¿ A QUIÉN INQUIETA INTERNET ?


 Publicado en el Diari de Girona, el día 30-12-1996


Aristóteles conjugaba el deporte y el saber. Aprovechaba los paseo para enseñar, por ello su escuela recibía el nombre de “peripatética”. Platón lo hacía de manera parecida en el jardín de la Academia de Atenas. Internet te ofrece la posibilidad de aprender sentado en la silla delante de un monitor.
 Desde el bucolismo de antes a la oferta informática de ahora va toda una forma de situarse. Conseguir el saber es una cuestión de posturas. ¿Hasta qué punto la figura del enseñante, del educador, del profesor, del maestro, del docente, catedrático… -  cuántos significantes vieneN a coincidir en el mismo significado – está en la picota, está obsoleta?. ¿Quién se imaginaba que la tranquilidad del maestro socrático, que enseñaba lo que sabía, como indica la mayéutica,  extrayendo el saber que el discípulo guardaba dentro de sí, estaba en peligro?. Realmente todo es prescindible y contra eso queremos rebelarnos. Estamos al final de un milenio, época idónea para pensar en Apocalipsis, en  peligros, en nuevas perspectivas, en sociedades perfectas. En relación con la información ha habido momentos claves. La imprenta fue toda una revolución que venía a luchar contra el olvido y la lentitud de los manuscritos. A partir de ella el papel se encarga de archivar en serie el que hasta ahora pasaba de boca en boca. Cuando media Europa se dedicaba a luchar al turco en cruzadas, otros, ratas de bibliotecas, transcribían dentro de las catedrales o conventos a la luz de una vela procurando asegurar el saber, proteger el conocimiento, en definitiva, tener cuidado de las ideas y cederlas al futuro.
Las ondas de radio, la era visual fueron una primera manera de preguntarnos hasta dónde  llegaríamos: “Video killed radio star”. La ciencia ha progresado tanto que pasa inadvertido que la televisión envía imágenes de continente a continente sin cables.
Asistimos al estallido de la información, la red de redes. El futuro se nos presenta realmente abierto e incierto. Internet representa la autonomía, el individualismo, la comunicación despersonalizada. Todo se conecta y con todo, no hay criba, es la anarquía, sin supervisión, ni jerarquías, y ya saben la importancia que tiene para los gobernantes el control de la información. A partir de ahora podemos navegar a través de la Web y preguntar sin reservas. Amparados en el anonimato recorrer libremente los caminos que nuestro deseo nos indique. Recurso para solitarios. Catarsis para los aislados. De hecho no va mal todo lo que soluciona la falta de comunicación, el hecho de desinhibirse. En cierta forma ya se había hecho alguna cosa al respecto con la proliferación de tutores, formadores, cursillos, de esta manera se intenta paliar la falta de relaciones interpersonales.
Internet es la confirmación de ciertas utopías. La biblioteca universal de Borges, la aldea global. Por primera vez se puede aprender o enseñar una doctrina no programada, no establecida, no controlada. Es la posibilidad de acceder al saber sin educador, sin instrucción, sin paredes.
Es un nuevo plan educativo, universal, lejos de planificaciones de gobiernos y por tanto anulando la figura del mediador, el que suministraba el conocimiento en dosis. ¿Quién es capaz de definir ahora el concepto del derecho a la educación?. El futuro es azaroso. Posiblemente la única manera de hacer su predicción consiste en inventarlo y esto es lo que hace internet.
Alguien pensará sobre la base del tema, que ciertas figuras intermedias, como la del profesor, el maestro como depositario del saber han sido vencidas por la ciencia y la tecnología. ¿Qué pasará con los 40 millones de docentes?. ¿ Las instituciones universitarias, que monopolizan el saber sufrirán la misma exterminación?. ¿Asistiremos a una nueva desaparición de los dinosaurios?. Siempre he pensado que hay algo en el saber que está cerca de lo humano, la comunicación directa, personal, la figura del intermediario Que hace que este saber vaya acompañado de una cierta carga de afectividad, de sensibilidad, de alegría en definitiva.  Tan solo así lo que suministramos hace huella. Si los grandes educadores han creado escuela, no ha sido por lo que sabían, sino por la manera de hacerlo extensivo; es decir, el convencimiento de que lo que enseñaban tenía sentido, era categórico. Otros pensarán y es evidente que muchos gobiernos lo pretenden, que es necesario un control sobre la situación de la información abierta a todos, por el peligro que representan las ideas. A tal efecto recuerdo la película Farenheit 451. En ella un gobierno autocrático pretendía destruir la cultura y quemaba los libros (451 grados F. Es la temperatura con la que quema el papel). El pueblo solucionaba el problema adscribiendo a cada ciudadano el deber de aprenderse un libro de memoria y pasarlo de generación a generación. Siempre hemos tenido recursos cuando se trata frenar la cultura.
El chip cual proteína, el disco duro como la neurona, no deja de ser copias imperfectas de la actividad creadora de los científicos. Unos como los otros están gobernados por un orden orgánico o máquina que interrelaciona los componentes, tan solo que la máquina no se puede reparar a sí misma. Por el contrario, nuestro cuerpo se regenera con la muerte y el nacimiento de nuevas células. No es un gran consuelo. La misma complejidad tiene el universo y sus leyes gravitacionales. Un conjunto de fuerzas que tienden a equilibrarse. Es lo que Von Foerster pregona: “Ordre fron noise” (El orden a partir del ruido). De hecho todo lo que ha creado el hombre o la mujer, nunca los ha dominado, si los exceptuamos a ellos mismos. No es por tanto tema de enfrentamientos. Lo que sí es evidente es que estamos delante de un nuevo repto. ¿Qué hacer con tanta información y quién es quien nos informa?. No olvidemos que lo que circula por la red es producto de los hombres y mujeres; esto quiere decir que la verdad, la mentira, la manipulación, el sojuzgamiento  demagógico se puede extender con más agilidad y a más personas. Hay más posibilidad, menos prohibición, pero ninguno asegura la calidad.
Decía Schopenhauer, que delante de cualquier doctrina nueva, primero se hace el silencio, después la miramos como novedad peligrosa y por fin decimos: ¡Esto es muy antiguo!