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La teoría expresiva La
teoría mimética (el Arte es imitación) ha sido discutida en el mundo occidental en los
últimos cien años, desde el momento en que se ha afirmado que el Arte es expresión,
reflejando no el mundo exterior sino el interior del artista o de otras personas para las
que éste se expresa. Este proceso expresivo tiene un curso abierto ya que desconocemos su
resultado final, poseyendo, a menudo, el artista un sentimiento confuso de lo que lleva
dentro, clarificando y disciplinando sus ideas en el proceso de creación. Esta dinámica
tiene muchas manifestaciones, apenas ha sido estudiada por la Psicología, por lo que
ignoramos su desarrollo, y rechaza los esquemas y recetas, sintiéndose unos dominados por
una fuerza que los lleva (como un espíritu) y siendo otros dueños de sus posibilidades y
prefigurando exactamente cada uno de los pasos que darán; para unos el proceso es fácil,
mientras que para otros es difícil. Hay artistas que dicen dejar sus manos en libertad
para expresar lo no consciente; Freud considera que el artista hace cuajar en su obra
elementos de su subconsciente que le preocupan: el artista sufre y de su dolor surge el
Arte; para Jung el artista expresa símbolos de valor universal... La obra de Arte es una
construcción expresiva: El Grito (Galería Nacional, Oslo), de Munch nos produce
angustia, la Novena, de Beethoven causa alegría, etc....; en realidad las obras carecen
de esas propiedades pero nosotros aceptamos los aspectos de las obras como portadores de
valores: angustia, felicidad, serenidad...; cada percepción va acompañada de afección;
¿cuál es el mecanismo que da carácter expresivo de ciertos afectos a los datos
perceptuales? Decimos que una pintura es triste(La Piedad, Pinacoteca Brera, Milán, de
Botticelli) porque los personajes allí representados lloran, tienen los hombros caídos,
en fin, la crispación de los músculos de sus rostros es la que nosotros, y las personas
próximas a nosotros, tenemos cuando estamos tristes. Es cada espectador quien aprecia
estas cualidades expresivas y la obra, cuando nadie la mira, no posee esa capacidad de
entristecer. En ocasiones en el título subyacen ideas implícitas: en Los fusilamientos
del 3 de mayo (Museo del Prado, Madrid), de Goya lo que se presenta son los horrores de la
guerra y no una anécdota precisa de una guerra concreta; podemos ilustrar esta idea
llamando la atención sobre un detalle de esa obra: los capotes que visten los soldados
del pelotón no son de reglamento, no figuraban en el uniforme de los ejércitos en la
época... También es parecido el caso del Guernica (Centro de Arte Contemporáneo Reina
Sofía, Madrid), en el que Picasso narra el horror de todas las guerras y de cualquiera de
ellas.
Las Meninas, análisis expresivo
La asimilacion, por parte de Velázquez y de nosotros, de la perspectiva real y de su
cualidad: la profundidad.
Velázquez ha asimilado la representación de la realidad - circunstancia que es el
objetivo de su oficio (considerado vil e indigno de un caballero) - con una de las
virtudes más importantes de la Persona del Rey: su capacidad para el Conocimiento, para
la Penetración de la Realidad, manifestada en su Mirada sintética que capta las tres
dimensiones a la vez. Homologando Velázquez un objetivo de su trabajo con otro del oficio
real se estaba situando al mismo nivel del Rey, prácticamente ennobleciéndose, no
mediante el ejercicio de las armas -que era el procedimiento tradicional- sino por la
práctica de su oficio, invirtiendo el sistema de valores, haciéndolos girar sobre un
eje, según se patentiza en la estructura de su cuadro. Todos los dispositivos generados
por Velázquez tienen por único objeto crear la impresión de relieve, de
tridimensionalidad, esto es: de profundidad, asumiendo Velázquez y, con él, todos los
espectadores que mirarán esta pintura, la Perspectiva Real, la Propiedad y Cualidad de la
Mirada Real.
La inversión simétrica
Para que nosotros podamos compartir la Mirada Real se ha provocado una inversión: el
Rey ha dejado de ser, por un momento (que es el que nosotros estamos percibiendo, como si
el mundo se hubiera parado por un segundo), una persona pública y se ha convertido en un
padre de familia que está en su casa, con los suyos: esposa, hija y servidores: no
hubiera sido posible asumir la Mirada Real cuando Ésta acometiera algún Asunto de
Estado, ello hubiera constituído una usurpación, una Traición al Rey, y un pecado
contra Dios que es quien lo ha situado en su Trono. El Rey, en Las Meninas, es, a la vez,
punto central y marginal, sujeto que mira y objeto reflejado. El pintor ha creado un eje
de rotación que invierte las formas armónicamente y es una manifestación del principio
binario en el que se estructuran tantas cosas en la Naturaleza (el cuerpo de los seres
vivos, el Día y la Noche, los sexos, la Vida y la Muerte, la Luz y la Sombra...); la
rotación esta presente en muchos elementos de la imagen: estructura general, espejo,
puerta, vestidos femeninos,etc...
El doble embudo de la perspectiva
La Visión había de ser central, convergiendo todos los factores de la imagen en el
ojo y en la imagen del Rey que es el Centro de la vida social. Nuestro punto de vista, que
es muy próximo al Real, prácticamente comportiéndolo, establece una perspectiva: es
como si la habitación fuera un doble embudo; un vértice, o extremo, de uno primero
estaría en el ojo del contemplador (aproximadamente, en el lugar del Rey) y se
expandiría hasta cubrir exactamente toda la superfície de la imagen, allí se acoplaría
a otro simétrico, que convergería hacia el fondo, hacia el muro frontal y el espejo (en
donde está el Rey). Esta situación, que es la normal en la percepción de toda imagen,
es la que se repite exactamente para acceder nosotros a la Mirada Real: hay un único
punto de vista ideal, en el que se acopla o implementa, como en una prótesis a medida, el
ojo del espectador y, también, hay un único punto de fuga, en el que convergen todos los
elementos de la imagen y que es su centro. Velázquez asimila la Perspectiva Real a la
pictórica, creada en el Renacimiento y es la que nos ofrece a nosotros, un punto de vista
único sobre la realidad (en el que el espectador es el Rey y la percepción individual).
La rotación
Este proceso rotatorio,de inversión, eminentemente dinámico, queda bien manifestado
en el canto de la tela y en la puerta que se está moviendo; ambos elementos, y otros,
como las faldas, indican la translación en circularidad, hasta conseguir el
enfrentamiento respecto de la situación inicial; por ejemplo, tengamos en cuenta el
movimiento circular de la puerta sobre su gozne o de la tela al girar -o la imagen en el
espejo-. Esta inversión también denota un hecho: aunque estemos en lugares opuestos e
irreconciliables, el Rey y nosotros, siendo la relación entre ambas partes de necesaria
oposición, estamos en un mismo círculo, giramos entorno a un mismo eje y ambos factores
son no sólo solidarios sino también complementarios. Existe una relación de
equivalencia, como una ecuación, una búsqueda del equilibrio y del reposo, validando
equitativamente la situación de una parte tanto como la de la otra. Pero en esa relación
binaria la posición del Rey queda claramente diferenciada por su situación en el
interior del espejo: está perfectamente centrado, enmarcado, dentro de una frontera
metálica- el hilo de oro- detrás del cristal pulido, definitivo e inalterable,
reflejándose con brillo mineral; el Rey está en una posición invertida a la oficial
pero apartado de todos, en su lugar exclusivo, detrás del cristal, adonde nosotros no
podemos llegar. Así pues, Velázquez señala la posición única del Rey en el centro de
la tela, ya que el cuadro es tan permanente e inaccesible como el espejo y asume, con su
marco, su mismo carácter, siendo todo el conjunto especular y cerrado en sí mismo,
totalmente trabado.
Conclusión
En Las Meninas, conocemos la percepción real mediante el esfuerzo de Velázquez; la
mirada privativa del Rey es captada, aplicada al ámbito familiar por Velázquez, el
único, también, que tiene esa capacidad porque el Pintor del Rey tan poderoso es el Rey
de los Pintores.
De: CHORDÁ: "Aprendiendo a Mirar el Arte", pp. 111-113.
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