Base documental d'Història Contemporània de Catalunya.
Biografies.(1800-1931)
 

José Millán y Terreros
(Millán Astray)
(1879-1954)

 
   

Font:
PRESTON, Paul: Las tres Españas del 36. (1998).Barcelona: Plaza & Janés. 65-98 pp.

José Millán Astray y Terreros fue, quizá, la persona que más influencia ejerció en la formación moral e ideológica de Francisco Franco. Santificado en vida con el apodo «el glorioso mutilado», su contribución al ideario violento de la extrema derecha española fue única, gracias a la creación del Tercio de Extranjeros. En él institucionalizó y evangelizó los valores brutales y embrutecedores con que Franco libró y ganó la guerra civil española. Contribuyó al auge de la fama de Franco nombrándole su segundo jefe y comandante de campo de una fuerza pronto celebrada por su eficacia y su valentía. Millán intervino también en el nombramiento del futuro Caudillo como director de la Academia Militar General de Zaragoza, y sin duda sus puntos de vista prevalecieron en el tipo de educación militar que Franco inculcó en dicha institución. Durante la guerra civil creó y divulgó incansablemente la imagen de Franco como salvador invencible. Más concretamente, su participación fue de vital importancia en las maquinaciones de la última semana de septiembre mediante las cuales Franco ascendió al puesto de jefe del Estado. Todo esto explica en parte el hecho curioso de que Millán fue el único personaje relevante que tuvo a Franco bajo sus órdenes y con el que, a pesar de ello, el Caudillo sostuvo relaciones cordiales; todo lo contrario que son los generales Sanjurjo y Cabanellas, superiores de Franco en Marruecos, o de José María Gil-Robles, dirigente de la católica y autoritaria CEDA y ministro de la Guerra en 1935, quienes posteriormente fueron blanco del resentimiento de Franco (1).Las contradicciones en la personalidad de Millán se evidencian en que el intrépido fundador de la Legión consiguió conservar la buena voluntad del Caudillo porque dejó perfectamente claro que se contentaba con dedicarse a exagerar una y otra vez, y del modo más servil, la posición de Franco.
Millán Astray nació en La Coruña el 5 de julio de 1879, hijo de José Millán Astray y Pilar Terreros Segade. Su padre era abogado, funcionario y aspirante a escritor. Pese a que deseaba ser soldado, su padre lo obligó a estudiar derecho. Era un hombre bondadoso que alentó al joven José a leer, tanto que éste devoraba los relatos de aventuras
(2). El hecho de que cuando tuvo edad sufieiente para hacerlo, decidiese conservar el apellido materno de su padre, Astray,con sus connotaciones estelares, en lugar del de su madre, Terreros, evocador de lo bajo y terrenal, sugiere una ambición ardiente. Esto, aunado al hecho de que eligió una carrera militar, indica hasta qué punto se identificaba con su padre. El 30 de agosto de 1894 ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, donde cursó un programa abreviado que estudió frenéticamente, de lo que se graduó como teniente segundo a finales de febrero de 1896, a los dieciséis años. Sirvió seis meses en un regimiento de infantería destacado en Madrid, donde resaltaba su obsesión por la limpieza de su uniforme y el de sus hombres. Las hebillas, los cinturones y las bayonetas debían relucir. El 1 de septiembre de 1896 entró en la Escuela Superior de Guerra a fin de prepararse para el tan preciado diploma del Estado Mayor.
No obstante, al cabo de dos meses se presentó voluntario para participar activamente en la represión de la rebelión nacionalista que había estallado en Filipinas, adonde llegó el 3 de noviembre de 1896. Como ocurriría a lo largo de su carrera, no tardó en acumular importantes condecoraciones por su valor. Pasado un mes, a los diecisiete años, su defensa del pueblo de San Rafael, con treinta hombres contra dos mil rebeldes, lo convirtió en héroe nacional, y le valió la Cruz de María Cristina en Filipinas, seguida, un mes más tarde, por la Cruz Roja al Mérito Militar y, poco después, por la Cruz Primera Clase al Mérito Militar
(3).Se ha especulado acerca de que su obsesión por la limpieza e incluso su valor constituían un esfuerzo por borrar la mancha al honor familiar de que era responsable su padre. Éste había sido director de la cárcel Modelo de Madrid, y por un precio permitía a los presos salir durante breves períodos. En una de estas salidas un recluso se vio implicado en notorio asesinato que llevó al enjuiciamiento de Millán Astray padre(4).Ciertamente, los actos de valor y heroísmo, el afán por correr riesgos y el culto a la violencia y la muerte podrían haber formado parte de un esfuerzo por tapar el comportamiento nada heroico de un padre que había actuado de modo poco honrado en su busca de una existencia cómoda.
En junio de 1897 convertido en un héroe tres veces condecorado, regresó a la Escuela Superior de Guerra, donde permaneció un año y medio. Posteriormente fue destinado a varios regimientos de infantería en la Península. En enero de 1905 obtuvo el rango de capitán. El 2 de marzo de 1906 se casó con Elvira Gutiérrez de la Torre, hija del general Gutiérrez Cámara. En cuanto terminó la celebración de la boda, su esposa le informó tímidamente de que había jurado castidad de por vida. Quizá resulte indicativo de sus tendencias autoeróticas el que Millán no aprovechara la oportunidad para anular la unión, sino que decidió tener con Elvirita, como la llamaba, una relación "fraternal". Ella, por su parte, se arrogó el papel de criada del gran hombre, a quien cuidó con devoción hasta su muerte
(5). Acabada la «luna de miel», regresó a la Escuela Superior de Guerra, donde estudió allí tres años más. En el verano de 1910 fue invitado a formar parte del Estado Mayor de la Academia de Infantería de Toledo, donde dictaba cursos de historia militar, geografía y táctica. Su servicio en la guerra, su preparación técnica y su matrimonio le habían proporcionado un currículum a tener en cuenta. Se trataba de alguien con un futuro brillante, que podía convertirse en oficial del Estado Mayor. Sin embargo, cuando lo invitaron formalmente a hacerlo se negó, alegando que deseaba luchar en África. Sediento de aventuras y convencido de que con el lento ritmo de vida de España no se cubriría de gloria ni obtendría los rápidos ascensos que ambicionaba, solicitó que lo trasladaran a África. Finalmente, en agosto de 1912 fue enviado a servir en los recientemente creados Regulares Indígenas.(6)
A partir de 1913 Millán se hizo con una reputación de oficial valiente y decidido. Fue entonces cuando inició la costumbre de motivar a sus hombres con ardientes arengas antes de entrar en acción. Su mención en los partes y las medallas por su valentía se convirtieron en acontecimientos frecuentes, hasta que en julio de 1914 fue ascendido a comandante "por méritos de guerra". Continuó en África tres años más, durante los cuales consolidó su fama de valiente y triunfador, hasta que en abril de 1917 fue destinado a Madrid
(7). En 1918 empezó a exponer la idea de que España precisaba una fuerza mercenaria para evitar que la opinión pública pusiera fin a sus aventuras en África: "Si son españoles los que se alistan en el cuerpo que ha de constituirse, lo harán con gusto; si son extranjeros los que acuden, servirán doblemente, ya que se dispone de un soldado y se ahorra un español"(8). Uno de los primeros en apoyar la idea fue el comandante Francisco Franco Bahamonde, a quien conoció en noviembre de 1918 en un curso de puntería para comandantes en Valdemoro, provincia de Madrid.(9)
Millán Astray, un oficial lo bastante distinguido como para que se le tomara en serio, consiguió que el ministro de la Guerra, general Antonio Tovar Marcoleta, lo recibiera en audiencia y persuadir de lo conveniente de su idea. En septiembre de 1919 decidieron enviarlo tres semanas a estudiar en la Legión Extranjera de Francia, en Argelia. Sin embargo, primero se presentó ante el alto comisario español en Marruecos, el general Dámaso Berenguer, para que le diera sus instrucciones. Llegó justo cuando iban a lanzar un importante asalto contra El Raisuni, y aprovechando la oportunidad pidió permiso para participar en él. Lo destinaron al Estado Mayor. Sirvió en la columna del coronel José Sanjurjo hasta que partió para Argelia a principios de octubre. Allí visitó el cuartel general de la Legión Extranjera francesa en Sidi-Bel-Abbés, así como un regimiento en Tremecen. Lo que más le impresionó fue el sistema de compensaciones suntuosas y castigos salvajes
(10). Entretanto, su persuasivo cabildeo en Madrid había dado fruto, y por real decreto del 28 de enero de 1920, Millán, ascendido a teniente coronel tres semanas antes, fue nombrado jefe de la Legión Extranjera o Tercio de Extranjeros, como se la llamó. («Tercio» es el nombre que se daba en el siglo XVI a los regimientos del Ejército de Flandes, compuestos de tres grupos, el de piqueros, el de ballesteros y el de arcabuceros.) Al ser formalnlente constituida el 31 de agosto de 1920, se pretendía que la Legión fuese compuesta por tres batallones, llamados «banderas». A Millán le disgustaba el término «tercio» e insistió siempre en llamar a esta fuerza «la Legión».
Pidió a Franco que fuera su segundo jefe, y éste, tras dudar un poco, aceptó. Casi sin ayuda, Millán montó oficinas de reclutamiento en Madrid, Zaragoza, Barcelona y Valencia. A fuerza de decisióne improvisación, estableció un cuartel en Ceuta y equipó a los nuevos reclutas. Para compensar la desmoralización debida a la escasa financiación, pronunciaba discursos encendidos
(11). Cuando el 10 de octubre de 1920, bajo el mando de Franco, llegaron a Ceuta los primeros reclutas de la «primera bandera», una abigarrada colección de inadaptados y asesinos, algunos duros, otros despreciables, Millán los saludó con un mensaje resuelto: "Os habéis levantado, de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais muertos, que vuestras vidas estaban terminadas. Habéis venido aquí a vivir una nueva vida por la cual tenéis que pagar con la muerte. Habéis venido aquí a morir."(12)Y acabó con un " ¡Viva la muerte !". Diríase que sabía, por instinto, el modo de sacar a relucir lo mejor de esa mezcolanza de bandidos, forajidos y descontentos que se había presentado y que comprendía desde criminales fugitivos hasta veteranos de la Guerra Europea incapaces de adaptarse a la existencia en tiempos de paz, pasando por anarco-sindicalistas, que huían de la represión en Barcelona. Les ofreció un nexo social, una suerte de calor y compañerismo humanos. A cambio, exigió obediencia ciega y plena disposición a morir. Transmitió a Franco su romántica idea de que, mediante el sacrificio, la disciplina, el sufrimiento, la violencia y la muerte, la Legión ofrecería redención a los parias que tenía por reclutas; esta idea figura repetidamente en el Diario de una bandera de Franco durante los dos primeros años que siguieron a la creación de la Legión, una extraña mezla de romanticismo sensiblero digno de un relato de aventuras y fría insensibilidad frente a la bestialidad humana. Juntos, Millán y Franco elaboraron una rutina brutal que convertía a los reclutas en autómatas capaces de obedecer las órdenes sin cuestionarlas. De hecho, para Millán lo irracional fue siempre más importante que lo racional. El himno de la Legión - <<desde que has pasado el Estrecho ya no tienes ni madre, ni novia, ni familia; desde hoy todo esto lo será la Legión»-, era "la marcha nupcial del soldado cuando va a desposarse con la muerte» y los legionarios eran "los novios de la muerte" (13).
La obsesión de Millán con la muerte se refleja en el Credo del Legionario , según el cual, "el morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y él no es tan terrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde".
(14) En él se dejaba ver su interés por la literatura referente a los samurais y su creencia de que sólo mediante la muerte es posible redimir los pecados de una vida. Millán reclutó a hombres para la Legión con la idea fundamental de que no existía pecado que no pudiera limpiarse con la muerte. En esto, su biblia era un libro publicado en 1895 por un japonés, Inazo Nitobé: Bushido: el alma de Japón. Se supone que la traducción al castellano, a partir de la versión en inglés del propio Nitobé, era del propio Millán, si bien nada indica que supiese inglés o japonés (15).Tampoco existen pruebas de que los sádicos borrachos de la Legión siguieran el austero código bushido de Japón. No obstante, la idea sirvió para otorgar dignidad a una unidad cuyos soldados rasos eran tratados como carne de cañón fácilmente sustituible. Juntos, Millán Astray y Franco imbuyeron a la Legión de implacable salvajismo, así como de camaradería y de un exclusivismo simbolizado por la idea de que cualquier legionario acudiría siempre a ayudar a un compañero al grito de «¡A mí la Legión!», ya fuera en plena batalla, ya en una refriega en un bar. Millán era un comandante afable que solía invitar a sus oficiales a beber con él y tenía debilidad por contar chistes.(16)
El escritor socialista Arturo Barea, que sirvió en el Ejército marroquí en los años veinte, se dio cuenta de que la histeria de masas generada por el histrionismo del jefe de la Legión iba en detrimento de su capacidad crítica. "Millán rugía, sollozaba y gritaba; escupía a la cara de estos hombres toda su miseria, su vergüenza, su suciedad, sus crímenes, y luego los arrastraba, en una furia fanática, hacia la caballerosidad, a renunciar a toda esperanza salvo la de una muerte que borrara las manchas de su cobardía con el esplendor del heroísmo."
(17)Esta retórica ocultaba múltiples pecados. Los psicópatas, los borrachos y los parias eran tratados brutalmente, a cambio de lo cual se les permitía dar rienda suelta a su sed de sangre.
Cuando atacaba, el Tercio no reconocía límites a su venganza. Cuando abandonaba un pueblo, no quedaba más que incendios y los cadáveres de hombres, mujeres y niños.Así, fui testigo ocular de la destrucción total de los pueblos del Beni Arós en la primavera de 1921.Cuando se asesinaba a un legionario en una marcha solitaria por el campo, se degollaban a todos los hombres de los pueblos vecinos, a no ser que se presentase el asesino.
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Pese a la feroz disciplina impuesta en otros aspectos, Millán y Franco no ponían límites a las atrocidades cometidas en las aldeas moras; los legionarios decapitaban a los prisioneros y exhibían sus cabezas cortadas; a la duquesa de la Victoria, filántropa que organizó a un grupo de enfermeras, le dieron la bienvenida con un cesto de rosas en medio del cual había dos cabezas moras. Cuando el dictador Primo de Rivera fue a Marruecos en 1926, se quedó horrorizado al ver que un batallón de la Legión aguardaba la inspección con cabezas moras clavadas en las
bayonetas.
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Millán y Franco se deleitaban con la terrible reputación de sus hombres y se enorgullecían de su brutalidad. La notoriedad de la Legión constituía un poderoso instrumento de represión colonial. Así, Franco aprendió importantes lecciones en cuanto a la función ejemplarizadora del terror. Tanto con la Legión en África como durante la guerra civil, permitió y alentó el asesinato y la mutilación de prisioneros. Los años que convivió con el inhumano salvajismo de la Legión de Millán contribuyeron a una deshumanización que le serviría posteriormente como fuente de valor y fortaleza.
(20) En octubre de 1934, por ejemplo, cuando se le encargó que supervisara la represión de la insurrección izquierdista en Asturias, envió a la Legión. «Esta guerra es una guerra de fronteras -comentó a un periodista-, y los frentes son el socialismo, el comunismo y todas cuantas formas atacan la civilización para reemplazarla por la barbarie.»(21). Sentía por los obreros de izquierdas el mismo desdén racial que por los miembros de las tribus del Rif. El terror que desató en Asturias, lo repetiría en el sur de España en 1936. El avance del ejército de África hacia Madrid provocaba un pavor paralizador. Una vez que las columnas africanas tomaban las ciudades y las aldeas, llevaban a cabo una matanza de prisioneros y violaban a las mujeres(22). La intimidación y el uso del terror, descritos con el eufemismo de «castigo», constituían una táctica deliberada y explícita. Franco se apoyaba en el legado de Millán.
En 1921, Arturo Barea fue testigo de una extraordinaria escena que revelaba tanto la personalidad violenta de Millán como el estilo de vida de la Legión. Al inspeccionar a las tropas, Millán
se detuvo frente a un mulato de labios gruesos, de inmensos ojos amarillentos de bilis, estriados de sangre.
-¿De dónde vienes tú, muchacho? -preguntó.
- ¿Y a usted qué diablos le importa? -contestó brutal el hombre.
Millán Astray quedó rígido, mirándole a los ojos.
-Tú crees que eres muy bravo, ¿no? Mira, aquí, el jefe soy yo. Cuando uno como tú me habla, se cuadra y dice: "A sus órdenes, mi teniente coronel.No quiero decir de dónde vengo.".Y está bien. Tú tienes perfecto derecho a no mentar tu país, pero no tienes derecho a hablarme como si yo fuera un igual tuyo.
-¿y qué tienes tú, más que yo? -escupió el hombre, con labios húmedos de baba y rojos como sexo de perra en celo.
Hay veces que los hombres pueden rugir. A veces pueden saltar como si sus músculos fueran de caucho y sus huesos varillas de acero.
-¿Yo?.. -rugió el comandante- yo soy más que tú, mucho más hombre que tú! -Saltó sobre el otro y le cogió por el cuello de la camisa. Le levantó del suelo, le lanzó en el centro del círculo y que abofeteó horriblemente con ambas manos. Fue cosa de dos o tres segundos. Se golpearon uno a otro como los hombres de las selvas debieron hacerlo antes de que fuera fabricada la primera hacha. El mulato quedó en el suelo casi sin conocimiento, chorreando sangre.
Millán Astray, más rígido, más horrorífico que nunca, epiléptico, en una locura homicida, aulló -¡Firmes!
Los ochocientos legionarios y yo respondimos como autómatas. El mulato se levantó, arañando la tierra con las manos y las rodillas. La nariz chorreaba sangre mezclada con polvo como la de un muchacho sucio chorrea mocos. El labio reventado era más grueso que nunca; deforme. Juntó los talones y saludó. Millán Astray le golpeó las espaldas macizas.
-Mañana necesito los valientes a mi lado. Supongo que te veré cerca de mí.
-A sus órdenes, mi teniente coronel. -Los ojos más sangrientos que nunca, más amarillentos de ictericia, flameaban fanáticos.
(23)
Según Barea, Millán "a menudo anunciaba por adelantado su propio desafío a la muerte, gritando y agitando los brazos".
(24)
En un devastador informe acerca del comportamiento de los oficiales del ejército moro, redactado tras el famoso desastre de Anual, el coronel Domingo Batet escribió que el tan alabado valor de los oficiales de los Regulares y del Tercio se inspiraba en el alcohol, la cocaína y la morfina, y su principal característica eran la jactancia y la pretensión. Más concretamente, habló del «teatral y payaso Millán Astray, que tiembla cuando oye el silbido de las balas y rehuye su puesto».
(25)Podría decirse que Millán, a diferencia de Franco, que no conocía el miedo, era un hombre corriente que participaría en una batalla por temor y que, pese a sufrir mucho como consecuencia, se sobreponía al terror y se enfrentaba al peligro. Sintiera lo que sintiese, gracias a sus hazañas se convirtió en un favorito del rey Alfonso XIII, que le nombró gentilhombre de cámara el 18 de septiembre de 1921(26).Cuando el rey le invitó a una fiesta en uno de los palacios reales, le informó de que no disponía de traje de gala. Como respuesta, Alfonso XIII le envió uno de los suyos. Cuando se lo devolvió, Millán pidió permiso para guardarse la camisa; a partir de entonces siempre se la ponía para las batallas y, una vez acabadas, enviaba un telegrama a palacio con la noticia (27). La intercesión del rey a su favor provocó tensiones con Niceto Alcalá Zamora, a la sazón ministro de la Guerra. (28)
A principios de su carrera Millán fue valiente, irresponsablemente valiente, y, sin embargo, en su valentía tal vez hubiese algo calculado. En todo caso, desde el momento en que fundó la Legión su comportamiento se caracterizó más bien por los excesos histriónicos. En una ocasión, en 1922, fue al hospital militar en Tetuán. Según un testigo presencial, Ernesto Giménez Caballero, que posteriormente sería el fundador del movimiento surrealista español, entró
como una tromba en la sala de cirugía: «¡ A ver mis legionarios! ¡Dónde están mis chacales! ¡Soy vuestro jefe! ¡Legionarios, viva España, viva el Rey, viva la Legión!» Los chacales fueron apareciendo unos en camisa, otros vendados, otros se incorporaban en su cama. "¿Tú qué tienes, hijo mío?" "¡Un balazo aquí." "¡Un balazo! ¿y tú, muchacho?" "Pues aquí en la cabeza otro balazo." "¡Otro balazo! ¿y tú, hijo?" "Yo tengo dos." "dos balazos" Todos invariablemente le pedían de comer, el ayudante apuntaba: gallinas, jamón, botellas de vino. Mientras recorría a los heridos su brazo de un cabestrillo que tenía colgado al cuello. «¡Esta neuritis!», musitaba al atravesar la sala. Es de suponer que nada más se supo de los manjares prometidos.
(29)
La temeridad de Millán en el campo de batalla hizo estragos en su persona. Dadas sus heridas, lo describían como el general "recompuesto de garfios, maderas, cuerdas y vidrios".
(30)Tenía una enorme cicatriz en el pecho, reliquia de una herida recibida el 17 de septiembre de 1921; hablaba de tácticas con el comandante Francisco Franco y el primo de éste, el capitán Francisco Franco Salgado-Araujo, y observaba con binoculares las posesiones enemigas cerca de Nador, cuando una bala de un francotirador le hirió. Cayó al suelo, gritando, "¡Me han matado! ¡Me han matado!" y, a continuación, «¡ Viva España! ¡Viva el rey! Viva la Legión!"(31).En palabras suyas, su jefe «tuvo el honor de ser tocado por una bala enemiga, en el pecho y la honra de ser los brazos fuertes y fornidos de Franco quien, junto con el capitán también llamado Francisco Franco, lo recogiesen con fraternal cariño" (32). Pese a que no se había curado de la herida, al cabo de tres semanas volvió a la acción. El 10 de enero de 1922, recibió una herida grave en la pierna. Entre sus numerosas condecoraciones, le fue impuesta, en el otoño de 1922, la medalla de sufrimientos por la Patria (33). Perdió el brazo izquierdo cuando, el 26 de octubre de 1924, en Fondak, Marruecos, una bala le atravesó el codo; dos días después tuvieron que amputarle el brazo, que se había gangrenado. Perdió un ojo, cuando, el 4 de marzo de 1926, una bala penetró en su mejilla, le destrozó la cuenca del ojo derecho, le rompió la mandíbula y le sacó numerosos dientes, a consecuencia de lo cual luciría una horrible cicatriz. Al parecer le encantó el telegrama que le envió uno de sus subalternos, Joaquín Ríos Capapié: "Felicítole por cuarta, gloriosa herida STOP Espero impaciente la quinta" (34). Era tan demacrado como los personajes de El Greco, si bien había algo de goyesco en su desbocado ojo izquierdo, el que le quedaba. En Alemania compró un ojo de vidrio, pero casi nunca se lo ponía, pues prefería el más romántico parche negro.(35)
En su actitud, y posteriormente también en su aspecto, Millán se parecía al poeta-aventurero italiano Gabriele d' Annunzio. Había mucho en Millán de la frenética resolución del italiano de ser un superhombre nietzscheano. Como conocía la semejanza, en una ocasión preguntó al poeta español de derechas, José María Pemán: "¿Es verdad que yo me parezco a Gabriele d'Annunzio?" El poeta contestó que, aunque nunca había visto al italiano, "no dudo de que su calva de bóveda renacentista y su ojo tuerto le aproximan bastante a usted, mi general, a la figura fisica del poeta"
(36) . El intelectual falangista Dionisio Ridruejo, que conoció a Millán durante la guerra civil, llegó a la conclusión, muchos años después, de que su extremismo se debía en parte a un deseo de emular a D'Annunzio.(37)
La actitud aventurera de Millán hacia la vida militar se reflejó en su creencia fanática de que el canto daba ánimos durante la batalla :
Mi lema de guerra es " Legionarios a luchar, Legionarios a morir ". Y cuando los legionarios luchamos y cuando vemos de cerca a la muerte, cantamos el Himno de la Legión y cuando estamos alegres y contentos, también lo cantamos, porque en el Himno de la Legión están las esencias más puras de nuestra alma: no sólo en la letra, sino en la música, en el cante de los compases y en la vibrantes notas de las cornetas. Por eso, cuando en los hospitales me hacían curas dolorosas de las heridas, en la habitación de al lado ponían un piano y un legionario tocaba el Himno de la Legión y El Novio de la Muerte para no sentir el dolor. Otra vez, cuando acababan de amputarme el brazo, los legionarios heridos que estaban en aquel hospital se tiraban de sus camas, lo mismo los que podían andar como los que no, y -éstos arrastrándose- vinieron a mi cuarto a cantarme el Himno de la Legión: yo también me tiré de la cama y puesto firme, rígido, canté con ellos. Otra vez cuando me trasladaron en una camilla de un hospital a otro, herido de cruel balazo que me atravesó la sien, al pasar por Riffien, que es el cuartel de la Legión, salieron todos a cantar el Himno de Guerra y me tiré de la camilla y canté con ellos también: y cuando enterramos a un legionario, cantamos y cuando vencemos, cantamos y cuando desafiamos al enemigo, cantamos porque el cántico -en ciertos momentos- es un reto y un desafio. Y cuando la situación en un combate es de máximo peligro y se acerca más la muerte, la Legión antes de morir -pues jamás se rinde- canta... Ésa es la canción que nos sirve de aliento en el combate.
(38)
Millán era más que un popular héroe de guerra: desempeñaba también un papel político, si bien, como sucedía con su heroísmo, lo que impulsaba sus intervenciones políticas era su afán de protagonismo
(39). Siendo el personaje más prominente del ala africanista del Ejército, tomaba parte activa en el incesante conflicto con las Juntas de Defensa, organización dominada por oficiales de la España peninsular, cuyos miembros más liberales, capitaneados por oficiales de artillería y del Cuerpo de Ingenieros apostados en España, se oponían a los ascensos en campo de batalla, ascensos a los que tan apegados estaban los africanistas. En mayo de 1922, cuando dimitió de las Juntas, con bastante publicidad, Millán se convirtió en el foco de la hostilidad de estos oficiales.(40) Llamó aún más la atención cuando, en otoño, el rey aceptó participar en un homenaje público a los Regulares Indígenas, la fuerza policiaca mercenaria de España compuesta por moros Si bien en este homenaje no participaba la Legión, Millán ordenó una colecta entre todos los legionarios a fin de adquirir una joya que se ofrecería a la reina. Los oficiales junteros de infantería de la zona de Sevilla boicotearon el acto, celebrado en Sevilla el 14 de octubre de 1922. La popularidad de Millán entre los africanistas creció significativamente a consecuencia de su intervención, y el 20 de octubre casi todos los oficiales de la guarnición de Madrid, muchos de los cuales habían luchado en África y eran favoritos del rey, se presentaron en la estación de ferrocarril a despedirlo cuando partió hacia el sur, rumbo a Melilla.(41)
No obstante, en su intento por conseguir el favor real Millán pronto se extralimitó. El 7 de noviembre de 1922, haciéndose abiertamente publicidad a sí mismo, redactó una carta abierta dirigida al rey en la que decía que renunciaría a su cargo en protesta por la influencia de los junteros y publicó un dramático manifiesto a la nación; en él pedía el apoyo de los "comandantes, diputados, senadores, generales y oficiales". En las calles, jóvenes derechistas se manifestaron en su favor y oficiales de la guarnición de Madrid fueron a su casa y dejaron su tarjeta de visita. Franco le envió un telegrama expresándole la solidaridad unánime de los oficiales de la Legión. Alfonso XIII no rechazó su dimisión ni dio muestras públicas de su favor. Como los junteros exigían que aceptara la dimisión, el rey transigió y permitió que lo sustituyera al frente de la Legión el teniente coronel Rafael V alenzuela, dando como motivo la gravedad de sus heridas. Tanta era la hostilidad manifestada por los junteros contra Millán que a éste no se le recibía con agrado en otros cuerpos y fue objeto de constantes humillaciones
(42). Finalmente, a mediados de febrero de 1923 consiguió que lo destinaran al regimiento de Pavia en San Roque, Cádiz. Cuando, el 28 de junio de 1923 (sic)el general Miguel Primo de Rivera se convirtió en dictador, el rey lo convenció de que lo enviara primero, en enero y febrero de 1924, a la academia militar francesa en Saint-Cyr, y luego, a partir de marzo, a la academia de la infantería en Saint-Maixent.
En julio de 1924, Millán regresó finalmente a un regimiento español, en Alicante, y a finales de octubre de ese mismo año fue destinado al alto comisariado en Marruecos y ascendido a coronel. El 26 de octubre, cuando conducía hacia Fondak, se encontró la carretera cortada por insurgentes moros; salió del coche, fue a donde luchaban las tropas españolas y se puso a hablar con ellos, cuando una bala lo hirió en el brazo, a resultas de lo cual tuvo que someterse a la amputación por la cual tanto lo alabarían posteriormente.
(43) Valenzuela fue muerto el 5 de junio de 1925 y a Franco lo ascendieron a teniente coronel a fin de que tomara el mando de la Legión, a la cabeza de la cual permaneció hasta el 5 de diciembre, fecha en que fue ascendido a general de brigada, con lo que su rango era demasiado alto para la jefatura de la Legión. Tras más de un año de convalecencia, Millán iba a ser transferido al cuerpo de inválidos, pero Franco y Sanjurjo intervinieron en su favor ante el dictador, y el 9 de febrero de 1926 cubri6 la vacante dejada por la marcha de Franco al frente de la Legión. Esto exigió un cambio en el reglamento referente a los inválidos y provocó considerable resentimiento en los junteros. Pese a ello, o quizá por ello, Millán descuidaba su seguridad personal, y el 4 de marzo de 1926 perdió el ojo derecho como consecuencia de un disparo. A los cuatro meses había vuelto al servicio activo. El 18 de junio de 1927 fue ascendido a general de brigada y se vio obligado a dejar la Legión. El 1 de octubre de 1927,lo nombraron coronel honorario permanente de este cuerpo, posición que aprovecharía al máximo durante la guerra civil.(44)
De hecho, antes de esto, y en parte gracias a su estancia en Francia, se creía que como premio por los sacrificios hechos en África lo nombrarían jefe de la Academia de Infantería en Toledo. En la primavera de 1925, el Centro del Ejército y de la Armada le pidió que hablara de sus experiencias en Francia, en una conferencia acerca de organización militar. Sin embargo, era tal la antipatía que sentían los junteros por este africanista simbólico, que su abierta indignación obligó a anular la conferencia y a aplazar indefinidamente su nombramiento a la dirección de la Academia
(45). A continuación se rumoreó que sería nombrado director de la recientemente restablecida Academia General Militar en Zaragoza, si bien, dada la oposición de los junteros, esta propuesta tampoco prosperó. Es posible, no obstante, que el nombramiento alternativo de Franco se debiera a una sugerencia del propio Millán (46).En todo caso, sus ideas constituirían la esencia de la educación militar impartida por su discípulo Franco y los maestros africanistas.(47)
El último puesto en activo de Millán, que ocupó la mayor parte de 1928 y 1929, fue el de general al mando del distrito de Ceuta-Tetuán. El 15 de enero de 1930 fue destinado al Ministerio de la Guerra. Desde allí, angustiado, telefoneó a Franco para informarle de que el general Sanjurjo, a la sazón director general de la Guardia Civil, había aconsejado al rey que saliera de España
(48).Como protegido de Alfonso XIII y militarista, le preocupaba mucho la llegada de la República. Numerosos junteros por los que sentía una enorme antipatía ocuparon importantes puestos como asesores del nuevo ministro de la Guerra, Manuel Azaña. Sin embargo, pese a que se quedó sin puesto activo y a que en febrero de 1932 fue pasado a la reserva, al principio consiguió evitar confrontaciones con el nuevo régimen, si bien se rumoreaba que formaba parte de los diversos complots militares contra Azaña. Fuera como fuere, a mediados de junio de 1932 se dejó llevar por la impaciencia: fue en tranvía a la Escuela de Tiro del Ejército en Carabanchel, pidió un caballo, ordenó a los cadetes de las academias militares que se pusieran en fila y los hizo desfilar (49). Parece que participó a medias en el complot de Sanjurjo del 10 de agosto de ese año, pero la firme decisión de Franco de no implicarse lo inhibió. No obstante, la decisión de pasarlo a la reserva se debió sin duda a su vínculo con la conjura.(50)
Durante la República Millán manifestó hacia Franco una deferencia que se convertiría en puro servilismo durante la guerra civil. Si bien se le consideraba un descontento, parecería que su firme decisión de no perder el paso de Franco evitó que se buscara más problemas.
(51)A finales de 1934 su plazo en la reserva se acababa y existía una fuerte presión para que fuese dado de baja del Ejército por inválido, pero la amnistía para los participantes en la sanjurjada lo rescató. El primer ministro, Alejandro Lerroux, que encabezó también el Ministerio de la Guerra tras la dimisión de Diego Hidalgo, había sido amigo del padre de Millán. A fin de mantenerlo en activo, le nombró secretario del Consejo Supremo del Ministerio de la Guerra, cargo burocrático y poco importante, pero prestigioso (52). Millán conservó el cargo bajo Gil-Robles y, brevemente, bajo el general Nicolás Molero, sucesor de Gil-Robles tras la elección del Frente Popular en febrero de 1936 (53). Sin embargo, con el regreso de Manuel Azaña al gobierno y al Ministerio de la Guerra, Millán entró a formar parte del Cuerpo de Inválidos.(54)
Sin un cargo remunerado que le obligara a quedarse en España, inició una bien pagada gira de conferencias por Argentina; además, en la radio explicaba sus hazañas en Marruecos y exhibía sus cicatrices en los salones de los ricos. Se dice que al enterarse del alzamiento gritó a su esposa: "Elvirita, la radio dice que la Legión se ha alzado. Eso para mí es como oír el grito de "¡A mí la Legión!", y reservó rápidamente pasaje en un barco que partía hacia España; pero como mientras se encontraba a bordo se enteró de que Sanjurjo había muerto y de que Fanjul y Goded habían fracasado en Madrid y Barcelona respectivamente, prefirió aguardar a ver cómo terminaba el asunto antes de decidir a qué bando adherirse.
(55) El hecho de que el general Emilio Mola, "director" de la conspiración, no lo mantuviese informado reforzó su vacilación. Mola lo despreciaba por su histrionismo y dudaba de su discreción. Millán, a su vez, sentía un fuerte resentimiento contra Mola.(56)
Millán llegó a Lisboa a finales de la primera semana de agosto. Al conversar con los agentes de Franco -el hermano de éste, Nicolás, y Gil-Robles-, dejó de dudar y continuó la travesía hasta Cádiz, resuelto a aprovechar su mejor baza, el prestigio que le daba haber fundado la Legión. En un discurso pronunciado en el muelle, declaró que había venido de Suramérica porque había oído el grito de "A mí la Legión!"
(57). A los pocos días de su llegada a Sevilla, Franco se había hecho con una plantilla en estado embrionario que incluía un gabinete de prensa creado el 9 de agosto bajo la dirección de Juan Pujol, con Joaquín Arrarás como ayudante (58). Pronto llegó a la conclusión de que podía utilizar la retórica encendida de Millán para propagar su causa en la zona nacional; por esto, Millán se instaló, junto con Franco y su personal más allegado en el palacio de Yanduri en Sevilla (59). Su primera aparición pública importante tuvo lugar en Sevilla el 15 de agosto, al lado de Franco y Queipo de Llano, en una ceremonia en que los rebeldes militares adoptaron la bandera monárquica.
Millán Astray, gesticulando como un poseído, chilló: "No les tenemos miedo. Que vengan, que vengan y verán de lo que somos capaces a la sombra de esta bandera. Se oyó una voz: "¡Viva Millán Astray!" Éste respondió: «¿Qué es eso?.Nada de gritar viva Millán Astray. Gritad todos conmigo, con toda la fuerza de que seáis capaces: ¡Viva la muerte! . ¡Viva la muerte! jViva la muerteee ! La multitud coreó los vivas. Añadió: "Ahora, que vengan los "rojos". Todos a morir!" Y terminó tirando el gorro con gesto vesánico sobre la multitud que pretendía electrizar.
(60)
Desde su cuartel, situado en ese momento en Cáceres, Franco lo puso de inmediato al frente de una improvisada operación de propaganda: una gira por Valladolid, Vigo y La Coruña, entre otras ciudades. Sin cohibirse en absoluto, Millán imprimió el tono típico de un seudocruzado medieval, característico a partir de entonces de la imagen nacionalista. En un discurso pronunciado el 21 de agosto, desde un balcón en Pamplona gritó, sin dejar de gesticular: ¡ Navarra, Pamplona! Con reverencia profunda te saludo. Eres la Covadonga de la Reconquista de España y de la Fe. Eres la cuna del heroísmo nacional. Eres ¡NAVARRA!»
(61). Ese mismo día ya había participado en una escena igualmente estrafalaria, quizá orquestada adrede, en el hospital militar de la ciudad. Junto al cuerpo del teniente coronel Ricardo Ortiz de Zárate, oficial de la Legión, dijo al difunto: «¡Hermano, ya la tienes! jYa es tuya! Cuántas veces has corrido tras ella en los campos de África... Ya es tuya; fundidos en un abrazo estáis yaciendo los dos...» De pronto, tras divagar en esta vena un buen rato, hizo una pausa y, al cabo de un silencio relativamente largo, añadió: "Ahora, hermano, en tu honor, cantaré para ti nuestro himno." A continuación, con voz desafinada y rota, cantó: «Soy valiente y leal legionario...» .(62)
Adondequiera que fuese, cantaba las alabanzas de Franco, como si creyera que cuanto más exagerase tanto más se cubriría de su gloria.
(63)De hecho, la incondicional admiración que manifestaba hacia Franco rayaba en lo servil, si bien no por eso dejaba de insinuar que era él quien había descubierto al nuevo salvador. Como dijera a Giménez Caballero, "había formado ánimos como el del propio Franco. Y sin embargo en mi cuadrante falta algo que tiene Franco y no sé lo que es, pero sí sé que es decisivo." (64)Ya desde entonces insistía en el papel vital de Franco, que no era aún sino un miembro más de la Junta de Burgos. Expresaba su absoluta convicción de que la buena estrella que guiaba a Franco en todo constituía la mejor garantía de la victoria final. Con su habitual histrionismo, solía recordar a quienes lo escuchaban la importancia vital de la Legión y acababa siempre sus arengas con un "¡Viva la muerte!" (65). Entre los numerosos servicios que prestó a Franco, inventó el lema «Una Patria, Un Estado, Un Caudillo». (66)
Junto con el general Alfredo Kindelán, Nicolás Franco, el general Luis Orgaz y el coronel Juan Yagüe, Millán desempeñó un papel importante en una especie de campaña política cuyo propósito era ascender a Franco a comandante en jefe y luego a la Jefatura del Estado. Franco se mostraba cauteloso, pues temía arriesgar la posición que ya había alcanzado. Como consecuencia de sus vacilaciones, parecía que lo obligaban, por el bien de la causa nacional, a aceptar con renuencia una posición impuesta.
(67) Cuando, después de la primera reunión de los generales, celebrada el 21 de septiembre cerca de Salamanca, resultó claro que el alto mando dudaba, Millán se creyó en el deber de hacer entender cuánto se «necesitaba» a Franco, el deber tanto de generar como de expresar la presión «popular». Personificó, sobre todo, la resolución de la Legión, con la que estaba irrevocablemente vinculado, de que a Franco lo nombraran jefe único. Para esto orquestó con habilidad las escenas en Cáceres montadas a fin de relacionar la liberación del Alcázar de Toledo con la necesidad de que Franco se convirtiera en comandante único.(68)
El 4 de octubre, tres días después de que Franco se erigiera en jefe de Estado, Millán proclamó que el Caudillo «es enviado de Dios como Conductor para liberación y engrandecimiento de España [...] fue el que salvó la situación en la sublevación republicana de Jaca [...] Es el primer estratega de este siglo».
(69) Su adulación y sus excentricidades resaltaban incluso entre la galería de personajes extraños y grotescos reunidos en Salamanca. En el frío otoño de 1936 Franco sustituyó a Pujol por el que fuera su mentor al frente de una muy ampliada Oficina de Prensa y Propaganda, cuyo local improvisado fue el antiguo edificio Anaya, sede de la facultad de ciencias de la Universidad de Salamanca. En ésta se encontraban también los laboratorios que se afanaban en producir gas tóxico para los nacionales; en otra parte del edificio trabajaba un alquimista llamado Savapoldi Hammaralt, que se había presentado en Salamanca y había ofrecido producir todo el oro que Franco necesitara para ganar la guerra; siguiendo el consejo de su hermano Nicolás, Franco puso a su disposición el laboratorio de química.(70) En el palacio Anaya, Millán reunió a algunos de los personajes más estrafalarios de una ciudad atestada de rarezas, desde el ingenioso Agustín de Foxa, hasta el capitán Gonzalo Aguilera y Yeltes, aristócrata que achacaba todos los males de Espafia a la introducción del alcantarillado, pasando por Ernesto Giménez Caballero. (71)
Millán cenaba casi siempre en el comedor del Gran Hotel de Salamanca, donde Charles Foltz, un corresponsal norteamericano,presenció algunas escenas extrañas; según él, «cuando le daba la gana, obligaba a todos los allí presentes, incluidos los diplomáticos extranjeros, a ponerse de pie y cantar el himno del legionario, siguiendo el compás con una pistola, que a veces se disparaba». En una ocasión, obligó a todos los presentes, sumamente aturdidos, a que permanecieran de pie con el brazo alzado en el saludo fascista, y a cantar los himnos de la Falange, de los requetés carlistas, de la Legión, el Horst Wessel Lied nazi, el himno fascista Giovinezza y los himnos nacionales alemán, italiano y portugués.
(72)
Una violencia apenas contenida alimentaba sus excentricidades. Según un observador, "su actitud enfadada y rencorosa eliminaba cualquier compasión que hubiesen podido inspirar sus mutilaciones".
(73) En un restaurante de Lugo, adonde fue a pronunciar un discurso, provocó un incidente: era gallego y, habiendo cantado las alabanzas de la cocina de su tierra, pidió al camarero que le llevara queso de tetilla. El camarero, que sospechó equivocadamente que estaba poniéndolo a prueba, le recordó que era un "día sin postre" -una de las numerosas medidas de austeridad adoptadas en la zona -nacional-. "¿Sabes quién soy? ", tronó el "glorioso mutilado" . "Sí, excelencia, es usted el general Millán Astray." ¡Pues tráeme un queso de tetilla!" Como el camarero vacilara, el general perdió los estribos y golpeó al pobre hombre en la cabeza.(74) En otra ocasión, en una visita a un hospital, provocó un escándalo parecido. Al recorrer los pabellones acompañado por su escolta de legionarios, preguntaba a cada paciente los detalles de la batalla en que lo habían herido. Cuando ellos se los explicaban, ordenaba a su ayudante: "¡ A éste que le den cien pesetas! ¡A éste que le den doscientas pesetas!" Finalmente, llegó junto a un soldado que no pudo darle ningún detalle heroico, pues había caído de un sidecar. Enfurecido, Millán le propinó una brutal paliza.(75) Otro día, cuando distribuía medallas, se dejó llevar por sus prejuicios: Millán no lo sabía, pero el héroe era catalán; al preguntarle su nombre con su habitual tono jovial, la respuesta, "Vidal Ribas" y el acento lo descubrieron. Millán le dio la espalda y en tono grave comentó: "iQué pena que seas catalán! ".(76)
Sumamente supersticioso, solía decir a Pacón Franeo Salgado-Araujo que Dios daba mala suerte a sus enemigos: " Fíjate, los generales A y B fueron fusilados por los rojos, el coronel tal murió en el frente, otro en un accidente. Jamás siento odio por nadie y me agrada perdonar a mis enemigos. Lo que no falla es que no tardan en morirse.".
(77) El 29 de septiembre, poco después de la liberación del Alcázar de Toledo, Franco dio una comida en honor del héroe del sitio, el coronel José Moscardó, en el hotel Castilla, en compaiiía del general Varela, Millán y otros oficiales. Cuando Millán se dio cuenta de que eran trece a la mesa, cogió a un mensajero que pasaba por allí y obligó al aterrorizado chico a sentarse y comer con ellos.(78)
Poco después de empezar a encargarse de popularizar la imagen de Franco, Millán participó en un incidente que, a ojos del mundo extranjero, caraeterizaría al régimen de Franco. Tuvo un encontronazo con el rector de la Universidad de Salamanca, el filósofo y novelista Miguel de Unamuno, de setenta y dos años. El 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la universidad se celebraba el Día de la Raza, aniversario del descubrimiento» de América por Colón. Millán había llegado escoltado por sus legionarios armados con metralletas, afectación que conservaría a lo largo de toda la guerra. V arios oradores soltaron los consabidos tópicos acerca de la «anti-España». Un indignado Unamuno, que había estado tomando apuntes sin intención de hablar, se puso de pie y pronunció un apasionado discurso. " Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero, no, la nuestra es sólo una guerra incivil [...] Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión [...] Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis...".
En ese punto, Millán empezó a gritar: «¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?.» Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: "¡Viva la muerte!" En lo que, según Ridruejo, fue un exhibicionismo fríamente calculado
(79), Millán habló: "¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! jEl fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!» Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando,se cuadró mientras se oían gritos de "¡Viva España!". Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno. "Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de "¡Viva la muerte!" Esto me suena lo mismo que "Muera la vida!". Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de sicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu, suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él [...] El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...".
Furioso, Millán gritó: "¡Muera la inteligencia!» En un intento de calmar los ánimos, el poeta José María Pemán exclamó: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!" Unamuno no se amilanó y concluyó: "¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España." Millán se controló lo suficiente como para,señalando a la esposa de Franco, ordenarle: "¡Coja el brazo de la señora!", cosa que Unamuno hizo, evitando así que el incidente acabara en tragedia.
(80)
Esa misma tarde, los guardias cívicos de Salamanca dieron una cena en honor a José María Pemán, presidida por el alcalde. Al regresar al Gran Hotel, Millán se presentó en el vestíbulo y, ante un público perplejo, lo abrazó y le ofreció su propia "medalla de sufrimientos por la Patria". Con astucia, Pemán evitó el bochorno al besar la medalla con reverencia y devolvérsela a Millán.
(81) No ha quedado claro si lo que Millán pretendía era neutralizar los posibles efectos negativos de su ataque a la inteligencia o congraciarse con un escritor sumamente influyente.
En opinión de Franco, Millán se había comportado como era debido en la confrontación con Unamuno.
(82) El que alguien como el general se ganara el respeto del Caudillo dice mucho de la naturaleza de éste y su corte. Franco lo hizo más o menos responsable de la moral de las tropas nacionales, en calidad de lo cual Millán iba a menudo al frente y a los hospitales militares.(83) Sin duda, como uno de los colaboradores más allegados de Franco, participaba en sus tertulias nocturnas, en las que el Generalísimo hablaba de los progresos de la guerra con los jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, el coronel Francisco Martínez Moreno, el general Alfredo Kindelán y el almirante Juan Cervera respectivamente.(84) Tenía acceso directo a Franco. (85)Se hallaba a menudo presente cuando el teniente coronel Lorenzo Martínez Fuset le llevaba, para su visto bueno, fajos de condenas a muerte.(86) Aún después de que Franco reconociera que el crecimiento de su maquinaria propagandística requería un aparato burocrático, para cuya administración quizá Millán no fuese el hombre más indicado, lo empleaba a menudo como una suerte de guía turístico de los dignatarios de visita. En una ocasión, ante una delegación de la extrema derecha francesa que se disponía a ver a Franco, les advirtió que estaban a punto de encontrarse en presencia de «la voz de Dios» .(87)
Millán estuvo al mando de la propaganda bastante tiempo después de la confrontación con Unamuno. De hecho, no tardó en adquirir un digno ayudante. El 4 de noviembre de 1936 llegó a Salamanca Ernesto Giménez Caballero, una de las pocas personas capaces de compararse a Millán en cuanto a excentricidad. En el vestíbulo del hotel donde se hospedaba se encontró con el fundador de la Legión, a quien no había vuelto a ver desde que coincidieran en el hospital militar de Tetuán en 1922. Giménez Caballero se cuadró, saludó y se presentó. Nada impresionado, Millán le dijo : " ¿y qué?" "Soy uno de los fundadores ideológicos del falangismo", contestó Giménez Caballero. Entonces Millán ordenó a un legionario de su escolta que apuntara el nombre, lo investigase y le informara. Entretanto, Giménez Caballero visitó el palacio episcopal, en una de cuyas salas trabajaba el gobierno embrionario de Franco, cada "ministerio" en un escritorio separado de los demás por un biombo. En el "ministerio" de Asuntos Exteriores, el corpulento José Antonio Sangróniz, que dormía en una pequeña habitación ocultada también por un biombo, le presentó a Nicolás Franco, gracias a cuya intervención el propio Caudillo le recibió el 7 de noviembre. A Franco, que había leído una obra suya, el extraordinario panegírico del misticismo fascista, Genio de España, le entusiasmó la idea de que formara parte de su equipo de propaganda y le dijo que hablara con Millán. Al día siguiente por la mañana, uno de los legionaños de éste le ordenó que se presentara ante el gran hombre. Puesto que el equipo no tenía presupuesto, le ofreció el sueldo de un mes, y el propio Giménez Caballero pidió mil pesetas prestadas a su hermano Angel para comprar papel. Requisaron máquinas de escribir, se hicieron con la ayuda de Juan Aparicio y Víctor de la Serna, amigos falangistas de Giménez Caballero, y establecieron una oficina de prensa en el palacio de Anaya. Millán, como ya había hecho en la Legión, convocaba cada día a los periodistas con un silbato y les ordenaba ponerse en fila a fin de escuchar sus arengas cotidianas.
(88)
La mayor ambición de Millán se cumplió cuando Franco le permitió crear una estación de radio por la que emitir su propaganda. Giménez Caballero se las ingenió para conseguir el equipo necesario, y la tarde de la primera emisión, el 22 de noviembre de 1936, Millán llegó con su escolta y su esposa, Elvira. "¡Elvirita! Ponte allí y no hables... ¡Todos silencio!", ordenó. Mientras Giménez Caballero revisaba el micrófono, se fue impacientando cada vez más, cosa que se evidenciaba en el temblor del muñón del brazo amputado. Giménez Caballero descubrió que el micrófono no funcionaba y, en lugar de afrontar la ira del héroe de la Legión, hizo una halagüeña introducción, seguida rápidamente por la arenga de Millán al pueblo de la zona republicana, pidiéndole que depusiera las armas y se rindiera al amor, la nobleza y la humanidad de Franco.
Puede que no se hubiera descubierto el subterfugio de Giménez Caballero si no hubiese sido porque, a primeras horas de la mañana siguiente, un bombardero republicano dejó caer una bomba sobre el palacio Anaya, quizá con la intención de destruir el cuartel general de Franco. Al salir tambaleándose del refugio antiaéreo, Giménez Caballero fue bruscamente convocado en presencia de Millán, quien le gritó:
-¡Cuádrate, Caballero! Te voy a fusilar. Prepárate. Ya sabes que no hablo en broma.
-Mi general, ¿puedo saber mi delito? -balbució Giménez Caballero.
- ¿ Y todavía lo preguntas? ¿A quién sino a ti se le ocurre presentarme en la radio y hablar del palacio de Anaya? El enemigo me ha ubicado y ha querido acabar conmigo. Un delito de gravísima imprudencia.
Giménez Caballero optó por la pícara humildad.
-Mi general. Como siempre, tiene usted razón y es justo. Merezco un grave castigo. Sí, mi general. Merezco un severo castigo, incluso la muerte. Pero no por el delito de que nos oyeran los rojos...... sino por otra falta peor ¡la de que no que oyeran con lo maravillosamente bien que habló usted! La radio no funcionaba y yo no me atreví a perderme una arenga de Millán Astray para mí solo... ¡ah!, y también para Elvirita que lloraba de gusto.
Fue un sonriente Millán el que le ordenó a gritos:
-¡Y ahora quítate de mi vista!
(89)
Millán dedicaba gran parte de su tiempo a giras por la zona nacional, elevando la moral con sus famosas arengas. Con el menor de los pretextos detenía a alguien en la calle y soltaba espontáneas diatribas, con lo que de inmediato le rodeaba una multitud, a tal punto que muchos que le conocían se desviaban cuando le veían venir.(90) En mayo de 1937 habló en el Gran Hotel de Salamanca donde provocó una manifestación contra el bombardeo republicano del crucero alemán Deutschland (cuyos muertos fueron enterrados con honores militares en Gibraltar). (91)Una tarde, al iniciarse una reunión ante una gran multitud en Ceuta, perdió la voz. Impertérrito, se dirigió al público mediante un lenguaje de signos inventa do sobre la marcha, acompañado de gesticulaciones; el público le ovacionó de pie.(92) Sin embargo, su oratoria no siempre fue bien recibida. En una ocasión habló con un grupo de alféreces provisionales, adiestrados a toda prisa a fin de cubrir la urgente necesidad que tenían de oficialidad los nacionales. Para consternación de los oficiales recién graduados, inició el discurso con un sonoro ¡Alféreces provisionales de hoy! ¡Cadáveres efectivos de mañana!". (93) Numerosas arengas radiofónicas iban dirigidas a la zona republicana y consistían mayormente en mentiras flagrantes. Así, negaba sistemáticamente que las columnas nacionales mataran a civiles en su avance y afirmaba que Franco sólo quería ser "el liberador de los pobres» y que el suyo sería un régimen "de justicia y amor".(94) Hacia el final de la guerra, en el frente de Madrid se dirigía a las lí neas republicanas por megafonía, apremiándolas a rendirse y ale gando que Franco les ofrecía "pan, perdón y justicia". (95)
Cuando no se dedicaba a tareas de propaganda, Franco enviaba a Millán como representante suyo a actos, tanto públicos como privados. Cuando el 3 de junio de 1937 el general Mola murió en un accidente aéreo, el propio Franco presidió el funeral al llegar el ataúd a Burgos. Sin embargo, conociendo el desdén que sentía Mola por Millán, delegó, con su malicioso sentido del humor característico, en el fundador de la Legión su representación en la solemne ceremonia del entierro, en Pamplona.
(96) También lo usaba ocasionalmente como mediador. En diciembre de 1936, por ejemplo, lo envió a ver al dirigente falangista Manuel Hedilla para solicitarle que le proporcionara quince mil hombres con el fin de formar «brigadas mixtas» que incluyeran voluntarios italianos.(97) De igual modo, en febrero de 1937, en los momentos más difíciles de la batalla del Jarama, lo envió a ver al alto mando italiano para solicitar que se dieran prisa con un ataque de diversión.(98) En abril de 1937, Millán fue uno de los emisarios mandados por Franco para asegurar la colaboración de Manuel Hedilla en la unificación forzada de la Falange y el movimiento carlista. (99)
Millán, por cierto, admiraba profundamente la Falange, y tras la unificación se proclamó miembro de ella, con lo que daba publicidad al decreto mediante el cual todos los miembros de las Fuerzas Armadas debían incorporarse a la Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
(100) De africanista a fascista había un solo paso. Como dijera en el discurso en que atacó a Unamuno, para él el fascismo era el remedio de España. El 1 de enero de 1938 proclamó que «no hay más que un camino de salvación: el del despertar de los grandes pueblos en donde se yerguen sus Caudillos, los grandes Caudillos de la hora presente de la vida de la Humanidad: Mussolini, Hitler, Hiro-Hito, Oliveira Salazar, FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE".(101)
En julio de 1938 el poeta falangista Dionisio Ridruejo le invitó a pronunciar un discurso en un mitin de Falange en Valladolid, en conmemoración del segundo aniversario del inicio de la guerra civil. La mañana del mitin Ridruejo recibió, aún en pijama, la orden de presentarse en la habitación de Millán, quien lo recibió en el cuarto de baño, desnudo y con el muñón temblando, como solía ocurrir cuando se sentía nervioso. Lo ayudaban su esposa Elvira y su habitual escolta de legionarios. Lo secaron y él se puso los calzoncillos; a continuación llevó a Ridruejo aparte y le dijo: "Me eres muy simpático, y además te estoy muy agradecido por haberte acordado de mí. No te pesará. Y quiero pagarte con un favor. Tengo que informarte de que tu nombre no suena bien en las alturas. Te consideran rebelde y poco de fiar Yo estoy dispuesto a garantizarte, pero para ello tenemos que hacer aquí, ahora mismo, el juramento de la Legión." En una desagradable escena homoerótica, Millán, al que sólo cubría el calzoncillo, le ordenó cuadrarse con una mano sobre una cruz imaginaria y la otra asiendo un asta, también imaginaria, en la cual ondearía el estandarte de la Legión, y que hiciera el juramento.
(102)
A finales de 1937 se produjo una vacante que permitió a Franco premiar a Millán. La gran cantidad de mutilados de guerra requería una decisión gubernamental, de modo que se creó la Dirección General de Mutilados, y Millán fue nombrado director general del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. Su discurso inaugural fue tan fanático como los demás suyos. «Y ahora, mutilados todos, estad preparados para recibir en cualquier momento la orden o el grito de "¡A mí los mutilados!" para que, igual que cuando los legionarios oyen el grito de "¡A mí la Legión!", acudamos todos juntos para que con los miembros que nos resten y con nuestros corazones, que siguen latiendo con igual ardor, formemos el Tercio de Mutilados." Con su habitual entusiasmo maníaco se dedicó a la organización del nuevo cuerpo y declaró que sería " el primer camillero del Ejército". Estableció pensiones progresivas para los mutilados, que alcanzaron el apogeo de la generosidad para los generales.
(103) Acabada la guerra, se aprobó un decreto por el cual a la Dirección General de Mutilados se le asignaba un porcentaje de puestos de trabajo, como porteros, bedeles y recepcionistas, en los edificios públicos, así como un número garantizado de puestos de responsabilidad en el funcionariado para aquellos mutilados que se hubieran presentado a oposiciones. (104)
Millán nunca dejó de considerarse el jefe espiritual de la Legión, y el hecho de que contara con una escolta de legionarios indicaba que aún se le concedía cierta autoridad en el cuerpo. Llamaba a sus oficinas en Salamanca su "estado mayor" e inspeccionaba las unidades como si en efecto lo fueran. En una ocasión, a principios de diciembre de 1938, visitó la Cuarta Bandera bajo las órdenes del comandante Carlos Iniesta Cano, que posteriormente sería uno de los principales generales "azules" del franquismo y digno discípulo de Millán.
(105) Su unidad se encontraba en Guijuelo, un pueblo de Salamanca, descansando y reorganizándose tras la batalla del Ebro. Millán preguntó a Iniesta cuántas pérdidas había sufrido la Cuarta Bandera desde el comienzo de la guerra. Al oír que eran casi ocho mil (equivalente a todos los hombres con que contaba la Legión a principios de la contienda), se cuadró, saludó a Iniesta, gritó: " ¡A tus órdenes, mi comandante!" e invitó a los oficiales a una copa en el casino del pueblo, preguntándoles, para su bochorno, si necesitaban dinero, Ante su silencio, quiso saber si alguien era de Sevilla. El teniente Piñero dio un paso adelante y Millán pidió a Iniesta : "Envíame a por dos mil pesetas porque aquí no las llevo. Mándame a este oficial y las entregaré en mi cuartel general de Salamanca." El dinero fue recogido y gastado en vino, alimentando el mito de Millán en la Legión.(106)
En un momento de la estrafalaria oeupación de Salamanca por el circo franquista, Millán tuvo ocasión de ir al dentista. Acompañado, como siempre, por una escolta de legionarios, falangistas y requetés fuertemente armados con fusiles y metralletas, fue a ver al doctor José García de la Cruz, que también era dentista de la familia Franco. Una sección de la escolta ocupó la acera delante de la clínica dental y otra montó guardia ante la puerta de la sala de consulta. Como el propio Franco, y de heho como la mayoría de los oficiales españoles que habían luchado en Marruecos, donde no existían los tratamientos dentales, Millán necesitaba que le extrajeran unas muelas. En una visita mandó inyectar a uno de sus sargentos para asegurarse de que la anestesia no estuviese envenenada. En otra, no se dejó inyectar a menos que uno de sus guardaespaldas comprobara la cápsula de la anestesia. Cuando el doctor García de la Cruz entró para ponérsela, Millán se aferró a la silla como si estuviesen electroeutándole. Al ver esto, su escolta se formó y cantó el Hirnno de la Legión, como lo habían hecho en las guerras de Marruecos para ayudar al novio de la muerte a soportar su sufrimiento: " ¡soy valiente y leal legionario / Soy soldado de brava legión / Pesa en mi alma doliente calvario / que en el fuego busca redención / mi divisa no conoce el miedo / mi destino tan sólo sufrir / mi bandera luchar con denuedo / hasta conseguir / vencer o morir." Una vez hecha la extracción, el coro de legionarios guardó silencio y Millán se incorporó. "No ha estado mal. Ahora quiero que me pongas toda la dentadura de oro", dijo.
Puesto que había una fuerte carencia de ese metal y la jerarquía franquista no tenía por costumbre pagar las cuentas, el doctor García balbució que no había oro en la Espafia nacional, y menos aún para dentistas, y que, o lo conseguía el propio general, o no podría ver cumplido su deseo de contar con una dentadura postiza espectacular. Al ver una fotografía de Carrnen, la hija de Franco, en la pared, Millán le preguntó: "¿Conque trataste a Carmencita?" y le preguntó cuánto le había cobrado. Comprensiblemente, el dentista por encontrarse en la Salamanca de la época de guerra, no se había atrevido a enviar la cuenta a Franco, y contestó con la verdad: "Nada, sólo le pedí que me dedicara esa fotografía." En un arranque de generosidad, Millán anunció: "Pues yo voy a hacer lo mismo. Te voy a regalar una foto mía y con eso quedamos en paz."
Unos años más tarde, Millán fue al consultorio del doctor García para alardear de su boca llena de oro, lo que hizo pensar a éste que se había aprovechado de un dentista con pasado republicano deseoso de congraciarse con el nuevo régimen.
(107) De hecho, Millán era muy dado a distribuir fotografías de sí mismo. A principios del verano de 1937 estaba esperando con su escolta a que Franco lo recibiera en el palacio episcopal de Salamanca, cuando lo saludó el hijo de un viejo amigo militarr Tras preguntar por el padre, le dijo: "Quiero que como recuerdo de este día guardes un retrato mío." Llamó a su ayuda, sacó un puñado de fotografías del maletín y preguntó: «¿Cuál te gusta más? Elige la que quieras." (108)
En mayo de 1939 hizo una gira propagandística por Italia con un grupo de intelectuales franquistas, entre ellos Ridruejo y Pemán. La gira terminó con un «Día de solidaridad ítalo-española», y se pronunciaron discursos en el teatro Adriano de Roma. En el curso del acto, y en su calidad de director general del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria, le presentaron a su homólogo italiano, Carlo Delcroix, presidente de la Associazione Nazionale Mutilati e Invalidi di Guerra. Millán se quedó asombrado al ver que el héroe de guerra italiano había perdido los brazos y los ojos debido a la explosión de una bomba en 1917. Tras vacilar por un instante, recuperó su habitual histrionismo, abrazó con confianza a Delcroix y declaró, lloroso: "¡Feliz tú, hermano, pues tu Patria te pidió los dos ojos, mientras que de mí sólo requirió uno; feliz tú, pues tu Patria te pidió las dos manos, mientras que a mí me dejaba con una..." El entusiasta público supuso que él había perdido el brazo y el ojo luchando en la guerra civil. No les hizo ver su error.
(109) Millán y Pemán comieron con Ciano, quien les habló en términos exagerados de la capacidad hercúlea del Duce para el trabajo. Millán, convencido que hablaba italiano perfectamente (se equivocaba de cabo a rabo), no quería ser menos y, en un español cómicamente italianizado, declaró: «¡Pues il nostro Caudiglio pasa cuatorce hores in la mesa de trabaglio e non se levanta ni pere meare!".(110)
Millán creía firmemente en su popularidad. En una emisión en tiempos de guerra dirigida a los soldados de ambos lados, preguntó:
¿Por qué morís? yo os lo diré. Yo, Millán Astray, el fundador de la Legión. El tan querido de todos los soldados. El tan amado de todos los humildes. De azules y de rojos. De fascistas, de carlistas, de anarquistas, de socialistas, de presos, de desvalidos. A todos por igual tengo derecho a hablaros. yo soy el que el 19 de marzo de este mismo año de 1936, cuando marchaha a América, los ferroviarios de Sevilla me decían en la estación: "Quédese con nosotros." Y los obreros del muelle de Cádiz, en aquel mismo día, en la taberna en donde está el teléfono público, abrazándome, con los ojos lorosos, me decían: "Mi general, no se marche a América y quédese con nosotros." Podéis comprobarlo. Podéis, en Madrid, los que oigáis, preguntar quién soy yo, a los camareros de café, a los limpiabotas, a los tranviarios, a todos los conductores de «taxis» ( que todos me conocen); a los niños vendedores de periódicos, a los pobres, a los desvalidos, a los perseguidos por la justicia, a algún pistolero, cuyo padre, ferroviario de M. Z. A., vino a mi casa; a los presos de las cárceles, incluso a la hermana de la Libertaria. Y todos os dirán que a todos y siempre, les hablé de la Patria lo primero; que todos sabían que soy el fundador de la Legión, que soy legionario; pero todos, al despedirme de ellos, me abrazan.
(111)
No era menos ferviente su fe en su propio atractivo sexual. Se jactaba de haber besado a todas las mujeres que conocía, incluyendo nueve monjas de clausura y tres abadesas.(112) Cuando le presentaban a una mujer, le preguntaba " ¿,Casada o soltera?" , y si la respuesta era soltera, le daba de inmediato dos besos. Se mostró especialmente efusivo con la enfermera del doctor García. (113)Al término de sus discursos pedía a los hombres y a las mujeres del público que se besaran los unos a los otros, con lo que escandalizaba a los miembros del clero presentes. Si se trataba de un acontecimiento vespertino, ordenaba que se apagaran las luces. A veces, al pasearse por la plaza mayor de Salamanca, gritaba órdenes de que todos en torno a él se abrazaran y besaran.(114)Por otro lado, era notablemente lascivo. El protagonista medio desnudo de la escena con Ridruejo y el asta imaginaria declaró que no quería tener nada que ver con los sastres, puesto que cuando tomaban las medidas para los pantalones rozaban los genitales de sus clientes.(115) La primera pregunta que hacía a sus oyentes republicanos era: "¿Qué sentís, los que tengáis honra y vergüenza, al ver a las mujeres jóvenes vestidas con el traje de mecánico y al descorrer la cremallera se quedan desnudas por completo, enseñando todo lo que el pudor de la mujer prohibe?.(116)
Como declaración pública de su propia potencia sexual, hizo del gran símbolo sexual de la España franquista, la cantante de cabaret y actriz argentina Celia Gámez, su protegida y, por implicación, su amante. Cuando ella se casó el 1 de julio de 1944, en la iglesia de San Jerónimo del Real de Madrid, fue su padrino. Puesto que había tenido numerosos amantes, la mayoría ilustres en algún aspecto, la actriz decidió invitarlos a todos a su boda, creyendo que eso otorgaría más prestigio al acontecimiento. No obstante, un grupo de estos personajes pagó a unos golfillos para que echaran una bolsa de cuernos a los pies de la pareja. En el tumulto resultante, el cura se vio incapaz de imponer el orden. Millán hizo sonar su silbato, gritó "¡A mí la Legión!" y aparecieron los cuatro guardias armados de su escolta. Entonces exclamó: "Si no sabéis respetar a la Iglesia, ¡por lo menos respetadme a mí!". Cuando hubo impuesto el silencio, los legionarios rodearon a los novios y el cura pudo continuar con la ceremonia.
(117)
Después de la guerra civil, la vida de Millán Astray empezó a languidecer de forma inevitable. Hasta cierto punto, había podido librar las batallas por interposición y revivir la adulación que le rodeaba en Marruecos. Durante un tiempo continuó haciendo giras de propaganda y manteniendo vivo el recuerdo de la guerra. En el verano de 1939 visitó un seminario jesuita en Granada. Como solía hacer, entusiasmó a su público al hablar tanto de las glorias de la reciente "cruzada" como del imperio por venir. Acabó su interpretación ordenando a los estudiantes de teología que hiciesen el saludo fascista y cantaran con él. Cantaron, pues, el Himno de la Legión, el Cara al Sol de la Falange y, finalmente, pidió: «Ahora, el de vuestro san Ignacio, el capitán, pero también brazo en alto, a lo fascista", y dirigió una ferviente interpretación de Cantemos al amor de los amores. Cuando salía, un estudiante se acercó y le dijo: "Mi general, le vi una vez desde las trincheras, he hecho la guerra durante los tres años, ¡a sus órdenes!" Millán tiró de cartera, sacó mil pesetas -¡de entonces!- y repuso: «Toma, para que te emborraches."
(118)
La perspectiva de un nuevo imperio africano para España le llenó de alegría. Durante la Segunda Guerra Mundial, siguió elavance de las tropas del Eje con ávido entusiasmo, primero, y amarga desilusión, después. La entusiasta respuesta de Franco a la invasión alemana de la Unión Soviética provocó el rápido reclutamiento de una fuerza voluntaria, la División Azul, que lucharía en el frente del este. Cuando su primer comandante, el general Agustín Muñoz Grandes, partió hacia Alemania el 14 de julio de 1941, Millán fue a despedirlo al aeródromo de Barajas. Muñoz Grandes había luchado en la Legión, y el caluroso abrazo que Millán dio a su antiguo subalterno resaltó el hecho de que la expedición constituía en parte una prolongación del papel de este cuerpo en la guerra civil espaftola. Cuando los primeros contingentes de agotados soldados llegaron de permiso, Millán se encontraba entre el comité de bienvenida de jerarcas franquistas en la estación del Norte, decorada con las banderas falangista, nazi y fascista italiana.
(119)
La derrota del Eje le causó considerable angustia. En mayo de 1950 se indignó cuando el mariscal Rodolfo Graziani, jefe del Estado Mayor de Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial y en la Republica di Salò, fue condenado por colaborar con los alemanes y privado, por órdenes del ministro de Defensa Randolfo Pacciardi, del derecho a lucir sus medallas por su valor y sus heridas. Cuando vio la posibilidad de obtener publicidad al enterarse de que Pacciardi había sido comandante del batallón Garibaldi de las Brigadas Intemacionales en la guerra civil espaftola, envió a Graziani su propia medalla de sufrimientos por la Patria, la misma que había ofrecido catorce años antes a José María Pemán. Gracias a este gesto fue noticia de primera plana en Italia.
(120)
En 1943 Franco premió la lealtad de Millán nombrándolo procurador en Cortes, una lucrativa sinecura.
(121) Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, a Millán le costó retirarse de la vida pública. En el período de ostracismo internacional a que España fue sometida, visitaba con regularidad al primo y secretario privado de Franco, Pacón, para expresarle sus opiniones acerca tanto de política interior como de política exterior. También iba con regularidad a las embajadas de las potencias democráticas en un intento de comprobar la situación del momento y, es de suponer, a fin de pontificar sobre su propio punto de vista en cuanto a los asuntos internacionales. En 1949, preocupado por la posibilidad de que creara malos entendidos en un momento de relaciones excepcionalmente delicadas, el ministro de Relaciones Exteriores, Alberto Martín Artajo, pidió al ministro de la Guerra, general Fidel Dávila, que le ordenase quecesara de entrometerse. Millán se sintió tan mortificado por este hecho, que en un arranque de autocompasión decidió dimitir del Ejército y exiliarse. Fue a ver a Pacón en su despacho del palacio de Oriente, le habló de la reprimenda de Dávila, dijo que le resultaba inaceptable y le dio un fajo de papeles sellados con cera para que se los entregara al Caudillo. Pacón respondió que nunca entregaba personalmente documentos sellados al Caudillo, que debía ir por los cauces establecidos. Millán le leyó entonces una petición formal en la que solicitaba su separación del Ejército y permiso para ir a vivir a Lisboa, y añadió que regresaría al cabo de una semana para saber cuál había sido la reacción de Franco. Como lo conocía muy bien, Pacón guardó la carta en un cajón y no le dijo nada al Caudillo. Una semana después, un Millán Astray mucho más humilde regresó y preguntó tímidamente qué había dicho Franco. Pacón le explicó que se sentía incapaz de ser instrumento de división entre los dos oficiales que más admiraba y que por ello había roto su promesa y no había entregado los papeles. Un agradecido y lloroso Millán lo abrazó y comentó: "Paco, eres uno de mis amigos más leales. Yo estaba muy excitado, y por eso escribí este oficio ".(122)
Su vida había cambiado a principios de 1941, cuando en una partida de bridge en casa de Natalio Rivas conoció a Rita Gasset y se enamoró de ella. Hija de Rafael Gasset, antaño ministro de Fomento, y prima del filósofo Ortega y Gasset, Rita era lo bastante joven para ser su hija. Quedó embarazada y Millán decidió finalmente anular su matrimonio con Elvira. Le informaron de que, en vista de la promesa de castidad hecha por su esposa, nada impedía la anulación canónica. Deferente con Franco, Millán le informó de sus intenciones. Obsesivamente sensible ante cualquier indicio de falta de propiedad sexual, Franco estalló: «No me darás este escándalo. Te prohíbo que lo hagas,» Millán fue con Rita Gasset a Lisboa, donde su hija, Peregrina, nació el 23 de enero de 1942. Elvira la trató siempre con afecto, como si fuese su sobrina.
(123)
Tras un largo período enfermo del corazón, Millán murió el 1 de enero de 1954, casi olvidado.
(124) España estaba a punto de perder su imperio marroquí. La Legión había sido el pilar central de la ideología africanista que, mezclada con el falangismo, se había convertido en la peculiar filosofía detrás de la cruel y violenta guerra de Franco. En la España de los años cincuenta, nada de eso importaba ya mucho. No obstante, aun en la muerte Millán conservó parte del histrionismo que le había caracterizado en vida. Dejó instrucciones de que no hubiese honores en su entierro y no se le hiciesen los honores militares debidos a su rango y a sus condecoraciones.Una sencilla ceremonia con sus escoltas legionarios imitó los entierros en campo de batadla de la Legión. (125)Con toda razón, la nota necrológica publicada en el ABC afirmaba que era el hombre que había creado «la escuela de 1936». Entre los presentes en el entierro estaban algunos de los africanistas y franquistas más prominentes: los generales Agustín Muñoz Grandes, Camilo Alonso Vega y Francisco Franco Salgado-Araujo, así como su biógrafo, el general Carlos Silva. Elvira Gutiérrez recibió un telegrama de pésame del Caudillo, que no asistió al entierro. Ahora intentaba presentarse ante el mundo como el aliado del presidente norteamericano Eisenhower, y no deseaba que lo vincularan con Millán.(126)

NOTES
1. Paul Preston, Franco, A Biography, Harper Collins, Londres, 1993, pp. 91-92, 186, 250-251. p
2. Carlos de Silva, General Millán Astray, El Legionario, AHR, Barcelona,1956, pp. 39-43.
3. Silva, ibídem, pp. 46-47, 52-64.
4. David S. Woolman, Rebels in the Rif: Abd el Krim and the Rif Rebellion,Stanford University Press, Stanford, 1969, p. 66. Acerca de José Millán Astray, padre, véase Carlos Rojas, ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte! Salamanca 1936.Unamuno y Millán Astray frente a frente, Planeta, Barcelona, 1995, pp. 72-80.
5. Véase un artículo anónimo basado en entrevistas con la hija de Millán 27r
Astray, Peregrina, "Militar y caballero. José Millán Astray", El Figaro, 28 de enero de 1995, p. 58.
6. Silva, Millán Astray...Op. cit., pp. 67-85.
7. Ibidem, Pp. 91-106.
8. Ibidem, p. 108.
9. José Millán Astray, "Prólogo", comandante Franco, Marruecos: Diario de una Bandera, Editorial Pueyo, Madrid, 1922; general Millán Astray, Franco. El Caudillo, M. Quero y Simón, Salamanca, 1939, pp. 9-12.
10. Silva, Millán Astray...op. cit., pp.109-118. 31,
11. Ibidem, pp. 10-35. 32r
12. Arturo Barea, La forja de un rebelde, Losada, Buenos Aires, 1951, p.315.
13.Tauima Legión, nº 10, enero de 1954, p. 3: Silva, Millán Astray...op.cit., pp. 124-130, 150; Carlos Blanco Escolá, La Academia General Militar de Zaragoza ( 1928-1931), Labor, Barcelona, 1989, pp. 86-89; Julio Busquets, El militar de carrera en España, Ariel, Barcelona, 1984, 3.ª edición, pp. 100-101.
14. Millán Astray, Franco...op. cit., pp. 171-172: Silva, Millán Astray...op.cit.,pp. 143-147. Woolman, Rebels in the Rif... op. cit. p. 66.
15. lnazo Nitobé, Bushido, The Soul of Japan. An Exposition of Japanese Thought, G. Putnam, Nueva York, 1905r En su prólogo a la versión en castellanco -El Bushido, Gráficas lbarra, Madrid, 1941-, Millán Astray se describe como el traductor, aunque en otra parte del texto se menciona la colaboración de Luis Álvarez de Espejo. Véanse también Ernesto Giménez Caballero, Memorias de un dictador, Planeta, Barcelona.1979, p. 275: Silva, Millán Astray...op. cit., p. 144.
16. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida junto a Franco, Planeta, Barcelona. 1977 p. 42; Silva, Millán Astray...op cit , p. 146.
17. Barea, La forja...op. cit., p. 315.
18. Arturo Barea, Struggle, for the Spanish Soul, Secker & Warburg, Londres, 1941, pp. 30-31
19. Ramón Garriga, La Señora de El Pardo, Planeta, Barceluna, 1979, p. 40; José Martín Blázquez, Helped Build an Army: Civil War Memoirs of a Spainish Staff Officer, Secker & Warburg, Londres, 1939, p 302; Herbert R. Southworth, Antifalange: estudio crítico de "Falange en la guerra de España: la Unificación y Hedilla" de Maximiano García Venero, Ruedo Ibérico, París, 1967, pp. xxi-xxii; Guillermo Cabanellas, La guerra de los mil días, 2 vols., Grijalbo, Buenos Aires, 1973, II, p. 792.
20. Preston,Franco..., op. cit., pp.27-34.
21. Claude Martin, Franco. soldado y estadista, Fermín Uriarte, Madrid,1965, pp. 129,130.
22. Mijail Koltsov, Diario de la guerra de España, Ruedo Ibérico, París, 1963, pp. 88,89; John Whitaker, «Prelude to World War: A Witness from Spain" en Foreign Affairs, vol. 21, n.91, octubre de 1942, pp. 105-106.
23. Barea, Laforja..., op. cit., pp.315-316.
24. Barea, Struggle..., op. cit., p.23.
25. Hilari Raguer, El general Batet. Franco contra Batet: Crónica de una venganza, Ediciones Península, Barcelona, 1996, p. 331.
26. Silva, Millán Astray...op. cit., p.38.
27. Eugenio Vegas Latapie, Caminos del desengaño: memorias políticas II 1936-1938, Tebas, Madrid, 1987, p. 173.
28. Juan de la Cierva y Peñafiel, Notas de mi vida, Instituto Editorial Reus,Madrid, 1955, p. 281; Niceto Alcalá Zamora, Memorias, Planeta, Barcelona, 1977, pp. 76,77; Carolyn, P. Boyd, Praetorian Politics in Liberal Spain, University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1979, pr 192.
29. Giménez Caballero, Memorias..., op. cit., p.43.
30. Julián Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles, 2 vols., Librería Española, París, 2ª. edición, 1968, I, p. 5.
31. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida...op. cit., pp. 52-53.
32. Millán Astray, Franco...op. cit., p. 17
33. Silva, Millán Astray..., op. cit., pp. 165-169.
34. Torcuato Luca de Tena, Franco, sí, pero..., Planeta, Barcelona, 1993, p.31.
35. Silva, Millán Astray...op. cit., p. 229.
36. José María Pemán, Mis almuerzos con gente importante, Dopesa, Barcelona, 1970, p. 138.
37. Dionisio Ridruejo, Sombras y bultos, Destino, Barcelona, 1977, pp. 110, 112.
38. Rafael Abella, Por el imperio hacia Dios. Crónica de una posguerra (1939-1955), Planeta, Barcelona, 1978, pp. 171-172.
39. Ridruejo, Sombrasy bultos...op. cit., p.110.
40. Boyd, Praetorian Politics...op. cit., p.214. La disputa entre Millán Astray y los junteros provocó la publicación de un libro escrito por Francisco Madrid, El ruidisimo pleito de las juntas de defensa y Millán Astray, Gráficas Costa, Barcelona, 1922.
41. Boyd, Praetorian Politics..., op. cit., pp. 225-226.
42. Ibídem, pp.228,229; De la Cierva, Notas...op. cit., p.281; Joaquín Arrarás, Historia de la Cruzada española, 8 vols., Ediciones Españolas, Madrid, 1939-1943,I, p. 121; Silva, Millán Astray..., op. cit., pp. 169-176; Stanley G. Payne, Politics and the Military in Modern Spain, Stanford University Press, Stanford, 1967, pp.182-183.
43. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op. cit., pp. 63, 67,68; Blanco Escolá, La Academia General Militar..., op. cit., p. 99; Silva, Millán Astray op... cit., pp. 175-184.
44.Carlos Navajas Zubeldía, Ejército, Estado y Sociedad en España (1923-1930}, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1991, p.56; Francisco Franco Salgado-Araujo, Mis conversaciones privadas con Franco, Planeta, Barcelona, 19767 p. 361;Silva, Millán Astray..., op. cit., pp. 184,191, 243.
45. Gabriel Maura Gamazo, Bosquejo histórico de la Dictadura. I 1923-1926, Tipografia de Archivos, Madrid, 1930, p. 217.
46. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op. cit., p. 75; Blanco Escolá, La Academia General Militar...op. cit., pp. 12, 99-100; Guillermo Cabanellas, Cuatro generales, 2 vols., Planeta, Barcelona, 1977, I , pp. 93, 140.
47. Blanco Escolá, La Academia General Militar...op. cit., pp.87-89, 102,122.
48. Francisco Franco Salgado-Araujo7 Mi vidar'., op. cit., p.97
49. Manuel Azaña, Obras completas, 4 vols., Oasis, México D.F.1966-1968, IV, p. 226.
50. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mis conversaciones... op. cit., p.499; Luis Galinsoga y Francisco Franco Salgado-Araujo, Centinela de Occidente (Semblanza biográfica de Francisco Franco}, Editorial AHR, Barcelona, 1956, p.158; Silva, Millán Astray..., op. cit., p. 196.
51. Manuel Portela Valladares, Memorias. Dentro del drama español, Alianza, Madrid, 1988, p.184.
52. Alejandro Lerroux, La pequeña historia. Apuntes para la Historia grande vividosy redactados por el autor, Editorial Cimera, Buenos Aires, 1945, p. 346; Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida... op. cit., p. 113.
53. Figura en varias fotografías de los principales mandos y de los ministros publicadas en Ricardo de la Cierva, Francisco Franco: un siglo de España, 2 vols.,Editora Nacional, Madrid, 1973, I, pp. 394, 407.
54. Ministerio de la Guerra, Estado Mayor Central, Anuario militar de España. Año 1936, Imprenta y Talleres del Ministerio de la Guerra, Madrid,1936, p.361.
55. Millán Astray, Franco...op. cit., p. 27; Cabanellas, Cuatro generales,op. cit., I, pp. 431-432; José Ignacio Escobar, Así empezó, G. del Toro, Madrid, 1974, p. 166; Millán Astray..., op. cit.,pp.233-235.
56. Cabanellas, Cuatro generales..., op. cit., II, pp. 424, 431.
57. ABC (Sevilla) 18 de agosto de 1936; Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida...op. cit., p. 190; Vegas Latapie, Los caminos..., op. cit., p.173.
58. José P. San Román Colino, Legislación del Gobierno Nacional, 1936, segundo semestre, SHADE, Ávila, 1937, pp. 93-95, citado por Herbert Rutledge Southworth en Guernica! Guernica! : A Study of Journalism, Propaganda and History, University of California Press, Berkeley, 1977, p. 411.
59. ABC (Sevilla) 14 de agosto de 1936.
60. ABC (Sevilla) 15 y 16 de agosto de 1936; Antonio Bahamonde y Sánchez de Castro, Un año con Queipo: memorias de un nacionalista, Ediciones Españolas, Madrid, 1938, pp. 34,35; Cabanellas, Cuatro generales, op. cit., II, pp. 253-254.
61. Jaime del Burgo, Conspiración y guerra civil española, Alfaguara, Madrid, 1970, pp. 158-159.
62. Pedro Laín Entralgo, Descargo de conciencia (1930-1960), Barral Editores, Barcelona, 1976, pp. 178,179.
63. Véase Millán Astray, Franco...,op. cit., p. 19, donde escribe que "Franco con nuestro Martí Goded y con el que esto escribe, procuró oponerse al nuevo rumbo temible que España emprendían".
64. Giménez Caballero, Memorias...op. cit., p. 90r.Su libro, Franco. El Caudillo, constituye un himno de alabanza ininterrumpida de Franco.
65. Cabanellas, Cuatro generales, op. cit., II, p. 30; Rafael Abella, La vida cotidiana durante la guerra civil. I) La España nacional, Planeta, Barcelona, 1978, pp. 57-58.
66. Vegas Latapie, Los caminos...op. cit., p.89.
67. Alfredo Kindelán, Mis cuadernos de guerra, Planeta, Barcelona, 2ª edición, 1982, pp.103-105.
68. Véase Preston, Franco...op. cit., pp.174-189; Cabanellas, Cuatro generales, op. cit.,II, pp.330-333.
69. Emisión del 4 de octubre, cuyo texto se reproduce en Millán Astray, Franco..., op. cit., pp.41-44.
70. Pilar Franco Bahamonde, Nosotros los Franco, Planeta, Barcelona, 1980, p. 54; Ramón Garriga, Nicolás Franco, el hermano brujo, Planeta, Barcelona, 1980, Acerca de Hammaralt y sus actividades, véase también Ángel Alcázar de Velasco, Siete días de Salamanca, G. del Toro, Madrid, 1976, pp. 120-121.
71. Abella, La España nacional, op. cit., p. 109; Acerca de Aguilera, véase Preston, Franco...op. cit., pp. 190-191.
72. Charles Foltz, Jr., The Masquerade in Spain, Houghton Miffiin, Boston, 1948, p. 80.
73. Luis Portillo, "Unamuno's Last Lecture", en Cyril Connolly, The Golden Horizon, Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1953, p. 398.
74. Luis Moure Mariño, La generación del 36: memorias de Salamanca y Burgos, Ediciós do Castro, La Coruña, 1989, p. 70.
75. Moure Mariño, La generación del 36..., op. cit., p. 71.
76. Antoni Pelegrí, Catalans entre la falç i les lletxes, Oikos-Tau, Barcelona, 1996, p. 215.
77. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op. cit., pp. 190-191.
78. Ibídem, p. 201.
79. Ridruejo, Sombras y bultos, p. 110.
80. Moure Mariño, La generación del 36..., op. cit., pp. 73-79; Luis Portillo, "Unamuno's Last Lecture", op. cit., pp. 397-403; Carlos Rojas, Muera la inteligencia! ...op. cit., pp. 134-139; Preston, Franco...op. cit.,pp. 191,192; Abella, La España nacional, op. cit., pp.110-112.
81. Moure Mariño, La generación del 36...op. cit., p.431.
82r Francisco Franco Salgado-Araujo,Mis conversaciones..., op. cit., p.431.
83. Silva, Millán Astray..., op. cit., p. 200.
84. Almirante Juan Cervera Valderrama, Memorias de guerra (1936-1939), Editora Nacional, Madrid, 1968, p.33.
85. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op. cit., p.219.
86. Millán Astray, Franco..., op. cit., pp.61-62.
87 Philippe Nourry, Francisco Franco: La conquete du Pouvoir, Denoel, París, 1975, p. 542.
88. Giménez Caballero, Memorias.. op. cit., pp. 88-90; Moure Mariño, La generación del 36...op. cit., p.69; Vegas Latapie, Los caminos..., op. cit., p. 175.
89. Giménez Caballero, Memorias...op. cit., pp. 88-92; Millán Astray, Franco..., op. cit., pp.47-52.
90. Del Burgo, Conspiración..., op. cit., pp. 730-732; Ronald Fraser, The Blood of Spain. The Experience of the Civil War, 1936-1939, Allen Lane, Londres, 1979, p. 207.
91.Del Burgo, Conspiración..., op. cit., pp.870-871.
92. Giménez Caballero, Memorias..., op. cit., p. 106.
93. Torcuato Luca de Tena, Papeles para la pequeña y la gran historia. Memorias de mi padre y mías, Planeta, Barcelona, 1991, p. 264.
94. Millán Astray, Franco..., op. cit., pp.47,50, 77,79, 161-165.
95. Ibídem, pp. 229,237
96. Cabanellas, Cuatro generales, op. cit., II , pp. 424, 431; Del Burgo, Consipiración..., op. cit., p.885. Acerca del funeral en Burgos, véanse Cervera, Memorias...op. cit., p. 167 y Antonio Ruiz Vilaplana, Doy fe: un año de actuación en la España nacionalista, Éditions Imprimerie coopérative Étoile, París, s.f. [1938], pp.121-122.
97. Maximiano García Venero, Falange en la guerra de España: la Unificación y Hedilla, Ruedo Ibérico, París, 1967, p. 295.
98. Olao Conforti, Guadalajara: la prima sconfitta del fascismo, Mursia,Milán, 1967, pp. 34-35.
99. García Venero, Falange/Hedilla, op. cit., p. 404.
100. Millán Astray, Franco...op. cit., pp. 193-201.
101. Ibídem, p. 209.
102. Ridruejo, Sombras y bultos, op. cit., pp. 110-112.
103. Abella, La España nacional, op. cit., pp.146-147; Silva, Millán Astray...op. cit., pp.204-222.
104. Manuel Valdés Larrañaga, De la Falange al Movimiento (1936-1952), Fundación Nacional Francisco Franco, Madrid, 1996, p. 134.
105. Acerca de Iniesta, véase Preston, Franco...op. cit., pp. 734, 761-767.
106. Carlos Iniesta Cano, Memorias y recuerdos, Planeta, Barcelona, 1984, pp. 132-134.
107. Doctor Julio González Iglesias, Los dientes de Franco, Fénix, Madrid, 1995, pp. 164-172.
108. Laín Entralgo, Descargo de conciencia, op. cit., p. 208.
109. Galeazzo Ciano, Diario 1937-1943 bajo la dirección de Renzo de Felice, Rizzoli, Milán, 1980, p. 143. Acerca del encuentro con Delcroix, véanse J A. Giménez Arnau, Memorias de memoria. Descifre vuecencia personalmente, Destino, Barcelona, 1978, p.101, y Serrano Suñer, Memorias..., op. cit., p. 159; Acerca de Delcroix, véase Philip V. Cannistraro, recop., Historical Dictionary of Fascist Italy, Greenwood Press, Westport, Connecticut, 1982, p. 161; Como en el caso de Millán Astray respecto a Franco, Delcroix fue un propagandista fanático de Mussolini.
110. Pemán, Mis almuerzos... op. cit., p. 138. Millán Astray estaba obsesionado por el hecho de que Franco trabajaba catorce horas por día, tanto que en una recopilación de sus discursos reprodujo por dos veces uno sobre este tema; véase Millán Astray, Franco...op. cit., pp.65-68, 187-189. Acerca de sus intentos de hablar italiano, véase también Giménez Arnau, Memorias...op. cit., p. 101.
111. Millán Astray, Franco...op cit., pp. 135-136.
112. Pemán, Mis almuerzos...op. cit., p. 137.
113. González Iglesias, Los dientes..., op. cit., p. 172.
114. Moure Mariño, La generación del 36..., op. cit., p. 71; Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op. cit., p. 238; Fraser, Blood of Spain..., op. cit., p. 207; Vegas Latapie, Los caminos..., op. cit , p. 173.
115. Giménez Caballero, Memorias..., op. cit., p.93.
116. Millán Astray, Franco..., op. cit., pp. 135-136.
117. Pemán, Mis almuerzos..., op. cit., pp. 135-136, da una versión sumamente expurgada de esta anécdota que corría de boca en boca en el Madrid de la época.Acerca de Celia Gámez, véase El País, 11 de diciembre de 1992.
118. Hilari Raguer, La Unió Democratica de Catalunya i el seu temps (1931-1939), Abadía de Montserrat, Barcelona, 1996, pp. 307-308. Véase también Ricardo de la Cierva, Francisco Franco: Biogralia histórica, 6 vols., Planeta, Barcelona, 1982, IV,p.232
119. José Martínez Esparza, Con la División Azul en Rusia, Ediciones del Ejercito, Madrid, 1943, pp. 26,27; Gerald R. Kleinfeld & Lewis A. Tambs, Hitler's Spanish Legion: The Blue Division in Russia, Southerm Illinois University Press, Carbondale, 1979, pp. 26, 187.
120. Alessandro Cova, Graziani. Un generale per il regime, Newton Compton, Roma, 1987, p. 280; Silva, Millán Astray..., op. cit., pp. 238-241.
121. Ricardo de la Cierva, Historia del franquismo: orígenes y configuración (1939-1945), Planeta, Barcelona, 1975, p.251.
122. Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida..., op. cit., pp. 323,326.
123.Véase el artículo de autor anónimo basado en entrevistas hechas a Peregrina Millán Astray, "Militar y caballero", El Fígaro, 28 de enero de 1995, p. 58.
124. ABC, 2 de enero de 1954; Francisco Franco Salgado-Araujo, Mi vida...op. cit., p. 335.
125. Tauima Legión, n.º 20, enero de 1954, p. 2.
126. ABC, 3 de enero de 1954.


 

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