Paleontología

Curiosidades de los dinosaurios


Las excavaciones que en todo el mundo están sacando a la luz los restos de estos impresionantes animales, intentan responder, entre otras, a esta pregunta: Los dinosaurios eran criaturas de sangre fría o de sangre caliente. El autor de este artículo, Miguel Alonso-Cuevillas, intenta dar una respuesta al dilema.

Las experiencias recogidas hasta el presente demuestran que los dinosaurios -que durante 150 millones de años dominaron la tierra­ poseían una resistencia considerable. No es difícil imaginar que fue precisamente su imponente tamaño el que los convirtió en dueños y señores de la tierra durante un muy dilatado espacio de tiempo. Entonces, ¿a qué se debe su repentina desaparición hace 65 millones de años? ¿Por qué no han vuelto a aparecer ya animales de similar tamaño? Hace cien millones de años, estos gigantes prehistóricos contaban con treinta toneladas de peso, más de diezmetros de altura y casi treinta metros de longitud, desde la cabeza a la cola.

Los recientes hallazgos de fósiles han venido a confirmar que las especulacio­nes sobre el gigantismo de los dinosau­rios están aún muy lejos de llegar a su fin. Esto es al menos lo que parece deducirse de la reproducción del mayor animal de todos los tiempos: un dinosaurio de cien toneladas de peso. Su reconstrucción, en fibra de vidrio, que se encuentra en fase de elaboración en la Brighan Young University de Provo (EE.UU.), se ha basado en el hallazgo de tres impresionantes piezas: dos omóplatos de 2,75 Y 2,40 metros de longitud respectivamente, y una vértebra cervical de 1,50. Su peso se aproxima al de dos Boeing 737. Con sus diecisiete metros de altura hubiera podido escupir sobre la terraza de un edificio de seis pisos. El diámetro de sus patas llegaba a los tres metros, y éstas hubieran podido sostener un puente elevado. La longitud de uno de los huesos del pie era del mismo tamaño que una persona adulta..

El paleontólogo James Jensen, su descubridor, lo bautizó adecuadamente: supersaurio. Las pruebas para averiguar su edad determinaron que vivió hace 140 millones de años.

Pero si existe un tema importante alrededor de estos inconmensurables animales prehistóricos es precisamente el de su tamaño. ¿Por qué estos gigantes? La respuesta invariablemente es la misma. Se debe, en opinión de algunos investigadores, a la glándula pituitaria, que regula el crecimiento en todas las especies. Sin embargo, esta explicación por otra parte, razonable no satisface a todos.

Mientras que los dinosaurios crecían más y más, el tamaño de sus parientes más próximos, los cocodrilos, se mantuvo inalterable durante millones de años.

Y es extraño, dado que dinosaurios, cocodrilos y tortugas provenían de un mismo antepasado: el arcosaurio, animal terrestre de unos cuatro metros de longitud. Otro sector de la comunidad científica mundial cree haber hallado respuesta satisfactoria a la desmesurada corpulencia de los dinosaurios, a partir de un fenómeno radicalmente distinto. En su opinión, un animal de semejante envergadura debería poseer necesariamente una serie de características distintas a las de los reptiles, entre los que hasta entonces se los había venido catalogando.

A juicio de los anatomistas, la longitud de los huesos de sus extremidades revelan la agilidad de estos animales. De esta observación se puede deducir lo que sería todo un sensacional descubrimiento: los dinosaurios no eran de sangre fría. Su sangre era caliente y su estructura física similar a la de los mamíferos.

Al contrario de los mamíferos, los reptiles están sometidos a grandes oscilaciones térmicas, y su temperatura corporal no es de origen endógeno internosino exógeno, que depende de la tem­peratura ambiente. Cuando los rayos del sol inciden sobre las escamas de un lagarto, o de una serpiente, la agilidad y rapidez de éstos aumenta. El frío, por el contrario, les provoca una especie de sopor.

Los estudiosos de la prehistoria aseguraban, sin ningún tipo de dudas, que los animales que vivían en la tierra hace 200 millones de años eran de sangre fría. y que entraban en actividad cuando la temperatura exterior era templada. Lo que no suponía ningún tipo de problema ya que las temperaturas medias de los períodos jurásico y cretácico eran superiores en más de quince grados a las actuales. Incluso en el Polo Norte la temperatura media del agua era por aquel entonces de diez grados. No obstante a finales de la era Mesozoica el enorme cúmulo de tierra que era Pangea comenzó a dividirse: el Atlántico, incipiente, separaba América del Norte del sur de Eurasia, mientras que Australia y la Antártida se alejaban de Africa y la Gran India. No cabe duda de que esto influyó decisivamente sobre las temperaturas, estableciéndose un clima estacional, que hacía descender las temperaturas invernales y arrastraba los más rigurosos veranos.¿Sería esta la causa por la que algunos mamíferos y aves perdieron repentinamente su sistema de sangre fría, convirtiéndose en derrochadores de sangre caliente? No se sabe con certeza. Lo único que se puede decir es que este sistema de «gastos-ingresos» se resolvió con un claro saldo a su favor.

La diferencia es apreciable a primera vista. Las patas de las aves y mamíferos son verticales, por lo que estos animales pueden desplazarse con rapidez. Los reptiles, por el contrario, siguen siendo lo que siempre fueron: animales terrestres de avance reptante e intermitente. Lo curioso del caso es que aparte de aves y mamíferos, los dinosaurios son los únicos animales que poseían patas en posición perpendicular al suelo. ¿Demuestra esto que alguna vez tuvieran sangre caliente? No necesariamente. Dada la imposibilidad de comprobación fehaciente, lo que resta hacer es obtener algunos datos comparativos, sometiendo a obser­vación animales vivos. Y se ha demostrado que los dinosaurios tenían muchos puntos en común con los mamíferos.

Examinando al microscopio electróni­co el fémur de este animal prehistórico se descubrió que su tejido óseo había disfru­tado de un excelente riego sanguíneo, que sólo se da en los mamíferos y nunca en los reptiles. Hasta hace pocos años se había sostenido la teoría de que losdinosaurios no eran más que reptiles que habían crecido desmesuradamente, sin sa­ber por qué. Tanto la forma de su cabeza, similar a la de una serpiente, como la de su cuerpo robusto y macizo, venían a apoyar esta hipótesis. Los paleontólogos han cambiado de opinión gracias a los nuevos datos.

 

Evolución del tamaño de los dinosaurios

 

TECODONTE

Antepasado de 4 metros de largo. Vivió hace 200 millones de años

MASSOSPONDYLIS

Dinosaurio de 5 m de longitud que vivió hace 180 millones de años

PLATEOSAURIO

Dinosaurio de 6 metros que vivió hace 170 millones de años

CETIOSAURIO

Dinosaurio vegetariano de hace 170 millones de años y 28 metros de largo

DIPLODOCUS

Dinosaurio de hace 150 millones de años 10 toneladas de peso y 30 metros de largo

BRAQUIOSAURIO

Dinosaurio de hace 150 millones de años 80 toneladas de peso y una altura de 12 metros

SUPERSAURIO

Dinosaurio de hace 140 millones de años 100 toneladas de peso y 17metros de altura

 

Algunos métodos de refrigeración

 

Uno de los descubrimientos más singulares es el siguiente: los dinosaurios vivían, como demuestran sus huellas, en grandes manadas. Poseían categorías sociales y disponían, incluso, de una «asistencia social» a las crías. Las huellas de dinosaurios descubiertas mostraban claramente que los adultos avanzaban bordeando la manada y ofreciendo así su protección a los más jóvenes, que se situaban en el centro.

El comportamiento de los reptiles al respecto es bien distinto: se limitan a proteger a su descendencia hasta que sale del cascarón. Mamíferos y aves, por el contrario, cuidan de sus crías hasta que éstas alcanzan la edad suficiente para mantenerse por sí mismas. Una prolongada estancia en el hogar familiar durante la infancia significa el aprendizaje de las normas de conducta paternas, y también un incremento del volumen cerebral.

De aquí es posible deducir que la prepotencia de estos animales podría deberse no sólo a su vigor físico, sino a su más desarrollada inteligencia.

Los paleontólogos no consideran descabellada esta suposición, pero no hay que olvidar que todos los dinosaurios no eran iguales, de la misma forma que un elefante no es igual a un ratón, aunque ambos sean mamíferos.

 

Superposición de siluetas. En ella se aprecia la diferencia de tamaño entre un dinosaurio y un elefante moderno

 

Arriba: En los apéndices dorsales algunos dinosaurios enfriaban su sangre como el diomedontre. Abajo: sistema de refrigeración del estegosaurio: placas blindadas y costillas, a través de las que eliminaba el calor sobrante.

 

 

La gama de los dinosaurios -unas doscientas variedades- comprendía especies minúsculas, superdesarrolladas, enanos, predadores, vegetarianos cuadrúpedos, bípedos...Otro de los detalles importantes a analizar es de las largas migraciones. Los iguanodontes, incansables caminantes, como lo demuestran las huellas halladas en los cinco continentes, recorrían miles de kilómetros para llegar a unos pastizales, siempre los mismos. Esto significa que poseían un instinto muy desarrollado ¿cómo, si no, habrían podido orientarse durante tan largo recorrido? Todo lo hasta ahora expuesto viene a demostrar que la idea que se tenía de los dinosaurios no corresponde a la realidad. No fueron unos animales primitivos y extraños, sino mucho más modernos de lo que se había supuesto. A pesar de los datos que se poseen sobre esta fascinante especie, existe más de una laguna.

Continúa siendo un misterio, por ejemplo, de qué modo se defendía del calor un animal de tan gigantescas proporciones como el supersaurio en un período tórrido como el cretácico. Si tenemos en cuenta que equivalía a quince elefantes de hoy, resulta difícil imaginar bajo qué árbol prehistórico buscaría cobijo. ¿Se refrescaría metiéndose en un río? Un animal con varias toneladas de peso habría terminado hundiéndose en las orillas pantanosas.

Los especialistas en paleontología han intentado explicar la significación de este hecho, llegando a una conclusión verdaderamente sorprendente: el brontosaurio, con sus treinta toneladas de peso, y suponiendo que fuera de sangre caliente, hubiera necesitado una tensión arterial de 500 milímetros de mercurio para poder bombear la sangre desde el corazón hasta el cerebro, situado a seis metros de altura. Es decir, que los supersaurios, tres veces más grandes, hubieran necesitado 1.500 para realizar el mismo cometido. Obviamente es imposible. Entonces, ¿eran de sangre fría? Si se comparan a los reptiles actuales, tampoco parece muy probable. Los ventrículos izquierdo y derecho del cocodrilo, por poner un ejemplo, no están completamente separados el uno del otro, y su diafragma posee un orificio por el que penetra la sangre -pobre en oxígeno­ en el corazón. De lo que se deduce que la sangre procedente del corazón de los reptiles es escasa en oxígeno, por lo que la función metabólica no es tan perfecta como la de los mamíferos.

Los animales de sangre fría -como el lagarto- transforman el calor del sol en energía orgánica. El cocodrilo, también de sangre fría, tiene un metabolismo muy lento. Sus movimientos son rápidos pero de corta duración para ahorrar energía.

Aún hay que añadir otro fenómeno fisiológico que suscita serias dudas sobre la posible sangre fría de los dinosaurios: la enorme separación entre su corazón y su cerebro. ¿Cómo podría bombear la sangre el corazón de uno de estos gigantes? Para los científicos sólo es posible si se contara con la potencia de dos corazones. Admitiendo que esto fuera cierto, la incógnita relativa al aprovisionamiento, por parte del cerebro, de sangre y oxígeno quedaría despejada. Pero todavía habría que explicar cómo se libraban de los rigores térmicos. Hay quienes pretenden haber encontrado la respuesta: los dinosaurios, al igual que los camaleones, eran capaces de cambiar el color de su piel para resistir las inclemencias del tiempo. Según esta teoría, un cambio del color negro al blanco hubiera hecho disminuir en ocho grados su temperatura habitual, que se supone de unos 48. Otros sustentan la tesis de que los dinosaurios no tenían sangre caliente ni fría. Es decir, que eran pseudohomotérmicos, lo que significaría que calentaban su organismo desde el exterior.

Esta teoría es algo más digna de crédito, si se tiene en cuenta que los organismos de mayor volumen necesitan más tiempo para enfriarse. Según B. Halstead, paleontólogo británico, un brontosaurio  de treinta toneladas hubiera necesitado ¡ochenta horas!, para reducir en un grado su temperatura corporal. He aquí finalmente un argumento convincente, que explicaría el gigantismo de los dinosaurios: su transformación en animales de sangre caliente. Pero esta transformación se hizo paulatinamente. y una de las etapas de esa transformación consistió en agigantar el cuerpo, consiguiendo así conservar la temperatura gracias a su superficie y a las propiedades aislantes de sus tejidos adiposos.

La conclusión más importante a la que por vez primera parece llegarse es que existió un animal que desafió las leyes de la dependencia exterior, que podía ponerse en actividad incluso de noche y con frío, lo que demostraría que su gigantismo no era, como se creía, un error evolutivo. Y su pseudotermia vendría a ser una etapa intermedia en el proceso de transformación de los mamíferos -y del hombre- en animales de sangre caliente.
 

 

Artículo de Miguel Alonso-Cuevillas extraido de una revista de divulgación.

Javier Arrimada 2003