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Biografia

Gabriel Ferrater i Soler  (Reus 1922 - Sant Cugat del Vallès 1972) Escriptor i lingüista. Tingué els primers contactes amb les lletres en el medi familiar, puix que no anà a escola fins a 10 anys. Des del 1938 fins a l'ocupació alemanya s'estigué a Bordeus, on el seu pare era conseller del consolat d'Espanya, i allí cursà estudis d'ensenyament mitjà. Tornà a Catalunya, i a Barcelona cursà estudis de ciències exactes, que el feren apassionar per l'àlgebra. Vers el 1955 havia fet una gran amistat amb poetes com Riba, Gil de Biedma, etc, i es guanyava la vida escrivint sobre pintura i literatura i traduint i fent de lector d'editorials. El descobriment d'alguns escriptors anglesos (de Hardy a Auden i sobretot Shakespeare), alemanys (Brecht), francesos, italians i dels medievals (bàsicament Ausiàs Marc) el portà a escriure, en 1958-69, quasi tota la seva poesia publicada. El 1963 anà a Hamburg com a lector de l'editorial Rowohlt. En tornà a finals d'aquell mateix any, i es casà, a Gibraltar; es divorcià el 1969. L'obra poètica consta de tres llibres: Da nuces pueris (1960), Menja't una cama (1962) i Teoria dels cossos (1966), recollits, amb algunes supressions i poques addicions, en Les dones i els dies (1968). L'aportació de Ferrater a la poesia catalana és l'observació detallada i despullada d'estupefaccions de l'experiència moral de l'home, al pol oposat de l'estètica romàntica. Bé que l'erotisme és una constant en la seva poesia, exposat amb una notable franquesa, la seva preocupació per definir la pròpia actitud moral —o sia, la distància que hi ha entre el sentiment que la poesia exposa i el que se'n podria dir el centre de la imaginació del poeta— aconsegueix, en poemes com In memoriam i Poema inacabat, de donar un dels testimoniatges més valuosos de la guerra civil i de les seves conseqüències. Vers el 1963 cursà la carrera de filologia romànica a la Universitat de Barcelona, i posteriorment fou professor de lingüística i crítica literària a la Universitat Autònoma de Barcelona. La vocació lingüística de Ferrater no es pot deslligar de la poètica i matemàtica, car sabia fins a quin punt el treball del poeta pot dependre de l'interès pels mecanismes i les possibilitats de la llengua i del manlleu al rigor científic. Estudià els texts positivistes dels junggrammatiker, fins a arribar al transformacionalisme de Chomsky passant per l'estructuralisme de Meillet, Benveniste i Bloomfield, juntament amb Sapir, Bally i Kurylowicz. Traduí Language, de Bloomfield, i Cartesian linguistics, de Chomsky, obres per a les quals preparava una anotació adaptant la teoria al català. En 1969-72 publicà una sèrie d'articles lingüístics a "Serra d'Or" sota el títol De causis linguae, que tracten temes diversos; es destaquen l'esbós d'una teoria mètrica basada en el component fonològic de la gramàtica generativotransformacional proposada per Chomsky i Halle i un estudi de les gramàtiques de Pompeu Fabra. Impartí també classes a la Universitat Catalana d'Estiu de Prada, a l'estiu del 1971, i part del curs 1971-72 a la Universitat de Barcelona sobre gramàtica transformacional del català, formulació que havia d'ésser la seva obra lingüística de més alè. Escriví articles de crítica, que foren publicats com a pròlegs d'edicions de Carner, de Foix i de Hölderlin, i traduí al català Der Prozess, de Kafka. En castellà havia traduït Hemingway, Weiss, Södeberg, Gombrich i Bierwisch. Se suïcidà el 27 d'abril de 1972. Pòstumament, el seu germà, Joan Ferraté, li ha publicat un voluminós conjunt de texts —molts d'ells inèdits— en els reculls Sobre literatura (1979), La poesia de Carles Riba (1979), Sobre pintura (1981), Sobre el llenguatge (1981) i Papers, cartes, paraules (1986).

Obra

Els jocs

La casita blanca

La casita blanca, és un poema sobre el famós meublé barceloní, que el poeta va escriure sobre el full d'un bloc de notes de bar que conserva Carmen Rojo -paga i conserva el nínxol de l'escriptor-, que aleshores regentava el Mesón de Sant Cugat que freqüentava Ferrater.

Documentació

Entrevista publicada a “El País” el 22/02/03 per Javier Rodríguez Marcos

"Escribir es echar un ácido corrosivo sobre las ideas que cuadriculan la realidad"

Justo Navarro tiene más de una cosa en común con Gabriel Ferrater: la novela negra, la crítica literaria, la poesía y la traducción. Si Ferrater sólo publicó tardíamente tres libros de poemas, el autor de La casa del padre no ha vuelto a la poesía después de Un aviador prevé su muerte, que obtuvo en 1987 el Premio de la Crítica: "He escrito un par de poemas, de memoria. Son fáciles de recordar porque escribo con rima, pero si no los apunto, a veces se me olvidan. Tampoco se pierde nada", afirma en su luminosa casa de Nerja, todavía provisional después de una mudanza.

PREGUNTA. ¿Por qué quiso escribir un libro sobre Ferrater?

RESPUESTA. Existe de entrada un elemento fabuloso -su promesa de matarse antes de los 50 años- que desencadena una historia. Uno espera el desenlace desde el principio. Además, para escribir se necesita un enamoramiento, y yo lo tengo con Ferrater.

P. ¿Por qué cree que ha sido personaje de tantas novelas: de Félix de Azúa, de Masoliver Ródenas...?

R. Y de poemas (de Gil de Biedma, José María Valverde...). Ferrater calcula su muerte, como si fuera Dios, y ese elemento divinizador es fundamental, aunque no sería suficiente si el personaje no hubiera hecho antes méritos como ser mítico. Tiene rasgos de personajes que, como Sócrates, viven en la calle, o como otros que dividen su vida en privada y pública. Todo acaba con su muerte profetizada. Los mitos en el fondo son figuras que elegimos para pensar nuestra propia vida.

P. ¿Sin suicidio no hay mito?

R. Yo me pregunto si los que oyeron a Ferrater decir que iba a matarse, lo recuerdan porque efectivamente se mató o si en caso de que no hubiera cumplido su promesa se acordarían. De hecho, yo no sé si él mismo se acordaba de que lo había prometido. Lo interesante de su promesa es que nos permite redondear el mito. Nos permite racionalizar la muerte, entender que la vida tiene una especie de sentido. Nosotros lo usamos como consuelo para pensar que la vida y la muerte pueden ser algo medido, domesticable, algo que podemos decidir nosotros.

P. ¿En qué se diferencia F. de Gabriel Ferrater?

R. He tratado de que cualquier elemento que aparezca en la novela esté documentado en los papeles que dejó. He querido ser veraz, pero no puedo presumir de que éste sea el Ferrater de otras personas. Por eso he titulado la novela F. , para subrayar su carácter mítico, como puede serlo el K. de El proceso , de Kafka, que fue precisamente la última novela que tradujo Ferrater.

P. En la primera página advierte de que los hechos no son ni reales ni ficticios, sino imaginarios. ¿Cuál es la diferencia?

R. Uno de mis modelos es Lenz , una novelita de Georg Buchner sobre la vida de un poeta romántico. Además, de Troya a la Divina Comedia o a Thomas Mann, el recurso de pensar en personajes reales como seres de ficción siempre ha existido.

P. ¿Por qué?

R. Lo importante es: ¿por qué necesitamos inventar ficciones? Porque nos permiten ver nuestra propia realidad, algo que no siempre hacen las biografías o los libros de historia. Nos dejan cierta libertad, mayor capacidad de movimiento y, sobre todo, de relación con nuestra propia memoria. La ficción es como un reactivo químico que se añade a otro elemento -la realidad en este caso- para verlo mejor a través del microscopio.

P. En F. hay elementos que ya aparecían en otras de sus novelas: la figura del padre, el suicidio...

R. Cada uno tiene los mitos que se merece. Dado que Ferrater era de la generación de mi padre, podría remitir a su figura. Además, la sombra del suicidio es algo que está presente en mi familia... pero creo que esto es secundario. Pertenece a mi equipaje más personal.

P. Su Ferrater parece más alegre que el de la leyenda.

R. Ferrater era de una cordialidad enorme, tal vez porque no se encontraba a gusto consigo mismo. Lo imagino como alguien que está celebrando siempre una fiesta de despedida con los amigos. Cada acto es un anticipo de la despedida y, a la vez, su aplazamiento. Me recuerda a un niño que no se quiere dormir porque no quiere separarse del mundo. Yo creo que tenía ese síndrome del niño que no quiere irse a la cama. Ferrater sabía que para prolongar la fiesta había que alimentar la máquina de la alegría, inventar algo que entretuviera a los demás. De hecho, yo pensé en titular la novela El seductor . Ya dijo Jaime Gil de Biedma que sus poemas eran añagazas para que la fiesta continuara.

P. ¿Qué aportó como escritor?

R. Ferrater es alguien con una obra de miles de páginas -en informes de lectura y textos de enciclopedias; sólo tres libros de poemas- y que, sin embargo, no se siente escritor, sino un personaje de una industria editorial absurda, mal pagado y maltratado como lector y traductor. Fue siempre clarividente, como cuando dijo aquello de que un poema debía tener la misma claridad que una carta comercial. Decía: "Tiene que tener más cláridad, pero como mínimo, la misma".

P. ¿Está de acuerdo?

R. Sobre todo con la segunda parte: que tenga la misma claridad. Su idea de escritura era absolutamente práctica. Empieza a escribir poemas porque se siente abandonado por una novia que ni llegó a serlo. Según él, uno escribe para agradar o para fastidiar. Esa idea sentimental práctica de la literatura me gusta.

P. Estaba dentro de la literatura pero al margen. ¿También ideológicamente?

R. En una carta a un periódico alemán, ante un reportaje que elogiaba las reformas de los años sesenta, Ferrater describe el franquismo, no sólo como un régimen político perverso, sino como un régimen de vida totalmente perverso. No obstante, para los de izquierdas parecía de derechas y para los de derechas, de izquierdas. Decía que las ideologías son unas gafas que impiden ver con claridad, una caja cerrada en la que se encierran los hechos, deformándolos. La literatura sería todo lo contrario: trata de ver con claridad donde las ideologías ven las cosas ya hechas. Escribir es echar un ácido corrosivo sobre las ideas que cuadriculan la realidad. Ferrater podía ser una persona incómoda, pero siempre estuvo comprometido con una idea de racionalidad, y la España del franquismo le parecía muy poco razonable.

P. En la novela dice usted que el escritor está siempre intimidado.

R. Intimidado no sólo por lo que dice, sino también por lo que no dice. Lo que ha dicho trataría de cambiarlo, y trataría siempre de añadir algo más. Para escribir se necesita valentía, y creo que Ferrater fue una persona valiente.

P. ¿El suicidio es un acto de valentía?

R. Su suicidio es un gesto de acabamiento, como la mayoría de los suicidios. Desde fuera, su vida puede tener un carácter mítico. Desde dentro, responde a un agotamiento físico y moral, a un no poder más. A veces pienso que si no se hubiera matado se habría muerto.

P. Al final estaba alcoholizado.

R. Es muy sintomático el título que Ferrater puso a la recopilación de sus poemas: Las mujeres y los días .F. es una novela de amor, y junto a ese modo de detener el tiempo que es el amor hay un elemento químico controlador del tiempo para su generación: el alcohol. Las mujeres y los días, las mujeres y el tiempo, el tiempo y el alcohol. Algo así.

P. Ferrater tradujo a Hammet y usted suele hacer crítica de novela negra, algo que, vista su obra, parece raro.

R. La novela negra pertenece al mundo de mi padre. Es muy posible que las novelas y cuentos de Hammet que tradujo Ferrater estuvieran en su biblioteca. Los primeros libros que leí fueron ésos, y la literatura es lo que todavía me mantiene ligado al mundo de la infancia. Mis raíces literarias son las novelas policiacas y de misterio. Para mí, leer esas novelas es seguir dentro de ese mundo. A veces leo verdaderas majaderías, pero me digo: bueno, son mis majaderías.

P. ¿Es una liberación o una condena?

R. Para mí no es ninguna condena, es un acto de reencuentro. Como si cada vez que leo una novela policiaca volviera al cuarto en el que leí las primeras... aunque, por fortuna, ya no estoy en ese cuarto.

Article publicat a “El País” el 22/02/03 per Jordi Llovet

Trozos de una vida

La categoría intelectual de Gabriel Ferrater (Reus, 1922-Sant Cugat del Vallès, 1972) se agranda a medida que pasa el tiempo. En los años más negros del franquismo fue una figura conocida casi exclusivamente en los medios editoriales (y policiales) de Barcelona, y sólo a finales de los años sesenta, cuando la Universidad de Barcelona, con Fabián Estapé como rector, le cedió un sillón profesoral -decir una cátedra sería una exageración-, Ferrater empezó a gozar de prestigio entre la clase intelectual de la ciudad, un prestigio en cierto modo mixtificado, enturbiado por la memoria omnipotente de Carles Riba y estorbado por el altavoz, omnipresente desde su supuesto aislamiento en el paseo de Gracia, de Salvador Espriu. El genio de Gabriel Ferrater resultaba indiscutible pero, como suele suceder con esas producciones de la inteligencia que desbordan la confortable, también sufrida medianía de una cultura que entonces sobrevivía a duras penas, resultaba igualmente incómodo para amplios sectores de la sociedad letrada catalana. Ferrater bebía como un cosaco tolstoiano, algo que hoy no ignora ninguno de sus lectores sin que ello perturbe los juicios acerca de su obra; tenía un currículo universitario desconcertante -estudioso de las ciencias exactas, apóstata de la gramática de Badía i Margarit, conocedor de lenguas demasiado raras (altoalemán, checo o polaco), mujeriego sin descanso y, para la época, demasiado proclive a entablar conversación con los estudiantes teenager-; y, como su hermano Juan, se decantaba por unos modelos de crítica literaria que no sólo carecían de tradición en nuestro país, sino que chocaban frontalmente con los hábitos histórico-positivistas más frecuentados por los escolásticos. Por ser díscolo, lo fue incluso con el bueno de Roland Barthes cuando, en una conferencia de éste en el Instituto Francés de Barcelona, en 1968, se atrevió a discrepar públicamente de sus ideas. Como ha sucedido también con su hermano Juan Ferraté -a cuya muerte, hace unas semanas, le ha seguido uno de los silencios más ominosos que se recuerdan por parte de lo que queda de la clase intelectual, académica o no, de Barcelona-, la muerte de Gabriel Ferrater quedó envuelta por el aura de su suicidio, por una muerte prevista desde 1957 cuando, paseando por su ciudad natal, le aseguró a Jaime Salinas que no alcanzaría la cincuentena, para no llegar a oler nunca como un anciano. Esta muerte heroica -pues hay suicidios cobardes como los hay con altura de héroe- sirvió para venerar de un modo no precisamente justo, ni ecuánime, el valor de su obra poética y de su labor como crítico de arte y literario. Sus obras fueron reeditadas sin tregua, eso es cierto, y creció el número y la calidad de sus lectores y de sus comentaristas; pero toda su figura quedó sumergida en una mezcla de admiración fanática y exaltación hagiográfica que, en realidad, le ha hecho un flaco favor a su legado: todavía las más recientes biografías de Ferrater y los análisis de su obra adolecen de esa falta de distancia, habitual en estos casos, y pecan de una extremosidad forjada en la santificación del bebedor legendario y en la alabanza de corte angélico de su obra y su persona. Por esto resulta enormemente gratificante que Justo Navarro se haya atrevido a tratar la figura de Gabriel Ferrater con un sesgo absolutamente novedoso, voluntariamente parcial, alejado de iglesias y devociones. Pues dibujar el perfil de este enorme hombre de letras -tan enorme, insisto, como su hermano Juan- requería una estrategia narrativa original, distinta y, como sucede en este caso, inédita. La vida caleidoscópica de Ferrater, en cierto modo como la de Walter Benjamin, obligaba precisamente a este tipo de aproximación que nos brinda Navarro: sólo la atenta consideración de los aspectos ruinosos, de los ingredientes más deslabazados de esta vida, dan una idea exacta -y válida por extensión en la medida que dichos aspectos son considerados en el libro como muestras particulares de lo general- de una figura tan compleja. Así, Justo Navarro abandona voluntaria y explícitamente un recorrido biográfico exhaustivo, y teje su pequeña obra narrativa en torno a tan sólo tres o cuatro circunstancias de la vida del poeta catalán: en la primera parte del libro, sus antecedentes familiares, ligeramente esbozados, y su relación matrimonial con Jill Jarrell; en la segunda, su relación anecdótica con Valeria Berni, esposa de un famoso arquitecto milanés, durante la breve estancia de aquélla en el hotel Colón, de Barcelona -una relación que adquiere rasgos de relato policiaco, a lo Dashiel Hammett (citado profusamente), en la medida en que pasó inadvertida al resto de los invitados a una histórica reunión de editores en la Ciudad Condal; en la tercera parte, el episodio de su estadía en Gammhart, en Túnez, para participar en el foro del Prix International des Éditeurs, reunión en la que Ferrater convenció a la asamblea para que el premio de aquella edición recayera en Witold Gombrowicz (¿quién en España sabía algo de este escritor medio polaco, medio bonaerense, en 1967?) y no en el candidato de la mayoría de los editores reunidos, el también suicida y heroico Yukio Mishima. Hay que añadir, a este programa que bien podría haber andado por muchos otros derroteros, el procedimiento sumamente ingenioso de Navarro -pues no estamos ante alguien que se pretenda biógrafo, sino narrador- que consiste en tejer sus 125 páginas en torno a una serie igualmente limitada y azarosa de motivos conductores, que, como la imperceptible trama argumental, podrían haber sido distintos también: la fatal perseverancia con la que a Ferrater se le rompían sus invariables gafas oscuras (sólo Valeria, su amante de la habitación 205 del Colón, llegó a ver la perturbadora expresión de su rostro, dominada por los apreciados ojos azules que no exhibía); la famosa predicción de su muerte, ya citada; el característico rechinar de sus mandíbulas al comer (algo que no pasó inadvertido, de nuevo con desconcierto, por la esposa de uno de los editores que conoció), y la irreprimible desesperación de Amalia, su madre, al leer la factura del teléfono que utilizaba su hijo, sin reservas, para conversar con amantes y compañeros de fatigas. Éstos, los amigos, tampoco faltan en esta visión particularizada de la vida de este hombre: Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma los primeros, los más solicitados, siempre también los más solícitos. Como Benjamin, Ferrater ha- bía "tomado la decisión de ser mejor que sus colegas", y lo fue; como aquél, poseyó una curiosidad ilimitada; también tenía pasión por los "conocimientos descoyuntados", inconexión que sólo disimulaban una voz magnífica y una elocuencia políglota sin fisuras; como el otro, Ferrater dijo ser "de las personas que viven de cara al pasado, y no al futuro". Se separó de su mujer a los pocos años de casarse en Gibraltar (de hecho, la perdió literalmente); arruinó sus gafas en múltiples ocasiones; no llegó a ocupar ningún lugar en el concierto desafinado de las letras catalanas de su tiempo; se le acabó el tabaco y el alcohol, o el dinero para abastecerse, y sólo recogió cuidadosamente el vasto conjunto de sus ruinas en la excesiva soledad del suicidio. Solamente en medio de este panorama desolador, baldío en apariencia, sólo de esta descomunal maraña de percances inconexos podía haber extraído Justo Navarro, a modo de narración, unas visiones fugaces, trozos de una vida, que valen por su desdibujado conjunto. Estos fogonazos, bien contados, acaban siendo la más eficaz de las noticias acerca de esa vida.

Article publicat a “El País” el 01/09/02 per Ángel L. Prieto de Paula

Extrañamiento moral

Imprevisible, remoto, conversador deslumbrante, Gabriel Ferrater (Tarragona, 1922-Barcelona, 1972) fue un solitario calcinado por una inteligencia descomedida. Esto, y su desdeñosa ausencia de patetismo, caracteriza a quien 'con los mismos defectos pero con menos cualidades hubiera funcionado mejor', según Gil de Biedma. Reñido con el pragmatismo, pasó su vida redactando comentarios de lectura y traduciendo a destajo para Seix Barral, centro de la gauche divine barcelonesa y, en concreto, de los poetas catalanes de los cincuenta, una vez desaparecida la revista Laye.
Ferrater fue un poeta tardío. A Da nuces pueris (1960), un primer volumen publicado cuando comenzaba a afincarse en la madurez, le siguen Menja't una cama (Cómete una pierna), de 1962, y Teoria dels cossos (Teoría de los cuerpos), de 1966. Esta trilogía constituye su obra completa, reunida en 1968 con el título de Les dones i els dies. En 1979, varios años después de su muerte, se publicó Mujeres y días, muestra abundante aunque incompleta de su poesía, en edición bilingüe y con prólogo de Arthur Terry. Éste es el libro que ahora se reedita. De los tres traductores, Pere Gimferrer realiza las mejores recreaciones, dado su polimorfismo psíquico conectado a la identidad negativa que atribuye Keats al poeta, quien debe disiparse para dar voz a otros sujetos; algo cercano a la enajenación de los maudits simbolistas, según la formulación rimbaudiana 'je est un autre'. Las traducciones de José A. Goytisolo destacan por la soltura de su dicción, en tanto que las de José María Valverde son menos felices y más pegadas al original (¿quizá más inseguras?).
En el posfacio a Da nuces pueris  expresa Ferrater su repudio del lirismo exaltado y de las orfebrerías formales: 'Pienso que es el fondo el que hace el poema, y que, como venía a decir Goethe, las cuestiones de estilo sólo preocupan a las señoritas aficionadas'. Educado en la tradición francesa, fueron maestros anglosajones -Frost, Graves, Auden- quienes estimularon su inclinación narrativa y ajena a la grandilocuencia. Pero este enemigo de la dicción romántica y de la impostura del yo escribió dos poemas de un confesionalismo sólo contrarrestado por el extrañamiento tan ferrateriano respecto a los temas: In memoriam recompone la trama de la guerra civil vivida por un adolescente, bajo la contemplación del adulto en que se ha convertido, sin rastro de finalismo filosófico ni de pretensión de absolutos; y el larguísimo y no incluido aquí Poema inacabat es, a más de un ejercicio metaliterario a propósito de Chrétien de Troyes, una confesión amorosa y el recuento de los compañeros de viaje a lo largo de la historia y a lo ancho de la literatura.
Ferrater y Gil de Biedma, su contendiente en los chisporroteos de la inteligencia, son los casos más claros de poesía de la experiencia en catalán y castellano respectivamente. Pero Ferrater no es nunca un poeta fácil, aunque otra cosa haga pensar su receta artística: 'Tot poema hauria d'ésser clar, sensat, lúcid i apassionat, és a dir en una paraula, divertit'. Su poesía se atiene a la situación moral de un hombre en su intersección con la realidad, y en ella participan las vivencias de la ciudad, el erotismo, las rozaduras del tiempo. Su lenguaje propende a un interlocutor posible, pues 'un verso que no sabe a quién habla / se parece al que se lanza de cabeza / a una piscina vacía / o a quien invoca la eternidad'. Muerto su maestro Riba y alejado Carner de la vida cultural catalana, queda sólo relativamente emparentado con Vinyoli y menos con Foix, con cuya libertad irracionalista contrasta. Así las cosas, Ferrater es un referente fijo de la poesía catalana en la segunda mitad del siglo XX, distante de la mitología civil y del trascendentalismo metafísico de Espriu, su particular bestia negra, y en alguna medida asimilable a los poetas en castellano de la 'escuela de Barcelona', algo más jóvenes que él.
Tras haber anunciado en numerosas ocasiones que no le gustaría oler a viejo, una noche de la primavera de 1972 decidió no seguir en el pozo al que lo habían empujado sus excesos con la ginebra y su lucidez autodestructiva. A su muerte quedaron estos poemas austeros y cerrados, en cuya aspereza se sostiene una mirada moral posándose indesmayada sobre el curso de los días.

Article publicat a a “El Periódico” el 25/04/02


Vida i poemes de Gabriel Ferrater

El 30 aniversari del suïcidi de Gabriel Ferrater tindrà un doble record bibliogràfic, protagonitzat en els dos casos per Maria Àngels Cabré, poeta i estudiosa de l'autor. El primer és Gabriel Ferrater o el exceso de ser inteligente, primera biografia completa de l'escriptor. A més ha dedicat quatre anys a traduir Les dones i els dies, la poesia completa de Ferrater.
Temorosa que Joan Ferraté, germà del poeta, dissentís de la traducció, va optar per portar-la a terme i ensenyar-l'hi per rebre la seva necessària aprovació quan va estar acabada. "Vaig ser molt concreta. Si li agradava, la publicàvem; si no, la retirava". Li va agradar i Las mujeres y los días apareixerà al maig a Lumen. És la segona vegada que es tradueixen els poemes de Ferrater. La primera ocasió van ser tres els que ho van fer per a Seix Barral: José Agustín Goytisolo, Pere Gimferrer i José María Valverde. "L'aportació d'aquest últim va ser francament fluixa", afirma Cabré.
Gabriel Ferrater o el exceso de ser inteligente (Omega) és una biografia "una mica subjectiva, que inclou cartes, poemes i textos de crítiques". Cabré ha conversat amb gent que va conèixer Ferrater, però no amb Marta Pessarrodona, última companya del poeta, que va preferir no parlar. "Es pot dir que he dormit sis mesos amb aquest senyor", comenta la biògrafa sobre el temps invertit a escriure-la.
Cabré opina que van influir dues causes en la decisió de Ferrater de treure's la vida. La principal, que els seus pares recorreguessin també aquest tràgic camí. I la segona, que l'actor de cine George Sanders es va suïcidar prenent una barreja d'alcohol i de barbitúrics, igual que faria Ferrater, dos dies abans a Castelldefels.
La mort del poeta, el 27 d'abril de 1972 a Sant Cugat, va sorprendre fins i tot els qui coneixien l'inestable estat d'ànim de l'escriptor. Núria Perpinyà, autora d'una tesi doctoral sobre l'obra del poeta, publicada per Empúries, creu que "sense el suïcidi no hi hauria hagut el mite". Tot i amb això, Cabré és de l'opinió que Ferrater ha anat caient en l'oblit.
Al seu nínxol del cementiri de Sant Cugat no hi falten flors quan cada any s'acosta l'aniversari de la seva mort. Carmen Rojo, que aleshores regentava el Mesón de Sant Cugat que freqüentava Ferrater, paga i conserva el nínxol de l'escriptor, igual que guarda el poema La casita blanca, sobre el famós meublé barceloní, que el poeta va escriure sobre el full d'un bloc de notes de bar.

Article publicat al diari “Avui” el 24/04/02 per Maria Abellà


Contra la poesia de l'experiència

La poesia de l'experiència va prendre com a baluard Gabriel Ferrater, poeta que per a res ha de ser considerat com a poeta de l'experiència, encara que la seva poesia, malgrat ella mateixa, hagi alletat la corrua de poetes de l'experiència i la pesta de poemes de l'experiència que han estat i estan presents en l'actualitat poètica catalana. Recordo que a final dels anys 70 es venia la poesia de Ferrater recalcant molt "la perfecció sil·làbica" dels versos ferraterians, argument de pacotilla que traïa l'empremta mastodòntica del Noucentisme sobre l'inconscient poètic col·lectiu. Molts poetes actualment continuen comptant les síl·labes dels versos de manera preocupant, talment Srs. Estevets de la lírica comercial.

ESTEREOTIPS

Aquesta poesia de l'experiència ha recaigut i recau en una sèrie de comportaments argumentals poètics estereotipats com són la fatal beguda, la nit, la passió, els cossos a l'habitació, el desig sexual... Ha comportat també uns temes recurrents així, i sobretot, el carpe diem, la nostàlgia i la imatge del poeta que va fent anys (ai, la perduda joventut!) com a mestre en Gaia Experiència. Tot aquest embalum tan repetit i gastat sol amanir-se amb recursos simbolistes i alguna imatge surrealista i tancar-se amb reflexions filosòfiques d'espardenya d'anar per la vida que volen deixar el lector espatarrat a la butaca de casa.
Aquesta poesia, tot i que ha estat conreada també per dones, és una poesia feta a mida per als tòpics poètics masculins. En particular el sentimentalisme de la major part d'aquests versos enlairen la imatge tradicionalment dura de l'home a ésser fort i sensible i, en canvi, rebaixen la imatge de la dona o ésser sensible a bleda assoleiada o sensiblera. El que en ell és sentimentalisme en ella es sensibleria o verduleria. Apostant més fort: el que en ell és desig sexual, en ella és que va massa calenta. Aquesta poesia, doncs, fa del sentiment un reducte per als homes, on els poetes ploren, desitgen i senten com nenets rucs i aviciats i això sol semblar una gran cosa.

CAL FER POESIA

Potser fóra ja hora de deixar de banda tants discursos estereotipats i esgotats en ells mateixos; potser fóra hora també de rellegir en Ferrater des d'altres punts de vista que deixessin els components culebronescos i autobiogràfics. Sens dubte és molt millor fer una experiència de la poesia que continuar fent poesia de l'experiència (tal com diu en Casasses). Ara bé, sense caure en el hit parade de l'experiència religiosa... En tot cas, allò que cal és fer poesia. Sempre. Si em pregunteu què és la poesia, us diré, parafrasejant no sé qui, que no ho sé respondre. En canvi, si no m'ho pregunteu, ho sé.


Article publicat a “la Vanguardia” el 03/05/02 per Maria Àngels Cabré


Ferrater, una vida intensa

Fueron todos ellos, los niños de su generación, hijos de la guerra. Niños de retaguardia, como los bautizó García Hortelano en el prólogo a su célebre antología, la del grupo poético de los años cincuenta, en la que de haber escrito en castellano, Gabriel Ferrater aparecería; y es eso lo que por encima de todo une a esos futuros poetas nacidos en la década de los veinte, más allá de los excesos e insolencias que vendrían después: el recuerdo fehaciente de la guerra. Con la Guerra Civil a sus espaldas, ese estado de excepción que durará tres años y se alargará de una manera inconmensurable, e inimaginable, durante un desierto de casi cuarenta años, que tendrán que aprender a vadear cada uno a su manera y que acabará por convertirlos en un conglomerado de ansias y deseos, llegarán en la España de posguerra esos niños a hombres y, en los albores de los 70, comenzarán a respirar los aires de libertad que tanto han añorado y también instigado. Gabriel Ferrater no lo verá. Un cúmulo de circunstancias, de fuerzas más fuertes que él mismo, lo vencerá y finalmente se quitará la vida en la soledad de su apartamento de Sant Cugat, a las afueras de su ciudad adoptiva, Barcelona, a la que había llegado siendo apenas un muchacho y donde el intelectual heterodoxo que fue vivió sus glorias y sus fracasos. Perteneciente a una familia acomodada, había nacido en Reus el 20 de mayo de 1922, en el primer piso del Raval de Santa Anna 80, en una casa señorial y de aspecto novecentista situada en el centro de la ciudad. La ciudad de los prodigios En la agitada primavera de 1938, huyendo de la costa tarraconense, los miembros de la familia Ferraté -sin la "r"- recalaron en la Ciudad Condal y fueron distribuidos en diferentes domicilios: los hermanos de Gabriel, Joan y Amàlia, se instalaron en el chalet que tenían en el barrio de Pedralbes unos tíos suyos, que no tardarían en exiliarse a Londres; Gabriel y sus padres hicieron lo propio en el cercano Instituto Tècnic Eulàlia, propiedad de unos amigos. Barcelona fue en esos días muy castigada por las bombas -una de ellas mató a Julia Gay, la madre de los Goytisolo, a unos pasos del Club Coliseum, en la Gran Vía -, y el sonido de las alarmas pasó a formar parte de la vida cotidiana, así como la visión descorazonadora de las ruinas. De hecho, uno de esos días, bajo un bombardeo, la hermana de Gabriel tuvo que ser operada de apendicitis. A finales de julio, una avioneta los trasladó a Toulouse, en cuyo aeropuerto los esperaba su padre, Ricard Ferraté, que había conseguido un empleo en el consulado español en Burdeos. Gabriel se quedó dos meses más en Barcelona, leyendo a Josep Carner y a Carles Riba; y, si otorgamos credibilidad a su "Canción idiota", aprendió a hacer el amor a la sombra de los pinos de Pedralbes. Las Ciencias Exactas A finales de septiembre de 1947, después de los años del exilio francés y tras haber hecho el servicio militar en el Alto Aragón, Gabriel Ferrater decide matricularse en la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Barcelona como alumno no oficial; tiene veinticinco años y sus avances como estudiante universitario van a ser igual de irregulares y lentos que sus estudios de bachillerato. De hecho, no desistiría de su empeño, y sin conseguir licenciarse, hasta el año 1968, veinte años después de matricularse por vez primera, aunque no cursaría entonces precisamente la carrera que había elegido al comienzo, sino la que podríamos considerar su opuesta, Filosofía y Letras, en cuyas aulas sería al mismo tiempo docente y alumno aventajado, mas nada sistemático. En aquellos primeros tiempos en Barcelona, desde su pensión asomada a los plátanos urbanos, a Gabriel le bastaba atravesar la Rambla para adentrarse en un universo muy distinto, donde las leyes eran otras. El bajo vientre de la ciudad ofrecía en aquellos años a Ferrater, y a los muchachos como él, un ámbito de libertad a la que no estaban acostumbrados, de modo que, ebrios de curiosidad, paseaban su rotunda juventud por las callejas estrechas y mal ventiladas que constituían el distrito V. Dicen sus amigos que a Gabriel Ferrater le gustaba especialmente el escándalo y que aunque ligaba poco se encendía mucho, pues la suya era una sexualidad exacerbada. Y parece ser que, en más de una ocasión, él y sus compinches usufructuaron de los favores de unas pobres profesionales del amor a las que después no pagaban alegando falta de recursos, cosa que debía de encolerizarlas y a ellos hacerlos huir entre risas hacia el centro neurálgico de la Rambla. Cruzado el umbral en que la penumbra se iluminaba, refugiados en los jardines del Ateneu o en su silenciosa biblioteca, de suelo tan adamascado como el de los claustros universitarios, esos chicos alborotadores, futuros intelectuales que no tardarían en pasar a formar parte del tejido cultural de la ciudad, regresaban a sus quehaceres. O bien se lanzaban a pasear por una Barcelona sometida y se les hacía de noche rambleando, como a los protagonistas de la novela policiaca que Gabriel Ferrater y su amigo José María de Martín escribirían bajo la atenta mirada del escritor Juan José Mira, agente secreto del Partido Comunista que sería galardonado en esos años con el primer Premio Planeta. Marinero en tierra Carlos Barral con su perfil de mascarón de proa y la camisa abierta y remangada, noctívago perdulario Jaime Gil con sus trajes a medida y su corbata impoluta, y así cada uno de ellos. En el grupo de muchachos alegres e intelectualmente osados cuyo núcleo formaría después la escuela de Barcelona, Gabriel Ferrater se encontró a gusto desde buen comienzo y fue aceptado sin reparos, aunque tal vez secretamente, como se ha apuntado, albergara en lo más hondo un pequeño sentimiento de envidia azuzado también por su condición de provinciano con escasos recursos. Un club informal y enormemente etílico, para algunos muy abierto y para otros muy cerrado, en el que se le admiraba y era considerado un tipo genial, con una inteligencia prodigiosa, que se desbordaba, se salía de sí mismo. La boda de Carlos e Yvonne, en octubre de 1954, había convertido a la pareja en el centro gravitatorio y su ático de San Elías -el pintor Tàpies vivía en el piso de abajo- se había erigido en el ámbito principal de sus coloquios. Lo frecuentaron todos y por allí pasaron escritores procedentes tanto del resto de la península como del extranjero. Uno de los primeros en llegar fue Blas de Otero, que en el año 1955 se instaló, parece ser que más tiempo de lo debido, en casa de José Agustín. Gabriel Ferrater, viéndolos siempre juntos, los bautizó como "el húngaro y su oso", siendo el oso el poeta bilbaíno. Allí aterrizó también Monique Lange, la futura mujer de Juan Goytisolo, que éste presentó a sus amigos ante la presencia irradiante de Ferrater; Monique trabajaba por entonces en Gallimard y estaba llamada a participar en las ya inminentes reuniones de Formentor, que pasarían a tener proyección internacional. Lo cierto es que fueron muchos los intelectuales que entraron y salieron de la casa oscura o de alguno de sus ocasionales centros de reunión: el susodicho ático, el sótano de Jaime Gil -más negro que su reputación-, el palacete de Jaime Salinas, el bar librería Cristal-City, sito en la calle Balmes, que aún existe y sustituyó a las reuniones del Boliche... En el Cristal-City -que aparece en "Últimas tardes con Teresa"- organizó Salinas el primer cóctel de prensa de la editorial, institucionalizándolo como sede para los acontecimientos de esa índole. Del amor a las mujeres No creo faltar a la verdad si digo que Ferrater, quien bebía ya en aquella época como una esponja, fue el cedazo a través del cual pasó buena parte de la literatura extranjera que se publicaba entonces y que, procedente de las editoriales amigas, traía el correo a "la casa oscura", es decir, a la editorial Seix Barral. De esas lecturas salieron buena parte de los informes que, junto a los que escribió para la Rowohlt en su estancia en Hamburgo, están reunidos en Noticias de libros. Despuntaba la primavera del año 1958 cuando comenzó su primer libro de poemas, nacido al abrigo de su enamoramiento hacia una prima de su amigo Barral, Isabel Rocha. El amor y Shakespeare, y no sus sonetos, sino sus dramas, combinados con una nueva lectura de Brecht, lo llevaron nuevamente al arte de versificar, que ya había practicado, al parecer con poco éxito, en su temprana juventud; una sugerente mixtura de elementos que gestó un libro de poemas poco usual, donde conviven un nuevo tratamiento de lo coloquial y una honda reflexión intelectual. Clausurada toda esperanza en su relación con Isabel, Gabriel se fija en Helena, hija de su amigo Eduard Valentí, traductor de Lucrecio. A este respecto, se dice que Gabriel Ferrater causó estragos en esos años entre las mujeres de sus amistades, no ya en el círculo de lo que se iba a llamar la "gauche divine", donde las jóvenes -Yvonne, Beatriz de Moura, Rosa Regàs...- estaban ya emancipadas, sino entre las esposas algo ya más entradas en años de sus amigos del círculo de Vinyoli, lo que incluye algún que otro devaneo con la madre de Helena. Tenía Gabriel dieciocho años más que su amada. Y esta vez correspondido, aunque no sin reparos, la suya fue, cuando menos por parte de Gabriel, una pasión encendida. Pues a sus veinte años la futura novelista Helena Valentí -la muchacha cuello largo del poema que lleva su nombre- era una de las presas más codiciadas de la malediciente sociedad estudiantil. Novia con anterioridad de Juan Antonio Masoliver Ródenas, dice éste que Gabriel literalmente se la quitó, no sin antes, ¿o fue después?, contemplar cómo se rozaba con el benjamín del grupo, Juan Marsé. Cerrado este capítulo amoroso, Ferrater se casó con Jill Jarrell, la bella americana que no pudo por menos que abandonarlo tras cinco años de matrimonio ante su escasa habilidad para la vida práctica. En 1969, cuando el divorcio con ésta se formaliza, Marta Pessarrodona es ya la compañera de Gabriel y su tarea no va a resultar nada fácil, pues la situación del poeta es complicada y necesita todo el apoyo que se le pueda prestar. Marta resulta ser una gran ayuda para el poeta: vela por él, hace lo posible para que el alcohol no lo venza, lo busca de un lado a otro cuando se escapa de su control, hallándolo en domicilios de amigos completamente beodo; o lo espera durante horas en el austero piso de Sant Cugat, mientras Gabriel bebe ginebra en El Mesón, ajeno al transcurrir de las horas. Su última vocación A pesar de todo, podría decirse que las cosas empiezan a irle bien al final de su vida y que ello se debe a la lingüística, su última vocación, y al halo misterioso que tan docta materia contribuye a crear a su alrededor. Disfruta de un cierto reconocimiento público, aunque no materializado en prebendas capaces de sanear su maltrecha economía; ejerce como profesor en la recién creada Universitat Autònoma, donde incluso se le augura un gran porvenir; y está, si cabe, más lúcido que nunca, pues ha comenzado a esbozar una gramática catalana cuya redacción considera indispensable para la buena marcha de su lengua de expresión y cuya consecución tal vez le anime a retomar la poesía, que desde hace unos años tiene totalmente abandonada. Aun así, el día 27 de abril de 1972, quién sabe si en lo más negro de la madrugada o entre los tonos granas del amanecer, Gabriel Ferrater se quita la vida. Esa noche, una alumna y su marido lo esperaban a cenar. Dos días después, Marta descubrió el cadáver. No hubo duelo nacional.

Article publicat a “La Vanguardia” el 10/05/02 per Xavier Bru de Sala


Ferrater al desnudo

Ferrater ya tiene premio con su nombre, traducción al castellano, biografía, qué sé yo. Para un poeta que no lo fue, no está nada mal. ¿Con qué finalidad se propuso hacerse pasar por poeta, si era lo bastante buen crítico para observar la evidencia? No creo que ni él mismo lo llegara a saber. Los Malcolm Lowry andan por el mundo con el cerebro brillante pero bastante confuso a la hora de discernir sobre sus existencias, apetencias y conveniencias. Si la tipología mental es parecida, la diferencia entre Ferrater y Lowry es de talento. Tal vez si el de Reus hubiera novelado su caótica biografía interior...
Dejémonos de suposiciones y cambiemos de pregunta. ¿Cómo consiguió engañarnos a casi todos y situarse en el parnaso de la poesía catalana, cerca de la cima? (Garcés, Teixidor o Espriu no picaron el anzuelo, pero los de mi generación y la anterior nos postramos sin caer en la cuenta, aunque con el paso del tiempo nos hemos ido levantando.) A esa segunda pregunta, sí puedo ensayar una respuesta. O dos. Una de carácter lingüístico y otra de tipo estético y vital. Una vez me entretuve en listar unas cuantas docenas de palabras que forman parte del vocabulario poético catalán, que raramente se usan en la prosa y jamás en el lenguaje oral. Son marcadores recurrentes, cuya frecuencia indica con bastante fiabilidad el grado de estulticia lingüística del componedor de poesías catalanas. Aún me atrevería a ganar el premio que fuera a base de coger un texto en prosa al azar, sustituir las palabras comunes por las poéticas y versificarlo. Pues bien, Ferrater prescinde de esos marcadores. Por eso nos impresionó tanto. Espriu ya había hecho algo parecido con anterioridad, pero se había compuesto un repertorio de marcadores propios, del caló y la lengua popular no contaminada por la vara poética. Ferrater escribía desnudo, en pelota lingüística picada. ¿Y a mí qué?, dirán ustedes. Pues eso, que tuvo un valor y casi lo ha dejado de tener.
Quienes no tengan edad para recordarlo, no podrán hacerse idea del ambiente cultural "resclosit", mojigato a derecha e izquierda, de los sesenta y primeros setenta. Ferrater debía ser el único catalán de entonces que llevaba jeans a los cuarenta años, que escribía sin quitárselos de la cabeza. El mundillo resistente no estaba preparado para tal osadía. Fue iconoclasta, gran lector, conversador y bebedor infatigable (ah, beber, los que no bebían estaban desahuciados). Esta actitud de "outsider" tuvo también un valor, hoy residual, para el historiador de pequeñeces.
¿Qué queda, entonces, que justifique la recuperación de su nombre? Inercias. Sólo sé de un lector joven cualificado que le reverencie sin paliativos. Habrá más, claro, pero el dato objetivable es la cantidad de escritores y poetas que lo admiraron y ahora no encuentran nada en el fondo de su poesía que justifique el renombre. Mucho menos el mito. Iría a su favor que no fuera capaz de escribir un verso sin ortopedia métrica, que no tuviera el menor oído para el ritmo o la eufonía (llegó a teorizar su confusión entre métrica y sintaxis), que le fallara el sentido compositivo y cortara o alargara por lo sano; iría a su favor, si no hubiera equivocado el núcleo de la obra, el valor moral de su experiencia, que jamás llega a transmitir (y creo que ni a vislumbrar). Tal vez si hubiera admitido su naturaleza de atolondrado y desorientado íntimo, si hubiera explotado su capacidad para las metáforas y las imágenes. Pero no lo hizo. Sus moldes poéticos y su desnudez lingüística pueden seguir durante un tiempo en el muestrario para poetas en busca de referentes, pero al fin queda el sentido, el contenido, la emoción, pura o reflexiva. Y de eso no hay. Ni nadie lo ha descrito o ha dicho jamás que lo haya, salvo el propio Ferrater, para engañar y despistar. A lo mejor, siendo piadosos, para engañarse y sentirse un poco menos infeliz.

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Pertany a la web de l'AELC (Associació Escriptors en Llengua catalana), en el seu apartat d'AUTORS. Hi podreu trobar els següents continguts: Biografia. Publicacions. Informacions. Comentaris Obra.

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Magisteri. Mag Poesia

 

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