La II República

La interpretación de los hechos

Introducción
Índice del tema La II República española (1931-1936

  

    INTRODUCCIÓN

            Durante los primeros años de la II República las fuerzas reformistas de centro-izquierda de la clase media tuvieron la oportunidad de solucionar los graves problemas de España. Pero aquellos treinta mes fueron demasiados pocos para tantos cambios como se intentaron, en una época de crisis económica que no favorecía las reformas y más teniendo en cuenta que no fueron aceptadas por una parte de la sociedad española, los conservadores, especialmente los terratenientes, incapaces de concesiones y no dispuestos a ceder ni poder económico ni político, oposición que hizo impracticable el programa reformista e inevitable que amplios sectores de las masas populares, decepcionadas, se apartaran del gobierno reformista. En los años treinta en toda Europa las fuerzas centristas perdían apoyo y en España también sucedió y, en consecuencia, no se pudo consolidar la democracia burguesa, porque ni la derecha ni amplios sectores de la izquierda (a medida que fueron pasando los meses) se sentían identificados. Políticamente, la derecha no quería la República porque era demasiada demócrata, y sectores de la izquierda porque era demasiado capitalista. Tendrán que pasar casi cuarenta años para conseguir, tras completar la industrialización y asentar la sociedad clasista en una amplia clase media, que la sociedad española, mayoritariamente, acepte el Estado Liberal democrático, cuando las fuerzas centristas ganen camino de nuevo y la sociedad española, mucho más moderada, abandone radicalismos, cuando la derecha (ahora, centro-derecha) acepte la democracia y la izquierda (ahora, centro-izquierda) el capitalismo. Pero conseguir de nuevo esta democracia no habrá sido fácil: una guerra y una dictadura separan los dos periodos democráticos de la historia española: 1931 es el inicio, 1975 la continuación.

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El bienio reformista (junio 31-noviembre 33)

                   En  un contexto internacional bajo los efectos de la  crisis del 29 y del triunfo del fascismo, en España, la marcha del rey Alfonso XIII después de las elecciones del 12 de abril, da pie a la formación de un Gobierno Provisional presidido por Nieto Alcalá Zamora que convoca elecciones generales a Cortes Constituyentes. Las elecciones de junio dan una mayoría a los partidos de izquierda. El gobierno resultante será presidido por  Manuel Azaña (Izquierda Republicana) y tendrá ministros socialistas por vez primera en la historia de España (entre ellos, Largo Caballero), que continua con el programa de reformas iniciado pretendiendo resolver los problemas heredados de la Restauración contando con el apoyo de la pequeña burguesía y amplios sectores de las clases medias en general, y de unas esperanzadas e ilusionadas masas populares, que confían en que la República solucionará todos sus males, mientras la burguesía industrial se mantenía a la expectativa.
                 La Constitución promulgada en diciembre de ese mismo año  establecía que España era una República Democrática de sufragio universal (se establece por primera vez el voto femenino), descentralizada (el primer Estatuto de Autonomía aprobado será el de Catalunya, en septiembre del 32, por 314 votos afirmativos frente a 24 negativos tras recortar el proyecto de la Generalitat), y laica, lo que supuso, no solamente la separación entre Iglesia y Estado, sino la implantación de la enseñanza laica estatal, gratuita y obligatoria (se expulsó  a la Compañía de Jesús, que regentaba numerosas instituciones docentes y se nacionalizaron  los bienes de las congregaciones religiosas), el divorcio, y el matrimonio civil. El gobierno de centro-izquierda de la República apostaba, pues, por la vía descentralizadora en cuanto a la administración de un Estado, pero en el nuevo intento de consolidar la democracia liberal burguesa, debía salvar dos profundos escollos: la conflictividad social generada por la miseria de una parte importante de las masas populares, especialmente las campesinas,  y las relaciones con el ejército.
                   La situación económica internacional, bajo los efectos de la crisis del 29, no afectó profundamente a la economía española, que sufrió una recesión menor que la de los países industrializados, excepto en sectores vinculados a la exportación-importación, pero sí suficiente como para provocar un aumento del paro, afectado  por el retorno de los emigrantes españoles por efecto de aquella crisis (ya que difícilmente encontraron trabajo). El mundo financiero nacional e internacional acogió mal a la República, se registró una fuga de capitales y la cotización de la peseta se debió depreciar un 20% durante el primer mes de la República.
                   La Reforma Agraria (septiembre 1932), según la cual se expropiarían (con indemnización) las tierras mal explotadas, mientras  las tierras  de los Grandes de España quedaban expropiadas sin indemnización, todas ellas con la finalidad de arrendarlas a bajo coste a los campesinos sin tierras, fue, a mi parecer, uno de las aspectos fundamentales del reformismo republicano de cuyo éxito o fracaso dependería la consolidación del sistema. La otra reforma fundamental fue la reforma militar, que establecía la jubilación voluntaria anticipada (con la intención de retirar a los oficiales menos proclives a la República) y la creación de un cuerpo militar fiel a la República: los Guardias de Asalto (enero 1932).

                 Decíamos que del éxito de la política reformista, especialmente de la reforma agraria, dependería la consolidación del Estado Liberal democrático. Pero, debido a una creciente oposición tanto de izquierdas como, especialmente, de derechas, el programa reformista no fue eficaz. La oposición de la derecha española a la república democrática se debió a una serie de motivos, aunque podríamos  recordar que eclesiásticos y terratenientes españoles  nunca se habían identificado ni con los ideales republicanos ni con los democráticos y, en todo caso, el avance en la democracia y en el laicismo que supuso la Segunda República todavía agudizó más su oposición. Así, la Iglesia española en general y una parte importante de los católicos vieron con profundo malestar la reforma religiosa, y las acciones anticlericales de los primeros meses del 31 (quema de conventos del 11 de mayo), ante lo que ellos consideraron desidia gubernamental, no hizo sino confirmar sus sospechas. Por otra parte, la reforma agraria recibió inmediata respuesta por parte de los terratenientes a  través de la  presentación de numerosos recursos judiciales contra las expropiaciones, por inconstitucionalidad, que relantizaron extraordinariamente la aplicación de la Reforma. Además, los militares habían abandonado posturas progresistas desde la Restauración y se acercaban cada vez más a un intervencionismo despreciativo de los mecanismos parlamentarios que la reforma administrativa descentralizadora, los desórdenes públicos y la reforma militar que pretendía alejarles del poder, no hizo sino acrecentar. Finalmente, sectores minoritarios de ideología fascista se estaban organizando al compás de estos acontecimientos, así, en octubre de 1931, Ramiro  Ledesma y Onésimo Redondo fundaron las Juntas Ofensivas Nacional Socialistas –JONS- (José Antonio Primo de Rivera fundaría la Falange en 0ctubre de 1933). Pero el gobierno republicano de Azaña también vio crecer  a lo largo de los 2 años y medio que estuvo en el poder (hasta noviembre 33) una  oposición por parte de sectores de la izquierda española. La recesión económica que dificultó la puesta en marcha de las reformas sociales, pero, sobretodo, la ineficacia de la reforma agraria que hizo que la situación de los jornaleros continuara prácticamente igual que antes de la república, causó una gran decepción frente a las  expectativas de los primeros meses.
Y así, las sublevaciones campesinas, obreras, anarquistas y militares se reanudan:

  • 5 de enero de 1932, los campesinos y la Guardia Civil se enfrentan en Arnedo, La Rioja (el suceso provocará la destitución al cabo de un mes del General de la Guardia Civil, José Sanjurjo)
  • enero 1932,  insurrección de los mineros anarquistas en el Alto Llobregat.
  • 10 de agosto 1932 sublevación militar del general Sanjurjo
  • 8 de enero 1933, levantamiento anarquista a nivel nacional (Catalunya, Valencia y Andalucía); el 11, sucesos de Casas Viejas.

         Y tras las sublevaciones anarquistas y el enfrentamiento con la Guardia Civil (y, a partir de enero del 32,  los Guardias de Asalto), la represión a base de detenciones, torturas y deportaciones, “como antes, como siempre” dirían muchos cenetistas. Porque durante estos meses crecieron las afiliaciones a la CNT y a la UGT y, con lo nuevos derechos y la recesión, proliferaron también las huelgas y los conflictos. La postura de los dirigentes anarquistas con respecto al gobierno y al Estado y frente a la actuación de los sectores (minoritarios según diversas fuentes) protagonistas de las insurrecciones, dividió a los dirigentes anarquistas. Los más radicales serán partidarios de organizar la revolución contra la República de  manera más o menos inmediata (pertenecerán a la FAI, como Durruti, Ascaso o García Oliver), mientras otro sector defenderá ir fortaleciendo la lucha sindical esperando el desgaste de la república para, cuando las masas populares estuvieran completamente decepcionadas de ella, tomar el poder (Ángel Pestaña, Peiró), pero, hasta entonces, no acelerar la revolución ni la actuación antirrepublicana. También en las filas socialistas los acontecimientos provocaron una división entre el ala más radical (Largo Caballero, que dimitió después de Casas Viejas) y sectores más moderados (Besteiro o Prieto).
          Las acciones insurreccionales anarquistas desgastaron al gobierno republicano, pero estas insurrecciones fueron minoritarias, el principal problema fue que las masas populares, en general, al no ver cumplidas las expectativas que, seguramente  de una manera poco realista, habían puesto en los dirigentes republicanos, dejaron de apoyarles. Mientras, la derecha está cada vez mejor organizada. Las elecciones de noviembre de 1933 lo evidenciaron perfectamente pues la coalición de centro-derecha las ganó, frente a republicanos de izquierda y socialistas que presentaron candidaturas independientes. En 1931, las masas cenetistas, contando con la postura imparcial de la organización, habían votado a favor de las izquierdas; en 1933, la CNT aconsejó abstención; un amplio sector de las masas populares, decepcionadas,  se abstuvieron. Los historiadores también creen que el voto que las mujeres ejercieron por primera vez seguramente debió favorecer a la derecha (muchas obedecieron las consignas de sus párrocos y estaban preocupadas por la cuestión del  divorcio).

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El bienio conservador (noviembre 33-febrero 36)

                 El triunfo de la coalición de centro-derecha (en Catalunya, la Lliga) da lugar a la formación del gobierno presidido por Lerroux con el respaldo de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Las primeras medidas demuestran el giro hacia la derecha: suspensión de las leyes reformistas, restauración  de la pena de muerte, amnistía para los militares sublevados. Mientras, la crisis económica, el aumento del paro y el descenso de los sueldos agrarios (por efecto de malas cosechas), incrementaron la agitación social propiciada por los sindicatos (CNT/UGT), con lo cual,  la represión gubernamental reafirmó las posturas radicales de la izquierda, la opción revolucionaria, preconizada por sectores de la CNT, PCE, PSOE, cuyo objetivo fue la unión sindical y preparar la revolución social para derrocar a la República burguesa.
Simultáneamente, el choque entre el gobierno central de derechas  con el gobierno de izquierdas de la Generalitat no se hizo de esperar (éste, desde la elecciones autonómicas del 32 está presidido por Francesc Macià, de ERC). El primer conflicto serio fue en relación a la reforma agraria que se aplicó en Catalunya a partir de la Llei de Contractes de conreu, de abril del 34, beneficiando a los arrendatarios (rabassaires) y contra la cual los terratenientes actuaron presentando recurso de inconstitucionalidad al tribunal supremo y consiguiendo su anulación, con lo cual, asestaban también un golpe a la autonomía que lo había aprobado. Las dos oposiciones, la revolucionaria y la catalanista, saldrán a la luz en los llamados Hechos de Octubre o La Revolución de Octubre del 34:
             El día 4 fueron nombrados 3 ministros de la CEDA, como respuesta a lo que se considera la incorporación de elementos de tendencia fascista, y por ello, antidemocrática, se convoca huelga general por la UGT (Largo Caballero), que fracasa en toda España excepto en Catalunya y Asturias.
              En Catalunya, la huelga general iniciada el 5 enseguida devino en revolución social (respaldada por UGT, Unió de Rabassaires y BOC), al día siguiente, 6 de octubre, el gobierno de la Generalitat (ERC), en defensa del autogobierno, considerado ya amenazado desde la anulación de la Llei de Contractes de Conreu, y deseando reconducir el movimiento, proclama el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. La respuesta del gobierno central es el envío de tropas que en pocas horas sofocan el movimiento independentista (que no contó con la colaboración de los anarquistas catalanes, poco predispuestos a luchar en la defensa de una República Catalana capitalista, ni fuerzas sociales del resto de España en la creencia de que se trataba exclusivamente de un movimiento separatista tal como, estando incomunicada Catalunya, el gobierno planteó en informativos al resto del país). El fin de la rebelión supuso el encarcelamiento del gobierno de la Generalitat y la derogación del Estatuto de autonomía.
               En Asturias, la convocatoria de huelga general es seguida mayoritariamente el 5 de octubre por la gente de la CNT, la UGT y el PCE, que rápidamente se transforma en revolución social dirigida por la “alianza obrera” de las tres fuerzas citadas: se ocupan ayuntamientos, fábricas, minas y comunicaciones, y los consejos obreros de los nuevos gobiernos revolucionarios durante 9 días inician la aplicación de la revolución socialista. El 17 de octubre, el ejército dirigido por Franco (tropas llegadas de África) ocupa Asturias llevando a cabo una fuerte represión y luego numerosas detenciones (más de 30.000).
             Otras consecuencias de los hechos de octubre fueron el nombramiento de Franco como Jefe de Estado Mayor, la aplicación de medidas antireformistas (entre ellas, la devolución de los bienes a los jesuitas), la expulsión de numerosos rabasaires en Cataluña y la supresión de derechos al declararse el Estado de Excepción en determinados meses, en definitiva,  acentuar la derechización del gobierno. La separación entre el gobierno y la ciudadanía de izquierdas era cada vez mayor.  A finales del 35, los casos de corrupción que salpicaron a algunos de sus ministros (estraperlo) supusieron la convocatoria de elecciones para febrero del 36.

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El Frente Popular (febrero a julio del 36)

            La radicalización política de la sociedad española de aquellos meses se pone en evidencia si pensamos en las dos coaliciones que se presentaban a las elecciones de febrero del año 1936: la coalición de derechas (entre otras, la CEDA de Gil Robles, monárquicos de Calvo Sotelo, republicanos radicales de Larroux, carlistas y, en Catalunya, dentro del Frente Catalán d’Orden, la Lliga de Cambó), y la coalición de izquierdas, el Frente Popular, que tenía el espaldarazo de la CNT, (republicanos de izquierda de Azaña, PSOE, PCE, y, en Catalunya, dentro del Frente de Izquierdas, ERC y otras fuerzas como el POUM,  de carácter marxista), y, sobre todo, en los resultados: 29% la derecha (176 diputados), 35% el Frente Popular (240 diputados) y 3% partidos centristas (46 diputados). El eslogan de la primera era bastante significativo: "contra la revolución". El nuevo gobierno presidido por Azaña restableció inmediatamente las reformas del primer bienio,  el Estatut d’Autonomía de Catalunya y promulgó una amplia amnistía para los presos políticos (entre ellos, Companys). Su principal objetivo era reconducir la actuación de las masas exaltadas por la crisis económica (incremento del paro y descenso salarial) con el fin de consolidar la República evitando que el temor de los propietarios aumentara. La agitación obrera y campesina de estos meses (a base de huelgas y ocupaciones de tierras) no obstante, no disminuyó. La radicalización política se agudizó y el enfrentamiento entre los extremistas de derechas (grupos fascistas como la Falange) y de izquierdas (fuerzas revolucionarias de la CNT-FAI y sectores socialistas) empezó a cobrarse víctimas: el 12 de julio muere asesinato por pistoleros de extrema derecha, carlistas para algunos historiadores, falangistas para otros, el teniente de la Guardia de Asalto Juan José Castillo y, al día siguiente, Calvo Sotelo es abatido por un grupo de guardias de asalto. La debilidad y el aislamiento del gobierno reformista entre las fuerzas revolucionarias y las fuerzas fascistas era cada vez más grande. Ante los rumores de complot militar (marzo del 36) se había decidido el alejamiento de Franco y de Goded que fueron trasladados a Canarias y a las Baleares, pero la falta de apoyo a la República democrática reformista la hacía demasiado débil y los militares que el 17 de julio de 1936 se rebelaron contra ella pensaban que fácilmente tomarían el poder. Estaban, a pesar de las apariencias, equivocados.




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