HISTORIA DE LA FILOSOFIA. TEXTOS.

F. NIETZSCHE

(1844-1900)

Texto 1.

Hasta ahora no se ha dudado ni vacilado lo más mínimo en consi­derar que el «bueno» es superior en valor a «el mal-ado» . ¿Qué ocurriría el la verdad fuera lo contrario? […] ¿Viviese quizá de manera más cómoda, menos peligrosa, pero también con un estilo inferior, de modo más bajo?... […] ¿De tal manera que justamente la moral fuese el peligro de los peligros?...

Nietzsche, F, La genealogía de la moral, prólogo, 6

Texto 2

Nada de lo que en la tierra se ha hecho contra «los nobles», «los violentos», «los señores», «los poderosos», merece ser mencionado si se lo compara con lo que los judíos han hecho contra ellos: los judíos, ese pueblo sacerdotal, que no ha sabido tomar satisfacción de sus enemigos y dominadores más que con una radical transvalora­ción de los valores propios de éstos, es decir, por un acto de la más espiritual venganza. Esto es lo único que resultaba adecuado precisamente a un pueblo sacer­dotal, al pueblo de la más refrenada ansia de venganza sacerdotal. Han sido los judíos los que, con una conse­cuencia lógica aterradora, se han atrevido a invertir la identificación aristocrática de los valores (bueno = noble = poderoso = bello = feliz = amado de Dios) y han man­tenido con los dientes del odio más abismal (el odio de la impotencia) esa inversión, a saber, « ¡los miserables son los buenos; los pobres, los impotentes, los ba­jos son los únicos buenos; los que sufren, los indigen­tes, los enfermos, los deformes son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existe bienaventuranza, —en cambio vosotros, vos-otros los nobles y violentos, vosotros sois, por toda la eternidad, los malvados, los crueles, los lascivos, los in-saciables, los ateos, y vosotros seréis también eterna-mente los desventurados, los malditos y condenados! ...» Se sabe quién ha recogido la herencia de esa transvaloración judía... A propósito de la iniciativa monstruosa y desmesuradamente funesta asumida por los judíos con esta declaración de guerra, la más radical de todas, recuer­do la frase que escribí en otra ocasión (Más allá del bien y del mal) a saber, que con los judíos comienza en la moral la rebelión de los esclavos: esa rebelión que tiene tras sí una historia bimilenaria y que hoy nosotros hemos perdido de vista tan sólo porque— ha resultado vencedora...

Nietzsche, F., Genealogia de la moral , 1, 7.

Texto 3

La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les está vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se desquitan únicamente con una venganza imaginaría. Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral de los escla­vos dice no, ya de antemano, a un «fuera», a un «otro», a un «no-yo»; y ese no es lo que constituye su acción creadora. Esta inversión de la mirada que establece valores —este necesario dirigirse hacia fuera en lugar de volverse hacia sí— forma parte precisamente del resen­timiento: para surgir, la moral de los esclavos necesita siempre primero de un mundo opuesto y externo, nece­sita, hablando fisiológicamente, de estímulos exteriores para poder en absoluto actuar, —su acción es, de raíz, reacción. Lo contrario ocurre en la manera noble de va­lorar: ésta actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo para decirse sí a sí misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo.

Nietzsche, F., Genealogia de la moral, 1,10.

Texto 4

Pero ¿cómo vino al mundo esa otra «cosa sombría», la conciencia de la culpa, toda la «mala conciencia»? […] Esos genealogistas de la moral habidos hasta ahora, ¿se han imaginado, aunque sólo sea de lejos, que, por ejemplo, el capital concepto moral «culpa» (Schuld) procede del muy material concepto «tener deudas» (Schulden) […]

Yo considero que la mala conciencia es la profunda dolencia a que tenía que sucumbir el hombre bajo la presión de aquella mo­dificación, la más radical de todas las experimentadas por él, —de aquella modificación ocurrida cuando el hombre se encontró definitivamente encerrado en el sor­tilegio de la sociedad y de la paz.

¡Estaban reducidos, estos infelices, a pensar, a razonar, a calcular, a combinar causas y efectos, a su «consciencia», a su órgano más miserable y más expuesto a equivocarse! […] La enemis­tad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agre­sión, en el cambio, en la destrucción —todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la «mala conciencia».[…] Pero con ella se había introducido la dolencia más grande, la más siniestra, una dolencia de la que la humanidad no se ha curado hasta hoy, el su­frimiento del hombre por el hombre, por sí mismo.

Nietzsche, F., Genealogía de la moral, 2, 4-16

Texto 5

En eso consiste el origen de la «mala conciencia». El hombre que, falto de enemigos y resistencias exteriores, encajonado en una opresora estrechez y regularidad de las costumbres, se desgarraba, se perseguía, se mordía, se roía, se sobresaltaba, se maltrataba impacientemente a sí mismo, este animal al que se quiere «domesticar» y que se golpea furioso contra los barrotes de su jaula, este ser al que le falta algo, devorado por la nostalgia del desierto [...] fue el inventor de la «mala conciencia».

F. Nietzsche. Genealogía de la moral, 2, 16

Texto 6

El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe “formas”, su sensación no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos.

Nietzsche, F. Sobre verdad y mentira en sentidoextramoral , 1

Texto 7

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.

Nietzsche, F. Sobre verdad y mentira en sentidoextramoral , 1