Apunts Jota'O

Material de suport de l'assignatura de filosofia per alumnes de primer i segon de batxillerat

 

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“La ilustración y sus enemigos”

Anthony Pagden


LA ILUSTRACIÓN Y SUS ENEMIGOS

Hay muchas divisiones ideológicas dentro del mundo moderno, pero una de las más decisivas es entre aquellos que se adhieren a los valores de la Ilustración y quienes rechazan estos mismos valores.

Este período ha sido nombrado en otras muchas lenguas –Enlightmmente, Ilustración, Lumières, Aufklärung.

Antecedentes. 1783. teólogo y reformador educativo Johann Friedrich Zöllner: “¿Qué es ilustrar?
La pregunta no se agota en sí misma sino que ha conseguido dividir la tradición filosófica moderna en dos campos distintos y aparentemente irreconciliables.
De un lado, están aquellos que conceden a la racionalidad y a la benevolencia humanas un hogar destacado, aquellos que, aun sabedores de la fragilidad humana y de su capacidad para hacer daño a sus semejantes, opinan –siguiendo a Sócrates- que el mal es, por lo general, una forma de ignorancia, aquellos que creen que el mundo está compuesto de individuos que a través de sus actos forman sociedades y sistemas de valores que siempre son razonables, o al menos así debería ser; porque éstos creen que lo que no es razonable debería ser rechazado y, de este modo creen que es posible mejorar la condición humana a través del conocimiento y la ciencia; y, porque así lo creen, también creen que existe una “naturaleza humana” –aunque pocos utilizarían hoy esta expresión- que es básicamente igual en todas partes; creen que el significado de la justicia es el mismo para los alemanes y para el pueblo hausa; creen que todo hombre o toda mujer puede exigir con derecho las mismas cosas.

De otro lado, están los que sostienen que, lamentablemente, en la práctica esto sólo nos puede conducir al caos y al desorden. El mundo no está compuesto únicamente de individuos. Los humanos no sólo son los creadores de los mundos sociales y políticos que habitan, también son sus criaturas. Los seres humanos viven en hábitats culturales complejos, hábitats que han evolucionado en el transcurso de dilatados períodos de tiempo, lo cual convierte en ininteligible cualquier noción permanente de naturaleza humana.... Sería absurdo creer que criaturas tan esencialmente diversas podrían llegar a ponerse de acuerdo –con la única ayuda de la razón- sobre una cuestión tan compleja como es la pregunta por el mejor modo de su vida para todos ellos. Sin la guía de la tradición, sin la ayuda de los sistemas de creencias religiosas que poseen todas las sociedades humanas, añadirían otros, los seres humanos no serían más que simples criaturas desamparadas. Todos los intentos realizados hasta la fecha para llevar a la práctica el ideal de un mundo racional mediante el uso de la coacción –la mayoría de los cuales han tenido lugar en Europa o bajo el influjo de las ideologías europeas- han derivado, por el momento, en la galería de horrores más impredecibles e inimaginables.

Tanto los que se adhieren a los valores de la Ilustración y quienes los rechazan, se apoyan en las filosofías de la historia y, de modo especial, en una filosofía de la historia, porque todos partes den la historia y todos construyen alguna historia.

LA IDENTIDAD HUMANA

La modernidad ha recibido casi tantos comienzos como distintas identidades... Existe una poderosa narrativa histórica sobre los orígenes de nuestro mundo intelectual... Esta narrativa tiene su primera versión y más duradera en una serie de lecciones del filósofo alemán Friedrich Schelling, “Para la historia de la filosofía moderna”, del curso 1833-1834, cuyo resumen sería:

Hubo una “revolución epistemológica” a mediados del siglo XVII, que cabe atribuirla a Descartes en exclusiva según Schelling... La vieja hermenéutica escolástica –que hasta entonces había dominado el pensamiento occidental- fue reemplazada por un nuevo método. Los nuevos filósofos plantearon que toda certeza debería basarse en un examen racional de nuestro conocimiento empírico. Al establecer este nuevo principio crearon un ser racional y objetivo, una criatura libre de las creencias religiosas y de los prejuicios sociales que habían caracterizado al hombre antiguo: crearon el sujeto moderno... Rompieron con la imagen del hombre como zoon poltikon (Aristóteles: la imagen del hombre como una criatura destinada por naturaleza a la vida en sociedad). También se deshicieron de Dios como un factor causal en la explicación de los fenómenos naturales y sociales.

Y a partir de este nuevo racionalismo, una larga serie de escritores –hasta llegar a Kant- habrían logrado destruir la fe humana en la tradición y en las creencias tradicionales; en su lugar habrían entronizado la mente del sujeto moderno, omnipotente, racional y, sobre todo, humano. Esta visión de la Ilustración ha tenido desde siempre muchos enemigos.

Hoy solemos hablar de dos clases o tipos genéricos de oposición a la noción misma de Ilustración.

- La primera, que ha sido llamada “postmoderna”, hace hincapié en que el objeto de estudio que la propia Ilustración define, la humanidad, simplemente es que no existe. En realidad, carecemos de un lenguaje apropiado para describir semejante criatura; y sin un lenguaje apropiado tampoco es posible adquirir un conocimiento adecuado del mundo. Según la definición que hizo famosa Lyotard, la postmodernidad es una reacción de desconfianza hacia los 2grandes relatos” y la Ilustración sería el gran “metarrelato” europeo... En su lugar se nos brinda ahora un entrecruzamiento de una multiplicidad de narrativas en principio aisladas. Esto es lo que Lyotard llama con Derrida le différend... Los filósofos postmodernos, en su calidad de escépticos, tienen muchos rasgos en común con los filósofos ilustrados... Para el filósofo posmoderno el conflicto con la Ilustración es sobre todo un conflicto lingüístico.

- La segunda, la crítica “comunitarista” a la modernidad (Gadamer, Taylor, MacIntyre... Arranca con Herder).. El tradicionalismo afirma que el concepto de “humanidad” y, por tanto, el concepto de “naturaleza humana” es una mera ilusión. En el mejor de los casos se trataría de una proyección de lo simple en lo complejo. El tradicionalismo afirma que los seres humanos sólo existen como miembros de un grupo. En consecuencia, su naturaleza es colectiva y contingente... La primera naturaleza que compartimos como seres humanos es aquella que nos corresponde como animales: la necesidad de alimentos y defensa, la necesidad de procrear, la necesidad de proteger a nuestros vástagos, y así sucesivamente... El tradicionalista afirmará que somos criaturas de las sociedades a las que pertenecemos.... Gadamer trata en la sección II de “Verdad y método” de resituar el concepto de prejuicio; esto es lo que él llama la “preestructura” de la comprensión que todos necesitamos si queremos encontrar algún sentido en el mundo... Por tanto, para todo tradicionalista el fracaso general de la Ilustración consistió en “liberar a la razón de la tradición y de la costumbre”... Los tradicionalistas critican a la Ilustración “la promoción de la razón autónoma y la concesión de un lugar privilegiado a la ciencia con relación a todas las demás formas de intelección humanas cuyo resultado final es el nihilismo”... Las consecuencias del supuesto triunfo de la razón sobre la especiosa fe habrían sido desastrosas.... Necesitamos, por tanto, volver a colocar de forma urgente el respeto por la creencia y la tradición en el centro mismo de nuestra vida moral. Más aún, algunos de estos nuevos escritores tradicionalistas han sostenido que, además de formar parte de una tradición, como seres humanos, no deberíamos descartas, para completar nuestra moralidad, la posible pertenencia a una Iglesia, pues es sabido que la mejor base para la tradición la ha proporcionado desde siempre y en todo lugar la pertenencia a algún sistema religioso.
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Los racionalistas del siglo XVII y sus herederos ilustrado (De Grocio a Kant) empezaron en el mismo punto: el estado de naturaleza. Todos empezaron con una imagen presocial del hombre, con una narrativa cuidadosamente construida sobre cómo eran los hombres antes de entrar en la historia, y a partir de aquí derivaron una imagen inversa de cuál sería su futuro en caso de desarrollar las opciones que la razón les brindaba.
La teoría de la sociabilidad humana empezó en el siglo XVII. Sus representantes más leídos y, en este sentido, los más influyentes fueron sin duda, Thomas Hobbes, John Locke y Hugo Grocio.

Thomas Hobbes nunca fue muy preciso acerca del estatuto del estado de naturaleza. ¿Se trata de una posibilidad histórica o de una simple ficción con carácter pedagógico? Grocio, con se más claro, es igualmente vago en los detalles. Y lo mismo podemos decir de Locke, cuya descripción de los orígenes de la sociedad es más compleja y detallada que en los dos casos anteriores.

Tanto Grocio como Hobbes estaban sirviéndose de una imagen muy familiar para la literatura europea, una imagen que se remonta a los días de Ovidio. Sin embargo, mientras que la mayoría de las descripciones del estado de naturaleza –y en particular la de Ovidio- eran descripciones de una supuesta Edad de Oro, aquellas que nos ofrecen Grocio, Hobbes y, más tarde, Locke son descripciones que sólo evocan imágenes de un permanente estado de guerra. Las razones de esta opción estratégica son bastante claras: todos buscan sentar una premisa a partir de la cual sea posible construir una explicación de la ley natural que evite cualquier dependencia respecto al principio de sociabilidad natural.

Esta idea de la sociabilidad natural (esto es, que los hombres son zoa política (Aristóteles, o sea, que han sido creados para vivir en la polis) había dado suelo y sustento a la explicación bajo medieval sobre los orígenes de la sociedad y, por tanto, a la concepción cristiana sobre la ley moral a partir del siglo XIII.

El inmenso edificio escolástico –y, en particular, aquellos pabellones levantados por el neotomismo de los dominicos y los jesuitas españoles de los siglos XVII y XVII, cuyas obras tienen una influencia señalado en Grocio, por no decir que también en Hobbes- había sido levantado desde la atribución de un sentido interno presupuesto en todos los seres humanos, esto es, un sentido implantado por Dios. Para los escolásticos, este sentido interno tenía la forma de un conjunto de preceptos: los primae preaceptae de la ley natural. Estos primeros preceptos, una suerte de paquete cerrado de instrumentos cognitivos, permitirían a todos los hombres distinguir el bien del mal, lo natural de lo antinatural; y, puesto que vivir en comunidad era lo natural, estos mismos primeros preceptos eran también los responsables de la reunión de los hombres en sociedades.

Locke, Hobbes y Grocio rechazaron este principio. Los tres compartían la misma profunda desconfianza hacia la idea de una “autoridad” de orden eclesiástico... El rechazo a toda forma de autoridad eclesiástica suele justificarse desde entonces por la experiencia de las guerras de religión que asolaron Europa a partir de la década de 1560.

Además de la evidente falta de confianza en la autoridad eclesiástica, así como de la misma falta de confianza en los teólogos que habían promovido esta teoría del derecho natural, conviene recrear los efectos ocasionados por el continuo flujo de información sobre sociedades que hasta entonces eran completamente desconocidas. Estas informaciones, llegadas de América, de África y de Asia, empujaban a los europeos a mirar hacia fuera: la evidencia que llegaba del mundo externo contradecía a todas luces la bella explicación construida por la escolástica en torno a una misma inclinación humana, o mejor aún, al conjunto de inclinaciones humanas a partir de las cuales se podría deducir un solo tipo verdadero de sociedad, esto es: la sociedad cristiana de la Europa occidental...

Así, pues, Grocio trató de hallar una respuesta al escepticismo. En su opinión esta respuesta tenía que cortar de raíz todo vínculo significativo con la tradición aristotélico-tomista.... En general,, todos los “modernos” quieren apoyar sus teorías sobre la fuerza de la experiencia inmediata de los propios errores...

Hobbes. Su desprecio por los escolástico llegaba al extremo de considerarles responsables de la aparición de las guerras de religión en Francia, de las revueltas en las Provincias Unidas y la Reforma inglesa. Para Hobbes la mala filosofía es el origen de todo conflicto ideológico. Por tanto, era preciso deshacerse de Aristóteles y, sobre todo, del canon de escritores antiguos y cristianos a partir del cual los escolásticos levantaron sus sistemas; y esto significaba, sin duda, abandonar, en primer término, la vieja concepción tomista de los sentidos innatos....

Locke se ocupa en demostrar que no poseemos principios innatos para nuestra comprensión del mundo. (“Ensayo sobre el entendimiento humano”), porque... Muchos de los contemporáneos de Locke, al igual que la mayoría de sus sucesores en el siglo XVIII, estaban convencidos de que su objetivo no era demoler lo que Descartes entendía por ideas innatas, sino la concepción de la ley natural de raíz aristotélica y escolástica... Este es el modo en que Leibniz leyó esta parte del “Ensayo” en su largo y admirable intento de refutación.... Así fue como lo entendió Hume, quien consideró que Locke había sido inducido a tratar este tema del conocimiento por los escolásticos.

Una vez que Locke dio por concluida su tarea, nadie tuvo interés en tratar de reconstruir el viejo edificio escolástico de la ley natural. Sin embargo, la mayoría de los filósofos del siglo XVIII estaban igualmente insatisfechos con la perspectiva de que no hubiese nada natural al hombre como especie. El “miedo a las ideas innatas” había llevado a muchos no sólo a abandonar las virtudes morales de corte aristotélico, o la idea de una sociabilidad natural, sino que con ello desapareció también todo un vocabulario, todo un modo de caracterizar la personalidad humana.... Es ésta la forma de escepticismo que dará pie a numerosas críticas, porque se trata de una forma de escepticismo que afecta al fundamento mismo de cualquier ley moral.... Toda la tradición filosófica occidental podría considerarse como una sucesión de réplicas a lo que en algunos casos se ha dado en llamar “el reto escéptico”.

El ESCEPTICISMO en cualquiera de sus múltiples formas ha sido una de las escuelas filosóficas dominantes en el mundo antiguo. Con el auge de la cristiandad esta Escuela fue silenciada en gran medida. Esto es así porque el cristianismo tenía una respuesta de salida a la pregunta por el conocimiento. Es decir: todo cuanto conocemos procede de Dios. Dios basta para obtener la seguridad necesaria.... Esto cambio de forma radical a partir del siglo XVI. Es más, esta es la razón por la cual Grocio, Hobbes y hasta cierto punto Locke habrían decidido desarrollar sus teorías del derecho en sociedad tomando como punto de partida una historia hipotética de las acciones humanas. Es preciso contar con una explicación de cómo hemos llegado a ser lo que somos si queremos deducir una moral universal y sus principios políticos partiendo de un mundo en que no hay más ley natural que el derecho a la autopreservación, es decir, una ley que pueda ser considerada como válida para los pueblos más diversos.

De este modo, Descartes construyó su método de investigación: partiendo de la existencia (ficticia) de una razón sin ataduras, de una razón que opera desde la presuposición de ideas “claras y distintas” -ideas tan básicas que forman parte de la estructura mental que nos separa de los otros animales-, y no partiendo de una indagación sobre la voluntad divina. En todos los casos antes citados, el resultado fue la creación de una nueva metáfora no cristiana que divide de forma clara el mundo humano en una realidad interna y otra externa. De aquí se deduce que la autoridad necesaria para el conocimiento sólo puede partir de nosotros y que esta autoridad no se obtiene por iluminación o participación en la ley divina, sino por medio de lo que Montagne llama lo “propiamente mío”.

¿Qué relación existe entre esta primera respuesta al reto escéptico y la ofrecida después por los filósofos ilustrados?

Veamos..

Según D’Alembert, (creador junto con Diderot de “La Enciclopedia”, escribió una genealogía de lo que él mismo identificaba como la Ilustración) el problema es que Descartes impuso un nuevo prejuicio, una nueva falsa certeza... D’Alembert no comparte la supuesta confianza de la Ilustración –es decir, la supuesta confianza de Descartes- en la autoridad de una razón humana que se basta a sí misma. La razón e cuanto poseemos, sin duda; pero se trata de la misma razón que es capaz de construir un número indefinido de perspectivas distintas a partir de la misma realidad tangible. Sólo la razón es capaz de trabajar una y otra vez con los mismos materiales. Esta última observación es crucial. Se trata, pues, de la razón encerrada en la historia, en la historia de nuestros propios esfuerzos de comprensión crítica, una historia para la cual “La Enciclopedia” estaba destinada a ser un archivo permanente. D’Alembert, como la mayoría de los philosophes, debía más a Locke que a Descartes. Siguiendo a Locke, rechaza la concepción de las ideas innatas que todavía está presente en Descartes. Al igual que Locke, construye su teoría del conocimiento a partir de las sensaciones... Finalmente, en Locke halló una solución posible al reto escéptico a través de la noción de probabilidad... Para Locke, el escepticismo sólo puede conducirnos a la desesperación más absoluta... Si bien es cierto que nunca podremos obtener una certeza absoluta, la “probabilidad” es más que suficiente para gobernar nuestros asuntos”

D’Alembert creía que el verdadero instrumento del conocimiento “probable” era el método de “la genealogía y la evolución”. Al igual que Locke, que nos ofrece una respuesta “probable” a la pregunta: “¿Qué puedo conocer?”, D’Alembert también nos ofrece una historia de las conductas y las acciones humanas como apoyo para desenredar la madeja de los grandes misterios de la condición humana: una nueva “narrativa” histórica.

Para D’Alembert, así como para las principales figuras de lo que se ha dado en llamar la Ilustración (Rousseau, Diderot, Condorcet, Voltaire y Kant), la historia, entendida como la comprensión de las acciones de la voluntad humana en el tiempo, se convierte en un nuevo modo de evitar la trampa escéptica.... El paso dado por D’Alembert desde la ilusión de certeza ofrecida por las ideas “clara sy distintas” (Descartes)a las verdades probables, adquiridas a través de una extensión del “método histórico ordinario” (Locke), supuso un paso crucial para la Ilustración en cuanto fue aplicado a todas las dimensiones de la vida humana... Sin embargo, el giro a favor de la probabilidad no debe dejar de ser considerado en su primer contexto, esto es, como una respuesta al reto escéptico, una respuesta que en lugar de centrarse en la posibilidad (O imposibilidad) de algún tipo de conocimiento del mundo, lo que hace es centrarse en las fuentes del conocimiento del yo.

Regresemos al contexto intelectual del siglo XVII.
Grocio y Hobbes habían organizado sus teorías sobre la ley natural sobre el principio de la insociabilidad natural del hombre (homo homini lupus, prestada de Ovidio). Lo importantes es que a partir de este sencillo principio era posible desarrollar una nueva concepción del derecho natural. En esto consistía la llamada teoría “moderna” del derecho natural: El argumento de Hobbes es que el deseo de autopreservación del propio cuerpo y miembros es siempre y en todas partes un principio completamente razonable...

En la versión más elaborada de Grocio los hombres tienen ciertas obligaciones para con sus semejantes, pero estas obligaciones se formulan igualmente en términos de un imperativo dirigido a evitar dañar a otros seres humanos. Según Grocio, ningún hombre con uso de razón podría rechazar este mínimo denominador moral: aquí no importan sus convicciones religiosas, costumbres locales o preferencias personales..... Lo que se buscaba no era una explicación sobre las fuentes de la acción humana, sino una máxima simple e irrefutable que permitiera responder al reto escéptico.

Los seres humanos tienen personalidades muy complejas, como Grocio y Hobbes sabían perfectamente. Ocurría que si el mundo había de convertirse en un lugar ordenado e inteligible, entonces lo que se requería no era una ley que reflejase esa complejidad sino una máxima simple (e irrefutable) que no pudiese ser transformada por la experiencia particular.

Quizá, por tanto, la verdadera dificultad está en la objeción que D’Alembert dirigió a Descartes: haberse deshecho de un prejuicio para sustituirlo por otro.

En el transcurso del siglo XVIII, la imagen hobbesiana de la sociabilidad humana era descrita como una filosofía de origen epicúreo. Desde finales del siglo XVII, los “epicúreos” eran quienes describían al hombre como a un ser movido por el egoísmo, por ese abrumador e innegable deseo de evitar el dolor, para lo cual el hombre empleaba toda su razón... Por lo general, un epicúreo era considerado como un simple hedonista que no dejaba de ser algo difícil de aceptar si se tenía en cuenta el radical ascetismo del propio Epicuro. De forma más amenazadora, el término epicureismo era también utilizado como sinónimo del ateísmo... Los epicureistas aceptaban en términos generales que la principal pasión humana era el amor a sí mismo, y de ahí que la prioridad permanente de todo ser humano fuese la de evitar el dolor y maximizar el placer. Los epicureístas partían de una concepción del ser humano como individuo y de las relaciones entre los hombres como un proceso de optimización respectiva de sus intereses particulares. En definitiva, el epicureismo constituía el “sistema egoísta de la moral”.

Contexto histórico. La guerra civil inglesa (Hobbes). El Tratado de Westfalia, 1648 (Fin a la guerra de los Treinta años): La paz de Westfalia hizo que despareciese la función del papado como árbitro en las disputas internacionales... Después de Westfalia surgió una nueva generación que empezó a cuestionar la supuestamente irrefutable explicación que la “filosofía mecanicista” había dado sobre los orígenes de la sociabilidad humana. La debilidad teórica principal de las concepciones de “lo humano” que habían aportado tanto Hobbes como Grocio, era que exigía aceptar una visión demasiado reduccionista de la personalidad humana; esto es algo que enseguida empezaron a señalar la mayoría de sus críticos... Lo que hacía falta en este momento era una explicación más profunda y generosa acerca de la psicología humana, una explicación que desmontase las explicaciones anteriores acerca de la sociabilidad humana y la ley natural: Samuel Pufendorf.

Desde luego Pufendorf partía de las teorías de Grocio y Hobbes, pero su objetivo era ofrecer una alternativa al cientifismo de las versiones grociana y hobbesiana sobre las fuentes de la sociabilidad humana. Sin rechazar las premisas básicas de estos autores (esto es: que el hombre piensa antes en su propio bienestar que en el de los demás y que todas las sociedades humanas son fruto de un acto de voluntad, no de la aplicación de un sentido innato), la misión de Pufendorf consistió en redescribir la ley de la naturaleza como una forma en sí misma de sociabilidad: la socialitas.
Para Pufendorf estas sociedades (orígenes) deben ser consideradas como personas morales. Según su propia descripción, cada una de estas sociedades es una “persona singular con entendimiento y voluntad, capaz de realizar acciones que le son propias, distintas de las acciones de los individuos”. Mediante un acto de voluntad, o mejor aún, mediante una sucesión de actos de este tipo, la humanidad ha conseguido hacer realidad no un ser “artificial”, sino un ser “natural”, un ser dotado de sus propios atributos morales.

Lo que Pufendorf quiso hacer fue dotar al hombre civil del estatus de una criatura moral natural. Así renunciaba en la práctica a la distinción entre el estado de naturaleza y la sociedad civil, abriendo al mismo tiempo el camino hacia un concepto universal de la humanidad que sustituyera el rígido e inverosímil psicologicismo de sus predecesores .Lo crucial dentro del giro que iba a tomar el discurso sobre el derecho natural en el siglo XVIII es que el hombre esta inclinado por naturaleza a la benevolencia para con sus congéneres, precisamente porque reconoce en ellos un valor compartido... El propio Pufendorf trató de representar la distancia que le separaba de Hobbes y Grocio en términos de una oposición entre epicureísmo y estoicismo... En efecto, toda la teoría de la sociabilidad de Pufendorf se construye en torno a un pasaje tomado del “De Beneficiis” (IV,18, de Séneca.... Este contraste entre estoicismo y epicureísmo se convirtió en la característica dominante de la teoría política de finales del siglo XVII y de comienzos del siglo siguiente. No sólo lo encontramos en Pufendorf, también está en Adam Smith y en Francis Hutcheson, en Diderot y en Rousseau, en Concordet...)

El contraste entre estoicos y epicúreos, por impreciso que nos pueda parecer en algunas ocasiones, sirvió para diferenciar a la “Ilustración” de sus propios orígenes en el siglo XVII. Pues si una buena parte de los defensores de la “filosofía mecanicista” fueron epicureístas (o mejor, se les acusó de serlo), sin duda las figuras principales de la Ilustración declararon en algún momento su adscripción sincera a cierta forma de estoicismo

La concepción estoica del siglo XVIII poseería dos rasgos distintivos: 1) la idea de autodominio, y 2) la afirmación de la indivisibilidad de la persona. El autodominio significaba ser un ser resistente y desafiante, un ser capaz de contemplar sus propios sufrimientos y desgracias como algo ajeno y externo a sí mismo. La indivisibilidad de la persona y del lugar necesario de la humanidad en el mundo: El ser humano era una parte integral de la naturaleza. Cada una de las partes del individuo –incluida el alma- éste existe sólo en conjunción con las demás partes: Los seres humanos estarían integrados con los otros miembros de su misma especie (“sentimiento de compañerismo”)... En el siglo XVII a esto se le llamó “simpatía”, algo que hoy quizá llamaríamos “empatía”... Todos los hombres muestran un amor natural hacia sí mismos y una inclinación natural a la asociación con los otros (una disposición natural para amar a los demás)... De forma necesaria, la justicia debe ser extensible a toda la humanidad.... Esta imagen, que reconcilia la humanidad con la naturaleza y, en particular, con el mundo social que ella misma había creado, es lo que hacía imposible el tipo de cálculo racional propio de la psicología individualista de Hobbes... Este es el aspecto del estoicismo, junto al consabido cosmopolitismo, al que apuntan Pufendorf y la mayoría de sus seguidores en el siglo XVIII cuando definen sus teorías como estoicas...

Se podría decir que la Ilustración resucitó el estoicismo con la intención de ofrecer una ética secularizada que ocupase el vacío que había dejado la Iglesia cristiana.

Para Hobbes, al igual que para Grocio o para Locke, como también para sus comunes predecesores escolásticos, la “ley natural” (que era la materia a partir de la cual los seres humanos obtenían tanto su identidad como la ley moral) se había formado a partir de principios racionales que eran ante todo razonables: los “preceptos”, en una palabra. Este es además el término preciso que utilizaron tanto Locke como los escolásticos. Sin embargo, para los escritores ilustrados esta ley natural no podía basarse en el simple raciocinio, sino que era preciso atender también a las “sensaciones”, a los “sentimientos” y a las “pasiones”.... Para la mayoría de los escritores del siglo XVIII, entre los que estaba Hume, una teoría adecuada acerca de la naturaleza humana debería arrancar con un adecuado tratamiento sobre el origen de las pasiones y las emociones...A partir de aquí es posible deducir los principios necesarios para una nueva teoría de la sociabilidad humana, lo cual significa una comprensión alternativa del proyecto ilustrado: EARL OF SHAFTESBURY (1671-1713).

Shaftesbury hoy en día no es un autor muy leído, pero en su momento, tuvo una considerable influencia tanto en Francia como en Alemania. Diderot, por ejemplo, comenzó su carrera como traductor de la “Investigación sobre la virtud y el mérito”; Hutcheson también comenzó la suya con una defensa de Shaftesbury frente a Mandeville. La teoría estética de Shaftesbury sobre el “desinterés” tuvo un profundo impacto en Kant y, más tarde, en Schopenhauer. Hume le sitúa –junto a Locke, Mandeville y Hutcheson- en la lista de esos “filósofos ingleses que han renovado la ciencia del hombre”.

Shaftesbury, como la mayoría de los miembros de su generación, fue muy hostil a la imagen hobbesiana del hombre como ser calculador y egoísta. Con todo, el citado hobbesianismo no era lo que en verdad le inquietaba... Por el contrario, su verdadera hostilidad se dirigía hacia la figura de Locke (quizá porque había sido alumno de él)... Tampoco era la teoría de Locke sobre la “probabilidad” lo que le inquietaba, sino su teoría de la “sensación”. Aquí veía la negación de todo innatismo moral además de cognitivo... También rechazaba de Locke la afirmación según la cual aquello que sirve para distinguir la “virtud” y el “vicio” fue siempre y en toda sociedad alguna forma de “costumbre, legislación u orden arbitrario”.
Lo que debía sustituir el egoísmo hobbesiano y el sensacionalismo lockeano, por un lado, como también el innatismo escolástico, por otro lado, era lo que él llamó un “sentido moral”... El “sentido moral” de Shaftesbury no era ni un precepto evidente, como habían sugerido los escolásticos ni una idea clara y distinta... Los afectos en sí mismos podían ser considerados como objetos mentales... Según Shaftesbury, los sentimientos son cualidades primarias, no secundarias, es decir: no se parecen en nada a la información que otros sentidos nos ofrecen... Shaftesbury llevó este proceso de internalización un paso más adelante. Si bien rechaza la afirmación que hace Locke de que la capacidad de formas “nociones generales” es lo único que diferencia propiamente a los seres humanos de otros animales, aceptó sin duda que se trataba de una capacidad crucialmente distintiva. (una nueva propiedad = un sentido reflexivo).

Tanto Shaftesbury como Adam Smith (y alguien podría añadir. Diderot, Rousseau o Hutcheson) comparten la convicción de que, como mínimo, la humanidad posee una identidad en común, que esta identidad trasciende los vínculos del lugar y la comunidad, y que tal identidad se basa en alguna forma de reconocimiento afectivo...

Los sentimientos morales ofrecían una nueva forma de entender el ego. Es preciso seguir contando con la razón para dar sentido a nuestros juicios intuitivos. Pero las cosas que nos unen a los demás, como también las motivaciones que están detrás del juicio moral (las bases sobre las que construimos nuestro mundo social), tienen mucho más que ver con nuestras pasiones. Éstas son las que forman nuestros egos naturales. En el lenguaje de la Ilustración, de Shaftesbury a Kant, desaparece la ley natural en el sentido en que había sido utilizada desde Aristóteles, es decir, como un derecho (ius). Lo que obtenemos a cambio es una nueva definición de lo humano

Shaftesbury se declaraba estoico. Creía que lo que unía a Platón, Aristóteles, Epicuro y Marco Aurelio era una creencia en la humanidad como parte –una parte esencial, desde luego, pero sólo una parte a fin de cuentas- de un mismo “Sistema de todas las Cosas y una Naturaleza Universal”... La prueba de la interconexión de todas las cosas no se hallaba en la metafísica, y menos aúnen la teología, sino en la filosofía natural, en la observación de la mutua dependencia de todas las especies animales, incluyendo, por supuesto, a la especie humana.... Shaftesbury era un deísta, o mejor aún, un “teísta”, como a él mismo le hubiese gustado decir. En su opinión, un teísta era alguien que deseaba reconocer que “toda cosa está gobernada, ordenada y regulada para mejor por una Mente o Principio designatario”. Por el contrario, el ateo era para Shaftesbury alguien que sólo es capaz de ver contingencia en el mundo. A esta última categoría pertenecen los epicúreos y sus herederos modernos. Shaftesbury rechazaba concebir al hombre de forma aislada.... La función de la sociedad es la de asegurar, en la medida de lo posible, que nuestras costumbres coincidan con nuestros sentidos y gustos internos.

EL COSMOPOLITISMO ILUSTRADO

Los escritores del siglo XVIII rechazaron la concepción aristotélica de la sociabilidad con la misma energía con que se opusieron a la concepción hobbesiana.

Si el estoicismo ilustrado quiere ofrecer algo más que un simple fundamento para la sociabilidad, debe desarrollar también un argumento a favor de algún orden político efectivo, que sólo puede ser un argumento a favor de un orden político cosmopolita... Era evidente que la naturaleza humana era igual en todas partes. No obstante, no podía negarse que la división de los pueblos en naciones se había plasmado en disposiciones humanas bien diferentes. Esta división había producido distintos cuerpos de derecho civil, así como otros tantos hábitos y costumbres diferenciadas que sostenían estos mismos sistemas legales; de ahí que la humanidad empiece a ser considerada como una misma especia, aunque dividida en tribus culturalmente inconmensurables. Quizá fuese posible recurrir a alguna forma de “sentido interno” para conectar las partes ahora divididas, pero desde luego esto nunca sería suficiente como base para un proyecto mucho más ambicioso de relaciones sociales. Y este era justamente el aspecto crucial del problema.

GIAMBATTISTA VICO y Shaftesbury nos brindaron la posibilidad de una lectura alternativa de la “Ilustración”. Desde la perspectiva filosófica alemana del siglo XIX, ambos formaron arte de una “tradición moralista” que produjo la corriente “autocrítica dentro de las ciencias humanas” (Gadamer), una corriente que ahora asociamos con Hegel. Vico ha sido considerado como un precursor del historicismo... A Vico se le considera un crítico pro-romántico de la racionalidad ilustrada... Vico se ha convertido últimamente en una de las figuras centrales del debate contemporáneo en torno al legado e identidad de la Ilustración.

Vico. Profesor de teología del Nápoles católico del siglo XVII. Murió en 1744, y se vio como un pionero de otro tipo de Ilustración. “La Ciencia Nueva”. Artífice de una prosa y estilo tan denso que incluso sus contemporáneos mejor intencionados desesperaron de llegar a entender.... Al igual que después harían la mayoría de los filósofos del siglo XVIII, Vico trató de hallar una salida al escepticismo rechazando a todos esos modernos “epicureístas”... Casi todos los escritos de Vico comienzan en el punto que habían adoptado la mayor parte de los teóricos del derecho natural moderno. Su objetivo principal era ofrecer una alternativa a la teoría grociana de la sociabilidad.... Su objetivo era muy parecido al de los deístas. Porque, al igual que los deístas, Vico reconocía que el viejo Derecho Natural de los escolásticos no podía ser resucitado. No obstante, como los modernos teóricos del derecho natural, Vico creía que la utilidad siempre sería la primera preocupación del hombre en el estado de naturaleza y la preservación el primer impulso encaminado a la creación de la sociedad.

Vico estaba convencido de que la narrativa que Grociohabía proporcionado sobre los “orígenes” se apoyaba en una presuposición falsa. Grocio había desvinculado totalmente el concepto de “ley natural” de “las costumbres humanas”, creando así una mera abstracción –lo que Vico llamaba la “ley natural de los filósofos” (anacrónico y abstracto, arrogante = mera filosofía)-, algo que resultaba inútil para comprender la vida social de los pueblos... Para Vico, los seres humanos, entiéndase, los seres humanos de verdad -no esas ficciones geométricas, producto de la imaginación de Grocio- son criaturas azotadas por “el capricho, la precipitación, la suerte y la fortuna”, son criaturas cuyas identidades y facultades racionales varían en el tiempo. Todo cuanto hay en la naturaleza, sin excepción, incluyendo la historia del hombre, debe proceder de lo simple a lo completo. “Está en la propia naturaleza de los orígenes”, nos dice Vico en otro pasaje, “que éstos sean simples y toscos”. Por eso el hombre primitivo, según Vico, no podía estar en posesión de la razón que le hubiese permitido pensar como a Grocio (y compañía) de haber tenido que enfrentarse a una situación similar. Por el contrario, estos primeros hombres, por sí solos, nunca habrían podido imaginar algo tan complejo como es la sociedad civil y, por tanto, tampoco habrían podido realizar un pacto dentro del estado de naturaleza para entrar en la sociedad civil. En conclusión, si este hombre primitivo fue nuestro ancestro, entonces no pudo ser el “hombre licencioso y violento de Thomas Hobbes”.

La narrativa de Vico sobre los orígenes de la sociedad humana trataba de restablecer lo que Grocio, Hobbes y Locke habían hecho desaparecer, es decir, las primeras narrativas clásicas sobre los orígenes humanos, narrativas que definen la sociabilidad en términos de la persuasión por el lenguaje, no en términos de la voluntad de los agentes. Esto es lo que Karl-Otto Apel ha llamado una “ideología retórica”, una tradición humanista cuyos orígenes pueden encontrarse en Horacio y también en la explicación sobre los orígenes de la sociedad que nos ofrece Cicerón en su “De inventione”. Pero el hombre primitivo no sólo era un poeta sino también un jurista. Dicho de otro modo: la poesía que tuvo por objeto sacar a los hombres del estado de naturaleza –haciendo de ellos seres sociales y civiles- fue el lenguaje de la ley... Esto permite a Vico concebir la historia de la humanidad como una historia del lenguaje; y por eso se refiere a esta historia como una “ciencia filológica”. En esta ciencia, al igual que en la mayor parte de la lingüística de los siglos XVI y XVII, las palabras siguen a las ideas que, a su vez, siguen a las cosas... Lo que había sobrevivido de los primeros hombres eran sus palabras, sus textos, y estos textos, después de haber sido narrados una y otra vez durante siglos, habían llegado a formar parte de nuestro ser metafísico. A partir de aquí era preciso deshacer el camino andado (“La descomposición del habla” –Condillac)... Examinando el lenguaje de la ley y de las historias humanas podemos regresar desde las palabras a las ideas, y de las ideas a las cosas; de este modo, es posible construir una historia humana que sea válida para las mentes de los hombres primitivos que ahora son completamente extrañas para nosotros...

Su cometido era traer el pasado hasta el presente, pero insistiendo en su misma historicidad. Somos el producto de lo que hemos sido con antelación. Estos significa que debemos ser sensibles con respecto a qué es lo que pudimos haber sido en las distintas fases del pasado. De esta forma, la historia del lenguaje puede ser empleada como una herramienta, como la llave que sirve para penetrar en esa parte del hombre que depende enteramente de su libre albedrío, o sea, la parte de la historia humana que el mismo hombre ha creado: el mundo civil.... Mientras que sólo Dios puede llegar a comprender el mundo natural, dado que es su creador, el hombre, a su vez, puede llegar a comprender el mundo social porque se trata también de su mundo. La “ciencia filológica” de Vico está constituida por “todas esas cosas que dependen de la voluntad humana, como son todas las historias de los lenguajes, de las costumbres, y de los hechos que atañen a las guerras y las paces de los pueblos”. Esto es lo que constituye la auténtica “jurisprudencia de la ley natural de las naciones”: la ciencia por antonomasia.

Los hombres primitivos no actúan fuera del tiempo histórico, es decir, de forma individual o racional; los hombres actúan colectivamente, dentro de la historia y a través del lenguaje. El problema de la fuente de la sociabilidad humana se convierte a partir de ahora en el problema de su habilidad para la comunicación. Si las criaturas humanas poseen el poder de comunicarse, esto significa que son capaces de reconocer necesariamente que tienen una identidad común con aquellos con quienes hablan... El hombre es creado por la naturaleza para comunicar a otros hombres sus necesidades conforme a la equidad. La sociedad es la comunicación de la utilidad y la equidad es la ley de la naturaleza. De ahí que el hombre sea sociable por naturaleza...

La costumbre había sido tanto para Grocio como para Pufendorf la fuente misma del escepticismo que ambos deseaban refutar... Para Vico, si la ley de las naciones era –como él sostenía- una ley natural, entonces no podía ser separada de las historias reales de los pueblos... Esta ley tenía que ser descubierta en la historia... esta ley ha sido organizada por la costumbre...

Vico había tratado de naturalizar y universalizar la costumbre, había tratado de disolver la distinción entre los principios naturales –en cierta medida innatos y abstractos- y los principios creados o fabricados por el hombre.

Los aristotélicos y los tomistas habían llegado a la conclusión de que la humanidad subsistía a través de algún tipo de disposición innata. Grocio y Hobbes habían reducido esta disposición a un “núcleo moral mínimo” (el principio de preservación que sería evidente para todos los hombres). Vico, sin embargo, como Shaftesbury, había intercambiado la búsqueda de u nprincipio intrínseco por la de uno extrínseco. Pero Vico, a diferencia de Shaftesbury, no precisaba de un “sentido moral”; porque, como cristiano, creía simplemente que la capacidad par distinguir el bien del mal era innata en el hombre. A esto lo llamó vis veri, el impulso de la verdad, el único principio cognitivo que había sobrevivido a la caída del hombre. Ahora bien, lo mismo para Shaftesbury que para Vico, las sociedades humanas sólo pueden sustentarse en un conjunto de principios comunes instintivamente reconocibles, principios que están en relación directa con la interdependencia que existe entre todos los seres humanos. Esto es lo que Shaftesbury describe como “esa clase de civilidad que surge de un sentido apropiado del derecho común de la humanidad, así como de la equidad natural que existe entre aquellos de la misma especie”.

De Vico a Kant.

Es un lugar común situar a Vico del lado romántico en la confrontación Romanticismo/Ilustración, es decir, verle junto a Johan Gottfried von Herder como a un precursor de Hegel.... También es verdad que en el historicismo de Vico se concede tanta o más importancia a una naturaleza humana universal (a un código universal inscrito en la ley y la costumbre) que permitiría a todos los pueblos entrar en comunicación mutua. Esta era la primera condición de cualquier cosmópolis futura. Y aunque Kant no supo nada de Vico, coincidía con él en que el primer paso hacia el ius cosmopoliticum era la comprensión de lo humano y de la capacidad de todos los pueblos del mundo para “entablar una comunicación mutua”. Además, ocurre que ambos escritores eligieron para formular sus argumentos un lenguaje que derivaba del Derecho romano. Kant, a diferencia de Vico, no era jurista; pero, como Vico apreció en el lenguaje del Derecho romano la cosa más parecido a un lenguaje común que podía aportar la cultura occidental. Kant también insistió en que cualquier futuro Estado cosmopolita sería una cuestión de derecho.

Cambios significativos que se produjeron después de Pufendorf en la concepción grociana de la ley natural

Pufendorf había sostenido que las naciones, una vez creadas, adquirían sus propias características morales; porque los lazos que nos unen como personas en la naturaleza serían igualmente efectivos al agruparnos en comunidades. Esto mismo argumenta Christian Wolf en 1749. Para Wolff sería absurdo suponer que la creación de “sociedades particulares” podría haber llegado a suprimir esa otra “gran sociedad” (o civitas máxima) “que la naturaleza estableció entre los hombres”... Según Wolf, si bien la creación de la sociedad era fruto de un acto de la voluntad humana (Grocio y Hobbes también), en realidad se trataba de un acto que sólo podía haber dictado la naturaleza. Fue la naturaleza la que “estableció la sociedad entre todas las naciones y obligó a estas naciones a la preservación de esta sociedad”. De lo cual se puede deducir que la relación entre las naciones exige exactamente los mismos vínculos afectivos, las mismas obligaciones morales, el mismo grado de benevolencia que se había dado en las relaciones entre los individuos. Así que, ahora “cada nación deberá aportar a las demás lo mismo que se debe a sí misma”.... Del mismo modo que las comunidades individuales pueden transformarse en Estados, la humanidad en su conjunto debería también reconstituirse en algo que se parezca a un Estado (“El Estado Supremo” – civitas maxima), cuyo cometido es capacitar a todas las naciones del mundo para “la asistencia mutua que está encaminada a la mejora de su propia condición, esto es, a la promoción del bien común a través de la combinación de sus fuerzas”.

La civitas máxima de Wolf era una “ficción”, en el sentido legal del término; se trataba de lo que Kant llamó una construcción de la razón, esto es, de un recurso que nos permite mostrar qué es lo que debe haber ocurrido. Para construir un corolario político en tiempo y espacio real, era preciso contar con la intervención humana, y, como el propio Wolf reconoce, esta posibilidad todavía no existía.... Pero esta ficción servía para enfatizar “los lazos de la sociedad universal establecidos por la naturaleza de los hombres”, unos lazos que se basan “únicamente en la cualidad de humanidad” en tanto que especie. Estos lazos no podían vincularse, en sentido alguno, a un tipo u otro en particular de orden social...

Todo ello apuntaba a una línea de investigación teniendo el lenguaje como fundamento del orden cosmopolita. Es cierto que el papel del lenguaje en la formación de la sociedad venía siendo tema frecuente del debate. Sin el lenguaje nadie podría haber persuadido a sus semejantes para llevar a cabo el sacrificio necesario de sus libertades naturales y obtener así la seguridad ofrecida por la sociedad civil. En el origen de nuestra implicación en el mundo exterior está la necesidad de proteger nuestro cuerpo del dolor y de la destrucción. Antes de nada, por tanto, lo primero que aprendemos a identificar con el lenguaje son los objetos que nos son útiles a tal fin y los que no lo son, y precisamente este aprendizaje es lo que nos conduce a la creación de la sociedad civil.... Todos poseemos un instinto innato para la comunicación, o dicho de otro modo, para anunciar nuestra presencia a los demás por medio del lenguaje.... También fue esta la razón de la conocida insistencia de Hobbes en que el lenguaje debería estar bajo el control del soberano: era preciso evitar su exposición a un número indefinido de interpretaciones...

Dando por supuesto, como asumía la mayoría, que entre las naciones existía la misma relación formal que entre las personas en el estado de naturaleza, deberían existir igualmente ciertos fundamentos para la comunicación entre los pueblos... Los orígenes de la civitas máxima de Wolf no podían encontrarse en una regla de la naturaleza, pues las sociedades humanas eran creaciones artificiales... Era más bien de la existencia de un conjunto de fórmulas imprescindibles para expresar las supuestas capacidades humanas para el reconocimiento. ... En aquella época era el comercio (relaciones internacionales con carácter pacífico)... Desde este punto de vista, el comercio aparece como una especie de estadio final de la evolución humana. Pero si el comercio –vagamente definido- iba a ser el medio a través del cual se conectarían todos los pueblos del mundo, el vehículo para llevar a la práctica lo que en la comunicación lingüística más simple se había realizado a un nivel interpersonal, esto sólo podría lograrse en un mundo en el que todos los pueblos estaban, más o menos, en el mismo nivel de la escala civilizatoria. Para Batel (s. XVIII) el comercio implicaba algo más que la satisfacción de un deseo: el comercio supo9nía también un deber. No sólo deseamos comunicar nuestras necesidades e intercambiar las cosas de las que poseemos un excedente por otras de las que carecemos, de lo que se trata es de una obligación, de una obligación que para Batel es similar al deber que según Locke tenemos de cultivar la tierra: se trata de un deber que tenemos para con nosotros mismos como miembros de la especie.... Para Adorno y Horkheimer esto supuso “entender todo sólo a través de la uniformidad”, se trata de la razón que busca imponer un conjunto uniforme de valores europeos sobre un mundo diverso (=Colonialismo)...

Kant fue el encargado de transformar esta visión de un mundo de hermanos unidos en un verdadero orden cosmopolita, así como el primero en independizar este proyecto de las demandas de un nivel específico de progreso civilizatorio.... Lo que Kant llamó “una existencia cosmopolita universal” era, la “el más alto designio de la naturaleza” y la “matriz desde la cual se podrían desarrollar todas las capacidades genuinas de la raza humana”... Es obvio que Kant todavía confía plenamente en la noción estoica (“De Officiis”, Cicerón) de un reconocimiento universal de los otros como el mejor fundamento de la sociabilidad... Las sociedades no pueden florecer en el aislamiento y, menos aún, en el enfrentamiento mutuo. Fue precisamente la tendencia de los griegos a aislarse del resto de la humanidad, tratando de forma despectiva a los otros pueblos como bárbaros, lo que produjo “la decadencia de sus Estados”.

Kant, 1795. “Hacia la Paz Perpetua”. Derecho. Condiciones de la hospitalidad universal... Kant es bastante claro sobre el significado que atribuye a la “hospitalidad”. Se trata del antiguo derecho que Francisco de Vitoria (teólogo español, 1539- Salamanca) atribuía a todas las personas a viajar por cualquier parte del mundo. Todos los ciudadanos tienen, por tanto, este derecho a “tratar de establecer comunidad con los demás y, a tal fin, -derecho- a visitar todas las regiones del mundo”. Derecho de visita que no debe confundirse con el de ocupación y menos todavía con el derecho de conquista... este derecho nada tiene que ver con “la conducta inhóspita de los Estados civilizados de nuestro continente, en especial de los Estados comerciales, (en lo tocante a) la gran injusticia que demuestran en sus visitas a otros países y pueblos (que en este caso más se parece a la conquista”)

Para Kant, el ius cosmopoliticum atañe a todo el mundo en virtud de la misma autonomía humana; en otras palabras, se trataría del imperativo categórico aplicado en este caso a las relaciones entre los pueblos. Una vez que los “continentes más alejados” entran en contacto mutuo se alcanza un nuevo estado de cosas: “los pueblos de la tierra entran, en distinto grado, dentro de una comunidad universal, y esta comunidad se desarrolla hasta el punto de que una violación del derecho en alguna parte del mundo se deja sentir en todas las demás”. El “reconocimiento mutuo” (que ha caracterizado el proceso de ilustración entre los primeros hombres) se podría extender ahora a las relaciones entre unidades nacionales al completo.

A diferencia de sus predecesores, Kant reconoció que no es posible un orden cosmopolita a menos que se trate igualmente de la expresión de una forma política universal. Si la humanidad ha de comunicarse con sus semejantes para obtener ese reconocimiento mutuo que forma la base de su autonomía moral, de ello se sigue que esta forma sólo puede ser una república. Kant no compartía el sentimentalismo del siglo XVIII sobre el republicanismo. A diferencia de Rousseau, rechazó las repúblicas del mundo antiguo, porque para Kant la característica determinante de una verdadera república no era –como lo había sido en la antigua Roma y todavía lo era para Rousseau- la noción de virtud sino la de representación., “ya que en su defecto surgirá la violencia y el despotismo con independencia del tipo de constitución que se aplique.... Kant no tiende por “representación” lo mismo que entendemos en las modernas sociedades democráticas.

La forma en que Kant concibe este orden mundial de repúblicas representativas irá cambiando de forma significativa desde su primera aparición en “La idea de una historia universal”, 1787, donde se describe como un “poder unido y las decisiones guiadas por las leyes de una voluntad unida”, pasando por “Hacia la Paz Perpetua”, 1795, hasta alcanzar la definitiva “La Metafísica de las costumbres”, 1797, donde para entonces ya se había convertido en un congreso permanente de Estados... Dicho de otro modo: sólo dentro de una “confederación de pueblos” será posible para la humanidad conciliar la condición de “ciudadano de una nación” con la de miembro de pleno derecho de una “sociedad de ciudadanos del mundo”, y añade que “esta es la idea más sublime que un hombre pueda concebir de su destino”.

Kant proclama en “la octava tesis” de su”Idea de una historia universal con propósito cosmopolita” que se trata de la “realización del plan oculto de la Naturaleza para sacar a la luz un Estado perfectamente constituido, única condición en que las capacidades humanas pueden ser desarrolladas al completo. En la “Crítica del juicio” este devenir histórico se convierte en la historia del desarrollo cultural. En respuesta a la pregunta “¿dónde habremos de situar esta finalidad última de la naturaleza con relación al hombre?”, Kant responde que en “la cultura”. Sólo la cultura satisface la condición de ser aquello “que la naturaleza puede proporcionar al hombre para hacerlo que tiene que hacer por sí mismo para ser un fin en sí mismo”... Sin embargo, la cultura puede ser de dos tipos: de un lado, la cultura del refinamiento en las habilidades , y, de otro lado, la cultura como disciplina que “consiste en la liberación de la voluntad del despotismo de los deseos que... impiden ejercer una opción de nuestra propia elección”.

La cultura, por tanto, como combinación del refinamiento en la habilidad y la disciplina, estaría en una especie de término medio entre la voluntad natural y la voluntad moral. La cultura es lo que prepara al hombre para adquirir ese estatus final como ser moral no conflictivo, después de haber sido guiado por los instintos a través de los distintos estadios formativos de su desarrollo, primero en el estado de naturaleza, después en el orden civil de las naciones rivales. El orden político que progresa de las desigualdades propias de una cultura de la habilidad hasta la armonía que la somete a disciplina, habrá completado el propósito oculto de la naturaleza para nuestra especie.... Para el Kant de la tercera crítica, como para el Kant de la “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración?”, o para el Kant de la “Idea de una historia universal con propósito cosmopolita”, es evidente que se trata de un logro futuro de la humanidad. El éxito de la Revolución Francesa le había dado la esperanza de que el momento en que todas las naciones del mundo pudieran ser repúblicas no estaba muy lejos.

La cosmópolis kantiana es una condición que la humanidad llevaría a cabo a través de un acto de la voluntad. En sí mismo no se trata de un acto de “ilustración”, sino que la Ilustración es una condición necesaria para su creación. (Pues Kant creía que únicamente lo que él llamaba “repúblicas representativas” podrían brindar a las gentes la autonomía necesaria para reunirse pacíficamente en un contacto mutuo). Vico no tenía una visión semejante, y si la tuvo fue una visión que no confiaba en la libre acción política sino en el despertar de la responsabilidad de la Iglesia católica... En los dos autores encontramos, sin embargo, el mismo énfasis en una historia compartida de la acción, un énfasis en la habilidad de todos los seres humanos, a pesar de sus diferencias culturales,, que les permitirá llegar a un común acuerdo y construir un derecho común.

En realidad, Vico está mucho más apegado a la narración de acontecimientos empíricos que otros muchos historiadores que utilizaron “conjeturas”. Pero sin duda la historia de Vico es también una historia “hipotética” de la humanidad y, sobre todo, es al mismo tiempo una historia ideal y eterna, que como la historia de Kant sólo puede terminar en la plena realización del ser humano.

Kant y Vico se sirvieron del mismo tipo de historias hipotéticas para demostrar que, a pesar de sus diferencias, todos los pueblos de la tierra compartían un mismo pasado y, por tanto, un mismo futuro. En estas dos narrativas hay un supuesto común que afirma que la nación es sólo un paso más en el camino hacia lo que Vico llamó la trascendencia de la condición humana y Kant la consecución del ius cosmopoliticum entendido como “la finalidad última de la naturaleza con relación al hombre”... Lo que no compartieron, sin embargo, fue una misma idea sobre el propósito último de esta condición humana. Ciertamente, ambos creyeron con fuerza e la existencia de un propósito común para la naturaleza, que es básicamente lo que Vico entendía por la “providencia”. No obstante, si en Vico este propósito –la culminación de la “historia eterna ideal”- llegará cuando el hombre se realice plenamente (que es en definitiva a lo que Aristóteles apuntaba con su noción de eudaimonia), en Kant –por el contrario- se rechaza todo eudemonismo y se afirma que el hombre sólo podrá hallar su verdadero fin en cuanto agente libre, es decir, sobreponiéndose a la naturaleza. Para Kant el hombre no podía “participar de ninguna otra clase de felicidad o perfección a excepción de aquella que se procura a sí mismo sin servirse de su instinto y a través de su mera razón”. No se trata de lucha por una “vida buena” que hallar en nosotros mismos, sino de crear esa misma vida con las herramientas que la naturaleza nos ha entregado.

Según Kant el hombre se transforma a sí mismo por medio de sus propias acciones, que son producto de su voluntad, aunque sea la naturaleza la que le proporciona los primeros incentivos haciendo de él un ser competitivo. Siguiendo este proceso llegará un día a un estado de verdadera ilustración, y en algún momento de este mismo desarrollo histórico se transformará en un ser plenamente moral.


Johann Gottfried Herder. Discípulo de Kant y crítico. Defensa del particularismo.

La concepción kantiana es de carácter antieudemonista...
Herder aceptaba la existencia de una categoría universal llamada la “humanidad”. Y también aceptaba que todos sus miembros tienen un cierto número de características en común, entre las que dominaba la predisposición hacia las creencias religiosas.... Las culturas se dividían también en razón de sus emociones, que es justamente la dimensión que mejor nos distingue de otros animales.

Para Herder la historia no es la historia de la raza sino, antes bien, las historias de la expresión de ese reconocimiento interno de lo que significa ser español o alemán, birmano o malí.... El desacuerdo de Herder con Aristóteles y sus herederos consistía en que no todos los seres humanos podían buscar los mismos fines y objetivos.

Kant (1785) se mostraba excesivamente preocupado por el particularismo de Herder. Lo que no podía soportar era la creencia implícita de Herder en el hombre como un ser que, si bien era capaz de imponerse al mundo, únicamente podía lograrlo a partir de su comunión con una naturaleza oscura predeterminada. El ataque de Kant se centrará en los usos que Herder había hecho de la imagen presocial de la condición humana. Kant era muy hostil hacia esa imagen de la virtud natural tan característica del siglo XVIII y representada por la figura del bon sauvage... Para Kant el hombre no puede participar de ninguna otra clase de felicidad o perfección que aquella que se procura a sí mismo sin la ayuda de sus instintos y sólo a través de la razón.

La batalla entre Herder y Kant en torno al significado de Tahití (bon sauvage) se prolongará en el siglo siguiente. Por un tiempo Kant pareció llevar la peor parte, pues en mitad de su camino se interpuso Hegel. Para Hegel, como antes para Herder, los seres humanos creaban por sí mismos sus propios fines. Pero el creía haber dado con la solución o trascendido el problema en el que Kant se había quedado atrapado; y de paso también creía haber resuelto la disputa milenaria entre las dos clases de escépticos modernos, epicúreos o estoicos. Hegel hizo del hombre el producto de su propia historia. A partir de ahora, por tanto, los seres humanos no serían ni los meros creadores de sus propios fines a partir de los designios de la naturaleza, como lo había sido para Kant, ni tampoco los meros intérpretes en el tiempo histórico de lo que la naturaleza (o Dios) había creado junto con ellos, como suponían Herder y los eudemonistas. Los seres humanos dejaban de ser criaturas de la naturaleza y pasaban a ser realizaciones de lo que Hegel llamó el Absoluto, el Espíritu del Mundo. La humanidad es concebida como un proceso de realización a través del tiempo histórico y su momento final había llegado.

Cada una de estas tres figuras –Kant, Herder y Hegel- vivieron y estuvieron muy claramente influidos por lo que quizá sean tres de los momentos más decisivos de la moderna historia europea. Kant presenció, aunque desde una cierta distancia, el despliegue de la Revolución y la época del Terror francés dándole vueltas a la posibilidad de una futura federación de estados que adoptarían la forma de un futuro orden cosmopolita. También es muy probable que estos acontecimientos contribuyeran a acrecentar su rechazo del eudemonismo como una ilusión muy peligrosa, moral y políticamente hablando. Herder, por su parte, había sido testigo de la permanente desintegración de los antiguos bloques cosmopolitas europeos (en especial del Imperio Austro-Húngaro) y del crecimiento en paralelo del nacionalismo. Hegel había visto entrar en Jena a Napoleón y declaró entonces que se trataba del “Espíritu del Mundo a caballo”....


 

 

 

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