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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
El Franquisme ( 1939- 1975) - L' Autarquia ( 1939-1953)
"
LA FALSA RUTA" . ARTICLE DE FERNANDO VALLS TABERNER
A "LA VANGUARDIA"
Font:
VALLS TABERNER, Fernando: La
Falsa Ruta. 1939: (Barcelona). " La
Vanguardia". 15 de Febrer de 1939
.
Text:
La emoción de la llegada de
Barcelona, al día siguiente de su liberación por el
Ejército Nacional, y las intensas impresiones de los
quince primeros días de nueva estancia en ella son algo
inenarrable. Tantos y tan variados sentimientos se
agolpan en el ánimo del que acaba de reintegrarse a su
ciudad natal después del largo y doloroso martirio por
ella sufrido, que no son para descritos fácilmente. Ni
entra ello en mi propósito.
Al ponerme hoy otra vez en contacto con el gran público
de Cataluña, merced a la amable invitación de LA
VANGUARDIA ESPAÑOLA, en calidad de colaborador de la
misma, considero un deber hablarle, más que de emociones
sentimentales, de razonamientos y criterios fruto de
reiteradas meditaciones acerca del problema palpitante de
la trayectoria espiritual de nuestra región catalana.
Quienes, en otro tiempo, tuvimos en la vida pública de
la misma, en cualquiera de sus aspectos: social,
político, cultural, etc., o en varios de ellos a la vez,
una representación más o menos calificada y notoria,
tenemos, a mi juicio, en este momento augusto y decisivo
la obligación de habalr clara y francamente a nuestros
paisanos, de proclamar ante ellos la verdad a través de
tantas experiencias dolorosas vislumbradas, de decir
sinceramente nuestro pensamiento sin rebozo ni disimulo,
sin subterfugios ni eufemismos, que sólo representarían
propiamente deslealtad o cobardía.
Durante dos años y medio de ausencia y de
peregrinaciones, mi evolución ideológica, que resaltaba
ya en artículos y folletos por mí publicados en los
años 1930-1935, se ha acentuado progresivamente, com
resultado de la continuada observación de los
acontecimientos y de la reflexión y el estudio
frecuentes. Al reanudar ahora mi vida barcelonesa, he
tenido ocasión multiplicada de constatar que las
conclusiones a que principalmente por raciocinio había
llegado desde mi lejanía de la región nativa, presente,
empero, siempre en mi espíritu, coinciden especialmente
con las que, derivando más que nada de una elaboración
sentimental, me comunican aquellos amigos que han sufrido
aquí la tortura inmensa de la tiranía roja y con los
cuales he tenido el placer de conversar. Estas
conclusiones por lo que se refiere específicamente a la
trayectoria política de Cataluña en los últimos
decenios del siglo XIX y en lo que llevamos del siglo
presente, pueden resumirse en esta opinión: Cataluña ha
seguido una falsa ruta y ha llegado en gran parte a ser
víctima de su propio extravío. Esta falsa ruta ha sido
el nacionalismo catalanista.
Múltiples factores han contribuido, en el decurso de un
período bisecular, ala preparación de la magna tragedia
española; y en el examen general de las
responsabilidades escasos son, en la historia moderna de
España, los hombres y las colectividades que puedan
aparecer exentos de errores graves o de culpas. En la
propagación de un subversivismo, cada vez más acentuado
y más extendido por el cuerpo social de España, y que
llegó por fin a producir la gran catástrofe, en la que
hemos estado a punto de sucumbir para siempre, casi todos
tuvimos parte. No me incumbe, ahora entrar a analizar
otras causas, algunas más profundas y decisivas, de la
tremenda convulsión española. Lo que creo de mi deber
señalar, en este momento de salvación, a mis paisanos,
como oportuna y saludable advertencia dirigida a ellos
por un conocedor del asunto, es que uno de los factores
de subversión, cuya reaparición se debe evitar
decididamente, ha sido el catalanismo político, y aún,
para simplificar la denominación, diremos el
catalanismo, a secas. Este ha constituído la falsa ruta
de la Cataluña contemporánea.
Catalanismo no ha resultado lo mismo que amor a
Cataluña, aunque de buena fe aparecieran a muchos, en
otro tiempo, uno y otro como cosas idénticas. Escrutando
hoy el pasado próximo, podemos darnos cuenta, si la
pasión o la terquedad no enturbian nuestra mente, de que
el catalanismo, en su actuación política, contruyó
poderosamente al desarrollo del suversivismo en
Cataluña, llevándolo hasta las capas sociales
superiores.Huelga hoy por suficientemente notorio, en
trar en detalles acerca de este extremo. Pero, además,
hay que reconocer que el catalanismo resultó en
definitiva un lamentable factor de disgragación, así
con el respecto a la unidad nacional española, como
también dentro de la misma entidad regional catalana,
produciendo en ella una funesta separación, mejor
diremos contraposición, que a veces, enconada por el
odio político, llegó a parecer irreductible, entre los
mismos catalanes, divididos en catalanistats y
anticatalanistas, con lo que se iniicó ya, dentro de la
misma Cataluña, una discordia profunda, que en el orden
moral era un preludio de guerra civil vehemente y
furibunda.
El catalanismo no logró casi nunca dejar de presentar
una significación partidista; ni alcanzó a abandonar a
tiempo unos derroteros que a la postre han conducido al
país a la ruina. Nadie puede hoy honradamente dejar de
confesar que, en fin de cuentas, el catalanismo, al
término de su trayectoria, se ha vuelto contra
Cataluña; y que incluso lo que un tiempo pudo tener de
generosa aspiración renovadora, en medio de la general
decadencia, lo que tuvo también de idealidad, desviada
sin duda , pero llena de ingenuas ilusiones, lo que haya
representado en cuanto a anhelos de reforma y de
perfección , bien que exaltados y turbulentos , todo
ello ha sido ignominiosamente prostituído y sacrificado
en estos últimos años. Lo que, en medio de la
equivocación general, hubiera en él de nobles ansias
renovadoras y de esencias tradicionales, ha sido muerto
últimamente por los corifeos separatistas, y a
consecuencia de ello el catalanismo es hoy un cadáver.
Para el bien de Cataluña y de España entera no lo
podemos de ningún modo dejar insepulto.
Hay que liquidar, pues, un pasado equivocado, y en sus
resultados desastroso; hay que reemprender el camino,
volviendo al buen sendero. Cataluña es una realidad viva
y no un prejuicio tendencioso; y para restaurar su vida y
redimirla y dignificarla de vardad sólo hay un camino:
despojarla de sectarismos, de mezquindades y de
encogimientos, devolverle el buen sentido, librarla de
megalomanías y de emperezamientos, de disipaciones y de
frivolidades, de chavacanerías y de ridiculeces, y
hacerla andar con fe, con amor y con el mejor espíritu
por la ancha vía triunfal de la Nueva España, hacia un
destino común lleno de promesas y de esplendores, de
gloria auténtica y de progreso positivo. Y puesto que la
Providencia, en el momento más angustiosos y de máximo
peligro, nos ha salvado de una ruina irreparable, por
medio de nuestro excelso Generalísimo y del glorioso
Ejército Nacional, es necesario que la rectificación,
la contrición y la enmienda marquen una nueva
orientación de la vida de Cataluña, rencorporada a
España definitivamente. A la obra grandiosa de la
reconstrucción de la Patria española emprendida por el
Movimiento Nacional deben, pues, cooperar todos los
catalanes efusivamente y con la máxima lealtad, sin
reservas, sin recelos y sin regateos de ningún género;
sin más jefe que el Caudillo, forjador de la Nación
renaciente, y salvador de nuestra civilización
tradicional, al cual debemos gratitud perenne, adhesión
inquebrantable y confianza plena amplísima, cual la
merece por su genio extraordinario por su patriotismo
insuperable y por su abnegación y esfuerzo admirables.
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