Universitat de Barcelona

La afirmación: "ninguna época acumuló tantos y tan ricos conocimientos sobre el hombre como la nuestra", en lugar de tranquilizarnos, plantea nuevos problemas que exigen, para ser solucionados, perfilar el sentido de la pregunta sobre el hombre. La "antropología", al querer ser un "logos sobre el hombre", deberá plantearse a donde apunta su/sus estrategias epistemolologizantes. Los distintos saberes sobre el hombre, tanto si proceden de las ciencias naturales como de las sociales o históricas, ya lo presuponen. Tratan de averiguar sus rasgos, sus caracteres, o su manera de responder y acoplarse al medio ambiente. O cómo construye y qué relación tenga con la cultura. Pero este "presupuesto conocimiento del hombre" queda en la sombra, se arrastra, se vive con él. Actúa como una "creencia" en el sentido orteguiano del término. La Antropología Filosófica, si pretende ser un discurso epistémico, necesita elevar ese presupuesto a la categoría de "problema". Transformar la inocente tranquilidad que produce esa creencia en el "thaumazein" platónico, conseguir que seamos extranjeros en nuestro propio país, como señala Malebranche. Hurgar en lo "obvio" sin miedo a no encontrar nada.

Desde la perspectiva científica, como desde la perspectiva metafísica, todo funciona bien (o así parece en un principio) cuando se trata de clarificar o aprehender el hombre o el ser humano; pero cuando proponen sus últimas conclusiones siempre "algo se mueve"o, mejor dicho, "alguien sigue moviéndose". Siempre ha habido algo del hombre que se resiste. Y es que el hombre no se agota en un objeto más, porque: "es ser, y empleo ya la palabra en su significado estricto: realidad en fase y estado de posibilidades, inagotable en recursos" (Gracía Bacca). Sujeto que proyecta, centra y crea -el mundo humano y a sí mismo. No es, pues, una dificultad anexa a un contenido objetivo lo que se resiste al final del viaje, sino una auténtica rebelión, o quizás algo más sencillo: no estamos ante un objeto. De aquí que la enorme acumulación de información -como señalan Scheler, Cassirer y Heidegger- llevada a cabo en nuestro tiempo no haya sido suficiente para ayudarnos a la hora de concretar una definición sobre el lábil objeto de la Antropología Filosófica y, como consecuencia, "no parece que hayamos encontrado el método para dominar y organizar todo ese material" (Cassirer). También María Zambrano coincide en señalar esa irreductibilidad del hombre, que obliga a estarnos preguntando constantemente: "En el hombre hay algo que escapa a la sociedad y justamente por suceder así, hay historia humana (...), si el hombre no difiriese en algo, en alguna dimensión de su ser de la historia, sería como el mono de la historia; estaría en ella sumergido, por ella continuamente sobresaltado, sin tiempo a modificarse, como el animal lo está respecto a la naturaleza" (M. Zambrano: Persona y Democracia).

Así, la Antropología Filosófica se ve en la imposibilidad de definir su objeto "porque parece obligada a agotarse en los protocolos previos a la posición del objeto en su discurso. Porque ese objeto que es un sujeto escapa a los intentos de la Antropología Filosófica por apropiárselo conceptualmente -se ponen como diferencia o distancia. ¿Qué hacer entonces: optar por elaborar un discurso acerca del hombre en tanto que sujeto de reconocimiento, que difícilmente podrá ser otra cosa sino un discurso ideológico, en cualquiera de los sentidos del término?" (Morey).

No parece que esas preguntas tengan fácil respuesta. Muga, después de constatar que el sometimiento del discurso antropológico a la ley del objeto no había conseguido clarificar eso que el hombre es, lo justifica porque, para él, hombre es algo indeterminado. "Todo ello significa que lo humano pertenece a un ámbito de realidad distinta de las cosas. En este sentido, lo que se entiende por ser del hombre sería su hacerse, es decir, el resultado de su acción. En consecuencia, su fórmula ontológica no se corresponde con el "es", sino con el "será", que está de camino y pendiente de un después. Por eso, la primera cuestión práctica y la más decisiva para el hombre es hacerse o no hacerse. En ello se fundaría la diferencia ontológica entre las realidades humanas y las realidades naturales. Y también, desde esa diferencia, se podría reivindicar la función humanizadora de la Antropología en cuanto superación de una tendencia suya tradicionalmente especulativa".

Según Geghlen, parece que esta paradójica situación es debida a que el hombre es "animal inacabado", sin resolver. "El hombre sería no solamente el ser que necesariamente ha de tomar una posición por cualquier tipo de motivos, aunque específicamente humanos, sino también, en cierto modo un ser "inacabado", es decir: un ser que estaría situado ante sí o ante ciertas tareas que le habrían sido dadas por el mero hecho de existir, pero sin resolver (...) Así lo vio Nietzsche, cuando llamó al hombre: "el animal todavía no afirmado". Tales palabras son exactas y tienen un doble sentido. En primer lugar significan que todavía no hay ninguna explicación de qué sea el hombre; y en segundo lugar que el ser humano está en alguna manera "inacabado", no está establecido con firmeza. Ambas afirmaciones son exactas y podemos admitirlas" (A. Gehlen: El hombre).

La realidad humana es producto de todo y se hace con todo, escapa al saber directo. Sólo la comprensión la puede hacer inteligible. "Hacer explícita la comprensión no conduce de ninguna manera a encontrar las nociones abstractas cuya combinación podría restituirla al Saber conceptual, sino a reproducir en uno mismo el movimiento dialéctico que parte de los datos experimentados y se eleva a la actividad significativa" (Sartre: Crítica de la razón dialéctica). La reflexión filosófica sobre el hombre es, de alguna manera, un saber indirecto, dado que el fundamento y objeto del discurso antropológico es el hombre "no como objeto del saber práctico, sino como organismo práctico que produce el Saber como un momento de su praxis". No hay posibilidad de entender al hombre con sólo la razón analítica. Si conocimiento y acción son momentos de un mismo acto, sólo la comprensión del mismo como totalidad nos puede proporcionar inteligibilidad sobre lo humano. El hombre como un todo, haciéndose constantemente, es el reto. "Estar haciéndose" que implica pensar que el "hombre" no se dará nunca, que nunca lo podremos proponer como objeto que conocer. Este cuestionarse constantemente el propio objeto es lo que determina la tensión crítica de la Antropología Filosófica, obliga a balizar sus movimientos y relaciones, y a mantener toda clase de precauciones frente a cualquier definición cerrada, y por en ende excluyente, del hombre.

(...) La Antropología Filosófica ha de ser consciente de la irreductibilidad de su objeto, por lo que debe excluir a priori toda negación sobre el mismo, dado que el hombre no es una cosa experimental, sino "el horizonte de una pregunta metafísica". De ahí que la experiencia original de lo humano no se deje aprehender por ninguna ciencia positiva ni puede entenderse haciendo abstracción de esa experiencia vivida por una conciencia socializada. "Por ello la Antropología Filosófica -dice G. Bueno- habría de entenderse como el proyecto de comprensión del "Hombre por el Hombre", y no "desde Dios" o "desde la Naturaleza" (así Scheler, Gehlen o Landsberg)" y su historia "como Historia crítica (de su propio proyecto), habría que planearla como el análisis de las desviaciones, extravíos y pseudo-representaciones ideológicas que se derivan de un proyecto inviable desde el principio, fantasmagórico, aunque necesario"

(...) Permítaseme, por último citar un texto de Octavio Paz que, sin duda, firmarían los antropólogos a que acabamos de referirnos: "El hombre es el ser que continuamente se hace y se rehace. El gran invento del hombre son los hombres. Visión prometeica y también trágica: si somos un perpetuo hacernos somos un eterno recomienzo. No hay descanso: fin y comienzo son lo mismo. Tampoco hay naturaleza humana: el hombre no es algo dado, sino algo que se hace y se reinventa. Desde el principio, lanzado fuera de sí y fuera de la naturaleza, es un ser en vilo: todas sus creencias -lo que llamamos cultura e historia- no son sino artificios para seguir suspendido en el aire y no recaer en la inercia animal de antes del principio".

Agustín GONZÁLEZ GALLEGO: La pregunta por el hombre. Ed. PPU; Barcelona, 1993.


Article per guardar o imprimir




És permés el plagi total i/o parcial de la pŕgina web.
Els realitzadors d'aquesta únicament demanen que feu constar d'on heu extret el material que ens copieu, gràcies.
Per qualsevol dubte o suggerčncia, contacteu amb el Webmaster