Desgraciadamente, la promotora no analizó el subsuelo y edificó unas casas prefabricadas, con escasa cimentación; seis meses después de venderlas, empezaron a resquebrajarse.
Como es lógico, el disgusto de los compradores es inombrable y no se sobreponen al hecho que después de tantas denuncias, la Administración haya sido incapaz de darles una respuesta, aunque sea extraoficial.
Viven una situación muy desgradable: sobrecogidos por el temor de que sus casas se derrumben, con una tensión acumulada anormal y una convivencia entre vecinos que empieza a deteriorarse.