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Un Dios para cada uno de nosotros

Nuestro tiempo no descarta la religión. Hay muchas formas de vivirla.
Los humanos, al percibir el mundo, nos hacemos imágenes del entorno en nuestra mente, mediante distintos filtros: uno de ellos es el de la fe religiosa.
La religión se va estructurando a la vez que el lenguaje como un sistema coherente de expresión: la expresión va más allá de los ciclos de reproducción genética, abriendo etapas más cortas de transmisión por imitación (memética).
Hoy la religión no se basa en la creencia de un Creador todopoderoso que ha de ser obedecido ciegamente, y se articula como una práctica menos coherente de lo que había sido.
Hemos dejado de lado las distinciones claras entre lo bueno y lo malo, echándonos en brazos de la relatividad buscando opciones que nos lleven a una mayor productividad.
La religión ha sido muy importante en la historia humana; hoy no podemos pensar en algo que pudiera reemplazarla; por ejemplo, los grandes cambios en el Este de Europa plantean grandes cambios en relación a ésta:

¿Son las nuevas formas, extremistas, de vivir la religión, que reemplazan al ateísmo oficial, realmente experiencias espirituales o formas camufladas de identificación cultural o étnica?

Pero ¿Quién creó a Dios?

La idea de Dios surge de la angustia que la debilidad y limitación propias producen al Ser Humano confrontado a un Universo impenetrable.
De una parte están las limitaciones humanas, la mayor de ellas la muerte; de otra lo inmortal, con una fuerza superior al ser humano o la naturaleza; creer en esa fuerza inmortal ayuda a superar las limitaciones.
Los textos religiosos explican lo que distintos pueblos hacen, en relación a la consustancial limitación humana, en sus respectivos medios ambientes, explicándolos y dando normas en un lenguaje muy expresivo.

La religión es posible mediante el lenguaje y el Libro Sagrado, en muchas religiones, como las Judeo-Cristiana o el Islam, es la condición para su existencia: el Libro se convierte en el centro de la práctica religiosa.

En su expresión primera, los creyentes son aquellos que desean encontrar vías que les permitan la vida mediante la colaboración o al menos la falta de oposición, de fuerzas desconocidas.

Con la Revolución Urbana y una mayor complejidad en la vida humana, aparecieron argumentos para mantener el orden en la colectividad atribuidos a fuerzas superiores; así se estableció un sistema coherente de explicaciones y prescripciones que tendían a optimizar el esfuerzo humano.
Estas normas mostraron su eficacia en la experiencia humana de autoconstitución y fueron formando códigos; cada grupo humano, separada pero semejantemente, fue construyendo, en función de sus condiciones prácticas, su propio sistema religioso.
En estos libros siempre se establece que la vida y el trabajo, para ser eficaces, han de seguir un esquema prefijado.

La religión fue desarrollando la iglesia y la teología, evolucionando hacia formas económicas propias (como los monasterios medievales), impregnando la cultura y participando del mercado.

Además, han surgido otros sistemas de explicar la realidad e interpretarla para el provecho humano, como la ciencia.

 

Y la palabra se convirtió en religión

En la estructura circular primera de supervivencia no había lugar para la religión, la vida o la muerte, tan sólo importaba lo inmediato.

Más adelante se abrieron vías a la colaboración entre los seres humanos. Al extenderse más allá de la naturaleza la autoconstitución humana, creando un ámbito propio, la observación de los ritmos naturales tomó otro ritmo:

los ciclos naturales se usaron como pauta de trabajo, ritmando la vida humana; la práctica religiosa adoptó el mismo esquema y así los ciclos del año regulan también el tiempo religioso: ritmo natural, económico y religioso iban al mismo paso.

Casi ninguno de los seguidores de esas religiones sabía leer aunque basaban su fe en la Palabra escrita identificada con Dios.
Aquellos que sabían leer e interpretar los textos formaban un grupo aparte.
El clero sabía leer el Libro, algún miembro incluso podía añadir elementos (escribas).

El texto se convirtió en ley que regulaba la vida de un pueblo; la Palabra, alejada de voz, gesto y movimiento, iba tomando un lugar cada vez más privilegiado en la jerarquía, independiente de las cambiantes situaciones humanas: así, la palabra escrita expresa el deseo por un marco unificado de existencia, pensamiento y acción.

La religión se constituye como un recurso poderoso para optimizar el esfuerzo del grupo humano puesto que constituye un elemento de coordinación, estableciendo, por ejemplo, el ritmo de trabajo; a la vez, la palabra se convierte en un instrumento de abstracción ligada a la experiencia religiosa de escribirla, leerla o escucharla.
La religión introducía el poder unificador de la palabra escrita en un mundo de diversidad y arbitrariedad: la Palabra se vio adornada de cualidades divinas. Y así, entrando en el terreno de lo abstracto, separada ya de la naturaleza, de donde había surgido, la religión llegó al dogma.

Los conflictos entre grupos que profesan diferentes credos se basa en distintas pragmáticas resultado de un creciente proceso de diferenciación; una fe diferente puede convertirse en un peligro para la autoconstitución del grupo. Las religiones que fracasan lo hacen porque su marco pragmático ha cambiado y no pueden adaptarse al nuevo contexto.

La religión se reificó en la institución eclesial, constituyendo vastos campos de conocimiento y discurso con su propia lógica, la teología. La religión se fue distanciando de la organización social y del trabajo, constituyendo una institución independiente de las otras (ejército, gremios, bancos) pero conectada a ellas.

Pero ahora la religión tiene que dejar el libro y adaptarse a la Civilización que supera la Escritura.

 

La persona formada en una religión: ¿contradicción de términos?

Uno de los principales objetivos del lenguaje es de transmitir las experiencias esenciales para la pervivencia del grupo. La educación, en pos de este objetivo, se realizó, en buena parte, mediante la religión que se apropió de la Escritura; Estado e Iglesia vivieron unidos hasta la Revolución Industrial, dándose un estrecho abrazo el Trono y el Altar.
Las Ciencias fueron expansionándose y alejándose de la Filosofía, evitando, en sus apreciaciones, chocar con las ideas religiosas; a otro nivel estaban las herejías sustentadas por individuos que eran perseguidos.

Ahora hay muchas religiones: si se multiplican las opciones, como algo innato a la naturaleza humana, también debe esto afectar a la experiencia religiosa.

Por ejemplo, la Ciencia se ha ido alejando de la Filosofía, creando cada vez más ramas y así el arte, la tecnología y cualquier ámbito de conocimiento.

Hoy las iglesias siguen enseñando su verdad establecida y monolítica mientras que el fiel ha de bregar con un mundo fragmentario, parcializado y especializado, provocando ello una grave contradicción.

 

Cuestionado permanencia y universalidad

La función social de la religión no puede ser hoy la que tenía antes; nació para explicar y no engañar, mediante ritos que ahora pueden parecer incomprensibles pero que estaban llenos de sentido cuando se formularon.

La promesa de redención y paraíso atrae a muchos confrontados a un mundo tan incierto y cambiante como el nuestro y sus ritos comunican ese sentido de la permanencia del que está desprovisto nuestro mundo.

La diversificación de las religiones refleja cambios en la escala humana: su aparición se produce con la llegada de innovaciones en la forma de vida: Cristianismo e Islamismo surgen de otras religiones, como la diferenciación de las iglesias cristianas; cada nueva formulación responde a marcos pragmáticos distintos.
La pertenencia a una comunión religiosa, a una iglesia, aporta un sentido colectivo, parecido, a una escala diferente, al sentimiento nacional; cada religión, en su expansión, difunde su libro sagrado, con su Escritura, considerada universal para la comunidad de los fieles.

Hoy la eficacia de nuestro mundo es casi independiente del comportamiento individual y, por lo tanto, del nivel de fe, sentimientos, estado familiar, conciencia ética…, de cada uno: todo lo que la religión consideraba como bueno.

A pequeña escala los diferentes factores entraban en relación y había relación entre lo espiritual, lo moralmente bueno y lo útil; pero en nuestro mundo parcializado las diferentes experiencias son independientes entre sí y hay diferentes morales o valores, según los distintos contextos.

Así, como hay diferentes niveles de realidad, surgen también diferentes iglesias, sectas o grupos religiosos, entre los que cada uno puede buscar el credo que más convenga a sus intereses.

La religión no escapa a los mecanismos del mercado.

El sentido de Dios comporta la idea de algo eterno y universal; la palabra religiosa escrita que exaltaba el poder de Dios, su eternidad y unidad, y la promesa de un mundo mejor, después de esta vida, era el resultado de expresar lo que no había en la naturaleza que es lo inmediato y transitorio.

El texto religioso quedó, para siempre, lleno de este sentido de un tiempo y un espacio situados más allá de lo inmediato, tan estable como la sucesión infinita de los ciclos naturales inmutables; y se convirtió en un instrumento de diferenciación jerárquica. Una vez escrita, la palabra recibía una validez perpetua; así, la misma Escritura quedaba investida de la cualidad eterna y universal.

 

Religión y Eficacia

Toda forma de lenguaje basada en la Escritura tiene criterios de medición y eficacia, proyectando la noción de estabilidad y universalidad.

Pero hoy ese marco ha quedado obsoleto y esos principios no pueden sostenerse: la ciencia se relativiza, el discurso moral duda sistemáticamente, ya nada puede calificarse, tajantemente, como verdadero o falso, en una realidad llena de sutilezas y matices.

La religión se expresó mediante la Escritura que hoy ya no sirve como antes pero los Seres Humanos sienten, ahora como antes, la inquietud religiosa; la religión deberá buscar nuevas formas de presentar al mundo su espíritu esencial.

Las exigencias del mercado condicionan la experiencia religiosa: predicadores televisivos (en los EE.UU.), actos religiosos multitudinarios, como los de las estrellas del rock, discos, etc. Las diferentes iglesias tratan de acercarse a sus fieles usando los recursos de los modernos medios de comunicación de masas; se trata de vender religión como entretenimiento, o cualquier otro producto; por otra parte la experiencia litúrgica tiende a estar menos basada en la palabra y el texto y más en la música, la meditación, el contacto… La práctica religiosa abandona la ritualidad antigua e intenta adoptar el marco pragmático con los deseos de la gente de hoy: un videoclip de realidad virtual puede más que un milagro.

De otra parte, hay que tener en cuenta que las ideas religiosas no tienen validez física, aunque se han expresado mediante el lenguaje, no pueden comprobarse, como una afirmación científica, por ejemplo, una ley mecánica. La religión se sitúa en un ámbito distinto de la reflexión científica.
Hoy la gente sigue siendo religiosa, porque los grandes interrogantes siguen existiendo: la muerte, el ser humano, el universo, el sentido último de la comunicación humana.
Nuestro mundo parcializado genera mucha ansiedad y si la religión puede encontrar nuevas formas expresivas seguirá siendo un factor importante en las nuevas etapas de autoafirmción humana.

 

Religiosidad en la Civilización que no se basa en la Escritura

Hoy las festividades religiosas (Navidad, vacaciones de Pascua, puente de la Virgen de Agosto) se han convertido en los mejores momentos para el mercado y, a la vez, vaciado las iglesias: la gente aprovecha estos momentos para gastar pero no rezar.

Hoy, más que un ateísmo generalizado, hay la creencia en ciertos principios básicos que cada uno quiere vivir a su manera, fuera de una iglesia que los celebra, en una realidad que afirma la libertad individual como valor supremo.

Nuestro mundo es uno de compromiso y tolerancia, rapidez y éxito, de muchísimas distinciones, de gran libertad para que cada uno acceda al mercado como más le guste; en este contexto variable la permanencia de la experiencia religiosa no tiene sentido.

Hoy la experiencia de la trascendencia no dice nada y nuestro tiempo es el del eterno instante, y nada descansa.
Los valores que han centrado el discurso religioso, de fe, transcendencia, bondad, autoridad, pecado, castigo, no dicen nada a la gente de hoy que quiere satisfacción inmediata y protección de la naturaleza (comida, calor, salud).

A menudo, las iglesias tienen tendencia a renunciar a su identidad, dando menos importancia a lo trascendental, valorando la acción social, la cordialidad y renunciando a sus exigencias; así cultivan el humanitarismo con la esperanza de adaptarse al mundo de hoy.
Las iglesias buscan que sus fieles queden contentos, adaptarse a sus deseos más que ser acordes con sus principios; proliferan las iglesias (especialmente en los EE.UU. donde hay 350.000 denominaciones distintas, católicos, evangelistas, presbiterianos, musulmanes…, registradas).

Cada uno quiere tener un dios a su medida con lo que Dios deja de existir.

 

Religión secular

En los EE.UU., el simbolismo dominante hoy es civil aunque se vive como una experiencia religiosa: el saludo a la bandera, la adoración de los emblemas nacionales, el sentimiento patriótico; las festividades nacionales (el 4 de julio, el Día de Acción de Gracias…) son los hitos de este simbolismo y la ocasión de gran negocio para el mercado (por ejemplo, la gran venta del Día de Acción de Gracias).

Además, los hitos de la vida, que antes se celebraban religiosamente (bautizo, comunión, matrimonio, muerte) ahora ya tan sólo se inscriben en el registro civil y, así, han pasado al ámbito secular.

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