El día 13 de Febrero de 1945, los aliados deciden realizar un bombardeo a la ciudad de Dresde (Dresden), en Alemania.  Las verdaderas razones para justificar tal operación son difíciles de asimilar. La ciudad de Dresde no tenía ningún valor militar. No había fuerzas destacadas en esa ciudad.  No existían industrias bélicas y no constituía ningún obstáculo para el avance de las fuerzas aliadas.

Dresde, una ciudad a orillas del río Elba, ubicada al este, sureste de Lipzig, era un centro de reunión de refugiados, de heridos y enfermos y donde se encontraban más de 26.000 prisioneros de guerra aliados. Es decir, una ciudad de desvalidos. Lejos estaban los años cuando Dresde fue un centro de producción de fina porcelana.

Para esa fecha, Alemania ya había dejado de ser una potencia militar, pues estaba reducida a escombros y su capacidad industrial había colapsado por falta de materias primas. Para esa fecha, la mayoría de los países le habían declarado la Guerra o en el caso de sus proveedores de materias primas, habían dejado de embarcarle los productos debido a la presión de los aliados. De hecho el país no constituía ninguna amenaza para las fuerzas aliadas en ninguno de los frentes. Si, seguían peleando era simplemente porque existía la amenaza de la rendición sin condiciones y, en especial en el este, la venganza de los soviéticos que estaban decididos a arrasar el país.

¿Qué es lo que impulsó a los aliados a realizar un ataque tan despiadado, contra una ciudad indefensa, que no constituía amenaza para ellos?

Los líderes aliados le habían prometido a Stalin la destrucción de Dresde, la operación no era sólo una muestra de solidaridad con los soviéticos sino además tenía que ser una demostración de eficiencia y del inmenso poder de destrucción que tenían los aliados.

A las 22:15. Con puntualidad inglesa, comienzan a llover las bombas de la primera oleada de 245 bombarderos Lancaster.  Aisladamente algunas baterías antiaéreas intentan infructuosamente contener el ataque en las afueras de la ciudad.   El único avión derribado lo fue por la explosión de una de las bombas lanzadas por encima del desafortunado avión; tal era la concentración de aviones encima de la ciudad.

A las 22:30 termina lo que hubiera sido suficiente para cualquier objetivo militar.  Decenas de miles de casas, hospitales, escuelas y estaciones de tren convertidas en centros de refugiados, quedan sin techos, puertas y ventanas, las calles destrozadas e inundadas por la rotura de las tuberías de suministro de agua, postes de teléfonos y de alumbrado público tumbados.   Edificios sin fachadas y gritos, llanto, sollozos, gritos de auxilio ahogados en miles de gargantas. De acuerdo a los propios pilotos, el humo y el fuego se veían desde 150 Kms de distancia.

A la 1:30, cuando nada lo hacía presagiar, surge la segunda oleada de bombarderos, que toma de por sorpresa no solamente a los sobrevivientes de la ciudad, sino a los socorristas que acudieron desde otras ciudades cercanas.  No hubo aviso previo pues simplemente no había electricidad.  Para los atacantes, esta vez no eran necesarios los aviones marcadores.  La ciudad era una hoguera.  Más de 550 aviones Lancaster, Liberators y B17, precedidos de los aviones iluminadores con sus bengalas de magnesio lanzadas en paracaídas, que revelaban la aterradora destrucción de la ciudad, señalaron la ruta de los que lanzarían las bombas incendiarias.  Nada menos que 650 mil bombas incendiarias para una ciudad superpoblada de civiles.  Esta vez, el resplandor de la ciudad en llamas era visible desde más de 300 Kms de distancia.

Al día siguiente, los socorristas no podían atender a los cientos de miles de heridos.  No había ni agua, ni alimentos, ni medicinas suficientes.   Pero, no todo había terminado, apenas habían transcurrido 2 ataques en 14 horas.  A las 12:12 del día 14 de Febrero, una nueva oleada, esta vez de 1350 Fortalezas Volantes y Liberators, lanzó otro diluvio de bombas contra la destrozada ciudad. Afortunadamente, las bombas que caían sobre los escombros, no hacían mayor daño, pues no se puede matar a los muertos

No hay estadísticas ni archivos de todo lo que ocurrió.  Pero sí se sabe que cuando menos de la compañía de bomberos desde la ciudad de Bad Schandau no quedó un solo bombero vivo que pudiera contar lo que ocurrió.

Los días que siguieron, los grupos socorristas se encargaron de dar sepultura en fosas comunes a los cuerpos mutilados y quemados que fueron envueltos en papel periódico, en el mejor de los casos y lanzados en zanjas abiertas por buldozers.  Difícilmente se pudo identificar algunas víctimas. Para el día 6 del mes siguiente apenas se había logrado identificar a menos de 40 mil cadáveres. Durante semanas y entrada la primavera, el hedor de la ciudad acordonada se percibía desde kilómetros de distancia.   Algunos soldados manifestaron haber visto enormes ratas que se alimentaban entre los escombros.  Incluso se dijo que animales de un circo, cuyas jaulas fueron rotas durante los bombardeos vivían entre los restos alimentándose de cadáveres.

Las cifras oficiales indican que murieron entre 120.000 y 150.000 personas, es decir muchas más que las que murieron en Hiroshima o Nagasaki.

extret de: http://www.exordio.com/1939-1945/civilis/vdomestica/dresden.html