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  • Hacia el año 332 a.C., Alejandro Magno fundó la ciudad de Alejandría, que tras la creación de su gran Biblioteca, llegó a ser centro mundial de la cultura. Uno de tantos eruditos atraídos a ella fue un tal Euclides. Se sabe poco sobre él, aunque parece cierto que se formó en la Academia con discípulos de Platón y que enseñó matemáticas en Alejandría, donde fundó una escuela. Pero, en todo caso, su influencia ha sido decisiva a través de su obra cumbre, Los Elementos, que ha sido siglo tras siglo como la biblia de las matemáticas, usándose incluso como libro de enseñanza; por su difusión (unas 2000 ediciones) podría rivalizar con obras cumbre de la literatura universal, como la Biblia, la Divina Comedia, el Quijote, etc.; el hecho de que contenga un estilo a veces poco coherente ha llevado a creer a algunos que Euclides era en realidad un grupo de matemáticos.
  • Los Elementos es un tratado de 13 libros que suelen asociarse generalmente a la geometría, pero en realidad engloba 465 proposiciones, o teoremas, sobre geometría plana, sólidos y teoría de números.
  • En los libros I, II, III y IV, Euclides agrupó las proposiciones fundamentales relativas a las figuras planas más simples: segmentos, ángulos, rectas paralelas, triángulos, paralelogramos, cuadrados y círculos. Tras dar 23 definiciones (punto, línea, línea recta, etc) Euclides da una lista de 5 postulados, o axiomas, que considera evidentes por sí mismos e independientes, es decir, ninguno de los cinco puede deducirse lógicamente de los otros cuatro. Desde muy pronto los matemáticos no vieron tan clara la aceptación sin demostración del quinto de dichos postulados (al que llamaron postulado de las paralelas) y durante siglos fueron muchos los que intentaron demostrarlo; diríase que ni el propio Euclides estaba a gusto con su quinto postulado, ya que en su demostraciones intenta evitar su utilización, como lo demuestra el hecho de que no lo use hasta la proposición número 28.
  • Los libros V y VI se dedican a la semejanza y estudian las razones y las proporciones, y los libros VII, VIII y IX se conocen como "libros aritméticos", porque en ellos se estudia teoría de números enteros.
  • El libro X, quizá el más perfecto de todos, se dedica al estudio de los números irracionales más simples.
  • Y los libros XI, XII y XIII se dedican a geometría espacial; el último de ellos se refiere, concretamente, a la inscripción dentro de una esfera de los cinco poliedros regulares: tetraedro, cubo, octaedro, dodecaedro e icosaedro.
  • Los Elementos, ni por su contenido, ni por su orientación, son fruto exclusivo de Euclides: Su contenido procede en gran parte de los pitagóricos y de Eudoxo (astrónomo y matemático griego que realizó importantes aportaciones en geometría y expuso la primera explicación sistemática de los movimientos del Sol, la Luna y los planetas); y en cuanto a su orientación, están influidos por Platón (del que Euclides tomó el aprecio de la ciencia independientemente de su finalidad práctica) y por Aristóteles, de quien tomó el riguroso método deductivo, la separación entre principios y teoremas y la distinción de los principios entre definiciones y axiomas (enunciado que se acepta sin demostración)
  • La genialidad de Euclides no estuvo, pues, en crear matemáticas nuevas (se acepta que sólo unos pocos teoremas de los Elementos son originales de Euclides) sino la de presentar de una manera clara, organizada y lógica, la geometría y la aritmética hasta entonces conocidas. Esa forma de presentación -conceptos, axiomas, enunciados, demostraciones- se ha mantenido hasta nuestros días. Como prueba de la elegancia de sus demostraciones, damos la del teorema de infinitud del conjunto de los números primos (números mayores que 1 que sólo son divisibles por 1 y por ellos mismos)

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Si una recta corta a otras dos y forma dos ángulos internos que suman menos que dos ángulos rectos, en caso de prolongar éstas indefinidamente se cortarán del lado en que la suma de los ángulos internos es menor que dos rectos.

Es decir, las líneas rectas de la figura a la derecha se cortan del lado derecho de la recta r.

Otros enunciados equivalentes al anterior.

  1. Dadas dos rectas paralelas, si una recta corta a una de ellas, corta también a la otra (axioma de Proclo).
  2. Dos rectas paralelas son siempre equidistantes.
  3. Por un punto exterior a una recta dada sólo pasa una paralela a dicha recta (axioma de Playfair).
  4. La suma de los tres ángulos de un triángulo es 180º.

El quinto postulado trajo cola.

A lo largo de la historia de las matemáticas, quizá sea el quinto postulado el enunciado más controvertido. El problema no surge porque alguien dude de la verdad de su contenido; realmente, siempre se aceptó que era una necesidad lógica. Lo que siempre se discutió fue su caracter de postulado; ya el escritor clásico Proclo advertía de que era más bien un teorema y, por tanto, debería ser demostrado a partir de los otros cuatro.

Hasta el siglo XIX, innumerables matemáticos intentaron demostrarlo, pero nunca lo consiguieron, y aunque dieron con numerosos enunciados equivalentes a él, la búsqueda de una demostración continuó, muchas veces inluso por el afán de alcanzar fama eterna. Ya entrado el siglo XIX, tres matemáticos, Gauss, Bolyai y Lobachevski, independientemente, llegaron a la conclusión de que podía obtenerse una nueva geometría, de toda consistencia lógica, sin aceptar el postulado de las paralelas; más exactamente, una geometría, igual en todo a la de Euclides, pero en la que los ángulos de un triángulo sumaran menos de 180º. Fue éste el primer invento de geometría no euclídea; algunos años después, otro matemático, Riemann, creó otra geometría no euclídea suponiendo rectas no infinitas y en la cual resultaba que la suma de los ángulos de un triángulo superaba 180º.



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Existe una infinidad de números primos.

Para demostrar el teorema, Euclides utilizó algunas proposiciones que ya había demostrado anteriormente, tales como
  • Cualquier número compuesto tiene por lo menos un divisor primo
  • Si un número es divisor de otros dos, también lo es de la diferencia de ambos.

A partir de ahí, se preguntó qué ocurriría si hubiese sólo unos cuantos números primos; por ejemplo, si hubiese sólo 3 números primos a, b, c. Él pensó: Si eso ocurriese, entonces con el número N=a·b·c+1 podría pasar sólo una de estas dos cosas:

  1. Que N fuese a su vez un número primo. Esto es imposible, ya que entonces no habría sólo tres primos, sino al menos cuatro.

  2. Que N no fuese primo, sino compuesto. Entonces N tendría algún divisor primo, d. No es posible, pensó, que el d sea igual al a, ya que entonces, de la igualdad N-a·b·c = 1 resultaría que el a es divisor del 1, cosa imposible pues el 1 no tiene divisores. Análogamente, d no puede ser ni b, ni c, luego d es un primo distinto de a, b y c. Ya no habría sólo 3 primos, sino como mínimo cuatro.

En definitiva, ¿qué ocurre? ¿Estamos en un callejón sin salida? En absoluto; lo único que ocurre es que es imposible que haya sólo 3 números primos, pues si suponemos que hay sólo tres, siempre podemos encontrar uno más. A idéntica conclusión se habría llegado de haber supuesto que sólo hay cuatro, o cinco, o cualquier número finito de primos: Por muchos que cojamos, siempre llegaremos a la conclusión de que hay alguno más, es decir, sólo vale la afirmación de que hay infinitos primos.


La demostración anterior es completamente ilustrativa del llamado método de razonamiento indirecto, o de reducción al absurdo: consiste en suponer cierto el contrario de un enunciado y llegar a un imposible razonando por las vías de la lógica; entonces, sólo cabrá la posibilidad de que dicho contrario no sea cierto y, por tanto, el enunciado sea verdadero.

Te proponemos que resuelvas por ese método el siguiente acertijo:

  • Tres muchachas, Nuria, Sara y Raquel, tienen los ojos vendados y un diminuto sombrero en la cabeza, el cual puede ser rojo o negro. Ninguna ve su propio sombrero. Se les dice que, al quitarles las vendas, levanten una mano si ven al menos un sombrero rojo, y las dos, quien llegue a la conclusión de que su sombrero es rojo. Supongamos ahora que en realidad les hemos puesto los tres sombreros rojos. ¿Cómo puede una, por ejemplo, Nuria, razonar que su sombrero es rojo?.
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