| Biografia Anna 
        Maria Matute i Ausejo (Barcelona 1926) Escriptora en castellà. 
        Debutà molt jove amb novel·les com Los Abel (1948), 
        Las luciérnagas (1949, versió íntegra del 
        1993), Fiesta al Noroeste (1953, premi Gijón 1952), Pequeño 
        teatro (1954), premi Planeta, En esta tierra (1955) i Los 
        hijos muertos (1958), sobre la guerra civil de 1936-39, Primera 
        memoria (1960), premi Nadal 1959, de gran difusió, Los soldados 
        lloran de noche (1967; premi Fastenrath 1969), La trampa (1969) 
        i La torre vigía (1971). A més, ha escrit llibres 
        de versos (De ninguna parte, premi Antonio Machado 1993), narracions 
        com Los niños tontos (1958) o La Virgen de Antioquía 
        y otros relatos , escrita el 1963 però no publicada fins el 
        1990, i narracions per a infants (premi Andersen, 1970 i Premio Nacional 
        de Literatura Infantil el 1984 per Solo un pie descalzo, editada 
        el 1983). El 1996 publicà Olvidado rey Gudú, extensa 
        i complexa fantasia medievalitzant. La violència passional i l'ambientació, 
        sovint sòrdida, servides amb un llenguatge dinàmic, n'han 
        fet una de les primeres escriptores en castellà de la postguerra. 
        El 1996 ingressà a la Real Academia Española. 
         Obra  
        Los 
          hijos muertos Los 
          hijos muertos té com a tema 
          aquells que han sofert la guerra i la dolorosa postguerra i que són 
          incapaços de conviure i ni tan sols de viure amb il·lusions. 
          Els fills morts no només són aquells que han mort en el 
          camp de batalla, sinó els que viuen la impotència de la 
          postguerra. La novel·la té tres parts. La primera, "El 
          tiempo", són les evocacions de Daniel, el protagonista, 
          és refereixen a la seva infantesa a Hegroz i a la seva joventut 
          a Barcelona fins que com un vençut més de la guerra civil, 
          ha d'emigrar a França. La segona part, "El hambre y la sed", 
          manté com a figura principal a Daniel Corvo, però les 
          evocacions d'aquest s'alternen amb les d'un altre personatge, Miguel 
          Fernández, que anirà guanyant relleu fins al final de 
          la novel·la. el marc temporal dels records és per a Daniel, 
          el començament del seu exili a França i per a Miguel la 
          seva infantesa marcada per les crueltats de la guerra fins l'hora en 
          què, mort el seu pare i separat de la seva mare, és transportat 
          amb altres nens al sud de França. I la tercera part, "La 
          resaca", recull, sobretot, els records de Miguel a França, 
          la seva repatriació el 1945 i el progressiu enfonsament de la 
          seva moral a Barcelona fins el 1947, any en el qual, dedicat al contraban 
          de drogues, és detingut i condemnat a treballs forçats. En 
          esta tierra En 
          esta tierrra és el 
          procées de transformació des d'una suau exitència 
          fins al dolor en l'ambient de la guerra civil i les seves conseqüències. 
          la protagonista és Soledad, una adolescent a qui els "rojos" 
          li mataren el pare a començaments de la guerra civil. Viu a Barcelona, 
          amb l'àvia, la mare, un germà i uns refugiats. Mentre, 
          Soledad treballa en una escola, on ha de defensar-se del director, antic 
          preceptor seu, ara mutilat; el seu germà es dedica a robar i 
          a malviure, en companyia del pillet Chanio i d'un tal Daniel, que mor 
          tuberculós. Aquest té dos germans: Pablo, un anarquista, 
          i Cristián, oposat a Pablo en idees, però que sempre ha 
          depès d'ell. En un bombardeig mor el pare d'aquests nois i Pablo 
          queda malferit i se suïcida, abans de seguir vivint víctima 
          de les ferides. Abans del suïcidi, entrega Cristián les 
          claus de la seva torre, on es refugien Soledad i Cristián on 
          descobreixen l'amor. El SI els troba i els condueix a presons diferents. 
          En acabar la guerra els amants es busquen i quan Cristián corre 
          cap a ella una bala el fa caure davant els tancs dels vencedors. La 
          voluntat de l'obra és la de recollir lles conseqüències 
          dela guerra civil. 
           Documentació Entrevista 
        publicada a ABC el 20/10/02 per Trinidad de León Sotelo Ana María Matute: «La imaginación, 
        como la inocencia, es una maldición que se paga cara»
 Ana María Matute no recuerda su primer encuentro con un gnomo. 
        No es un fallo de su memoria. Esta mujer de prodigiosa imaginación 
        y mente mágica cree que los duendecillos que habitaron los cuentos 
        que escribió de niña nacieron con ella. «En un cuento 
        que escribí con 5 años el duendecillo sale del cajón 
        de la mesilla de noche de forma absolutamente natural y el niño 
        habla con él como lo haría con su hermano», dice.
 La escritora había comentado en diversas ocasiones que empezó 
        a escribir cuentos a la edad citada, pero quizá la mayoría 
        de quienes la escuchaban pensaban que se trataba de algo parecido a ese 
        primer poema de amor que escriben todos los adolescentes. Pero no. La 
        novelista, desde muy niña se volcaba en las palabras y las escribía, 
        algo que los que gustan de hurgar en la psicología achacarían 
        a su tartamudez. Pero parece que en ella ya vibraba la gran creadora que 
        llegaría a ser, la mujer que ha podido decir que para ella «escribir 
        no es una profesión o una vocación, sino una forma de vivir».
 El caso es que ahora sus lectores van a poder conocer la obra de aquella 
        pequeña que, llegada a los 76 años, dice no tener tampoco 
        memoria de cuando escribió el primer cuento. Vale repetir que en 
        ella todo fluía, como su contacto con los gnomos, con naturalidad.
 Cuentos de infancia (Martínez Roca) recoge nueve cuentos 
        de la más que jovencísima autora. Dos fueron escritos cuando 
        tenía 5 años; uno, con 10; dos, con 12 y, finalmente, cuatro 
        con 14. El volumen incluye, también, un prólogo de Ana María 
        Moix, un delicioso facsímil de El duende y el niño, 
        y una pequeña biografía de Ana María Matute. Las 
        coloristas ilustraciones, también de aquella Matute  niña, 
        embellecen asimismo unas páginas que, literalmente, pueden deleitar 
        a chicos y grandes.
 -¿Fue usted una niña prodigio?
 -¡Hombre, no! Pero tampoco era como las que yo trataba. Eso, seguro.
 -¿Qué tipo de niña era?
 -Introvertida y muy particular como se ve en los cuentos. Con las personas 
        mayores no me entendía.
 -Es sabido que con su madre, poco.
 -Sí, entonces sí. Pero algo vería en los cuentos, 
        porque los guardó y me los entregó cuando yo era ya una 
        muchacha. Cuando fui mayor nos comprendimos muy bien. Me apoyó 
        mucho a partir de mis 18 ó 19 años.
 -¿A usted no le bastaba con que le contaron cuentos?
 -Me entusiasmaba que lo hicieran, pero aprendí a leer prontísimo 
        y sé que aquello de escribir lo que imaginaba iba conmigo.
 -¿Se refugiaba en algún sitio para escribir?
 -No, lo hacía en el cuarto de jugar que entonces teníamos 
        los niños en las casas. Éramos cinco hermanos, de los que 
        tres éramos chicas y nos llevábamos muy bien. Todos veían 
        que yo escribiera tan normal como que otra hermana acostara a sus muñecas.
 -¿Tenían sus relatos un destinatario especial?
 -Mi hermano José Luis, el más pequeño. Hasta cuando 
        la tata nos llevaba al colegio le iba contando historias que a veces duraban 
        un mes.
 -¿Cómo reaccionaban sus padres ante su afición?
 -Les asombraba y lo veían como una gracia. De modo especial les 
        llamaba la atención los dibujos. Tenga en cuenta que cuando yo 
        era pequeña los niños tenían menos contacto con los 
        adultos.
 -¿Qué diría de sus primeros pinitos en la literatura?
 -Eran cuentos típicos de una niña de aquélla época, 
        románticos y sentimentales. En realidad, eso me ha gustado también 
        de mayor.
 La verdad es que puestos a pensar resulta raro extrañarse de que 
        Ana María Matute escribiese con tan poca edad, porque, a fin de 
        cuentas, escribió Pequeño teatro con sólo 
        17 años, una novela que fue conocida once años más 
        tarde, cuando ganó el Planeta en 1954. Los originales de los cuentos 
        de infancia que van a conocerse en 2002 se encuentran en la Biblioteca 
        de la Boston University. Comenta la autora que la editorial que los publica 
        se los pidió y que ella dijo sí. «Me ofrecían 
        una cantidad sustanciosa, dice con picardía, y como yo vivo de 
        esto, pues...»
 -Nunca viene mal una inyección económica.
 -No es despreciable. ¡Ojalá lo fuera!
 -¿Tiene usted idea de la impresión que causará 
        este libro en sus lectores?
 -No, en absoluto.
 -Y, para usted, ¿qué ha significado este regreso al pasado? 
        ¿Nostalgia? ¿Melancolía?
 -No, no. Más bien algo parecido a la magdalena de Proust. A mí 
        me han producido esas sensaciones algunas cucharillas antiguas como las 
        que había en mi casa, pero son emociones ligadas a la ternura. 
        Me he reído cantidad viendo los cuentos ahora. Me han trasladado 
        a un tiempo en el que me tomaba en serio cosas que ahora me dan risa. 
        Lo que sí advierto es que en esas historias está la levadura 
        de lo que yo iba a ser.
 -¿Considera un regalo tener tanta imaginación?
 -A veces es una maldición que se paga tan cara como la inocencia. 
        En ocasiones pienso que no pasé de los 11 años, y que no 
        crean que soy tonta, porque no va por ahí la cosa.
 Entrevista 
        al diari ABC publicada el 23/08/02 per Emilia Ruíz 
        Martínez Matute: «Si a los niños se les seduce con 
        historias, se apartarán de la televisión»
 «En 
        el bosque. Defensa de la fantasía» fue el discurso con el 
        que Ana María Matute ingresó en la Real Academia Española; 
        allí demostró que ella es una contadora de historias. Su 
        bosque es «el mundo de la imaginación, de la fantasía 
        y del ensueño»; sus cuentos y sus sueños son protegidos 
        por la infancia y la memoria. Para ella, no hay Literatura sin una memoria 
        transformada por el tiempo; desde éste en el que ahora vive observa 
        su pasado creativo, piensa en los libros que aún están por 
        venir y nos invita a «esos otros mundos que hay en éste».-¿Cree que en la infancia surge la potencialidad de la lectura?
 -Creo que todo viene de la infancia. Esos años nos marcan de una 
        manera tremenda, también en el aspecto literario. Mi trayectoria 
        como escritora empezó a una edad muy temprana. Ahora va a salir 
        un libro con una recopilación de los cuentos que escribí 
        de los 5 a los 14 años. No podía reprimirlo. Para los niños 
        de ahora, de la sociedad tecnológica, han cambiado sólo 
        las formas, porque, en realidad, si se les seduce con historias se apartarán 
        de la televisión. Lo que pasa es que los niños no están 
        enseñados. Las escuelas confunden niños con tontos y no 
        lo son. Hay que darles la sensación de que leer no es un castigo 
        ni un deber, sino un placer. Si el niño entiende esto se convierte 
        en un lector compulsivo, como yo.
 -¿Sigue al otro lado del espejo?
 -Siempre he estado al otro lado del espejo, aunque a veces éste 
        se haya roto. Con las aventuras de Alicia en A través del espejo 
        descubrí que mi mundo estaba al otro lado, desde los olores a los 
        colores. Las cosas se atraviesan o no se atraviesan; la imaginación 
        es la que nos conduce.
 -Usted ha dicho que la visión del primer muerto le hizo abrir 
        los ojos al mundo. ¿Se empieza a abandonar entonces la infancia?
 -Sí, la infancia se empieza a abandonar en cualquier momento. No 
        sabes ni cómo ni cuándo. Hay niños que la abandonan 
        a los 5 años y hay viejos como yo que no la han abandonado nunca.
 -¿Cree, como Abel Posse, que en los momentos terribles el libro 
        es «el gran amigo»?
 -Por supuesto, siempre. El gran amigo de mi infancia, de mi juventud y 
        de mi decrepitud fue el libro. ¿Cómo puede ser que a alguien 
        no le guste leer? ¿No se dan cuenta de lo que se pierden? Y es 
        porque, de niños, no los han enseñado. ¡Les hacen 
        leer cada cosa! Yo he visto llorar a un niño porque en el colegio 
        le habían obligado a leer El Buscón. Eso es un atentado 
        contra la cultura, porque estos niños necesitan otra cosa a esa 
        edad.
 -¿Cree que las infancias se han transformado en las nuevas generaciones?
 -Las infancias no; los modos de vivir sí. Ahora los niños 
        no son como en la Edad Media; tienen Internet y otras muchas cosas. Pero 
        no creo que esta sociedad tecnológica haya acabado con la imaginación, 
        porque todavía hay niños que conservan la fantasía. 
        El niño, cuando se le da todo hecho, no tiene que hacer ningún 
        esfuerzo en imaginar lo que le ofrecen. Esto sí me parece grave. 
        Yo me lo imaginaba todo; veía a mis personajes. Ahora parece imposible.
 -¿Seguirán paseándose por sus libros esos personajes 
        legendarios?
 -Pese a lo que dicen, en mis libros no se han paseado los duendes y las 
        hadas. Mis libros son mágicos, aunque también son realistas 
        y muy crueles. La imaginación y la fantasía viven tanto 
        en ellos como en mí.
 -Ese realismo ¿impregna la escritura de dolor?
 -Escribir es muy difícil. No es sentarse a expresar cosas. Cuesta 
        sangre. Llevo muchos años escribiendo y, cada vez, en vez de hacerlo 
        mejor, me cuesta más.
 -¿Qué libro está escribiendo?
 -He empezado mi último libro. Se llama Paraíso inhabitado 
        y estoy deseando terminarlo. No hay ningún paraíso; todos 
        están deshabitados.
 Entrevista publicada al diari 
        ABC el 25/06/00 Ana María Matute per Pedro Manuel Villoria. Ana María Matute está a punto de cumplir setenta y cinco 
        años, pero ella sabe que la edad interior no se corresponde con 
        las cifras del tiempo. Nuestra más joven escritora, tras ese maravilloso 
        triunfo que ha sido Aranmanoth, ahora se dispone a descansar. No hacer 
        nada: ese es el mayor placer de Ana María Matute, la abuelita ideal 
        de nuestros cuentos.
 «Yo me siento Alicia, siempre estoy 
        atravesando el espejo»
 PMV. ¿Le preocupa estar perdiendo capacidades físicas?
 AMM. ¿A usted no le preocuparía?
 PMV. A mí mucho.
 AMM. Pues a mí también. Pero afortunadamente se puede hacer 
        un remiendico. Primero me voy a operar de cataratas, y después 
        me voy a comprar un aparatito de esos para oír mejor. Hoy día 
        hay bastantes soluciones, un poco postizas pero que valen.
 PMV. A usted, que siempre ha sido niña interior, ¿cómo 
        le afecta el estar envejeciendo por fuera?
 AMM. Tampoco me preocupa tanto. Mientras me sienta bien, que me siento 
        bien; mientras tenga la cabeza tan mal como siempre, estoy contenta. Envejecer 
        por fuera es algo que debe ser. Sería innatural que a los setenta 
        y cinco tuviera el aspecto de una chica joven. Eso no ocurre, y además 
        es que a veces ves gente que parecen conservados en alcohol. Creo que 
        es normal, y además mire, le voy a decir una cosa: esto de envejecer 
        no está tan mal, ¿sabe? Primero, te liberas de muchas preocupaciones 
        de parecer y tal; cuando llegas a cierta edad, la gente ya sabe que eres 
        una persona mayor, que tienes tus achaques, tus arrugas, el cabello blanco, 
        y no por eso noto que me desprecie la gente. Al contrario, quizá 
        me tratan incluso con más cariño, lo cual me parece muy 
        bien porque siempre he querido que me quieran, que me cuiden y me mimen, 
        y no siempre lo he conseguido. Y luego, piense una cosa: que la juventud 
        está muy bien donde está. Es maravillosa cuando la vives 
        y la aprovechas bien. Yo la he aprovechado todo lo que he podido, la he 
        apurado, la he vivido muy intensamente, pero llega un momento en que la 
        vas perdiendo. Sin embargo, lo que la vida te quita con una mano, te lo 
        da con otra. Hay que saberlo ver. Y por ejemplo, hay cosas que no me apetecían 
        cuando era joven, y ahora me apetecen. Valoro mucho los pequeños 
        placeres: sentarme en una terraza con unos amigos, pedirme una cerveza 
        y que me traigan el vaso empañado, con una gotita que cae, y tomármelo 
        apurándolo y hablando de lo divino y del infierno y de la tierra. 
        Eso me encanta. Cuando era joven, también, pero de otra manera. 
        Cuando uno es joven, se come la fruta verde, ¡y da unos cólicos! 
        Y cuando se llega a mi edad, se la come uno en sazón. Y está 
        muy bien.
 PMV. ¿Alguna vez se despierta y dice: «¡Ah, ya no 
        soy joven!»?
 AMM. No.
 PMV. ¿No hay ningún momento en el que se diga: «Ya 
        he crecido»?
 AMM. No, nunca creceré. Desgraciadamente, siempre tengo una decepción. 
        Cada día, cada mes. Siempre hay decepciones; siempre ocurre algo 
        que no esperabas que ocurriera; algo que te duele, que te sorprende, que 
        te llena de estupor. Eso me demuestra que no he crecido tanto, que por 
        dentro todavía tengo aquella niña de doce años a 
        la que le pegaban unas enormes tortas: morales, claro.
 PMV. ¿Cómo es el recuerdo de su infancia: positivo, negativo?
 AMM. En conjunto, positivo. Mi infancia fue muy rica. Lo pasé muy 
        mal en algunos momentos, pero creo que como todos los niños. Los 
        niños viven intensamente su infancia, y la infancia es muy importante. 
        Yo digo que la infancia es más larga que la vida, y es verdad. 
        Fíjase que uno se acuerda de muchas más cosas de cuando 
        eras niño que de cuando eres una persona adulta. La infancia marca 
        de manera definitiva. En conjunto, creo que la mía fue positiva, 
        porque hay que sufrir también. Y no es que sea una apologista del 
        sufrimiento en el sentido falsamente cristiano, sino porque enriquece. 
        Lo que no enriquece nunca es el dolor físico, eso no. Eso que te 
        dicen: «Sufre, sufre; ya verás cómo te enriqueces». 
        ¡Que se enriquezca tu padre! Así no me gusta enriquecerme. 
        Y tampoco con un sufrimiento demasiado fuerte, porque aniquila y hace 
        tanto daño como el físico; pero, que te den de cuando en 
        cuando una buena bofetada moral, te abre los ojos y te enseña a 
        vivir. Y también te enseña que eso no hay que hacerlo con 
        los demás.
 MUJER SEPARADA Y CON HIJO
 PMV. ¿Es posible que la mayor bofetada que haya recibido fuese 
        el que la separasen de su hijo?
 AMM. Sí. Evidentemente. Yo lo veía los sábados nada 
        más, y fue muy duro.
 PMV. ¿Cómo fue eso? ¿No era algo insólito 
        en aquella época?
 AMM. No, era algo normal en aquella época. La separación 
        la inicié yo, no él. Cuando tú te separabas entonces, 
        automáticamente le daban la custodia al padre, al revés 
        que ahora. Y no había nada de este régimen de visitas, manutención, 
        pasar la pensión... De esto nada. La mujer que tenía el 
        rostro de separarse de su marido tenía que pasar muchas cosas. 
        Primero, demostrar que era una mujer como Dios manda: como Dios manda 
        según ellos, claro. Lo que ocurría generalmente era que 
        el marido, cuando le decían que el hijo se quedaba con él, 
        decía: «No, no; que se quede con mi mujer». Y se arreglaba 
        así. Pero en mi caso, con tal de joderme, pues no. Yo podía 
        no haber visto a mi hijo no ya un solo día, sino nunca. Pero yo 
        tenía una suegra muy buena, que en esto se portó muy bien, 
        y me dijo: «Mira, Ana María; tú puedes verlo los sábados». 
        Y yo lo veía los sábados, me lo llevaba, y así estuvimos 
        dos años y pico. Después, cuando me dieron la separación, 
        me ofrecieron irme a Estados Unidos, y yo me fui ya con él tranquila 
        y feliz. Mi hermana María Pilar, que siempre será la misma, 
        tuvo que ir a jurar a la Curia, porque esto lo llevaba la Iglesia, y le 
        pregunté: «¿Qué has dicho?» Y me dijo: 
        «La verdad; que era un santo». Pero no lo dijo; era broma. 
        Y a mí me dijeron: «¡Arrodíllese!». «No, 
        no puedo». «¿Por qué?» las caras 
        cerúleas de onanistas. Digo: «Pues no, porque tengo 
        las rodillas muy frágiles». «Ah, bueno». ¡Les 
        sorprendí tanto! Tenías que ir allí, y exponer, y 
        así dos años y medio hasta que me dieron a mi hijito y el 
        abogado me dijo: «Ya tienes la patria potestad. Haz lo que quieras».
 PMV. ¿Se llevó a su hijo y lo educó en Estados 
        Unidos?
 AMM. No. Al principio estuvimos sólo un año y luego regresamos 
        y se educó aquí. Después sí volvimos más 
        veces. Pero hubiera preferido que se educara allí.
 PMV. ¿Se sintió desarraigada?
 AMM. Yo soy una desarraigada nata. Yo voy conmigo a todas partes. Mi mundo 
        soy yo, mis sueños
 PMV. ¿Por qué da tantas conferencias?
 AMM. Siempre lo he hecho. En Estados Unidos he dado conferencias de costa 
        a costa, en todas sus universidades. Aquí lo hago ahora quizá 
        más porque después de lo de Olvidado Rey Gudú, es 
        constante. Y además me pagan estupendamente.
 PMV. Bueno, eso no lo pondré.
 AMM. Hágalo. Somos humanos. Que no vivo del aire, ¡eh! No 
        escribo para ganar dinero, pero si escribo y tengo que comer, es mejor 
        si me pagan.
 PMV. Ahora que está recuperada para la Literatura, ¿cómo 
        ve su periodo de casi quince años sin escribir?
 AMM. Mal. Sufrí mucho. Y luego, cuando ya salí de la depresión, 
        seguía sin ganas de escribir; hasta que un día me di cuenta 
        de que era una tontería, porque en verdad lo pasaba muy mal si 
        no escribía. Y entonces escribí «Sólo un pie 
        descalzo», y con lo primero que sale después de tantos años 
        me dan el Premio Nacional de Literatura Infantil, y esto me estimuló 
        también.
 PMV. ¿Cómo fue llegando la depresión?
 AMM. Es muy difícil de explicar, y prefiero no hablar de eso. Es 
        muy doloroso. Es horroroso. Y, sobre todo, yo tuve una depresión 
        de las malas: de las que no sabes por qué. Era la mujer más 
        feliz, tenía al hombre que he amado más en mi vida; vivía 
        con mi hijo, que me había costado tanto; tenía trabajo, 
        tenía éxito... y, de repente... ¿Usted ha leído 
        un libro de William Styron que se llama La visible oscuridad?
 PMV. No, no lo he leído.
 AMM. Pues léalo. Te lo explica perfectamente. Es un escritor también 
        y le pasa lo mismo. Es algo impresionante. Son muy malas esas depresiones. 
        Cuestan más de superar que las que tienen un origen conocido, la 
        razón que sea. Pero esta fue muy dolorosa.
 PMV. ¿Nunca ha utilizado la depresión como motivo literario?
 AMM. No. No me atrae. Nunca he escrito nada autobiográfico excepto 
        «El río», que son recuerdos de mi infancia en La Rioja. 
        Nada de lo que pasa en mis libros es algo que me haya pasado a mí. 
        Prefiero inventar, prefiero investigar el ser humano antes que ponerme 
        yo en el centro.
 PMV. ¿Hay algo en sus libros que quiera contar y a lo que crea 
        que el lector no termina de llegar?
 AMM. Yo siempre tengo ese temor, pero vaya... Luego, hablando con mis 
        lectores, con usted mismo, veo que hay gente excepcional que llegan muchísimo. 
        Pero, a veces, cuando hablo de un libro mío con alguien, sí 
        te quedan zonas de las que piensas: «No se ha dado cuenta de esto». 
        Pero también pienso que a lo mejor yo no lo he explicado lo suficiente, 
        pero luego ves que sí hay otro que lo ha entendido. El primero 
        quizá ha visto otras cosas, o sí las ha visto pero hablando 
        conmigo en aquel momento le han interesado otras. No me preocupa demasiado 
        eso, sinceramente. Me preocupa más que comprendan y entiendan el 
        conjunto de lo que he querido hacer, más que momentos.
 PERDER LA ISLA
 PMV. En sus obras, los personajes están abocados a la pérdida 
        de la inocencia. Salvo excepciones, los coloca en ese punto del abismo 
        en que o lo saltan o se hunden.
 AMM. Es la isla. Perder la isla.
 PMV. ¿Cómo es esa pérdida de la isla, de la inocencia? 
        Y lo pregunto a la escritora y a la persona.
 AMM. ¿Qué quiere que le comente? Es una pérdida muy 
        dolorosa también, porque de repente un día te das cuenta 
        de que hay algo que se ha acabado para siempre, y empieza otra cosa que 
        no te acaba de gustar. Que te da miedo, además: ¡Como yo 
        no puedo en este sentido apartar mi vida de lo que yo he escrito...! La 
        pérdida de la inocencia es inevitable, lo que pasa es que unos 
        la pierden más y otros la pierden menos. Pero es inevitable, porque 
        le pasa a todo el mundo... A todo el mundo que ha sido niño, porque 
        yo conozco personas que no han sido niños nunca.
 PMV. Por eso preguntaba al principio acerca de la edad: la diferencia 
        entre la edad interna y la externa. ¿Cómo se produce en 
        usted la pérdida de la inocencia?
 AMM. Muy tarde. Yo mantuve mi inocencia hasta casi los dieciocho años. 
        A partir de los dieciséis, diecisiete años, empecé 
        a perderla, pero la mantuve bastante tiempo. Con pequeñas pérdidas, 
        claro.
 PMV. ¿La echa de menos?
 AMM. No lo sé, porque la vida es perder cosas. Se compone de una 
        cadena de pérdidas sucesivas. Pues sí, se echa de menos, 
        pero también uno comprende que, si no, te puedes convertir en un 
        pequeño monstruo. Va con la vida, aunque algunos seamos más 
        reacios a incorporarnos al mundo. Ahora, yo le voy a decir una cosa: todas 
        las mañanas, cuando me despierto, me cuesta mucho incorporarme 
        al mundo. Muchísimo. No se lo puede imaginar.
 PMV. Es curioso, porque muchos lectores acuden a sus libros, sobre 
        todo a los últimos, como a un asidero de inocencia. Y sus últimas 
        obras, sobre todo Aranmanoth, son de un dramático y de un 
        desgarrador enorme. ¿Teme que la gente, con sus últimos 
        libros, se quede solamente en el elemento fantástico?
 AMM. Hombre, tengo mucha confianza en el buen lector, porque se da cuenta 
        de lo que es. Pero el que busque el elemento fantástico va dado.
 PMV. Temo a ese tipo de lector que coja Aranmanoth por ejemplo, y diga: 
        Ah, una fábula mítica.
 AMM. Es que no se lo han leído. Lo han mirado por encima, pero 
        no se lo han leído, y dicen: «Ah, una de esas cosas de la 
        Matute para niños».
 PMV. ¿Se reconoce a sí misma como a una escritora perversa 
        frente a esa imagen de escritora juvenil?
 AMM. No sé lo que es la perversidad: ¡me parece tan normal! 
        En todo caso, es una perversidad inocente. Yo no me reconozco en nada, 
        porque yo no sé quién soy. A veces digo: «¡Eh, 
        sí, soy yo!»... pero no. Yo soy Alicia atravesando el espejo. 
        Siempre estoy atravesando el espejo.
 Entrevista publicada a El País 25/06/00 a Ana María 
        Matute a cura de Karmentxu Marín.
 
 A sus 75 años, la única mujer que, hoy por hoy, se sienta 
        en la Academia tiene un pelo bellísimo en su blancura y unas manos 
        huesudas que llevan catorce lustros contando historias. Aficionada a la 
        carpintería y la ferretería, le apasiona, sobre todo, "leer, 
        leer y leer". También el cine, la música y "vivir, 
        estar con amigos, tomar copas, hablar y soñar".
 "Siempre he sido rarita" KM. Tiene usted pinta de ancianita bondadosa y compuesta.
 AMM. Compuesta y sin novio.
 KM. ¿Qué hay debajo?
 AMM. Yo siempre he sido igual, de joven y de vieja. Lo que pasa es que 
        el estuche exterior corresponde al físico. Pero el interior siempre 
        ha sido el mismo: una mujer inconformista y, en mis épocas, rebelde. 
        Ahora, la rebeldía me da mucha pereza.
 KM. Dice que no escribe para vender. Pero no parece que pueda quejarse.
 AMM. Nunca he escrito para vender, sino para comunicar. Si vendo, me parece 
        muy bien y muy sorprendente, porque eso significa que hay mucha gente 
        que me sigue y, sobre todo, que me comprende.
 KM. ¿Qué hay de su proverbial timidez?
 AMM. Ya ves. Continúa.
 KM. De pequeña, le encantaba que la metieran en el cuarto oscuro. 
        Ya era rarita.
 AMM. Siempre he sido rarita y creo que, hasta cierto punto, lo sigo siendo. 
        Pero eso que me mortificaba mucho antes, ahora me da igual. Me gustaba 
        el cuarto oscuro, porque me lo pasaba muy bien.
 KM. No más rarita por eso que por empezar a escribir cuentos 
        a los cinco años.
 AMM. No es muy habitual. Yo lo hacía porque, si no arranco a escribir, 
        reviento. Si el mundo no me aceptaba, yo me lo tenía que inventar.
 KM. ¿Cuál es la mayor maldad que recuerda de sus monjas 
        de las Damas Negras?
 AMM. Reírse de que yo era tartamuda.
 KM. ¿Por qué la crueldad está tan presente en 
        sus libros?
 AMM. Porque la he vivido muy de cerca. Y no hablo solamente de mí, 
        porque todo lo que nos rodea forma parte de nuestra vida. Y cuando yo 
        veo esa crueldad, ese egoísmo, esa maldad contra cantidad de gente 
        que no tiene voz para expresarse, para defenderse..., eso me exaspera.
 KM. En el bosque, tema central de su obra, ¿hay más lobos 
        o más Caperucitas?
 AMM. Las Caperucitas son imbéciles. Para mí no tienen ningún 
        interés. Los lobos, sí. Yo tengo una idea del lobo y de 
        Caperucita que se desmarca de los freudianos. El lobo es un ser que me 
        gusta. Yo me siento un lobo estepario.
 KM. Usted dice haber visto hadas, gnomos, ángeles. ¿Se 
        ha encontrado con alguien normal?
 AMM. Lo triste es que me he encontrado siempre con gente normal entre 
        comillas.
 KM. "Comprendo mejor a un trasgo que a un banquero". ¿Qué 
        ventajas tiene el trasgo?
 AMM. No sé si tiene ventajas o desventajas. Lo único que 
        sé es que entiendo su mundo. Los banqueros, con excepciones honrosas 
        -no me vayan a negar ahora créditos-, no son inteligibles para 
        mí.
 KM. ¿Está usted segura de ser un caballero de la Tabla 
        Redonda frustrado?
 AMM. ¡Ah! ¿Lo he dicho? Pues ahora pienso que quizá 
        sí, pero sin la brutalidad.
 KM. ¿Quién sería su rey Arturo?
 AMM. ¡Yo!
 KM. Se apunta a todo.
 AMM. Todo junto. Y Ginebra. Y Lancelot. También sir Gawain. Y, 
        sobre todo, Galahad.
 KM. ¿El grial existe, o su búsqueda es ya un fin es sí 
        misma?
 AMM. Seguramente debe de existir, puesto que todo el mundo, sabiéndolo 
        o no, va en su busca.
 KM. ¿En la Real Academia hay servicios de señoras?
 AMM. Ni de señores ni de señoras. Hay servicios unisex, 
        porque éstos no son nada machistas.
 KM. Los hombres y usted visitan el mismo sitio.
 AMM. Hay varios, todos están muy bien y no hay problema. Yo siempre 
        que he ido estaba sola... Además, no creas que van todos allí 
        con ganas de hacer pipí.
 KM. ¿Qué queda tras una existencia de francotiradora?
 AMM. Pues la satisfacción de no haber claudicado nunca ante nada 
        ni ante nadie, ni ante usos, costumbres, políticas y regímenes.
 KM. ¿El sentido del humor la ha ayudado a sobrevivir?
 AMM. Por supuesto. El sentido del humor y reírme de mí misma. 
        El que no se sabe reír de sí mismo va dado.
 Article de Rosa Valdemar publicat 
        a lABC l11/08/00 Ana María Matute: «Se están cargando toda la literatura 
        infantil»
 Ana María Matute no quiso leer ayer una sesuda conferencia 
        en el curso de la Complutense «Libros para el tercer milenio» 
        que se celebra en El Escorial. La académica prefirió pasear 
        por sus lecturas y sus obras sin orden pero con mucho concierto: «Se 
        estan cargando toda la literatura infantil -denunció-. Los niños 
        no leen porque les están dando libros políticamente correctos».
 Ana María Matute paseó por sus lecturas en los cursos de 
        la Complutense. ABC
 El profesor de lengua y literatura Javier Polo Alba fue el encargado de 
        encarrilar ayer los recuerdos literarios de Ana María Matute, a 
        través de una serie de preguntas a la que más tarde se sumaron 
        las de muchos de los participantes del curso.
 «La literatura para mí, y no quiero ser grandilocuente ni 
        solemne, ha sido mi salvación confesó Matute. 
        De niña tenía un problema tremendo con la tartamudez e iba 
        a un colegio de monjas, ligeramente espantosas, donde ser tartamuda era 
        un pecado que habíamos heredado de Adán y Eva. Entonces 
        encontré al gran amigo que era Andersen y todo cambió, me 
        refugié en la literatura. Empecé a escribir, con mejor o 
        peor fortuna, y continúo haciéndolo. Si estoy en un bosque 
        soy un árbol. Y yo soy, buena o mala, literatura».
 La académica quiso citar también algunas de las obras que 
        más la habían marcado «Ana Karenina», 
        «Los hermanos Karamazov», «La isla del tesoro», 
        «A la busca del tiempo perdido», «Romeo y Julieta», 
        «Cumbres borrascosas»... y quiso dedicarle un capítulo 
        especial a los cuentos de hadas «que nunca fueron para niños 
        aunque luego los niños, más inteligentes que los adultos, 
        los adoptaran. Te hacen pensar y te ponen en un camino bueno para vivir».
 Así, la escritora ve en «Pulgarcito» o en «Hansel 
        y Gretel» «la representación del hambre que se pasaba 
        antes y que llevaba a los padres a abandonar a sus hijos en el bosque 
        antes que verlos morir de inanición». En «La bella 
        durmiento» reconoce «a la mujer dormida siempre; esperando 
        que venga el príncipe azul que la despierte y, encima, se vaya 
        a la guerra. El cuento no termina cuando se despierta sino cuando llega 
        al castillo y se encuentra con la suegra, con la vida que le espera».
 «Los cuentos afirmó la autora de Olvidado rey 
        Gudú son muy recomendables para los niños, como 
        los clásicos griegos, que les forman un fondo de cultura que no 
        se pierde nunca. Pero se están cargando toda la literatura infantil. 
        Los niños no leen porque les están dando libros políticamente 
        correctos».
 Sobre su propia obra la escritora reconoció que hay en ella elementos 
        a los que recurre una y otra vez, muchas veces inconscientemente, como 
        la huída, la búsqueda de algo mejor, a lo que ella llama 
        «Santo Grial», y la muerte: «Confieso que tengo verdadero 
        miedo de morirme. La gente no tiene nada que ver con su cadáver. 
        Me pregunto dónde están, dónde han ido. No puedo 
        aceptar que todo acabe: nuestro sueños y deseos deben ir a alguna 
        parte, porque si no es como si no hubiéramos vivido».
 Article de Juan Carlos Merino publicat 
        a La Vanguardia l11/08/00 Ana María Matute anuncia una 
        nueva novela de corte realista y época actual  Ana María Matute 
        (Barcelona, 1926) participa estos días en uno de los cursos de 
        verano de la Complutense, en El Escorial, "Libros para el tercer 
        milenio", mientras descansa de sus últimos éxitos editoriales 
        "Aranmanoth" le costó perder cuatro kilos de peso-, y 
        se prepara para una delicada operación de ojos. Pero ya tiene una 
        nueva novela en la cabeza. "He tenido suerte con mis libros - dice- 
        porque nunca se han dejado de publicar. Hoy en día se publica un 
        libro y rápidamente desaparece. Los míos están continuamente 
        reeditándose de una manera contumaz. Sólo de Olvidado 
        rey Gudú se han vendido más de 500.000 ejemplares. Aranmanoth 
        lleva buen camino." La escritora anuncia nuevo libro. "Tengo 
        otro libro incrustado aquí dentro. En noviembre o diciembre empezaré 
        a escribirlo. Pero sin prisas. Tenga en cuenta que he perdido cuatro kilos 
        escribiendo Aranmanoth. Me tomo las cosas muy a pecho. Bueno, no 
        todo, sólo lo que me interesa. Y no se puede imaginar la cantidad 
        de cosas que no me interesan. El libro transcurrirá en la época 
        actual. No se puede decir que será una novela realista, como Los 
        hijos muertos. Aunque también habrá algún elemento 
        mágico, más que nada por la imaginación de uno de 
        los personajes. En todos mis libros, incluso los más realistas, 
        hay siempre un elemento mágico. No lo puedo evitar. Es mi naturaleza, 
        como decía el escorpión." Ana María Matute dice 
        que siempre tiene en la cebeza la novela antes de escribirla. "Hay 
        quien se pone a escribir sin más, y lo respeto, pero no es mi caso. 
        Hasta que no tengo la novela bien cuajada no puedo empezar a escribir." 
        Sobre la muerte de Carmen Martín Gaite, la escritora confiesa que 
        "pasé tres días horribles, soñando con ella. 
        Éramos muy amigas desde hace muchos años. Vivimos muchas 
        cosas juntas. Para mí ha sido terrible, era una estupenda persona 
        y una estupenda escritora. Me ha dejado un gran vacío". La 
        autora barcelonesa afirma que "la literatura ha sido mi salvación, 
        porque yo de niña tenía tartamudez y me costaba mucho hacer 
        amigos en el colegio de monjas, ligeramente espantosas, al que iba, donde 
        ser tartamuda era un pecado". Pero en aquel claustrofóbico 
        ambiente encontró un buen "amigo": Andersen y sus cuentos, 
        que le revelaron una realidad que va mucho más allá de lo 
        anecdótico. Y levanta su protesta contra "lo políticamente 
        correcto, que -dice- se está cargando la literatura infantil". 
       Links http://www.escritoras.com/indice/escritora.asp?Ella=matute Conté 
        la biografia i la bibliografia essencial de l'autora.   [index] 
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