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<<Después de Que el rey se ha lavado las manos con alcohol y su nodriza le ha dado unos toques en la Cara con un plumón de cisne, dos pajes le sacan las zapatillas. El camisón esextraído por su manga derecha por el gran maestro del guardarropa, por su manga izquierdapor el primer servidor del guardarropa y se entrega a otro funcionario del guardarropa,mientras Que un nuevo funcionario del guardarropa trae la camisa limpia en una funda de tafetán blanco ... la camisa ha de pasar por todo un ritual. El honor  de presentarla corresponde a los hijos y nietos del rey, en su ausencia a los príncipes, a falta de éstos al primer gentilhombre de cámara,>> Hay otro honor que es un alto privilegio: el médico personal del rey investiga el contenido del orinal dorado de Su Majestad; a continuación se lo coloca en una bandeja de plata y dos nobles lo sacan solemnemente del  dormitorio.


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   Luis XIV ha sido reconocido como el representante más perfecto del Absolutismo monárquico. Estaba convencido de que su poder era de origen divino y que tenía pleno derecho para gobernar en forma absoluta, creencia que se convirtió en la piedra angular de su gobierno, tal como él mismo lo declarara: “Cuando Dios impuso reyes a los hombres, esperaba que se les mostrara el respeto debido como vicarios suyos. Solo Dios tiene derecho a juzgar la conducta de los reyes”.

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      Las costumbres del Rey Sol

La férrea convicción de Luis XIV, respecto a que él era el representante de Dios, lo había llenado de orgullo. Para identificarse, tomó como emblema un Sol resplandeciente, de donde nació el sobrenombre de Rey Sol.

Fue tanta la adoración que creó entre sus súbditos, que organizó el culto de la majestad real, por el cual actividades cotidianas, como comer, levantarse o pasear, se convirtieron en verdaderas ceremonias públicas regidas por un estricto reglamento.

El monarca se levantaba a las ocho de la mañana, luego de lo cual ingresaban en su habitación grupos de cortesanos. Los más favorecidos eran admitidos incluso cuando el rey salía de su cama y se ponía bata o traje de mañana. La etiqueta indicaba qué personas debían presentar las prendas de vestir. Una vez vestido, el rey pasaba a su gabinete, donde daba las órdenes para el día, y luego iba a misa. Finalizada la misa, se reunía con sus ministros hasta la una de la tarde, después de lo cual comía solo en su habitación. Sin embargo, esta actividad tan trivial se desarrollaba en medio de una gran pompa, pues cada plato era llevado por un gentilhombre, precedido de un ujier (persona que estaba a las puertas del palacio cuidando de ellas) y de un jefe de comedor, escoltado por tres guardias con la carabina al hombro. Esto sin mencionar los días de gala, en que el rey comía solo en la mesa teniendo a su alrededor un número cercano a las treinta personas. El público era admitido para ir a contemplar al rey comiendo.

Después de la comida el rey salía a pasear, a pie o en carroza. Tras él una verdadera multitud seguía sus pasos. Al regresar se cambiaba de ropa con el mismo ceremonial de la mañana. A las diez de la noche cenaba con su familia, también en medio de un gran ritual, jugaba a las cartas y se acostaba, no sin tener un grupo de espectadores cerca suyo.

La corte del rey Luis XIV alcanzó una enorme extensión, pues comprendía la casa militar, formada por unas diez mil personas, y la casa civil, compuesta por unas cuatro mil. Los jefes de los servicios eran de la más alta nobleza, lo que demostraba el deseo de Luis XIV por ver a este grupo social alrededor suyo, aunque solo en funciones domésticas o militares. Jamás empleó nobles ni en el gobierno ni en la administración del reino.

 

 

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 Luis XIV tuvo el sentimiento de que toda la ruina se debía a su gobierno y se arrepintió. La víspera de su muerte, después de haber pedido perdón a sus cortesanos por los malos ejemplos que les había dado, se hizo conducir al que sería su sucesor, su bisnieto Luis XV y le dijo: “Hijo mío, vais a ser un gran rey, pero no me imitéis en el gusto que he tenido por las construcciones y por la guerra. Procurad aliviar a vuestro pueblo, ya que yo soy tan desgraciado por no haberlo podido hacer a tiempo”.
Se dice que cuando fue conocida la noticia de la muerte de Luis XIV (acontecida el 1 de septiembre de 1715), el pueblo dio gracias a Dios por una redención tan esperada.



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El hispanista Henry Kamen, en su obra sobre la guerra de Sucesión en España, no duda en afirmar sobre la batalla de Almansa que en "Almansa (...) el mariscal duque de Berwick aseguró la sucesión borbónica".

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  Instrucció secreta redactada per Abad de Vivanco, secretari del Consejo de Castilla, adreçada als corregidors de Catalunya:

"Pondrá el mayor cuidado en introducir la lengua Castellana, a cuyo fin dará las providencias mas templadas, y disimuladas para que se consiga el efecto sin que se note el cuidado".


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El patetisme de Catalunya sota una dinastia que no té altra missió que desnacionalitzar-la i lliurar-la al domini de Castella”     

J.VICENS VIVES


 

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Un dia el l'òrbita del Rei Sol

Lluís XIV és el paradigma de l’absolutisme. Des del palau de Versalles, el rei Sol governava els seus immensos dominis còmodament instal·lat en un luxe espatarrant, el símbol més explícit del poder que encarnava i que feia girar al seu voltant tota la vida política i social de França. La nació és llevava amb ell i se n’anava a dormir quan el monarca agafava el son. Entremig, una vida planificada i un règim comandat amb mà de ferro.un dia en la cort del Borbó més poderós de la història.

Cada matí, a dos quarts de nou i amb una solemnitat invariable, el primer ajuda de cambra de Lluís XIV el desperta amb la fórmula ritual:
“Sire, és l’hora”. França es lleva, perquè de la mateixa manera que la Terra gira entorn de l’astre lluminós, la nació és mou al voltant del rei Sol. Lluís és el monarca més gran d’Europa i la seva cort, la més pomposa que mai han conegut el regne i el continent. Des de 1678 l’ha establert a Versalles, prop de París, on fixa definitivament la seva residència a la primavera de 1682, quan inicia el darrer i llarg període de regnat, fins l’1 de setembre de 1715.
Quina necessitat té el rei de crear aquest gran palau, quan disposa del Louvre o de Fontainebleau? [...]


Comença el dia Des de la seva proclamació com a rei, i en una tendència creixent i volguda, els seus actes seran actes públics, perquè no falta res a un rei excepte les delícies d’una vida privada. Per això, quan el rei es desperta, es desperta França. La seva habitació és al centre de Versalles. Comença l’espectacle del
Petit Despertar. [...]

Tot és a punt per a iniciar la cerimònia del
Gran Despertar, quan els oficials de cambra i de guarda-roba, per rigorós torn, el vestiran. Només els més importants presencien l’escena, que Lluís aprofita per ingerir una tassa de brou. Solament cent persones hi tenen accés.[...]

Les obligacions
Cada dia, durant mitja hora, des de la tribuna de la capella, el rei assisteix a l’ofici cantant. Les composicions de Lulli i de Delalande són les que més li agraden. Si s’agenolla a resar, és normal que diversos cortesans se situïn davant d’ell, d’esquena a l’altar, i que frueixin del privilegi d’aprendre de la pietat del rei. [...]

En acabar l’ofici, cap a les onze, comencen les reunions dels consells amb els quals governa França, apuja els impostos, ordena obres o dirigeix les interminables guerres. [...]

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Entre los artículos que recogía este tratado, el décimo es el más polémico, pues mediante él España cede Gibraltar a Inglaterra:

Articulo X

El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno.

Pero, para evitar cualquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicación por mar con la costa de España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se ven reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho más arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra, se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de España circunvencina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos o de las naves surtas en el puerto.

Pero si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarán al fisco y presentada queja de esta contravención del presente Tratado serán castigados severamente los culpados.

Y su Majestad Británica, a instancia del Rey Católico consiente y conviene en que no se permita por motivo alguno que judíos ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se dé entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto de aquella Ciudad, con lo que se puede cortar la comunicación de España a Ceuta, o ser infestadas las costas españolas por el corso de los moros. Y como hay tratados de amistad, libertad y frecuencia de comercio entre los ingleses y algunas regiones de la costa de Africa, ha de entederse siempre que no se puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los moros y sus naves que sólo vienen a comerciar. Promete también Su Majestad la Reina de Gran Bretaña que a los habitadores de la dicha Ciudad de Gibraltar se les concederá el uso libre de la Religión CatólicaRomana.                                                                                                                               Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla.

 

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Los dolorosos problemas de un real culo: la fístula in ano de Luis XIV...

El Rey Cristianísimo estaba inquieto, molesto, dolorido "por un tumor que le ha salido en el trasero; ha guardado cama todo el día", anotaba en su diario un aristócrata cortesano en febrero de 1686. Le molestaba al andar, le dolía al sentarse, parecía estallarle, y con él todo el cuerpo, si montaba a caballo. Le pusieron ungüentos y cataplasmas, le dieron purgas, lo sometieron a severos regímenes alimenticios. Nada. Algunos eran hasta contraproducentes. El rey no podía seguir sus actividades ordinarias. Quería trabajar, despachar, pasear, cazar... Y trabajaba, despachaba, paseaba, cazaba... pero a menor ritmo y siempre con la puñetera fístula jodiendo de lo lindo.

[Al margen y antes de continuar: en el siglo XIX uno de los grandes historiadores franceses, Jules Michelet, le concedió tanta importancia a este asunto que llegó a hablar de un antes y un después de la fístula en la vida y el reinado de Luis XIV y, por lo tanto, en la historia de Europa; hoy las interpretaciones de los historiadores van por otros derroteros].

Un día retirado, otro en cama, el siguiente "tomando medicina"... Los rumores se desataron. Y los embajadores transmitían noticias (contradictorias) e inquietud a sus cortes. El rey de Francia está enfermo. Está mejor. Ha empeorado. Hoy ha salido y ha impuesto sus manos a un batallón de escrofulosos. Taumaturgo con los demás e impotente consigo mismo. Los más osados dijeron que estaba a las puertas de la muerte. Incluso hubo rumores de que había fallecido, lo que supondría grandísimos cambios en Europa.

Pero no, Luis XIV estaba vivito y coleando, aunque jodido, muy jodido. Y en su fuero interno empezaba a desesperarse, maldecía su condición humana y urgía al médico real, D'Aquin, a que buscara una solución. Se dijo que se estaban ensayando en otros enfermos del mismo mal pócimas y remedios diversos para después aplicar los más efectivos al monarca. Pero no parecía haber ninguno bueno. D'Aquin sugirió que no estaría mal un viaje al balneario de Barèges. Empezaron a preparar las cosas. Luego se pensó si merecería la pena someter a Su Majestad a la tortura de un viaje de doscientas leguas para probar un remedio, cuando menos, dudoso. La corte, que había empezado a regañadientes los preparativos, respiró aliviada cuando se anunció la suspensión del viaje.

La única solución era la cirugía. Pero no parecía ser del agrado real. Por miedo, anotó en secreto y con mala leche un cortesano en su diario. Porque se trataba de una operación peligrosa, se decía oficialmente.

El que sí estaba muerto de miedo era Charles Félix de Tassy, el cirujano real. En su vida había operado una fístula. Pero encontró la forma de adquirir experiencia rápidamente. Pidió que se enviaran a París todos los enfermos del mismo mal que se pudiera. Y empezó a operar fístulas a destajo. Ideó también un bisturí especial. De plata se lo construyeron. Y desde entonces se llamó bisturí real.

Finalmente, el rey se decidió a someterse a la operación. El 17 de noviembre, de vuelta de Fontainebleau, se encontró incomodísimo en el paseo por los jardines de Versalles (todo un numerito debió de ser ver al rey intentando mantener el porte obligadamente majestuoso con el culo, a cada nuevo paso, en plena efervescencia de dolor). Reunió en secreto a sus médicos. La operación sería al día siguiente.

El día 18, a las ocho de la mañana, cuando entraron médicos y cirujanos (actuaba de testigo y posible ayuda otro más, afamadísimo él) en la cámara real, vieron que el rey "dormía profundamente, prueba evidente de la tranquilidad de su alma", anotó D'Aquin en sus papeles. Le despertaron, preguntó con naturalidad si estaba todo listo, se arrodilló a los pies de la cama, rezó en silencio y, elevando los ojos al cielo, murmuró: "Dios mío, me pongo en vuestras manos". Volvió a la cama, adoptó la postura idónea y dio orden a Félix de que empezara la operación. "El rey no gritó y dijo solamente ¡Dios mío! cuando se le hizo la primera incisión" (no, esto no quiere decir que Luis XIV fuera necesariamente un ejemplo de valentía y aguante; lo necesario era recoger y transmitir esa imagen). Y luego "le dijo a Félix que no ahorrara ni un corte, que le tratara como al más ínfimo particular de su reino".

Félix siguió actuando, incisión aquí, corte allá, envuelto en un sudor frío. Una sangría en un brazo dio por acabada la operación (gloriosas prácticas quirúrgicas las de entonces: para recuperarse de una operación, nada mejor que debilitar el cuerpo con una nueva y copiosa efusión de sangre). Y el rey pudo reanudar su vida ordinaria con relativa normalidad. La ceremonia de levantarse de aquel día sólo se retrasó una hora y aquella misma tarde, después de comer, asistió a un consejo.


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La Nova Planta va significar també la substitució de la llengua catalana pel castellà en tot l'àmbit públic: l'administració, l'ensenyament, etc. Això comportà un declivi de la llengua -mantinguda però en l'àmbit familiar- i de la cultura catalanes, del qual no sortiria fins a l'anomenada Renaixença del segle XIX.

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QUESNAY

 

 

 

“III. Que el gobierno y la nación no pierdan jamás de vista que la tierra es la única forma de riqueza y que es la agricultura quien la multiplica. Porque el aumento de riqueza asegura el de la población; los hombres y la riqueza hacen prosperar la agricultura, atendiendo al comercio, animando la industria, aumentando y perpetuando la riqueza...


IV. Que la propiedad de los bienes raíces y la riqueza mobiliaria sean aseguradas a aquellos que sean sus legítimos poseedores; porque la seguridad de la propiedad es el fundamento esencial del orden económico de la sociedad. Sin la certeza de la propiedad, la tierra se quedaría inculta...

IX. Que una nación que tenga un gran territorio para cultivar y la posibilidad de ejercer un gran comercio de mercancías en bruto, no confíe demasiado en el empleo del dinero y de los hombres en las manufacturas y en el comercio de lujo, en perjuicio de los trabajos y gastos de la agricultura...


 

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El 15 de septiembre de 1714, el duque de Berwick firmó el nombramiento de la "Real Junta Superior de Justicia y Gobierno", que, bajo la presidencia del consejero felipista José Patiño, substituía la autoridad de la Generalidad y del Consejo de Ciento. Al día siguiente, José Patiño leía delante el Presidente de la Generalidad el decreto de disolución: "Habiendo cesado por la entrada de las armas del Rey N.S. (Q.D.G.) en esta Ciudad y plaza la representación de la Diputación y Generalidad de Cataluña, el Excmo. Sr. Mariscal Duque de Berwick y Liria, me ha encargado que ordene y mande a los diputados i oidores de cuentas del General de Catalunya, que arrimen todas las insignias, cesen totalmente, así ellos como sus subalternos, en el ejercicio de sus cargos, empleos y oficios y entreguen las llaves, libros y todo lo demás concerniente a dicha casa de la Diputación y sus dependencias...".

 



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Al fossar de les moreres

no s'hi enterra cap traïdor;

fins perdent nostres banderes

serà l'urna de l'honor.

Així mestre Jordi, un dia

cavant, deia en lo fossar,

quan Barcelona sentia

que l'anaven a esfondrar.

La batien bronze i ferro

dels canons de Felip Quint.

Ell los mata i jo els enterro -

lo fosser deia, enfondint.


FITXA PER TREBALLAR ELS TEXTOS : ANAR