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publicat a El País el 15/03/02 per Robert Álvarez
La ciudad olímpica abierta al mar
Adentrarse en
los barrios bajos constituía hasta 1992 un safari sentimental y, al mismo
tiempo, te enfrentaba al gran enigma de Barcelona. El mar estaba allí,
seguro. La humedad, el olor a salitre... pero debía mecerse agazapado,
como si le avergonzara el paisaje que se le ofrecía. Era más fácil
observarlo desde la zona alta -continúa siendo una magnífica atalaya
la confluencia entre la calle de Muntaner y la plaza Adriano- que vislumbrarlo
desde las grises callejuelas del Poblenou y la disuasoria frontera que constituía
el tendido ferroviario. Ahora sucede todo lo contrario. Pasear hasta Port Vell,
el puerto olímpico y las playas que se extienden en dirección
a Badalona es uno de los más sugerentes placeres que brinda Barcelona.
Los Juegos Olímpicos, hace ya diez años, devolvieron a la ciudad
su vocación marítima y le permitieron alardear de ser la sede
que mejor agrupó a toda la familia olímpica, incluidos regatistas
y navegantes, habitualmente confinados a muchos kilómetros de distancia
del epicentro de los Juegos. La zona industrial sobre la que se asentó
la Villa Olímpica y el punto neurálgico de las competiciones de
vela es ahora una extensión de más de 60 hectáreas sobre
la que se alzan más de 2.000 pisos y apartamentos. Dos gigantescos menhires
rompen la horizontalidad del casco urbano barcelonés, la Torre Mapfre
y el Hotel Arts, de 44 pisos cada uno. El conjunto del paseo marítimo
y las playas entroncan con el centro de la ciudad a través del barrio
de la Barceloneta, donde es digna de ver la iglesia barroca de Sant Miquel del
Port, y el Port Vell con el Palau de Mar, antiguo almacén portuario erigido
en 1880. Rehabilitado recientemente, es la sede del Museo de Historia de Cataluña
y en sus bajos compiten luminosos restaurantes y cafés. Unos metros más
allá, se encuentra el Maremàgnum, un complejo de tiendas y cines,
el acuario y enseguida el malecón del Moll d'Espanya que a través
de un puente giratorio comunica con el tramo final de la Rambla. En el Pabellón
de la Mar Bella se celebra hasta el domingo el Festival Internacional de Cine
Erótico Gay de Barcelona.A lo largo del paseo, en dirección sur,
se erige a 213 metros sobre el nivel del mar el Castillo de Montjuïc, una
fortificación del siglo XVII con vistas panorámicas a la ciudad
y al puerto. Y en la ladera suroeste de una montaña que las gestas de
los atletas españoles en 1992 adjetivaron como "mágica"
se encuentran las instalaciones emblemáticas de aquella cita, el Estadio
Olímpico y el Palau Sant Jordi, este último diseñado por
Arata Isozaki. En el estadio disputa sus partidos el Espanyol -junto al Barcelona
es el único equipo catalán de fútbol en Primera División-,
y también el equipo de fútbol americano Barcelona Dragons. En
las entrañas de la instalación remodelada por los arquitectos
Ricard Sans y Lluís Samaranch, están la sede de la Fundación
Olímpica y la Galería Olímpica, con 484 metros cuadrados
dedicados a una exposición permanente sobre los Juegos de Barcelona,
276 a una muestra de las ceremonias olímpicas y otros 200 a exposiciones
temporales. El Palau Sant Jordi, cuya negra y apaisada cúpula exterior
da el aspecto de escarabajo, se ha consolidado como la instalación con
mayor capacidad camaleónica de la ciudad, capaz de dar cabida al Holiday
on Ice, una prueba de windsurf o de trial, toda clase de convenciones y conciertos
musicales. Hoy, concretamente, será escenario de un concierto en el que
intervendrán The Cranberries, Dover y Weezer.El transporte público
es una de las asignaturas pendientes en esta zona repleta de puntos de interés
y anillada por lo que fue el circuito de Montjuïc, que albergó el
Gran Premio de España de fórmula 1 hasta que se produjo un terrible
accidente en 1975. La extensa área que circunda el Estadi y el Palau
está rodeada por lugares interesantes: la torre de Calatrava, las piscinas
Bernat Picornell, el Jardín Botánico y una maraña de instalaciones
deportivas, jardines y edificios singulares que conjugan ocio -mañana
se celebra un concierto de Manu Chao-, deporte y cultura y que, en sentido descendente,
desembocan en el Paral.lel y la plaza de Espanya.En las inmediaciones de la
zona en la que se celebra la cumbre europea de jefes de Estado se encuentra
el Camp Nou del F.C.Barcelona, el estadio donde la selección española
se proclamó campeona olímpica. Después de haberse enfrentado
el pasado miércoles al Liverpool en la Liga de Campeones, el Barça
se enfrenta mañana al Real Madrid en un partido que escenifica como ningún
otro la pasión futbolística que se vive en la ciudad. La grada,
con capacidad para casi 100.000 espectadores, expone ese día un sentimiento
especial que hace ya más de 40 años dio origen al eslogan "més
que un club". En las instalaciones del Barcelona, que incluyen el Palau
Blaugrana, el Miniestadi, el Palau de Gel, sobresale el Museu, que ocupa una
superficie de casi 4.000 metros cuadrados y que ofrece una visión sobre
la historia del club fundado en 1899 y también de la evolución
del fútbol en España. Es uno de museos los más visitados
de Cataluña.La herencia de los Juegos benefició al deporte no
estrictamente profesional y los ciudadanos llenan recintos menos pretenciosos
pero más funcionales como las escuelas de vela y de esgrima o una red
de polideportivos como el de la Vall d'Hebron, situado en una zona de más
de 30 hectáreas y que los técnicos calificaban como "agujero
urbano" antes de la intervención, muy cercana del bonito velódromo
inaugurado en 1984 con motivo del Campeonato del Mundo de ciclismo y contiguo
al Jardín del Laberinto, construido a finales del siglo XVIII y restaurado
en 1994.
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