Ética Formal - Re-forma
educativa
Artículo publicado en el Diari de Girona
el 28-04-1996
Como del tiempo, pero más trascendental, la falta de valores es
un tema muy recurrido, como lo es el poner en la picota a las generaciones que
nos preceden. Si hablamos de pérdida de valores es porque consideramos que antes
estaban consolidados. Pero a veces confundimos valores con control.
Individualmente sufríamos y disfrutábamos de mecanismos culturales que nos
refrenaban: El respeto, sinónimo de autoridad parental, la religión paradigma
del control pulsional, el estado aglutinante del control social. Estas barreras
culturales (generadas por el ser humano sapiens-sapiens), y su sinergía,
producían un movimiento reactivo para superarlas, pues eran restricciones a la
libertad, el sexo, la ideología, la lengua, la política, la educación...
Reacción que se constituía en ideal y nos movilizaba, nos animaba a desear:
teníamos valores.
Pero hay un cierto malestar, una insatisfacción permanente
que nos lleva a destruir lo establecido para volver a levantar el mismo edificio
de valores: Se trata de un reciclaje continuo, dar nueva forma, re-formar.
La religión cada vez más distante e inadaptada a lo que la existencia
reclama, lejana del sujeto deseante. Del Estado demócrata, las
referencias, pocas pero sonoras a la ética del bienestar de unos e detrimento
del resto.
En la enseñanza, hemos pasado de un extremo al otro. De la
autoridad (no autoritarismo) sólo resta la permisividad, la falta absoluta de
referencias. El hecho de que en el aula la diversidad es la norma se puede
confundir con el culto al si! (el no!, estructura). Se quiera o no, tanto
enseñar como instruir son procesos forzados, son imperativos culturales. El
estudiante, más tarde o más temprano a lo largo de su vida se ha de
enfrentar a ciertas exigencias de la realidad y ello comporta el esfuerzo. Pero
ahora vivimos la cultura de satisfacer la necesidad antes de la demanda, el
proteccionismo a los hijos en burbujas asépticas. Imágenes elocuentes vemos en
la escuela, donde los "deberes" (sin eufemismos), la invitación al esfuerzo,
contrasta con una imagen degradada de los docentes -a veces ganada a pulso-, una
Re-forma paternalista, o maternalista (evitemos el sexismo), que de manera
gratuita, siguiendo las líneas de la psicopedagogía (refrito) asimila esfuerzo
con trauma. Que no evalúa sencillamente porque no queremos evaluarnos. Es decir,
no evaluar es ético, por tanto: Se in-forma. Re-forma que no sabemos a qué forma
previa quiere remitirnos.
¿ De qué es síntoma todo esto?. Dejemos que la
falta de valores hable, se manifieste como lo hace. Cuando faltan orientaciones,
valores formales al sujeto, aparece la angustia como vacío existencial, falta
orientación y aparece una cierta pulsión de muerte: Si una de la primeras
manifestaciones de la angustia ha sido el grito, que la madre codifica como que
el niño tiene necesidad de "chupete", no nos hemos de sorprender al ver calmar
la angustia con tabaco, litronas, drogas, anorexias... Sí, el ser
humano tiene necesidad de identificarse, aunque sea gregariamente; si no
disponemos de horizontes idealistas, nos aferramos a aquellos que en otra
época unificaron a las masas: grupos marginales, nazis, grupos violentos.
Todo antes que la nada, la falta, el agujero estructural: Soy guste o no, pero
soy.
En la escuela nos invitan a coger la patata caliente de encargada de
transmitir la ética (ahora igual que la filosofía desapareciendo), justamente
aquellos que desconocen que la escuela por sí sola es incapaz de enseñar a
sumar, a leer... no por falta de profesionalidad, sino porque considera que son
tareas solidarias con los padres. Cuestiono si puede la ética ser una
asignatura, si se puede enseñar a ser personas justas, equilibradas,
desmaterializadas, formales, comprensivas, solidarias ...
¿Qué puede ofrecer
la escuela como encargada de transmitir los valores éticos?. No se puede
enseñar, no se puede educar, se puede instruir, pero la instrucción es
artificial, podemos ser maestros de ética, pero no en ética. Tristemente, los
discursos moralistas no ha hecho a la sociedad más justa.
Si se puede
actuar, reflejar nuestra particular forma de vivir: Cuando pasan los años,
quien nos recuerda, quien nos compensa por haber sido a veces intransigentes son
aquellos sobre los cuales hemos actuado en coherencia con nuestros
ideales, lejos de esnobismos, representándonos tal y como somos con nuestras
limitaciones e imperfecciones.
¿Cuál ha de ser nuestra referencia?. Hay
éticas objetivas, subjetivas, eudemonistas, hedonistas, intervencionistas,
utilitaristas, sadianas (no sádicas) ... Para la ocasión es digno volver al
imperativo categórico de Kant, a su ética formal y a él os invito: "Obra de una
manera tal que la máxima que rija tu acto pueda valer como un principio de
ley universal", es decir, para mí y para todos. Máxima que va al fondo, no a la
forma.