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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
Restauració 1 (1874-1898) - Fonaments de la Restauració
(1874-1898)
Aspecte
econòmic del problema colonial per Juan Sallarés y Pla.
(1897)
Font:
.SALLARES Y PLA, Juan:El problema
colonial, el seu aspecte econòmic. Juan Sallarés y Pla.
(1897). Madrid:"El Trabajo Nacional". 15 de
Gener de 1897. any V. n.144.193-195 pp.
Comentari:
Juan Sallarés i Pla (1845-1901)
fou un capdavanter del proteccionisme.
En l´aspecte colonial proposa un intercanvi de persones
i productes de la metrópoli amb les colònies per
enfortir les relacions entre ambdues entitats, i, així
evitar noves guerres i no caure en errors del passat.
Aquesta acció es basa en la superioritat moral i
intel.lectual de l´Estat Espanyol respecte als pobles
que vivien a Cuba.
Text:
Encontradas opiniones se han
expuesto acerca del régimen político actual de nuestras
Colonias y aun se ha llegado á dudar si convenía
conservarlas para poder reconcentrar todas las energías
y recursos de la Nación en el desarrollo de su riqueza
interior.
Las guerras que en estos momentos sostenemos en Cuba y
Filipinas traen de la mano al discurrir sobre este
asunto, que entraña, á nuestro modo de ver, el porvenir
económico de la patria y quizás decida de su futura
importancia política en el concierto de las naciones,
según sea el desenlace de ambas guerras.
No examinaremos este último aspecto de la grave
cuestión que planteamos, porque para tanta materia son
estrechos los límites de un artículo; sólo, sí,
recordaremos que la época de la mayor decadencia y
desprestigio de España coincidió con la pérdida de sus
dominios de América.
Los esfuerzos que hace hoy España para salvar su honor,
le han grangeado la simpatía de todos los espíritus
rectos, hasta de aquellos países menos dispuestos á
concedérnosla. La virilidad de que ha dado pruebas, los
recursos que ha allegado en hombres y dinero, la
organización militar rapidisima y casi perfecta, por lo
menos en la Península, han modificado favorablemente el
juicio que en el exterior y por lo general, se tenía
formado de nuestra nación, tanto en las regiones
financieras como en las altas esferas de gobierno.
Cuando la victoria se el premio de tantos sacrificios, es
de creer que será muy otra que hasta aquí nuestra
posición en Europa y América, pues no cabe dudar de que
los prestigios que nacen de la demostración de la propia
potencia ensanchan los horizontes de la vida nacional,
por el mero hecho de ser firme garantía del derecho, que
sin ella no es siempre respetado y que no puede
plenamente ejercerlo el que se mostró débil.
Y viniendo ahora al estudio de la influencia que para el
desarrollo de nuestra riqueza tiene y podrá en lo
sucesivo, tener la conversación de nuestras colonias, lo
primero que se nos ocurre es preguntarnos si estamos en
condiciones para conservarlas.
En este punto no tenemos dudas: la afirmación de nuestro
poder para ejercer esa soberanía, brota espontánea de
la convicción sincera de nuestra superioridad
intelectual y moral sobre las razas, aun la más afine á
la nuestra, que pueblan aquellos dominios.
Para que esta superioridad sea reconocida y aceptada y se
convierta en prenda de paz, luego que la hayamos
reconquistado por las armas, sólo es menester que,
cediendo á experiencias dolorosas, se corrijan los
errores de todos conocidos y cien veces señalados,
cometidos en el régimen colonial por el afán de
asimilación política que ha informado las reformas en
aquél introducidas.
No son leyes nuevas las que hacen falta para la paz y
prosperidad de nuestras colonias, sino que, según
aconsejaba poco tiempo ha el señor Mañé y Flaquer, en
uno de sus siempre instructivos y patrióticos escritos,
sólo es menester para lograr este resultado, enviar á
su gobierno hombres rectos, firmes y prudentes, con
facultades bastantes para destruir el mal en cuanto
apunte, sea cual fuere la condición del que lo propague
y la forma en que este mal se manifieste, á la vez que,
desde los centros ministeriales, y á impulso del
interés de partido, no se les mengüen estas facultades
para que puedan obrar el bien en la extensión que lo
reclamen los intereses que han de guardar ó estimular.
Si es deber que exclusivamente atañe á los poderes
públicos organizar las dependencias de gobierno; es
deber común de éste y de los pueblos dar impulso á los
intereses materiales.
La riqueza, que es demostración del grado de simple
exámen de la creciente importación y exportación de
ambas costas.
Los progresos de nuestras relaciones comerciales con
Filipinas, á partir de la reforma de aquel Arancel,
prueban que, en efecto, fue útil y ventajosa para los
intereses, así los peninsulares como los del
Archipiélago; pero no tanto como se requiere y conviene
á todos ellos.
Necesaria es, pues, la revisión del Arancel de
Filipinas, con aumento de los derechos asignados
actualmente á las principales partidas de dicho Arancel.
El consumo especial y propio de aquellas islas y el
estado actual de nuestras industrias, consentirían casi
doblar la cifra de nuestra exportación, mediante
calculados aumentos.
Se ha indicado ya en la prensa la conveniencia de actuar
nuestra actual emigración que se dirige, alucinada por
activos agentes, á países extraños, en los cuales no
encuentra, no ya el bienestar, pero ni siquiera los
recursos suficientes para cubrir las necesidades
extrictas de una existencia miserable.
Los 100.000 emigrantes que han salido durante estos
últimos veinte años de nuestros puertos ¿ no habrían
podido formar el núcleo de nuestra población rural en
las diferentes colonias? El colono español, utilizando y
dirigiendo el trabajo del indígena, ¿ no sería un
elemento de atracción y en su caso de resistencia, á
toda tentativa contraria á nuestros derechos ?.
No es necesario insistir en este punto, porque con
bastante claridad, parece el error en que se incurre al
consentir que nuestros brazos más robustos, hombres
activos y emprendedores, vayan á engrosar la masa de
población inmigrante en extranjeras tierras y sean
explotados sin piedad por especuladores, con los cuales
no nos liga ningún vínculo de afecto. En cambio, las
fértiles comarcas de nuestro suelo colonial dejan de ser
alivio de nuestras clases laboriosas cuando se ven
forzadas á huir de la estrechez ó la miseria que les
ofrece el suelo patrio.
Por fin, debe calcularse cuántos serían los beneficios
que reportarian todos los intereses de la prosperidad que
alcanzase en la colonia la población nacional emigrante,
que se convertiría en consumidora de nuestros productos
y creadora de nueva riqueza en territorio propio, en el
patrimonio de la nación.
No menos que este problema de la composición de la
población rural de nuestras colonias, es interesante el
que se relaciona con el comercio, ejercido en ellas,
especialmente en los mercados más importantes de
Filipinas, por gran número de europeos no españoles, y
exclusivamente por chinos, en el detalle de la venta.
Sobre se esto un gran peligro, ó cuando menos un
abandono de influencia, es también un recurso perdido
para gran número de jóvenes españoles aptos para el
ejercicio de este comercio. En él podrían hacerse un
porvenir que, siquiera fuese modesto, superaría al que
hoy les ofrece nuestra propia patria, sobrada de personal
de esta clase, el cual, por consiguiente, ó carece de
empleo ó lo consigue con reducísimos emolumentos.
La sangre generosa vertida por nuestros bravos soldados
afianzará nuestra legítima soberanía en territorios
por nuestros ascendientes descubiertos y civilizados. Por
nuestra parte aseguremos los éxitos de la victoria que
obtendrán nuestras armas, con medidas de prudente
gobierno y de sana y previsora economía. Este es nuestro
deber: el deber de todos los españoles.
JUAN
SALLARÉS Y PLÁ.
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