Porqués

por Conchita Forn Donat, 2014

Muchos maestros de TA creen que dar explicaciones en clase es perder el tiempo. Saben que la Técnica funciona y prefieren dedicar el tiempo a hacer su trabajo: ayudar al alumno a recuperar el buen uso. Se necesita un maestro bien entrenado y con mucha práctica para conseguirlo, así que la clase es un toma y daca: el alumno mejora su uso y el maestro adquiere práctica y mejora su propio uso.
La primera clase suele sorprender al alumno y éste volverá a por más. Posteriormente, los alumnos pueden salir de clase confusos y desorientados, con muchas preguntas que hacer; cuando le hacen alguna pregunta al maestro en la siguiente clase, la respuesta no suele satisfacer su curiosidad pues es superficial o siente que no responde a su pregunta. Simplemente, los hábitos mentales con que se hacen las preguntas son distintos de los hábitos de un maestro formado en la TA, lo que le dificulta responder al nivel del alumno.
A continuación intentaré responder algunas de las preguntas:

¿Por qué funciona la Técnica Alexander?

Porque es un método indirecto que trata a la persona como una unidad, no a las partes por separado.
La primera dificultad con que se encontró FM al intentar resolver su problema fue creer que podía resolver el problema directamente, cambiando la manera de usar una parte concreta del cuerpo, es decir, “haciendo algo” (método directo). Tuvo que cambiar su planteamiento: ¿Cómo dejar de hacer lo que estaba haciendo?

¿Por qué mejora la salud y desaparecen los problemas?

Porque la TA no trata los síntomas. Los síntomas no son causas sino efectos y lo que trata la TA son las causas: el mal uso. A medida que mejora el uso, los síntomas y problemas van desapareciendo.
Confundir causa y efecto es tan corriente que lo raro es encontrar a alguien que se plantee que las dificultades que tiene son consecuencia de su mal uso.
En cuanto nos molesta algo, corremos al médico. El médico no es un experto en uso, así que no puede distinguir si la causa es el mal uso o alguna cuestión orgánica. Sólo puede recetar algo (un método directo) con la esperanza de enmascarar los síntomas y no empeorar más las cosas y si eso no funciona, hará pruebas al paciente para intentar justificar un diagnóstico. El médico no puede mejorar el uso del paciente (no es ese su trabajo) y en caso de plantearse que enmascarar un síntoma será la causa de que aparezcan otros síntomas, a veces peores, sólo sopesa si al paciente le compensará ese perjuicio, según su criterio. Raro es el médico que dedica tiempo a explicar al paciente las consecuencias del tratamiento. Como los otros síntomas pueden tardar tiempo en aparecer, el paciente no suele relacionarlos con el tratamiento que ha seguido y por eso, vuelve al médico cada vez que aparece un síntoma nuevo.

¿Por qué parece que el maestro sabe lo que el alumno necesita sin que éste tenga que explicarle nada?

En una clase de TA, el maestro coloca las manos sobre el alumno con un toque muy sutil y así transmite señales desde su sistema neuromuscular al del alumno. Y también nota el estado neuromuscular del alumno.
Un alumno de FM, Goddard Binkley (1920–1987) escribió el 18 de febrero de 1955: "Mientras me sentaba en la silla en clase esta mañana, estuve pensando en el alumno como una prolongación del maestro: si el maestro se está expandiendo (alargándose y ensanchándose) y yendo hacia arriba por todas partes cuando pone las manos sobre el alumno, entonces, quiera o no quiera, el alumno se expandirá e irá hacia arriba también. Como me dijo Alexander en la clase del 17 de octubre de 1951: “¿Por qué, Sr. Binkley, cuando le estoy enseñando, como hago ahora, soy capaz de trasmitirle a usted lo que quiero trasmitirle? Porque mientras le toco y guío con mis manos mientras sigo con mis instrucciones, ¡yo mismo estoy yendo arriba, arriba, arriba!”" (The Expanding Self, El sí mismo en expansión: Cómo la Técnica Alexander cambió mi vida, 1993.)
Eso mismo ocurre cuando los espectadores observan a un buen bailarín: el bailarín sólo se ocupa de sí mismo y el espectador se expande. Todo aquel que tiene buen uso lo contagia a los demás; basta con dejar de interferir para asimilar esa expansión.

¿Por qué parece que se pesa menos?

Porque al dejar de utilizar la musculatura voluntaria de la espalda para sostenernos enderezados, se permite a la musculatura involuntaria recuperar su función: sostener la columna vertebral.
Estamos tan acostumbrados a encoger la musculatura del pecho que no nos damos cuenta de que lo hacemos. Eso nos hunde por delante; para poder ver lo que hay delante de nosotros, en lugar de levantar la vista (un buen hábito) echamos la cabeza atrás (un mal hábito); para no caernos hacia delante contraemos la musculatura voluntaria de la espalda sin soltar la del pecho (dos fuerzas que nos aplastan).
La musculatura voluntaria la forman los grandes músculos de la capa externa de la espalda: sirven para hacer grandes esfuerzos durante breves periodos de tiempo. Se fatigan rápidamente si se mantiene el esfuerzo.
La musculatura involuntaria la forman los pequeños músculos de la capa más profunda de la espalda, que envuelven la columna vertebral como una trenza: permanecen contraídos durante largos periodos de tiempo, sin que seamos conscientes de ello.
Contraer la musculatura voluntaria no permite que la musculatura involuntaria haga su trabajo y esta se atrofia.
El sistema neuromuscular se atrofia al dejar de usarlo y se recupera usándolo. A medida que se abandona el mal uso de contraer la musculatura voluntaria de la espalda, la involuntaria empieza a recuperarse y termina funcionando a pleno rendimiento y sosteniendo la columna vertebral sin que sintamos cansancio alguno.
Y la explicación termina en la respuesta a la pregunta siguiente:

¿Por qué nos alargamos?

Si la cabeza está colocada dinámicamente en su lugar, verticalmente sobre la columna vertebral (y no echada hacia atrás por la musculatura voluntaria contraída), como es más pesada por delante que por detrás del punto de apoyo, cae por delante de la columna vertebral y da un pequeño tirón de los músculos erectores de la columna. Eso dispara el reflejo de estiramiento que consiste en contraer el músculo previamente estirado. Esa pequeña contracción endereza la columna con lo que esta se alarga y empuja a la cabeza hacia arriba lo que vuelve a tirar de los músculos erectores...
Resumiento, al dejar de interferir contrayendo la musculatura voluntaria, la espalda se endereza (por reflejo) y permite a la fuerza contraria al peso (recordemos la 3ª ley de Newton: al peso del cuerpo hacia abajo, se opone otra fuerza igual pero hacia arriba) actuar desde el suelo y a través de la columna vertebral hacia arriba: sentimos que pesamos menos.
Un libro interesante y muy visual es The Body in Motion: Its Evolution and Design (El cuerpo en movimiento: Su evolución y diseño), de Theodore Dimon, Jr., 2011.

¿Por qué algunos maestros utilizan espejos en clase?

Porque nuestra percepción sensorial puede ser engañosa y necesitamos utilizar más de un sentido para comprobar si las cosas son como creemos que son.
La segunda dificultad con que se encontró FM al intentar resolver su problema fue descubrir que lo que veía en el espejo no era lo que él creía que estaba haciendo. Gracias a los espejos descubrió que su hábito le impedía hacer lo que él quería.
Si nos usamos mal a nosotros mismos durante un tiempo, llega a parecernos "normal". No recordamos cómo éramos antes de estropearnos. Estamos convencidos de que podemos confiar en nuestras sensaciones. Los espejos en clase a veces logran devolvernos a la realidad; no siempre lo consiguen porque las personas estropeadas son incapaces de ver lo evidente.
Por ejemplo, si colocas ante un espejo de cuerpo entero a una persona que al estar de pie quieta, empuja con la cadera hacia delante metiendo los riñones (algo muy común entre los adultos) y se lo señalas, la persona negará rotundamente que esté haciendo eso; está tan acostumbrada a esforzarse para estar de pie, que no nota la tensión muscular innecesaria que está haciendo; ella cree necesario contraer la musculatura de los muslos para estar de pie y al pedirle que deje de hacerlo, se siente incapaz porque cree que se caerá. Y realmente es incapaz porque al perder la sensación a la que está acostumbrada, se siente desorientada y piensa que eso está mal.
Por eso el maestro coloca al alumno de lado al espejo, para que no se vea mientras trabaja sobre él; finalmente el maestro le pide al alumno que mire al espejo y éste, que se siente cómodo, se sorprende al ver una imagen suya diferente de la habitual. Simplemente poniéndonos en manos de un maestro, empezamos a mejorar y se despierta nuestro interés por cambiar para seguir mejorando por nosotros mismos.

¿Por qué cuesta tanto librarse de un hábito?

Porque los hábitos automatizados están por debajo del nivel de la conciencia.
La tercera dificultad con que se encontró FM al intentar resolver su problema fue creer que podía cambiar lo que estaba haciendo mediante la voluntad, pero descubrió que el hábito es más fuerte que la voluntad y que por lo tanto, debía utilizar un método indirecto para lograr cualquier cambio: primero inhibir la respuesta al estímulo y luego dar direcciones.
Por ejemplo, si el maestro le dice al alumno que levante una mano y este responde inmediatamente, lo hará con esfuerzo, como si la mano pesara mucho e hiciera falta un esfuerzo para levantarla. En cambio, si el alumno se para (inhibición) y piensa (dirección) en la punta de los dedos de la mano subiendo en el aire y a continuación gira el antebrazo doblando el codo, levantará la mano sin esfuerzo porque su sistema neuromuscular estará usando sólo la fuerza necesaria para hacerlo, sin implicar a los hombros en el movimiento.
FM descubrió que sólo en la fracción de segundo entre recibir el estímulo y dar la respuesta es posible cambiar un hábito.
Desde el instante en que se recibe un estímulo hasta el instante en que empezamos a responder a él, trascurren unas centésimas de segundo, durante las cuales es posible elegir la respuesta o negarse a responder. Por ejemplo, véase BENJAMIN LIBET, Mind time: The temporal factor in consciousness (Tiempo mental: El factor temporal en la conciencia), 2004.
Una creencia generalizada es que se puede hacer las cosas sin pensar. Como en la primera infancia hemos automatizado todos los movimientos después de mucho ensayo-error (que ya no recordamos), la gente cree que no necesita volver a pensar nunca más en cómo moverse. Pero no todo se aprende en la primera infancia: el niño aprende los hábitos de uso imitando a las personas que hay a su alrededor. Todos llevamos encima el tremendo lastre de los malos hábitos de uso aprendidos en la niñez que afectarán tanto al funcionamiento como a la estructura de nuestro organismo durante el resto de nuestra vida.
FM descubrió que inhibiendo la respuesta aprendida a los estímulos y dando órdenes concretas (direcciones) a un lugar concreto de nuestro organismo, sin "hacer" nada más que pensar, podemos decidir qué "hacer" o "no-hacer" nada. Así rompemos el círculo vicioso: estímulo → respuesta estereotipada → mal uso de sí mismo.

¿Por qué a veces te sientes incómodo en clase?

Una creencia generalizada es que lo que nos hace sentir bien está bien, que nos podemos fiar de nuestras sensaciones. Aquello a lo que estamos acostumbrados nos hace sentir bien (aunque nos perjudique) y lo nuevo nos hace sentir incómodos (aunque nos beneficie).
Una clase de TA es una demostración práctica de que nuestra percepción sensorial está estropeada por el mal uso que hacemos de nosotros mismos. Los malos hábitos nos hacen sentir bien. Los buenos hábitos que aprendemos en clase nos hacen sentir mal, al principio. Es imposible que una persona haga algo que cree que está mal, aunque entienda perfectamente las explicaciones que le da el maestro: lo entiende intelectualmente, pero no es capaz de aplicarlo en la práctica porque "siente" que está mal. Así que el maestro pide al alumno que no haga nada, que le deje hacer a él para poder demostrar al alumno prácticamente, que sus hábitos no son necesarios para la actividad que está desempeñando bajo la dirección del maestro. Cuando se repite varias veces una actividad con una nueva dirección, el sistema neuromuscular la aprende (y muchas veces la reconoce como su manera de hacer de la infancia) y a partir de entonces puede elegir si desempeñar la actividad de la nueva manera o a la antigua: es trabajo del alumno insistir en la nueva manera durante el tiempo necesario para dejar buena huella en el sistema neuromuscular. Siempre se puede volver al hábito antiguo y siempre se puede eliminar un hábito nuevo aprendido conscientemente.
Dudar de la fiabilidad de nuestras sensaciones es un buen hábito que nos permite investigar y descubrir si lo que percibimos con los sentidos se ajusta a la realidad o no. Lo mismo que el músico debe educar el oído para poder apreciar la música, podemos educar nuestros sentidos para disfrutar de la realidad. Hay ruidos molestos, pero no lo son tanto si no respondemos al estímulo molestándonos.
A medida que el uso mejora, mejora también la percepción sensorial y con el tiempo, vuelve a ser fiable.

¿Por qué al salir clase parece que flotas en el aire?

Porque al dejar de esforzarse se produce la expansión gracias al propio peso, los reflejos y la buena dirección.
Se inculca a los niños que esforzarse es bueno y que la energía es una sensación de plenitud. Pero en realidad, la energía es la capacidad de producir trabajo. Y el trabajo es el resultado de aplicar una fuerza sobre un cuerpo y que éste se desplace, pero teniendo en cuenta sólo la componente de la fuerza en la dirección del desplazamiento. Así que la pérdida de esa sensación de plenitud es debida, muchas veces, a que aplicamos las fuerzas de manera ineficaz. Esforzarse es inútil sin una buena dirección. El trabajo intelectual requiere, igualmente, un esfuerzo bien dirigido: nada de "concentración", sólo "atención".
Hay que tener en cuenta que la musculatura funciona en espiral, es decir, que continuamente actúan sobre los huesos pares de fuerzas (paralelas, en sentido opuesto y no situadas sobre la misma recta) resultado de las tensiones musculares, que los hacen girar, no desplazarse. Al interferir en este movimiento en espiral (por ejemplo, bloqueando las articulaciones) se malgasta una fuerza que podría utilizarse para desplazarse. Ejemplo: levantar un brazo es fácil si dirigimos con la punta de los dedos sin cerrar las articulaciones del hombro, codo, muñeca para que el brazo pueda girar, en lugar de levantarlo estirado y rígido. Igualmente, resulta mucho más fácil y cómodo caminar con las articulaciones de la cadera sueltas.
Además, durante la clase se han ido soltando muchas tensiones psicofísicas, lo que nos permite movernos con más libertad: al desaparecer la presión sobre las vértebras, los discos intervertebrales pueden recuperar agua, engrosándose, alargando la columna vertebral y mejorando su elasticidad.

¿Tensiones psicofísicas?

Es corriente creer que cuerpo, mente, espíritu... son cosas separadas, que estamos hechos de partes que se influencian entre sí. FM afirmó todo lo contrario: estamos hechos de una pieza, somos una unidad, una totalidad. Los adjetivos "físico", "psíquico", "mental", "emocional"... se aplican a comportamientos y no al organismo. El cerebro es un órgano del sistema nervioso, como lo es el hígado del sistema digestivo o el pulmón del respiratorio. El movimiento de una mano, la imaginación, el pensamiento... son procesos "orgánicos"; sin la actividad cerebral sería imposible mover la mano, imaginar, pensar, emocionarse... Y sin la actividad muscular y glandular tampoco. Es precisamente el desconocimiento de la estructura y funcionamiento del organismo lo que lleva a la gente a inventarse y creer en la existencia de aquellos entes racionales separados llamados cuerpo, mente, espíritu... Actualmente ya no se habla de sistema muscular y sistema nervioso sino de sistema neuromuscular, de sistema musculoesquelético... porque la Anatomía y la Fisiología reconocen que no pueden separarse. Pero la educación que hemos recibido sigue condicionando nuestro vocabulario y, consecuentemente, nuestras ideas.
Por lo tanto, hay que entender que FM necesitó inventar términos como "psicofísico" para hacerse entender por la gente de su época, no porque creyera que lo psico-físico existe sino para destacar que lo consideraba una sola palabra. El término "psicofisicoemocional" hubiera sido demasiado y por eso hacía pocas referencias a lo "emocional".
Por ejemplo, podríamos creer que un mal hábito "físico" es hacer muecas y un mal hábito "mental" es preocuparse. Pero pensémoslo cuidadosamente: ¿Por qué se respondió con una mueca la primera vez que se recibió cierto estímulo? ¿Por qué se repitió esa respuesta ante el mismo estímulo u otro distinto hasta convertirla en un hábito? La respuesta a la segunda pregunta sería: porque la primera mueca produjo una buena sensación "mental" ya que la sensación "física" no es buena. También la preocupación produjo una buena sensación, quizá autocomplacencia o una muestra de comprensión por parte de otra persona (mental) o la producción de una hormona (física) y por eso se repitió esa respuesta cada vez que se presentaba la ocasión, hasta convertirse en el "hábito de preocuparse" al que alguna gente es tan aficionada.
Es decir, no podemos separar lo físico de lo mental en ninguna actividad. Así se van formando nuestros hábitos de uso. Cualquier hábito de uso que tenga malas consecuencias (que nos salgan arrugas en la cara, que nos sintamos desdichados) es un mal hábito del que conviene librarse. En cambio, hay que fomentar los buenos hábitos: pararse a pensar y dar las direcciones que permitirán a nuestro organismo alargarse y ensancharse en todas las situaciones.