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Lenguaje y trabajo
El trabajo es un medio de asegurar la vida más allá de la supervivencia; regula la actividad humana en destrezas que han ido cambiando; aquí, se contrastarán las antiguas con las modernas.
La Agricultura tiene una estructura que va de abajo arriba y es previa a la Escritura; a partir de la observación de la naturaleza surgen pautas; las experiencias han llevado a unos comportamientos que se repiten en función de su eficacia.
La producción de chips va de arriba abajo: la actividad se programa una vez establecidos los objetivos en función de destrezas que se revisan continuamente para aumentar la eficacia.
En ambos casos el lenguaje forma parte de la experiencia, permitiendo la comunicación, la coordinación del esfuerzo y la memoria, que fija los esquemas de conducta. Con el chip,
en nuestra civilización sin Escritura, se desarrollan lenguajes de mucha precisión para incrementar la eficacia del trabajo, muy distinto del lenguaje natural que sigue usándose para la relación humana más allá del trabajo.
La nueva terminología extrae su vocabulario de la biología pero la dinámica humana va más allá de la selección natural y de los aspectos estrictamente cuantitativos, propios del mundo natural.
Es más eficaz una acción hecha de forma mediata (con signos o herramientas) que directa; la fuente de la ganancia está en el esfuerzo cognitivo de adaptar los medios (el trabajo que se hace) a los fines (el producto).
El lenguaje es inherente a la naturaleza humana con otros elementos (como la biología, la lógica, la práctica ).
El lenguaje da cuenta de la siempre más profunda especialización y fragmentación de la experiencia humana.
El tránsito de la Escritura a los diferentes lenguajes parciales en el trabajo y la vida actual nos hace ser, a la vez, actores y testigos del cambio.
Los cambios más grandes son: de directo a mediado, de secuencial a paralelo, de centralizado a descentralizado, de compartimentado a distribuido, de dual (bien o mal) a multivalorado (según las soluciones que se busquen), de determinístico a no determinístico y caótico, de cerrado (acabado el producto se acaba el ciclo) a abierto (la actividad humana se contempla como generadora continua de nuevas posibilidades, por ejemplo, las nuevas versiones (updates de programas), de lineal a no lineal.
La práctica de esas circunstancias lleva a nuevos lenguajes de visualización y nuevas expectativas como mejor expresividad, o mayor rapidez de comprensión y trabajo.
Gracias a estos recursos es posible mantener la globalidad de la experiencia humana, aún usando esos lenguajes específicos y fábricas de chips, o de pizzas, pueden funcionar idénticamente en cualquier lugar del mundo. Los nuevos recursos superan las limitaciones del lenguaje natural y permiten unas actividades adaptadas a la nueva escala de mayor complejidad de la actividad humana.
Hoy la comunicación se convierte en una experiencia que se conoce mediante el trabajo puesto que los lenguajes que se usan se proyectan en éste;
la experiencia humana se absorbe en el producto, poniendo una parte de nuestra vida en lo que hacemos que los otros consumen.
Buscando mayor eficacia el lenguaje va variando, como una metáfora de los modelos vivos, adaptándose siempre a las nuevas circunstancias para sobrevivir.
Como ejemplo de la consumición que se hace del lenguaje puede verse la formación permanente: ya ha pasado el tiempo en que la educación se hacía de una vez para siempre;
Nuestros ciclos de producción breves provocan cambios de instrumentos y métodos que requieren aprendizaje continuo para llegar a destrezas más baratas y variables que las anteriores.
Entonces, la educación (los cursos de reciclaje) se convierten en productos ofrecidos a la clientela de trabajadores y empresas; así, la actualización profesional también es objeto de consumo.
La Revolución Industrial requirió trabajadores más educados que en épocas anteriores, con objeto de aprovechar la capacidad que las máquinas ofrecían. La población fue educada en el conocimiento de la Escritura para aprovechar mejor su potencial laboral, innecesario en la anterior sociedad agraria.
Hoy, en una situación de trabajo
muy dividido, el lenguaje natural pierde importancia para las
experiencias profesionales y técnicas que hacen las personas.
Esto se aprecia en la poca capacidad de la gente para leer, hablar
y escribir; los medios basados en la palabra se reducen a un repertorio
estereotipado que es fácil de automatizar (las muletillas,
los lugares comunes, tío, yo diría
) y van
siendo sustituidos por otras formas de expresión.
El trabajo en una cadena de montaje, el uso de una máquina, esto es, la participación en una actividad muy segmentada, sin tener una visión global del proceso productivo, hacen que la competencia del sujeto se limite a cumplir bien su tarea concreta, estereotipada; el lenguaje se comprime, reduce, simplifica, dejando el elemento comunicativo al nivel mínimo imprescindible, para incrementar su eficacia, en situaciones que cambian continua y rápidamente.
Hoy, el manual de mantenimiento y reparación
de una máquina tiene más imágenes que palabras
o es un video (por ejemplo el que acompaña la máquina
de limpiar doméstica y plancha a vapor) o un cd-rom o un
tutorial en el ordenador, o una web.
Otros hechos aparecen en relación a éstos: los coches
hablan y dicen si nos hemos abrochado el cinturón o cerrado
mal la puerta, las tarjetas de felicitación contienen mensajes
sonoros.
Así, se va desarrollando una estructura mejor adaptada
a la complejidad de una nueva escala humana.
Pero incluso estos cambios cambian: los coches que dicen cosas
serán sustituidos por otros que conducirán solos
y que dejaran de usarse cuando los medios de telecomunicación
permitan hacer muchas cosas desde casa, sin moverse, ahorrando
así energía.
El trabajo humano exige cada vez menos conocimientos porque ya no es la persona quien conoce puesto que la máquina tiene incorporado el conocimiento oportuno.
También la Universidad se ha adaptado al sistema: ha renunciado a su vocación primera de dar a las personas una formación universal básica para convertirse en una institución que entrena para ejercer determinadas destrezas (contabilidad, ventas, multimedia ).
El lenguaje, la palabra y la Escritura, ya no sirven para encuadrar la acción humana o educar a las personas; la experiencia humana se basa cada vez más en las imágenes:
mensajes pictográficos (logotipos)
se establecen para señalar normas (no fumar, usar las papeleras;
imagen: rótulo no fumar, pictograma).
La palabra se considera ambigua y requiere mucha educación
para ser captada en todos sus matices; es más fácil
entender las imágenes, más rápido y más
barato para las empresas.
Los nuevos sistemas de expresión vienen obligados por las
nuevas estructuras de producción e intercambio.
El abandono de la palabra, y su lógica, como centro de nuestra comunicación es una necesidad en nuestro mundo globalizado, con muchos lenguajes, cada vez más indirecto y mediatizado, de expresión multimedia.
Así, van apareciendo nuevas formas de comunicación, a distancia, en el ciberespacio, que se mantienen en los cafés electrónicos donde uno se toma algo mientras habla con un amigo que está en Nueva York.
El cambio
de la Escritura hacia otras formas de comunicación comporta
otros cambios estructurales: de centralización a descentralización,
de un modelo centrípeto de existencia y actividad, con
un sistema de valores único (en lo religioso, estético,
moral
) a otro centrífugo, y de un modelo monolítico
a otro plural.
Pero la pérdida del centro también comporta que
el Ser Humano deje de ser la referencia esencial.
En la práctica sin Escritura el Ser Humano se puede reemplazar
en cada ciclo que cambia, como una máquina o pieza de engranaje;
el Ser Humano pierde valor en el mercado y también como
centro del mundo;
incluso el respeto por la vida se convierte en una tecnología muy complicada de mantenimiento de esa vida, de la mecánica de existir y de los fitness centers.
Los seres humanos proyectan sobre sí mismos esa misma ética de un solo uso que afecta a su condición y que comporta una disolución de sus valores.
Y el lenguaje también es de un solo
uso; el concepto de destreza básica pierde interés
en un mercado que cambia continuamente; la educación basada
en la Escritura tiene poco interés para nuestra economía
de ciclos cada vez más cortos.
Los ciclos tecnológicos y naturales son interdependientes
y así podemos decir que las máquinas tienen un componente
vivo y ya no nos sirven a nosotros puesto que somos nosotros quienes
las servimos; tan sólo basta que introduzcamos los datos
para obtener el resultado correcto;
pero aun, en ocasiones, la máquina no conoce la diferencia entre lo bueno y lo malo,
por ejemplo en el mundo de la composición gráfica, es el operador quien proporciona el conocimiento de un factor tan intangible como el gusto o el estilo.
Escala de trabajo y de lenguaje
Una de las principales hipótesis de este libro es que las discontinuidades (o cambios de fase) se producen al cambiar la escala.
Las tareas inmediatas no requieren división
en partes menores pero es imprescindible partir las complejas;
la división del trabajo es una aplicación del principio
de divide y vencerás aplicado a tareas de complejidad creciente,
dentro de la capacidad humana de controlar determinados procesos
mediante la generación de opciones que integran esta descomposición
del conjunto en sus partes.
Pero hoy, con una más profunda división del trabajo,
el proceso productivo no puede ser entendido por mentes de forma individual; se hace necesaria la colaboración de varias mentes para diseñar y ejecutar ciertos procesos productivos; entonces la secuencialidad, linealidad y dualismo de la Escritura no son útiles. Esta nueva situación no resulta de evolucionar desde el estadio anterior sino que comporta una progresión incremental, un salto. Cambia la escala y hay que aceptar una discontinuidad con lo anterior que no puede expresarse en el lenguaje que existía.
Un automóvil es diferente de un coche
de caballos, pero es posible expresar su potencia en caballos;
un avión, o un cohete, vuelan diferentemente que un pájaro
pero pueden compararse. Pero un reactor nuclear no puede compararse
a nada; el concepto no puede referirse a otra experiencia
anterior; entonces se hace necesario comprender la nueva situación
para sacar provecho de ella; el diseño, ejecución
y explotación de una central nuclear queda fuera de la
capacidad de mentes individuales y sólo puede ser gobernada
por operadores asistidos de máquinas muy complejas. La
Escritura no tiene capacidad para permitir el desarrollo de estos
sistemas.
Y ahora llegamos a los ordenadores; el concepto de chip es muy
difícil de concebir, queda fuera de nuestra escala de comprensión
ya directa o intuitiva. El ordenador sustituye la continuidad
del mundo por un mundo de estados discretos.
En el universo de la Escritura la acumulación es una consecuencia
del progreso: saber más, tener más; pero lo digital
es, por su naturaleza, no lineal; la más pequeña
desviación cambia drásticamente el resultado de
un proceso tanto que el proceso de encontrar y reparar el error
se convierte en nueva fuente de conocimiento.
En una frase escrita enseguida captamos los errores, y los corregimos.
En el digital los datos y el programa son difíciles de
distinguir puesto que pueden procesar más símbolos
que la mente humana y tienen un marco de referencia para el que
la Escritura no sirve.
El ordenador usa el lenguaje de los ceros y los unos (1,0), ciertamente
poco expresivo pero muy preciso y apropiado, permitiendo alcanzar
nuevos niveles de complejidad necesarios para nuestro nivel evolutivo.
El carácter básico del ordenador (que sirve para
todo), la abstracción del programa de procesamiento de
signos y la naturaleza precisa de los datos que combina representa
un conocimiento cosificado que es efectivo para resolver nuestros
problemas.
El ordenador no es el símbolo tecnológico de la época sino la nueva medida de la actividad humana y su necesidad resulta de la conciencia que poseemos de las limitaciones de nuestra mente, después que, con la Revolución Industrial, hemos tomado conciencia de nuestras limitaciones corporales.
La situación es como un nuevo lenguaje
extranjero que no puede traducirse a nuestra lengua materna.
La mano que tira la piedra está influenciada por la piedra,
también los nuevos recursos afectan nuestra naturaleza
en un marco diferente.
Capacidad natural para encontrar
El Ser Humano primitivo era sincrético (ponía en relación muchas cosas) y se implicaba en las experiencias completamente: entorno, destrezas, emociones, todo iba junto; el individuo especialista constituye experiencias cada vez más parciales; ambos son seres naturales pero el uno satisface necesidades inmediatas (para sobrevivir) y el otro necesidades humanas mediante acciones especializadas; el primitivo sigue pulsiones determinadas (hambre, sed, frío), el Homo Sapiens busca opciones: el esfuerzo se pone no en mantener las cosas como son, aprovechándolas, sino en multiplicar las posibilidades para asegurar mucho más que la supervivencia, que es lo que llamamos progreso.
La misma estrategia se aplica al desarrollo
de la Escritura.
Antes de llegar al alfabeto occidental, de 28 letras, se inventaron
otros más limitados (como el jeroglífico); aún
hoy, las Escrituras china o japonesa son muy complejas: hay que
usar un mínimo de 3000 ideogramas para poderse expresar
y el equivalente a la capacidad occidental ideal, para dominar
la lengua, está en los 50000. El sistema occidental se
desarrolló en el tiempo: mientras las acciones se hicieron
más simples el lenguaje adquirió la complejidad
de las acciones que integran los procesos completos. Aquel sentido
de lo completo primitivo e individual (yo cazo) se ha visto sustituido
por una complejidad colectiva, parcializada, dividida, que cambia
cada vez más aprisa (por ejemplo, fabricar una camisa).
Así, los humanos, en la dificultad encontraron estímulos
para incrementar sus posibilidades vitales y ampliarlas, mediante
su capacidad de encontrar y trabajar.
Y el lenguaje, a su vez, es fuente de especialización:
no todos leen o escriben; también de mediación para
optimizar los esfuerzos. Cuando el trabajo se hizo más
complejo el dinero introdujo un nuevo nivel de mediación,
más abstracto, tan universal como el lenguaje con lo que
la actividad humana se hizo aún más distante.
Luego hubo proliferación de herramientas que ayudaron a
incrementar la productividad y, asimismo, se convirtieron en mercancías.
Los humanos ciertamente crearon los útiles pero también
tuvieron que adaptarse a ellos; y así también a
la Escritura.
Entonces la necesidad de diseñar buenas herramientas estimuló
otros recursos, como el dibujo y una primitiva ingeniería.
Así lo escrito era preciso y lo oral diverso y confuso,
lo que provocó conflictos como se vio en los orígenes
de la Filosofía Griega; lo escrito reclama distanciamiento
del objeto para acceder a un carácter más general.
Lo oral fue domesticado y unido al escrito: la división
del trabajo y el uso de entidades fonéticas abstractas
pero que todos pueden comprender y usar.
Los seres humanos, en su proceso de autoafirmación, generan procesos para su supervivencia y futuro crecimiento que escapan a la circularidad de los ritmos naturales: Ambos, el halcón y el hombre comen pollos, pero
cuantos más halcones hay menos pollos, mientras que cuantos más hombres, más pollos.Los humanos, ante la escasez, buscan nuevas alternativas que se convierten en nuevas experiencias de desarrollo:
los ingleses empezaron a usar petróleo
en la iluminación en 1856; buscándolo encontraron
más minas de carbón, se construyeron mejores máquinas
que usaban menos energía y hacían más fácil
la extracción y, además, la industria aprendió
a usar nuevos materiales.
Hoy la Escritura no permite afrontar nuestras necesidades; es
la nuestra una época basada en la tecnología; las
nuevas experiencias requieren nuevos lenguajes.
Cada vez más las mediaciones se van
intensificando, haciéndose más complejas: la imagen
de un paisaje visto en la televisión está formada
a partir de ondas convertidas en señales ópticas
transmitidas por la atmósfera que antes han sido creadas
a partir del paisaje más o menos real (con luz manipulada
o no, y elementos que pueden estar retocados).
Así pues también el lenguaje se reestructura y aparecen
nuevos niveles: funcionales, limitados, usados para la mediación,
buscando una mayor eficacia en un mundo globalizado.
Se procura sustituir el factor humano por máquinas que
aseguran mayor productividad, limitando la interacción
con humanos en duración e intensidad (procurando que sea
muy simple y concreta).
Así toda nuestra actividad es más rápida, precisa, segmentada, distribuida y compleja; y todo esto subordinado a una lógica polivalente en pos de la eficacia, que rechaza la sistemática dual del verdadero y falso.