La posibilidad de escoger el sexo de la descendencia
se halla limitada en la legislación española a aquellos casos en que existe
una indicación médica. Pueden hacerlo las parejas cuyas mujeres son
portadoras de enfermedades ligadas al cromosoma X, tales como la hemofilia,
algunas distrofias musculares y ciertos retrasos mentales. Las mujeres
portadoras de enfermedades ligadas al sexo, aunque no padecen la
enfermedad, la transmiten a la mitad de su descendencia masculina. En estos
casos, por lo tanto, escoger como opción descendencia femenina evita el
nacimiento de varones afectos.
Este procedimiento puede llevarse a cabo mediante fecundación in vitro y la técnica de diagnóstico genético preimplantacional. Consiste básicamente en extraer una
célula del embrión con el fin de poder diagnosticar su sexo. No se
compromete la viabilidad del embrión mediante la biopsia y se permite por
lo tanto conocer y escoger el sexo de los embriones antes de depositarlos
en el útero de la paciente. Esta técnica fue desarrollada en 1990 y
nacieron en nuestro país las primeras niñas en el año 1994. Su madre,
portadora de hemofilia, quiso evitar el posible nacimiento de un varón
afecto de la enfermedad.
La técnica descrita anteriormente selecciona los embriones, pero existe
también la posibilidad de seleccionar los espermatozoides en dos
poblaciones distintas: los portadores del cromosoma X, que darán lugar a
niñas, y los que son portadores del cromosoma Y, que darán lugar a niños.
Recordemos que son los hombres los que determinan el sexo de la
descendencia, a pesar de que en el transcurso de la historia se ha culpado
en numerosas ocasiones a las mujeres por la ¡falta de descendencia
masculina! El sex ratio (o proporción de nacimientos de niños
respecto de niñas) se mantiene de forma natural en 102-106 niños por 100
niñas.
No se deberían considerar el aborto selectivo ni el infanticidio, ya sea
voluntario o por negligencia, como métodos de selección de sexo, a pesar de
que en la actualidad son practicados ilegalmente en países como China e
India. Existen métodos naturales para la selección de sexo. El más
conocido, descrito en 1989 por Landrum B. Shettles, se basa en las diferencias entre los
espermatozoides portadores del cromosoma X y los portadores del cromosoma
Y: un 3% de más en contenido de ADN entre unos y otros. Se especula que los
espermatozoides portadores de Y son menos resistentes y más rápidos (menos
ADN) que los portadores de X, más fuertes y lentos. También parecen tener
diferencias en cuanto a su resistencia frente a distintos grados de acidez
o alcalinidad. El método Shettles propone, para
conseguir niños, relaciones sexuales 24 horas antes y no más de 12 horas
después de la ovulación, penetración vaginal profunda y por detrás, siendo
aconsejable que la mujer tenga uno o varios orgasmos que alcalinizarán la vagina y cuyas contracciones ayudarán al movimiento de
los espermatozoides Y. En caso de desear una niña, las relaciones sexuales
deben producirse desde el final de la menstruación hasta solo 2 o 3 días
antes de la ovulación, con penetración menos profunda y sin que la mujer
tenga orgasmos. También se propone enriquecer la dieta en lácticos y
disminuir la ingesta de sal para conseguir niñas, mientras que una dieta
rica en sal y carne roja favorece la gestación de niños. Las estaciones del
año también parecen tener relación con el sexo del que va a nacer: es más
favorable la primavera para concebir niñas y mejor el otoño para los niños.
Es evidente que los métodos no técnificados, de
fácil acceso en recopilaciones antropológicas y costumbristas, pueden utilizarse
libremente por las parejas en búsqueda de uno u otro sexo, aunque los
resultados no sean siempre satisfactorios y a veces haya que insistir, con
el consiguiente crecimiento de la familia...
Si dejamos aparte las razones médicas, se puede plantear la selección de
sexo con la idea de equilibrar la familia (family
balancing) o por simples razones de
preferencia, ya sea por motivos económicos, culturales o sociales. Cabe
resaltar las grandes diferencias que se dan entre distintos países y
culturas en cuanto a la preferencia de uno u otro sexo. El desprestigio y
las enormes desventajas que puede suponer ser mujer en países como China e
India hacen desviar las preferencias hacia la selección de varones,
mientras que un 80% de los casos que se realizan para selección de sexo en EE.UU. son para elegir niñas.
Dejando al margen si es lícito o moralmente aceptable utilizar métodos de
selección de sexo por motivos únicamente sociales, hay que tener en cuenta
las consecuencias de desequilibrio demográfico que pueden suponer cuando
existe preferencia de un sexo sobre otro. Tal desequilibrio no se
produciría en países en los que se utilice tan sólo para family balancing y
en los que no hay discriminación por razón de sexo. Es de suponer que
habría el mismo porcentaje de parejas que desearían niños o niñas. Muy
distinta sería la situación en países en que se limita el número de hijos y
se discrimina profundamente a las mujeres. Los temerosos de que los bebés
de diseño se conviertan en una realidad consideran que la selección de sexo
constituye el inicio de la pendiente resbaladiza que nos llevará
inequívocamente a ello.
¿En una sociedad que se quiere libre y responsable -y siempre dentro de
unos límites adecuados y bien establecidos- podría contemplarse la posibilidad
de escoger el sexo de la descendencia? Y yo me pregunto: ¿si no se
perjudica ni al futuro bebé, ni a sus progenitores, ni al conjunto de la
sociedad, está mal seleccionar el sexo de la descendencia?
ANNA VEIGA,
doctora en Biología
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