LA ARBITRARIEDAD DEL 2000
Ha comenzado la cuenta atrás esperando la llegada del 2000. Considerado como
un momento especial, se le quiere recibir con celebraciones. A lo largo de
la historia, ciertas cifras han sido remarcables por lo que han representado
cuando ya han pasado, no antes de llegar. Si lo pensamos bien el 2000 no tiene
en sí mismo ningún valor definido, incluso podemos poner en duda su
autenticidad. Es contingente. Por consiguiente, llegar o pasar de esta fita no
será nada especial; eso no evita que sea recibido con ilusión como el siglo de
los avances y conquistas, el futuro por excelencia, ni tampoco evita que se le
vea como límite, con una cierta aprehensión supersticiosa. A la vez le damos
cierta transcendencia, sin pensar que nuestras vidas están definidas por un
tiempo lógico y otro cronológico que está determinado por el primero. Cuando
digo determinado, quiero decir que juega con él en definitiva. Pienso en el
tiempo lógico como el momento de concluir una actividad que teníamos iniciada y
el cronológico como la influencia que el reloj tiene sobre el primero. Observad
que la primavera tiene una fecha estacional fijada, pero este año ha legado un
mes antes. Sería bueno y algunos lo practican, el hecho de acabar el trabajo,
cuando uno piensa que ha acabado lo que tenía que hacer, no cuando lo fija el
horario laboral. ¿Quién no ha experimentado cuando visitamos a un especialista,
que este concluye la revisión en diez minutos –tiempo lógico; el saber no
necesita más- y que por esta práctica pagamos la minuta que representa todo un
día de trabajo –tiempo cronológico- ?
El paso del tiempo podemos valorarlo
de manera bien diferente y la sociedad arbitrariamente ha decidido que ciertas
fechas sean significativas. A estas les hemos puesto nombres concretos que
marcan su inicio, pero que no se ajustan a la realidad. Son unas referencias
imaginarias, que van decidiendo y marcando nuestra llegada a hechos puntuales:
Los dieciocho, los cuarenta, la jubilación, la muerte, el 2000… Los dieciocho
como la consagración del paso de niño a adulto, la puesta de largo o la edad de
ejercer el derecho al voto como manifestaba algún vicepresidente; el momento de
la responsabilidad. A veces no llegamos nunca. El tiempo lógico nos dice que
nunca acabamos de ser niños cuando el cronológico nos deja arrugas. Si hay una
fecha que destaca de las otras, esta son los cuarenta. Es la más significativa,
hasta el punto de que queramos o no estamos sugestionados por sus efectos. No
llegamos a los cuarenta en relación a nuestra edad de nacimiento, sino cuando se
dan una serie de situaciones diferentemente valoradas por cada uno. Por ejemplo
el día en el cual una persona más joven, del otro sexo o del mismo, nos trata de
usted. Un saludo que puede sumar cinco años cronológicos a nuestra existencia y
tener cuarenta lógicos. Llegan cuando las huellas que deja el tiempo se reflejan
en la alopecia; a pesa de que realmente, la caía del cabello es preocupante
cuando es desde un quinto piso y una va tras él. Cuando los pechos pierden en su
lucha contra la ley de la gravedad o cuando mantenemos vivo el deseo pero no la
función. Este momento coincide con aquel en el cual se espera de nosotros el
sentido común. Una edad decide la manera de vivir y actuar. En definitiva que el
tiempo y sus fantasmas no vienen marcados por el calendario, sino por la
intervención del otro y el efecto que produce en mí. Contamos los días que
faltan para que llegue aquel hecho tan esperado, tan preocupante y mientras le
esperamos el tiempo no pasa y cuando llega, pasa demasiado rápido. Morimos un
poco cada vez que contamos los días que vivimos; empero es con la muerte cuando
el tiempo lógico y el cronológico convergen. Somos absurdos cuando decidimos
dejar de fumar a partir del primer día del nuevo año, cuando dedicamos un día a
la infancia, otro a la salud, otro a la ecología, al amor, la cultura… de hecho
son actos para recordar cada segundo.
Siempre que se acerca una fecha
milenaria l sociedad revisa su conciencia y se siente culpable, ya que acto
seguido piensa en desastres naturas, en interpretaciones bíblicas apocalípticas.
Con la llegada del año 1000, cuando las catedrales necesitaban mas de un siglo
para construirse y más de un arquitecto, la sociedad globalmente no tenía
conocimiento del tiempo en que vivían – no era de mucha importancia -, algunos
optaron por cortarse la lengua o colgarse, todo antes que sufrir el fin del
mundo que supuestamente esperaban. Nos dejamos subyugar por el tiempo y
los astros. Seguimos el horóscopo como si mi personalidad la decidiera una
constelación –Tauro o Virgo- de la cual recibo la luz que me enviaron más o
menos hace cinco mil años y por si fuera poco no tienen esa forma de la cual
toman el nombre. Esto no es lógico ni cronológico. El 2000 también viene
precedido de supersticiones y unas exégesis muy sui generis de los libros
sagrados. Algunos sectarios iluminados aprovechan el paso del Hale-Bopp y
suben a su cola dejando la pesada carga de sus testículos aquí en la Tierra.
No es una fecha cronológica la causante. El año 2000 tiene como salida el
nacimiento de Cristo, hecho este, que continua siendo impreciso. Más aún, ni los
chinos, ni los musulmanes lo comparten. Efectivamente, las fechas son
simbólicas. Podemos estar parados al 1714, al ’39, al mayo del 60, al 23-F, al
’92 y desde esta fecha histórica actuamos en consecuencia.
De cualquier
manera necesitamos vivir rodeados de mitos donde guardamos nuestros fantasmas.
Basarnos en ellos es pura imaginería, deshacernos de su sentido no parece
interesar, sirven de paracaídas. Es la función mítica de las fechas, esta
unifican las masas.
Después de todo no somos tan ingenuos, todos saben cual
es el momento de su vida en el cual comenzó a vivir y cuando comenzó lentamente
a morir. Ganar al tiempo en el tiempo es una vieja lucha que mantenemos los
humanos en busca de la felicidad, de la inmortalidad. Ahora miramos de cerca al
2000 y resulta que las viejas aspiraciones de la sociedad continúan sin
resolverse. Será porque necesitamos más tiempo lógico. Démosle la bienvenida,
¿por qué no? Y aprovechemos el hecho de que al ser bisiesto vendrá con el
regalo, siempre agradable, de un día más al febrero.