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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
Restauració 2 (1898-1931) - Crisi de la Restauració
(1898-1923)
Sin
pulso.( Article de Francisco Silvela).1898.
Font:
.SILVELA, Francisco: Sin
pulso.Madrid:"El Tiempo". (16 de Agosto de
1898).A:GARCIA-NIETO, Mª Carme ( et al.): Bases
Documentales, vol. V; 50-53 pp.
Comentari:
Francisco Silvela y de la
Vielleuze (1845-1905) va escriure aquest article que va
tenir un gran ressóen l' opinió pública de l' Estat
Espanyol.
Elabora un anàlisi de la situació de l´Estat Espanyol
després de la crisi colonial de 1898.
F. Silvela parteix de la desgana del país que l´ha
portat a no tenir cap signe de vitalitat i a la
paralització de l´activitat productiva de l´Estat
Espanyol. Convida a buscar una solució aviat. Si no es
troba, les conseqüències podrien ser molt importants i
portaria a la desfeta dels vincles nacionals.
Text:
"Varones Ilustres,
¿hasta cuándo se-
réis de corazón duro? ¿Por qué amáis
la vanidad y vais tras la mentira?."
(Isaías. Salmo IV )
Quisiéramos
oír esas o parecidas palabras brotando de los labios del
pueblo; pero no se oye nada: no se percibe agitación en
los espíritus, ni movimiento en las gentes.
Los doctores de la política y los facultativos de
cabecera estudiarán, sin duda, el mal: discurrirán
sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios ;
pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna
atención a asuntos públicos observa este singular
estado de España : dondequiera que se ponga el tacto, no
se encuentra el pulso.
Monárquicos, republicanos, conservadores. liberales,
todos los que tengan algún interés en que este cuerpo
nacional viva, es fuerza se alarmen y preocupen con tal
suceso. Las turbulencias se encauzan; las rebeldías se
reprimen: hasta las locuras se reducen a la razón por la
pena o por el acertado régimen : pero el corazón que
cesa de latir y va dejando frías e insensibles todas las
regiones del cuerpo. anuncia la descomposición y la
muerte al más lego.
La guerra con los ingratos hijos de Cuba no movió una
sola fibra del sentimiento popular. Hablaban con
elocuencia los oradores en las cámaras de sacrificar la
última peseta y derramar la postrer gota de sangre... de
los demás ; obsequiaban los Ayuntamientos a los
soldados, que saludaban y marchaban sumisos, trayendo a
la memoria el Ave César de los gladiadores romanos :
sonaba la Marcha de Cádiz ; aplaudía la
prensa, y el país, inerte, dejaba hacer. Era, decíamos,
que no interesaba su alma una lucha civil, una guerra
contra la naturaleza y el clima, sin triunfos y sin
derrotas.
Se descubre más tarde nuestro verdadero enemigo ; lanza
un reto brutal; vamos a la guerra extranjera; se acumulan
en pocos días, en breves horas, las excitaciones más
vivas de la esperanza, de la ilusión, de la victoria, de
las decepciones crueles. de los desencantos más amargos,
y apenas si se intenta en las arterias del Suizo y de las
Cuatro Calles una leve agitación por el gastado
procedimiento de las antiguas recepciones y despedidas de
andén de los tiempos heroicos del señor Romero Robledo.
Se hace la paz, la razón la aconseja, los hombres de
sereno juicio no la discuten; pero ella significa nuestro
vencimiento, la expulsión de nuestra bandera de las
tierras que descubrimos y conquistamos; todos ven que
alguna diligencia más en los caudillos, mayor previsión
en los Gobiernos hubieran bastado para arrancar algún
momento de gloria para nosotros, una fecha o una victoria
en la que descansar de tan universal decadencia y posar
los ojos y los de nuestros hijos con fe en nuestra raza :
todos esperaban o temían algún estremecimiento de la
conciencia popular; sólo se advierte una nube general de
silenciosa tristeza que presta como un fondo gris al
cuadro, pero sin alterar vida, ni costumbres, ni
diversiones, ni sumisión al que, sin saber por qué ni
para qué, le toque ocupar el Gobierno.
Es que el materialismo nos ha invadido, se dice : es que
el egoísmo nos mata: que han pasado las ideas del deber,
de la gloria, del honor nacional; que se han amortiguado
las pasiones guerreras, que nadie piensa más que en su
personal beneficio.
Profundo error ; ese conjunto de pasiones buenas y malas
constituyen el alma de los pueblos, vivirán lo que viva
el hombre, porque son expresión de su naturaleza
esencial. Lo que hay es que cuando los pueblos se
debilitan y mueren su pasiones. no es que se transforman
y se modifican sus instintos, o sus ideas, o sus
afecciones y maneras de sentir; es que se acaban por una
causa más grave aún : por la extinción de la vida.
Así hemos visto que la propia pasividad que ha
demostrado el país ante la guerra civil, ante la lucha
con el extranjero, ante el vencimiento sin gloria, ante
la incapacidad que esterilizaba los esfuerzos y
desperdiciaba las ocasiones la ha acreditado para dejarse
arrebatar sus hijos y perder sus tesoros; y amputaciones
tan crueles como el pago en pesetas de las Cubas y del
Exterior, se han sufrido sin una queja por las clases
medias, siempre las más prontas y mejor habilitadas para
la resistencia y el ruido.
En vano la prensa de gran circulación, alentada por los
éxitos logrados en sucesos de menor monta, se ha
esforzado en mover la opinión, llamando a la puerta de
las pasiones populares, sin reparar en medios y con
sobradas razones muchas veces en cuanto se refiere a
errores, deficiencias e imprevisiones de gobernantes:
todo ha sido inútil y con visible simpatía mira gran
parte del país la censura previa, no porque entienda
defiende el orden y la paz, sino porque le atenúa y
suaviza el pasto espiritual que a diario le sirven los
periódicos y los pone más en armonía con su
indiferencia y flojedad de nervios. No hay exageración
en esta pintura, ni pesimismo en deducir de ella, como en
el clásico epigrama,
que una cosa tan bellaca
no puede parar en bien.
Que
contemplen tal y tan notorio estrago los extraños con
indiferencia, y que lo señalen y lo hagan constar los
que pudieran ser herederos de nuestro patrimonio con
delectación poco disimulada, se explica : pero los que
tienen por oficio y ministerio la dirección del estado
no cumplirán sus más elementales deberes si no acuden
con apremio y con energía al remedio, procurando atajar
el daño con el total cambio del régimen que ha traído
a tal estado el espíritu público.
Hay que dejar la mentira y desposarse con la verdad; hay
que abandonar las vanidades y sujetarse a la realidad,
reconstituyendo todos los organismos de la vida nacional
sobre los cimientos, modestos, pero firmes, que nuestros
medios nos consienten, no sobre las formas huecas de un
convencionalismo que, como a nadie engaña, a todos
desalienta y burla.
No hay que fingir arsenales y astilleros donde sólo hay
edificios y plantillas de personal que nada guardan y
nada construyen: no hay que suponer escuadras que no
maniobran ni disparan, ni citar como ejércitos las meras
agregaciones de mozos sorteables ni empeñarse con
conservar más de lo que podamos administrar sin
ficciones desastrosas, ni prodigar recompensas para que
se deduzcan de ellas heroísmos, y hay que levantar a
toda costa, y sin pararse en amarguras y sacrificios y
riesgos de parciales disgustos y rebeldías, el concepto
moral de los gobiernos centrales, porque si esa
dignificación no se logra, la descomposición del cuerpo
nacional es segura.
El efecto inevitable del menosprecio de un país respecto
de su Poder central es el mismo que en todos los cuerpos
vivos produce la anemia y la decadencia de la fuerza
cerebral : primero, la atonía, y después, la
disgregación y la muerte.Las enfermedades´ dice el
vulgo, que entran por arrobas y salen por adarmes, y esta
popular expresión es harto más visible y clara en los
males públicos.
La degeneración de nuestras facultades y potencias
tutelares ha desbaratado nuestra dominación en América
y tiene en grave disputa la del Extremo Oriente; pero
aún es más grave que la misma corrupción y endeblez
del avance de las extremidades a los organismos más
nobles y preciosos del tronco, y ello vendrá sin remedio
si no se reconstituye y dignifica la acción del Estado.
Engañados grandemente vivirán los que crean que por no
vocear los republicanos en las ciudades, ni alzarse los
carlistas en la montaña, ni cuajar los intentos de tales
o cuales jefes de los cuarteles, ni cuidarse el país de
que la imprenta calle o las elecciones se mixtifiquen, o
los Ayuntamientos exploten sin ruido las concejalías y
los Gobernadores los juegos y los servicios, está
asegurado el orden y es inconmovible el Trono, y nada hay
que temer ya de los males interiores que a otras
generaciones afligieron. Si pronto no se cambia
radicalmente de rumbo, el riesgo es infinitamente mayor,
por lo mismo que es más hondo´ y de remedio imposible,
si se acude tarde ; el riesgo es el total quebranto de
los vínculos nacionales y la condenación, por nosotros
mismos, de nuestro destino como pueblo europeo y tras de
la propia condenación, claro es que no se hará esperar
quien en su provecho y en nuestro daño la ejecute.
Francisco
Silvela.
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