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Familia, descubriendo el futuro primitivo
Hay grandes cambios en nuestra estructura
familiar:
los homosexuales quieren ver su unión reconocida como otra
familia, en muchos países, por ejemplo los EE.UU., el 30%
de los niños nacen fuera del matrimonio.
Por otra parte se constata que los esposos y los padres e hijos
hablan poco entre sí: pasamos más tiempo viendo
la tele o haciendo deporte que manteniendo la comunicación
familiar; los padres hablan poco con sus hijos, unos y otros llegan
a ser prácticamente unos desconocidos; aumentan los divorcios,
las relaciones informales de pareja y los abortos; nuevamente
en los EE.UU, paradigma de la Civilización de las Expresiones
Variadas, 16 millones de niños menores de 18 años
viven con un solo progenitor, casi siempre la madre: a menudo,
las dificultades económicas, familiares y afectivas de
la situación repercuten en los críticos años
de formación de la persona.
Esta situación manifiesta un cambio en la dinámica
humana.
Ciclos más cortos en los se que agota la experiencia (de la vida en común, en este caso) producen relaciones breves y familias de corta vida: el matrimonio ya no es para siempre; además ya no hay una distinción clara entre lo bueno y lo malo, apareciendo una nueva moral de la situación.
Hay una mayor mediación en la relación familiar, de médicos, asesores fiscales, gestores, abogados y psicólogos, buscando una nueva eficacia para la institución que se estructura como una forma no siempre larga de cooperación y comunicación.
Nuestra vida familiar está dominada por una moralidad vaga, de experiencias mediadas y segmentadas; por ejemplo, hay gente que se casa para resolver alguna dificultad, como legalizar la residencia, tener derecho a la asistencia sanitaria o una pensión, que les atiendan porque son mayores, buscando mejores posibilidades de trabajo, etc.
La unidad familiar se sustituye por una gama de opciones impensable en el viejo mundo agrario o industrial. Nadie escapa a la tentación de probar las múltiples posibilidades características de la Civilización más allá de la Escritura.
La familia asegura una cierta permanencia frente al flujo vital; su núcleo, basado en la naturaleza, lo forman el varón, la mujer y los hijos, y se completa con los sentimientos y la relación con los otros parientes y otras familias; así, la familia permite experimentar la pertenencia a un conjunto.
Esta adhesión se expresa mediante un nombre común sin el que la familia no existe; así, constitución familiar y proceso de significado van juntos.
El lenguaje ha permitido la comunicación en un momento
determinado, un presente, y a través del tiempo; entre
otras cosas ha servido para expresar normas que permiten que nuestras
experiencias sean eficaces.
El marco familiar, que es un grupo humano básico y completo, ha permitido la eficiencia: relaciones personales, secuencialidad, linealidad, centralismo, cooperación y determinismo ha definido la actividad familiar como otras experiencias de consolidación humana.
Los miembros de la familia confían entre sí; como el varón es quien provee lo necesario, la mujer cuida de la casa, prepara la comida y está a cargo de la ropa, entre otras cosas; así se establece una relación jerárquica; la familia se adapta a los ciclos naturales, ya de las estaciones del año o de la crianza de los animales; la familia se sitúa dentro de un mundo organizado según unas causas y sus efectos.
Las leyes fueron evolucionando en el
tiempo, consolidándose como un cuerpo de conocimiento del
que se extrajo una moral; así había lo permitido,
para aprovechar los recursos naturales y el mayor nivel de eficacia
posible para la época, y lo prohibido, que comportaba castigo,
precisamente para proteger esa eficiencia.
La permanencia familiar de por vida era normal y las relaciones
extraordinarias no se permitían, para preservar el linaje,
la continuidad y el patrimonio familiar mediante la herencia.
Estas normas, de origen familiar, se hicieron extensivas a otros
campos y llegaron hasta el mercado: tener hijos era asegurar la
especie, educar hijos era preparar futuros trabajadores eficientes.
Hay seis estadios en la evolución
humana: adquisición del lenguaje, establecimiento en ciudades
(Revolución Urbana), invención de la Escritura,
creación de las ideas y las artes, las ciencias y las técnicas,
Revolución Industrial, y Civilización más
allá de la Escritura. Los cambios que llevan de una práctica
a otra tienen varias causas, como el clima y otras condiciones
naturales, las diferentes instituciones y la experiencia del mercado.
La familia industrial se corresponde con la Escritura: un núcleo
de producción de fuerza de trabajo con el nivel intelectual
necesario para asumir un trabajo eficiente; este marco es diferente
del que tenía una familia agrícola, que estaba en
contacto continuo con la naturaleza (cultivos, cuidado de los
animales) o se dedicaba a la artesanía.
Era una situación para una familia estable lo que se reflejaba dentro y fuera de ésta; así, la nación, la gran familia de todo un pueblo, reflejaba, en su estabilidad, la de todo el grupo. Al cambiar la situación que trajo la Escritura, esta permanencia se disuelve, incluyendo las relaciones interpersonales en la familia y la homogeneidad nacional.
Y así como aceptamos que las naciones, como entidades políticas, van a cambiar, como en Europa, también hemos de aceptar que otras entidades sociales, como la familia, tengan que adaptarse a la nueva pragmática.
¿Qué falla cuando la familia va mal?
Uno de los signos de la civilización
de las Expresiones Variadas es la ruina familiar; al tiempo, otras
instituciones que se caracterizan por la estabilidad, como la
Escuela, la Iglesia y el Ejército, están en crisis
porque hay una transición de un modo de vida a otro.
La situación actual conlleva confusión porque lo
que hay no se sustituye por otra cosa sino que sigue existiendo
a otra escala, ahora como una posibilidad más, en una dinámica
de expansiva diversidad y amplitud de elecciones.
Hay quien considera la familia agotada por la crisis de la autoridad
patriarcal, el feminismo y los derechos del niño.
En nuestra situación de cambios continuos, de inabarcable libertad de elección, la permanencia de la familia ya no es posible; la tensión entre elección y autoridad resulta del abandono de una pragmática basada en la jerarquía centralizada.
Además, la comunión de bienes
se sustituye por estrategias de coordinación, ya generales
o concretas, como la preservación de la salud, implicando
elementos de mediación, como el poder político,
las leyes, los impuestos y la asistencia social.
Algo muy grave ocurre en nuestra familia, cuando uno de cada dos
matrimonios, en los EE.UU., acaba en divorcio.
La especie se ha liberado de la dependencia de la naturaleza en lo que se refiere a la reproducción y la familia ya no es la única fuente de asistencia a la persona: cuando estamos enfermos, o somos viejos o tenemos cualquier necesidad, hay diferentes instituciones que pueden asistirnos.
Otro hecho difícil de encajar es la mujer sola que tiene hijos; por una parte el individualismo llevado al extremo explica la tendencia, con todos los problemas que plantea, de pobreza y frustración; posiblemente el deseo de realización personal y el instinto de dar afecto y ver la vida que continúa están en la base de la tendencia.
El reconocimiento de la familia homosexual es propio de un contexto en el que el objetivo esencial de la institución ya no es la perpetuación de la especie sino otros de carácter económico, social y político; antes la familia producía la fuerza de trabajo y los ciudadanos que la Empresa, la Nación y el Ejército necesitaban; ello era reconocido por el propio Estado mediante las leyes protectoras: sistema escolar, deducciones fiscales, etc.
Los homosexuales proponen un nuevo modelo en el que cada uno, en su unión de vida, puede asumir cualquier función, ya en la casa o el trabajo; así, no hay papeles claros (el esposo trabaja, ella es el ama de casa), ni jerarquía ni compromisos para siempre. Entonces los hijos no resultan de la satisfacción del instinto sexual sino de una elección.
Hoy la familia se aleja del modelo anterior
que se había establecido con la Escritura: los papeles
del padre y de la madre ya no son exclusivos; los dos participan
en el trabajo en casa y también los dos se ganan la vida
fuera de ella.
La relación carnal no es importante: un niño puede
vivir, sin problemas, con el segundo esposo de su madre o la tercera
esposa del padre, mejor incluso que con los biológicos.
La familia homosexual y la adopción de hijos deja bien
a las claras que nuestro mundo puede tener muchas opciones y los
valores son relativos, pasajeros y no absolutos. También
las parejas estériles piden a los médicos e instituciones
que les permitan conseguir hijos al precio que sea.
Cada persona, en el estadio de las Expresiones Variadas, se hace su idea propia de la familia, o de cualquier otra cosa y lo único que cuenta es la eficacia para que su deseo se haga realidad.
El matrimonio hoy es un contrato eventual,
contradiciendo una tradición que
buscaba la estabilidad como condición para subir a los
hijos y permitir la adaptación a los ciclos naturales.
Las actitudes de las partes, en la pareja, son distintas: el instinto
y la naturaleza se dejan de lado mediante sistemas que dispensan
alimentos, proporcionan cuidados médicos y resuelven conflictos.
La situación cultural, social, étnica o religiosa
de las personas, determina más o menos divorcios; así,
la pragmática actual evidencia la variedad de experiencias
heterogéneas.
En algunos países de África, de tradición
poligámica, se ha establecido la monogamia, como un signo
de modernidad; pero, de hecho, siguen existiendo situaciones en
las que un varón hace vida vida marital con más
de una mujer, dejando a esas cónyuges de hecho, y a sus
hijos, desatendidos. A la vez, activistas del movimiento de liberación
de la Mujer, en los EE.UU., ante el abandono de tantas mujeres
y sus hijos por parte de sus esposos, están considerando
la poligamia como una alternativa.
La familia normalizada, según el modelo antiguo, se desmorona
ante la urgencia de las nuevas situaciones. El consentimiento
que dan los esposos al casarse puede ser más una comedia
que un verdadero compromiso.
Hijos en la familia que no está basada en la Escritura
La nueva familia, más allá de la Escritura, modela su vida usando de las mediaciones: el nacimiento es casi una experiencia científica e industrial, la Educación aporta también su tecnología, que es ajena a los padres; abogados, gestores, fiscalistas, curas y psicólogos ayudan a sacar adelante a la familia con sus mediaciones eficaces; se ha dejado atrás el sentido de lo inmediato y el contacto directo mediante la segmentación, el cambio y el recurso a instancias que ayudan a resolver los conflictos que se van presentando, y que ya no se resuelven mediante el diálogo familiar. Cada una de estas partes desarrolla su propio lenguaje (legal, médico, psicológico) que tan sólo los profesionales entienden.
Nuestro marco pragmático permite
nuevas formas de familia que pueden ser compatibles con el modelo
antiguo, y cada uno elegirá la forma de vida que le convenga
más.
La historia de la familia registra la apropiación que la
Sociedad hace del Individuo. A lo largo del tiempo la posesión
de los hijos que tenía la familia ha pasado a la Sociedad;
las distintas mediaciones han contribuido al proceso: el sacerdote,
el maestro, la publicidad, el mercado, y mucho más, se
van interponiendo entre los hijos y sus padres; y el proceso se
hace más fuerte conforme el nivel de vida sube.
Incluso la procreación está cada vez más
mediatizada: la fecundación artifical es una alternativa
a la natural; tanto ésta como la adopción están
dominadas por unos procesos muy complejos y caros. Los bancos
de semen ofrecen muestras de varones que poseen un alto coeficiente
intelectual o son muy fuertes; otras empresas de mediación
ofrecen madres de alquiler, como una transacción más.
Naturalmente
el lenguaje cambia: un niño concebido en una probeta lo
es mediante una lengua basada en la Bioquímica y la Genética,
no en el lenguaje referente a la relación natural entre
varón y mujer.
Los nuevos niveles de mediación aumentan la eficacia de
la reproducción humana, eficacia que resulta esencial a
cualquier nivel.
Estas posibilidades llevan a la nueva pragmática: segmentación, dividiendo una tarea en varias, formación de relaciones, identificando los componentes que se desea combinar (los gametos que aporta cada sexo) par llegar a una síntesis (el hijo), y distribución (entrega a los padres clientes). Los hijos no se conciben ni gestan en Internet pero la identidad de métodos entre el funcionamiento de la red y el trabajo de los técnicos en procreación hace ver como esta nueva pragmática se extiende a campos que parecen muy lejanos.
La familia antigua educaba sus hijos según
su nivel de educación y el modelo de la Escritura; además,
los hijos compartían los valores familiares, como la religión,
el deporte, las ideas, etc.
Hoy la familia está socializada y muchas de las cosas que
antes se hacían en su seno las aporta la Sociedad, pero,
en contrapartida, el individuo se encuentra a menudo en soledad.
En nuestro mundo de relaciones, la solidez y rigidez del vínculo
familiar se aflojan y cada persona es libre de establecer las
interacciones que quiera, antes impensables.
En el estadio industrial, la Escritura y todo lo que ella significa,
parecía una garantía contra la amenaza de deshumanización
que las máquinas comportaban.
Hoy las necesidades de eficacia obligan a replantear la estructura
familiar, manifestando la diferencia entre lo que había
y lo que es ahora necesario; justamente el nuevo marco pragmático
es el que configura la Civilización de las Expresiones
Variadas.
En la familia, la experiencia se segmenta y recurre a mediaciones determinadas por el mercado que nos acompaña desde antes de nacer hasta después de morir.
Se segmentan los cuidados médicos;
en la familia cada uno tiene su médico: neonatólogo,
pediatra, ginecólogo, etc
en función del sexo
y condición; también se segmenta la Educación,
Religión y Cultura; es posible que en una misma familia
sus miembros tengan diferente Religión.
Los miembros de la familia comparten una identidad colectiva,
viven juntos o separados por el trabajo, y tienen cada uno sus
fines.
El mercado pone en su punto de mira a los hijos, según su edad, cultura, raza y situación económica, para todo: desde los juguetes hasta la comida, pasando por la ropa. Así, surge una nueva moral, basada en el individuo y no en la familia.
En la civilización de las Expresiones Variadas, la condición familiar del niño sigue esa misma dinámica mediatizada:
los niños son cada vez más cuidados fuera de casa o por profesionales ajenos a la familia, hasta empezar su propio camino entrando en esa selva que se llama Escuela; allí terminará su proceso de socialización que no de aprender conocimientos.
Las fuentes de moralidad y felicidad: familia, hijos, amor, religión, trabajo, se han secado; poseen una expectativa de permanencia y universalidad que ya no es posible en nuestro marco pragmático de permisividad, valores locales, gratificación instantánea, cambio y relación.
Aquella familia nuclear de antes ha sido absorbida en la dinámica
de la sociedad más allá de la Escritura.
Del mismo modo que la propiedad de la empresa se despersonaliza
y se segmenta, expresándose mediante acciones, que se tratan
según convenga, también esta condición del
mercado afecta a la familia; el mercado se concentra en cada aspecto
parcial de la vida familiar: ropa infantil, problemas psicológicos,
consejeros sexuales, decoradores, optometristas, abogados, curas
y un infinito etcetera; cada respuesta se establece para resolver
las expectativas de un miembro de la familia como individuo, independientemente
del grupo familiar.
¡Qué avanzado era el pasado y qué primitivo el futuro!
La vida primitiva y la de hoy comparten rasgos: la mujer empezaba a tener hijos tan pronto como era posible, no se sabía quien era el padre, los niños tenían que vivir por su cuenta tan pronto podían; a la vez, tenemos una imagen idealizada de la familia antigua: unida hasta la muerte, respetando a los padres, la madre cocinaba y el padre trabajaba, los hijos iban asumiendo responsabilidades en la medida de sus posibilidades; era éste un mundo en el que la mujer tenía una función sometida al varón, autoritario y en el que la expresión individual estaba reprimida.
Hoy nuestras casas están llenas de elementos que sirven para permitir nuestra situación sin Escritura: radio, televisión, cd, cd-rom, video, teléfono, diferentes cámaras, ordenador, modem Algunos de estos instrumentos permiten una comunicación unidireccional (radio, tele) que se recibe en la casa, incluso en familia, pero individualmente; con los sistemas de comunicación de dos dimensiones, como el teléfono y todas las posibilidades de la Telemática, la interacción humana toma una nueva dimensión, con nuevas opciones (y riesgos).
La gente se comunica de forma no personal: separados por el trabajo o por otros motivos, mandamos videos en lugar de cartas; preferimos el teléfono al contacto personal que parcializa la relación, evitando que sea global, sin comprometer todo nuestro ser; usamos el correo electrónico para racionalizar los mensajes, reduciéndolos al mínimo; o nos expresamos mediante una página personal de web, que los otros pueden visitar.
Estos cambios comportan también alteración de nuestro sistema de valores.
En general la adhesión a un valor no interesa;
cuando todas las emociones llegan de
las series de la tele o de las revistas del corazón, la
prensa rosa (es más importante la situación afectiva
de Carolina de Mónaco que la de mi vecina), cuando la identidad
se expresa a través de la moda, resulta difícil
defender la idea de sensibilidad o personalidad; en este mundo
no es posible confiar en la responsabilidad recíproca o
en la confianza.
La enorme presión por incrementar la productividad tiene
un precio al integrarlo todo en el mercado global; entonces la
nueva identidad humana requiere formas de comunicación
diferentes de las que hay.
Nuestra
vida se devalúa y vacía de los viejos valores de
afecto, confianza y sacrificio.