ROCOCÓ
Fragonard: El cerrojo
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FRAGONARD(1789): El Cerrojo, óleo sobre tela. En: CALVO (1998): Historia del Arte, 356.

La nobleza ya no ejerce el poder, lo socava

Las costumbres del hônnete homme francés van siendo sustituidas, en el XVIII, por otros valores en el grupo social nobiliario,que pierde su rol hegemónico.

El Cerrojo sintetiza visualmente la instantaneidad de la seducción: un joven libertino (noble, ateo, hedonista, decadente, bello, effronté) consigue vencer los principios morales de una mujer sin tacha (noble o gran burguesa, joven y bella, casada y fiel o virgen) gracias a un proceso de seducción basado en el coup de foudre, es decir, en la instantaneidad. Los personajes quedan encerrados, por un cerrojo, separados del mundo.

bouche03.jpg (33431 bytes) El espacio es interno; ausencia del cielo; colores cálidos; el rojo sitúa la escena en el espacio del ángel caido, que es el libertino, significado por elementos del decorado en su dinamismo hacia la tierra: el manto de piel, el ánfora, las flores; la jarra de vino representa el caos y es un elemento báquico; la manzana es símbolo del pecado original; la piel es un símbolo (en Tiziano) de Venus; locura, pecado y erotismo son los elementos de El Cerrojo y delimitan la acción del libertino. El espacio es libertino.

El libertino, en ropa ligera, suelta, desabrochada, blanca y de seda, aparece como una representación del desnudo, desvestido insinuantemente: pies descalzos, blusa desabrochada, cabellos sueltos y desordenados; es una representación, por inversión, antitética de la Magdalena penitente.

CANO (sin fecha, s. XVII): Magdalena Penitente, madera policromada, Valladolid, Museo Nacional de Escultura.

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La víctima está vestida de raso, y su desorden manifiesta su desquiciamiento moral, que se extiende, y expresa también, a la ropa de la cama; ella es el símbolo de la pureza femenina, rubia y de ropa dorada, contrasta con la cama, roja, y expresa el tránsito, de la cama a la puerta, hacia la pérdida de la virtud o la virginidad.

Ambos personajes luchan, casi danzan; son la música hecha carne. La cama es mucho más que un mueble, sobrepasa los límites del cuadro, para dejar constancia de su importancia y de que la escapatoria es imposible; los modelos van de la cama a la puerta, que no abre sino cierra, aisla.

El Cerrojo es un cuadro de un instante pero también de una historia; la alcoba es un teatro de la caída de quien entra en ella; presenta el instante del coup de foudre, cuando la mirada del libertino consigue encantar a la bella:

Primer tiempo: El petimetre, gracias a sus dones y encanto, ha sabido seducir, atraer, a la mujer, que es joven pero quizás menos que él: la ha fatigado hasta hacerle conocer el amor.

El escenario: Es un lugar laberíntico, manifestado por la profusión de tejidos; es el locus de la infracción. La luz es acusadora y reveladora de la salida que el libertino ha sabido conjurar.

Segundo tiempo: el instante pictórico es la síntesis y anticipación de la caida y transgresión. La puerta se cerrará y el cuerpo de la bella se abrirá, como las flores; éllas representan la virtud amenazada y, en el suelo, ya perdida. Es el mundo de lo femenino frente a lo masculino; hay un travestismo de Venus en el libertino que adopta la esencia femenina que comporta toda seducción. El color oscuro de los cabellos contrasta con el blanco de su blusa, y con las sombras de la parte inferior que invaden el ámbito de la seducción: rojo, único color del infierno.

A partir de: VÁZQUEZ:El Cerrojo de Fragonard: La Instantaneidad Visual del Libertinaje Literario. Lecturas de Historia del Arte (1990), II, Vitoria, Ephialte, 482-6.

 

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F. Chordà


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