HIPÓCRATES y "EL MEDICAMENTAZO"
Publicado en el Diari de Girona del día 20-04-1998
Detrás de la decisión restrictiva de medicamentos por parte del gobierno
parece que nos califican de enfermos imaginarios como en la obra de Molière.
Quien haya sufrido la amplia gama de síntomas con los que la vida nos sorprende,
comprende claramente el orden de prioridades que damos a la salud, el dinero y
el amor.
Recuperar la salud al precio que se es el objetivo básico, por eso
un viejo médico adoctrinaba a un joven diciéndole: “Procura cobrar mientras
sufre el paciente”.
El Gobierno avalándose en una postura médica (salvando
distancias) y para solucionar problemas económicos, ha decidido cortar por el
órgano sano. Es decir, poner el remedio a la salud económica recortando lo que
era una conquista social. Es decir, Asclepio, el dios de la medicina ha
concebido a su hija Panacea, la solución. Los remedios son tan antiguos
como la humanidad y conseguirlos un esfuerzo. El medicamento como el estado
arrancan juntos y como tal depende de los humores. En el “Corpus Hippocraticum”,
la etiología de las enfermedades reposaba sobre los cuatro humores (líquidos):
sangre, bilis negra, flema y bilis amarilla; por ello la terapia venía orientada
hacia la purgación, la catarsis. El gobierno con un humor diferente, saca las
tijeras y opta por la cirugía agresiva. Habría que preguntarse si la historia de
la medicina pudiese dar luz al Ministerio de Economía y ratificar el
diagnóstico del “España va bien”. Hipócrates (460 aC), muy cauto con los
fármacos, buscando no lesionar a los pacientes, consideraba peligroso el remedio
hasta que no estuviera probada su terapéutica. Decía que la naturaleza era
curadora de todo mal: será por ello que hacía servir mucho agua en las curas. No
es esta la óptica de los responsables de la política del gobierno, los cuales
tienen más que ver con la postura de Galeno de Pérgamo (129-199), que era
partidario de al cura por los contrarios; es algo así como que al cuerpo se le
ha de dar el contrario de lo que te pide, con los efectos sobre la salud que
ello comporta. Otro ejemplo que sirve es el del suizo Paracelso (1493), el cual
priorizaba la etiología, las causas de las enfermedades y en contra del
eclecticismo manifestaba: “…a cada mal un remedio específico”. Sobre la base de
estas consideraciones habría que preguntarse si el recorte de medicamentos
es un remedio específico para el mal económico. En los siglos XVI y XVII, contra
la enfermedad se hacía servir la dietética, la cirugía y los fármacos. Se
pensaba que la causa de algunas enfermedades derivaban de la fermentación, la
putrefacción de los alimentos y la producción de gases residuales. Aquí
vuelve la actitud del Ejecutivo en especial en la dietética y la
cirugía y que esto hace olor a fermentado. Si un médico es aquel que está
dispuesto a curar, un político tendría que ser capaz de gobernar. En cualquier
caso el uno y el otro han de tener cuidado de su amplio abanico terapéutico y
usarlo éticamente. Si es así, el medicamento no subvencionado y de reconocida
necesidad terapéutica será sustituido por otro de similar espectro que
pueda renunciar a las normas que la industria encarece. Porque no podemos
olvidar que tras de esta situación se encuentra la industria farmacéutica quien
apoyada en el poder y en las leyes manifiesta que todo lo que se ha descubierto
para favorecer la salud y posiblemente con el esfuerzo del contribuyente, ahora
se tiene que pagar doblemente.
El gobierno usurpa el trabajo del farmacólogo
y como el alquimista pretende hacer transformaciones sustanciales y que el
ciudadano cargue con las consecuencias. El auténtico farmacólogo sabe qué
(la virtud curativa) y el por qué (el medicamento de acción). ¿Tiene estas
virtudes el político?. Estos últimos tienen que ser como los médicos
hipocráticos, capaces de prepararse ellos mismos los medicamentos y no
aplicarlos hasta que tengan la seguridad del efecto deseado.
Posiblemente es
cierto que hay un abuso desmesurado de los productos farmacéuticos, un exceso de
recetas y medicamentos placebos. No es menos cierto que la química inhibe,
anula, estimula, seda y que de estas propiedades se hace un recurso para
olvidarse de lo que realmente nos hace enfermar; pero esto es cuestión de una
política sanitaria que promocione la información y la educación, que evite la
automedicación conseguida gracias a los botiquines repletos de productos que
tenemos en casa. No podemos olvidar que con el medicamento ponemos parches a los
agujeros por donde se nos escapa la vida y esto es innegociable.
Esta es una
cuestión y otra muy diferente tratar de solucionar los problemas económicos con
las rebajas sociales. Un antiguo precepto de la homeopatía dice: “Similia
similibus curantur”, que viene a decir que la mancha de un mora negra con otra
verde se quita. Que la economía tiene que buscar soluciones en la estructura
económica y política. Posiblemente no las encuentre, pero este es otro caso. El
“Corpus Hippocraticum” manifiesta en el juramento de los asclepíades: “Lo que no
puedan curar los medicamentos, lo curará el hierro (cortando), lo que no pueda
curar el hierro lo curará el fuego, lo que no pueda curar el fuego debe de ser
conceptuado como incurable”.
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