MUJERES EXPULSADAS DEL PARAÍSO
Por el solo hecho de ser mujer y en nombre de la moral sexual, la sociedad
selecciona y castiga de forma ejemplar a personajes de la vida pública. Esto es
lo que ha hecho con la teniente del ejército norteamericano Kelly Flinn, la cual
conociendo las restricciones morales del reglamento militar ha mantenido
relaciones adúlteras, a pesar de haber sido avisada de que incumplía la
normativa. La pena era el consejo de guerra y parece ser que ha acabado en baja
honrosa con la consiguiente pérdida de la condición de piloto, público o privado
y acusad de adulterio, mentira y desobediencia.
Moralmente sorprende la
relación entre hecho y condena. La señorita Kelly ha pasado de ser el orgullo
del triunfo de la mujer, ya que desde el años1995 era el primer miembro femenino
de la fuerza aérea que pilotaba una fortaleza volante conocida como B-52, a ser
vilipendiada y puesta como paradigma infractor de la moral sexual cultural
norteamericana. Cuando las sociedades falsamente aperturistas abre sus puertas a
las reivindicaciones y pretensiones de las mujeres, muchas no se imaginaban lo
que les esperaba. En primer lugar, en el caso que nos ocupa, la no participación
en la actividad bélica directa, relegadas en segundo término, hasta la Guerra
del Golfo en la cual esta práctica, que tampoco nos dignificaba como humanos,
fue ampliada a ellas. Esto suponía la convivencia con soldados del otro sexo; el
adiestramiento como reclutas en cuarteles donde, algunas han estado sometidas a
vejaciones propias de Sade, documentadas en Virginia, Maryland y Misuri y que no
han sido denunciadas por miedo a represalias. No todo ha sido inmersión violenta
propia de las integraciones sociales, ya que parece cierto que, los dos sexos
convivieron en le Golfo en el barco de guerra Arcadia, donde la situación propia
de tensión y el retraimiento espacias hicieron el resto: el diez por ciento de
mujeres quedaron embarazadas. De barco de guerra pasó a llamarse “love boat”.
Cuando el general John Shalikaskvili, defensor de la integración comenta hechos
propios de la convivencia, dijo: “El sistema funciona bien, es la gente a que
esta fallando”. Yo también tuve que leerlo dos veces.
La teniente en
cuestión, si bien consiguió el trabajo difícil de dominar un B-52, no fue capaz
de controlar su libido. Es normal que la sexualidad sea más compleja. Ni su
inteligencia cegada por el amor descubrió que su amante, Marc Zigo, entrenador
de fútbol infantil, detrás de la oferta de inmunidad, declararía contra ella y
la engañaría con falsas promesas. El amor y la mentira son propios de la
condición humana.
Pero lo que realmente es preocupante es la moral hipócrita
de la sociedad norteamericana extrapolable a la nuestra. Por una banda se
muestra abierta, permisiva, progresista y se refleja en una chica joven,
atractiva, vanguardista, a la cual se le permite cualquier tipo de trabajo, pero
se la carga cuando ella, haciendo uso de sus pasiones y enamorada, es acusada de
adulterio; actividad que curiosamente se realiza entre dos. Hechos semblantes
realizados por soldados masculinos no han tenido la misma condena. La base de la
sociedad norteamericana está representada en la familia y una mujer que atenta
contra su base, no tiene derecho a trabajar como defensora de la libertad.
Posiblemente piensen que exaltan la lealtad no se traiciona a la patria y si
esta reposa sobre la familia, se ha de proteger de depredadores. Curiosa
paradoja. Si le permitieran pilotar la máquina después de haber sido amada,
seguro que estaría en óptimas condiciones de conducirla con menos agresividad.
Evitar que se creen ligámenes afectivos en el ejército, es evitar
sentimentalismos en momentos críticos como decidir entre el amante y la patria.
Se autoriza la guerra para defender la libertad, pero no autorizan que la
persona que lanza las bombas sea promiscua. Pero no seamos ingenuos, no se acusa
a los hombres adúlteros, estos no crean imagen sensible. Solo la mujer del Cesar
ha de ser honesta y demostrarlo. Es peligroso así para vosotras mujeres que
Kelly sea considerada como una heroína contemporánea romántica. Pensad que los
modelos son siempre los mismos, mujeres guapas, solitarias, enamoradas y
destruidas por el amor del hombre cruel. Se busca a la mujer atractiva, a la
Barbie, a Lady Di; un modelo que sirva de ejemplo para todos y que cuando se ha
localizado se la expulsa del paraíso para ejemplo general.
El triunfo
personal conseguido por ella, no era bastante para tenerla contenta. No hay
bastante con el narcisismo, necesitamos objetos fuera de nosotros mismos y estos
se encuentran en el amor que viene a llenar lo que nos falta. Pero, este es el
lugar de la contradicción, de la prohibición social, que dicta una normas
rigurosas de carácter sexual y que a estas mujeres les reclama un goce místico,
como el de Santa Teresa. Por atreverse, ahora está sola sin ejército, sin amante
traidor y expulsada del paraíso.
La sexualidad es enigmática y natural.
Algunos insisten en controlarla dentro de la sociedad, tanto a machos como a
hembras, a veces por diferentes motivos. Herry Ford, se informaba
exhaustivamente de las relaciones sexuales de sus trabajadores, afirmando que
para regular racionalización de la producción (como para regular la guerra), era
necesario vigilar la pulsión sexual, dominarla, satisfacerla.
Es cierto que
nuestra cultura reposa en la coerción de los instintos, hay represión sobre el
sexo, primero en la familia, después en la sociedad. Contrariamente a lo que se
piensa la solución no está en la libertad sexual propuesta por Reich, porque la
sexualidad seguiría produciendo incongruencias siempre que se quiera apresarla y
sólo da sus misterios al psicoanálisis y ciertamente su secreto no produce mucha
euforia: todos hemos estado expulsados del paraíso cuando la disfrutamos.