EL SEXO DE LA VIOLENCIA
Articulo publicado en el Diari de Girona de fecha 29-04-1998
Nuestra capacidad de asimilar noticias, no evita el rechazo más radical
delante de las continuas agresiones entre las parejas con el resultado de
muerte. Actitudes de este tipo son calificadas de animaladas, cuando realmente
si los animales tuvieran acceso a la racionalidad quedaría boquiabiertos de lo
que llega a hacer la joya de la creación. Hasta cuando hacemos servir la frase
“como el perro y el gato” como sinónimo de la disputa, olvidamos que seguro que
lo hacen porque han estado domesticados. El hecho es que la violencia está
presente, bien sea en forma de agresión hostil, aprovechando la fuerza muscular
del hombre o la psíquica femenina. Evidentemente una es más espectacular y
tristemente más aniquilante. Por igual es cierto que no todos la hacen servir de
la misma manera. Los que tienen más suerte, la socializan, la canalizan, la
sublimas a través del insulto, del chiste, de la ironía, o gracias a la
expresión artística, el deporte… Otros, y no son pocos, la orientan hacia el
propio yo (el suicidio es la más radical de las violencia).
“Agresión”,
deriva del “aggredi”, que quiere decir caminar, dirigirse a alguien, atacarlo.
Dentro de esta familia de palabras con la raíz “gradi”, encontramos ingresar,
congreso y progresista. Sorprende la derivación, el provecho que se hace del
significante originario. Así pasa con ciertos movimientos de opinión que están
intentando obtener razones en su lucha de sexos y decantan el hecho violento
hacia el macho, aprovechando que practica una violencia más radical, porque se
lleva en su dialéctica la vida del ser supuestamente más débil: a mujer. No creo
que la reiteración actual de casos tenga como causa el hecho de que haya más
publicidad o más atrevimiento por parte de estas a denunciar los hechos de que
son objeto. Lo que si hay es un efecto dominó, creo motivado porque la denuncia
refuerza el discurso denunciado. Es decir que la publicidad incita el discurso
del violento dándole la posibilidad de reivindicar su acto. Algo parecido pasó
con el concepto marxista de “plus valía”, que indicaba la finalidad que tenía
que tener el discurso capitalista. Ser civilizados y no violentos, consiste en
obras y organizaciones que nos alejen de nuestro estado animal, con la
pretensión de proteger al hombre y la mujer contra la naturaleza y reglamentar
las relaciones. El problema ha sido que la sociedad se ha constituido bajo la
base de un patriarcado dominante y con unas leyes internas transmisibles
vivencialmente a través de la palabra. Al cambiar variables como la familia, el
trabajo, la concepción…, las relaciones entre los sexos han sufrido variaciones
considerables. Si en la Biblia la mujer estéril era repudiada, el discurso
actual invita a la igualdad y excluye radicalmente el concepto que la limitaba a
la maternidad. Por otro lado declina la imagen del hombre como padre biológico y
transmisor simbólico de la ley y sus funciones. Su figura, sus emblemas están
tambaleándose. Ya no es el único que nutre económicamente a la familia y la
situación de igualdad que está consiguiendo lentamente la mujer, hace que
irremediablemente se plantee y ponga en duda su función actual.
Tal vez sea
este intento de supervivencia, de autoafirmación, de conservación de la
tradición ancestral el motivo por el cual reaccione violentamente en algunos
casos. Le cuesta mucho asumir los cambios. Tanto la violencia como el racismo
consisten en no soportar el discurso del otro y delante de un problema
competencia difícil de resolver, lo que en su momento era amor se transforma en
odio, lo que era palabra, acto. Decir que el concepto de familia evoluciona de
su ostracismo, es olvidar que ha habido muchas utopías y pocos cambios, y que lo
que parece un despertar, tan sólo sea otra de las manipulaciones de la ciencia
moderna. La mujer en su pretensión de igualdad ha encontrado un “nuevo amo” en
el progreso que le ofrece la ciencia. Amo que parece le permite la libertad de
gozar del cuerpo, de acceder a la maternidad cuando y como quiera, sin el
recurso físico del macho; de crear una familia sin padre genitor ni simbólico.
Pero, en realidad lo que hace es experimentar sobre su cuerpo y para ello no
escatima recursos como poner barreras al patriarcado y ofrecer a la mujer el
paraíso platónico de la igualdad de sexos. No es prudente olvidar que entre
mujer y hombre no hay distancias más allá de las significaciones sexuales. No
hay racismo ni deferencias sin discurso y tanto el machismo como el feminismo
son formas de segregación. El uno como la otra han perdido el punto de
referencia y en el intento de ser iguales o diferentes agota las energías. El
hombre hace tiempo que ha comenzado a pagar su precio y el discurso social que
le coronó como rey, ahora le defenestra. La mujer ha encontrado otro lugar donde
esclavizarse. Pensar que tras de estas reflexiones hay misoginia, sería
tanto como afirmar que la igualdad en la riqueza aboliría la lucha de clases. La
solución posiblemente venga dada desde el mundo animal: los erizos ya hace años
que se plantearon la cuestión de cómo relacionarse sexualmente sin hacerse mal.