literatura i mitjans de transport
transports terrestres
per rails
corpus literari
obres d'autors estrangers
obres d'autors estrangers
 

hasek, haroslav

Dades biogràfiques
 
Obra

Las aventuras del valeroso soldado Schwejk

 

Fragments

Sólo quedaron el revisor y el ferroviario. El revisor sacó un cuaderno y redactó un informe sobre todo el suceso. El ferroviario dirigió una hostil mirada a Schwejk. Éste le preguntó tranquilamente:
-¿Hace tiempo que trabaja en el ferrocarril ?
Como el ferroviario no contestó, Schwejk dijo que había conocido a un tal Mlitschka Franz, de Ourinowetz, junto a Praga, que una vez también había tirado de una de esas palancas de alarma y se había asustando tanto que se quedó sin habla durante quince días y sólo la recobró cuando fue a visitar a un tal Wañek, jardinero de Hostiwarsch. Entonces hubo una buena pelea; pegándole habían roto un látigo. Esto sucedió en mayo de 1912. añadió.
El ferroviario abrió la puerta del retrete y se encerró. El jefe del tren se quedó con Schwejk. le pidió veinte coronas de multa haciendo constar que de lo contrario tendría que llevarle al jefe de estación de Tabor.
-Bien -dijo Schwejk-. Me gusta hablar con personas cultas por lo que me alegrará mucho ver al jefe de estación de Tabor.
Schwejk sacó una pipa de su chaqueta, la encendió y soltando el fuerte humo del tabaco del ejército prosiguió:
-Hace años, en Zittau, había un jefe de estación que se Ilamaba Wagner. Era un ogro para con sus subordinados, los molestaba siempre que podía y generalmente dedicaba su atención a un guardaagujas llamado Jungwirt hasta que el pobre, deses- do, se ahogó en el río. Pero antes de hacerlo le escribió una en la que le decía que por la noche, en su casa. andarían duendes. No le miento. Lo hizo. Por la noche el buen jefe de estación estaba sentado junto al aparato de telégrafos, suenan las campanas y recibe un telegrama: "¿Cómo estás. miserable? " Jungwirt". Y así toda la semana. El jefe envió a todas partes telegramas como respuesta al fantasma: "Perdóname, Jungwirt". I a la noche siguiente el aparato le dio la siguiente respuesta: "Cuélgate en el semáforo que hay junto al puente, Jungwirt.." Y el jefe lo hizo. Entonces encerraron al telegrafista estación de Morgengrauen. Mire usted, entre el cielo y la tierra hay ciertas cosas de las que no tenemos ni la más remota idea.

(...)

La estación estaba muy animada. El suceso de Italia hizo que se originara cierta confusión, pues dos transportes de artillería habían sido detenidos y enviados a Estiria. También había un transporte de bosnios que por motivos desconocidos hacía dos días que estaba esperando en completo olvido y abandono. Durante estos dos días los bosnios no habían comido y andaban por Nueva Pest mendigando pan. En sus excitadas conversaciones los olvidados bosnios gesticulaban y decían :
-Jeben ti boga, jeben ti duschu, jeben ti majku.
Luego el batallón del 91 volvió a reunirse y todos ocuparon de nuevo sus lugares en los vagones, pero poco después llegó el ordenanza del batallón Matuschitz con la noticia de que no saldrían hasta dentro de tres horas. Así pues se volvió a dar permiso a la tropa para que abandonara de nuevo los vagones. Poco antes de que saliera el tren el teniente Dub entró muy excitado en el vagón de la plana mayor y pidió al capitán Sagner que mandara encerrar a Schwejk. El teniente Dub, que era co- nocido como soplón cuando era profesor de Instituto, gustaba de charlar con los soldados para descubrir sus ideas y al mismo tiempo para aleccionarlos y explicarles por qué luchaban y para qué la hacían.
En su ronda había visto a Schwejk junto a un farol de la estación contemplando con interés el cartel de una lotería de guerra. Ese cartel representaba a un soldado austríaco atravesando contra la pared a un barbudo cosaco. El teniente Dub le dio unas palmadas en los hombros y le preguntó si le gustaba.
-A sus órdenes, mi teniente -contestó Schwejk-. Eso es una tontería. Ya he visto muchos carteles estúpidos pero tanto como éste, jamás.
-¿Qué es lo que no le gusta? -preguntó el teniente Dub.
-Mi teniente, la que no me gusta de este cartel es la manera con que el soldado maneja el arma que se le ha confiado. Podría rompérsele la bayoneta con la pared y además todo, en conjunto, es completamente inútil: por hacer esto lo castigarían porque el ruso tiene las manos en alto y se ha entregado. Es un prisionero y con los prisioneros hay que comportarse como es debido pues en el fondo son personas.

 

Documents
 
Enllaços
 
LITERATURA I TRANSPORTS TERRESTRES
corpus literari