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Jean Jacques Rousseau (1712 - 1778) El origen de la desigualdad entre los hombres El estado natural se rompe en el momento que se establece la propiedad privada, introduciéndose la desigualdad moral y con ellas la sociedad, mediante el contrato social, que con sus leyes sanciona y perpetúa la propiedad privada y la división entre ricos y pobres. |
"El primer individuo al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir "Esto es mío" y encontró a gente lo bastante simples como para hacerle caso, fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil. Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, cuántas miserias y horrores no le hubieran ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas o cegando el foso, hubiera gritado a sus semejantes: "Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que las frutas a todos pertenecen y que la tierra no es de nadie...." Por su parte, los ricos apenas conocieron el placer de dominar que ya desdeñaron todos los demás y valiéndose de sus antiguos esclavos para someter a otros nuevos, sólo pensaron en subyugar y avasallar a sus vecinos, parecidos a esos lobos hambrientos que una vez han catado la carne humana rechazan cualquier otro alimento y ya sólo quieren devorar hombres. Nacía entre el derecho del más fuerte y el derecho del primer ocupante un conflicto perpetuo que sólo acaba en los combates y los asesinatos. La sociedad naciente cedió su puesto a la más espantosa de las guerras. El género humano, envilecido y desolado, no pudiendo volver sobre sus pasos ni renunciar a las desgraciadas conquistas que había logrado y laborando únicamente en vergüenza suya por el abuso de las facultades que lo honran, se puso él mismo al borde de su ruina. Es imposible que finalmente los hombres no llegaran a reflexionar sobre una situación tan miserable y sobre las calamidades que lo abrumaban. Los ricos sobre todo, pronto debieron sentir hasta qué punto era perjudicial una guerra perpetua, de la cual sólo ellos hacían el gasto total y en la que el peligro de perder la vida era común y el de perder los bienes individual. Desprovisto de razones válidas para justificarse y de fuerzas suficientes para defenderse, aplastando fácilmente a un individuo, pero aplastado a su vez por unos grupos de bandidos, solo en contra de todos y no pudiendo por culpa de los celos recíprocos unirse con sus iguales contra unos enemigos unidos por la esperanza común del saqueo, el rico, apremiado por la necesidad, concibió por fin el proyecto más meditado que jamás entrara en la mente humana: fue el de emplear en favor suyo las propias fuerzas de los que le atacaban, de convertir a sus adversarios en defensores suyos, de inspirarles otras máximas y darles otras instituciones que le fuesen tan provechosas como el derecho natural le era contrario. Con este fin, inventó fácilmente unas razones falaces para ganarlos a su objetivo. "Unámonos -les dijo- para defender de la opresión a los débiles, contener a los ambiciosos y asegurarle a cada cual la posesión de lo que le pertenece. Instituyamos unos reglamentos de justicia y de paz a los cuales todos tengan la obligación de conformarse, que no eximan a nadie y que reparen de cualquier modo los caprichos de la fortuna al someter por igual al poderoso y al débil a los mutuos deberes. En una palabra: En lugar de volver nuestras fuerzas contra nosotros mismos, concentrémoslas en un poder supremo que nos gobierne con sabias leyes, que proteja y defienda a todos los medios de la asociación, rechace a los enemigos comunes y nos mantenga en eterna concordia. ... Todos corrieron al encuentro de sus cadenas creyendo asegurar su libertad, pues con bastante inteligencia para comprender las ventajas de una institución política, carecían de la experiencia necesaria para prevenir sus peligros; los más capaces de prever los abusos eran precisamente los que esperaban aprovecharse de ellos, y los mismos sabios vieron que era preciso resolverse a sacrificar una parte de su libertad para conservar la otra, del mismo modo que un herido se deja cortar un brazo para salvar el resto del cuerpo. Tal fue o debió
ser el origen de la Sociedad o de las leyes, que dieron nuevas trabas
al débil y nuevas fuerzas al rico, aniquilaron para siempre
la libertad natural, fijaron para todo el tiempo la ley de la propiedad
y la desigualdad, hicieron de una astuta usurpación un derecho
irrevocable y, para provecho de unos cuantos ambiciosos, sujetaron
a todo el género humano al trabajo, a la servidumbre y a la
miseria. Fácilmente se ve cómo el establecimiento de
una sociedad hizo indispensable el de todas las demás, y de
qué manera, para hacer frente a las fuerzas unidas fue necesario
unirse a la vez. Las sociedades, multiplicándose rápidamente,
cubrieron toda la superficie de la tierra, y ya no fue posible hallar
un solo rincón en el Universo dónde se pudiera evadir
el yugo y sustraer la cabeza al filo de la espada, con frecuencia
mal manejada, que cada hombre vio perpetuamente suspendida encima
de su cabeza." Jean Jacques Rousseau: Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres |
Fecha de creación: 12
Marzo, 2005
Fecha de la última actualización:
9 Julio, 2017