Base documental d'Història Contemporània de Catalunya.
Restauració 2 (1898-1931) - Crisi de la Restauració (1898-1923)
 

Anarquismo y Sindicalismo ante el problema de la autonomia. 19 de Noviembre de 1918

Font:
.:Independencia y autonomía. Barcelona " Solidaridad Obrera". 19 de Noviembre de 1918

Comentari:
Solidaridad Obrera" (1907-1939), òrgan de la CNT, insisteix en els principis anraquistes de l´apoliticisme. Entenia que la política era fruit de l´obra de la burgesia que només vetllava pels seus interessos.
Sota aquesta filosofia, "Solidaridad Obrera" nega que l´autonomia que impulsava la "Lliga Regionalista"(1901-1933) i altres partits no ajudaria als vertaders interessos de la classe treballadora, ans al contrari, era una cortina de fum com també la llengua i la religió.

Text:
Nuevamente se agita en Cataluña el fantasma de la independencia y de la autonomía de la región.
Es este un pleito viejo que estaba adormecido por muchas y diferentes causas y que despierta hoy con una virulencia y agresividad comparable a la que tuvo en los tiempos de su esplendor, y cuando su apogeo y su pujanza eran incontestables.
La autonomía administrativa que solicitan, por boca de Cambó y de sus secuaces, secundados por los elementos republicanos, que ven en la concesión de esa medida nuevas sinecuras para satisfacer las ambiciones de cuantos desean comer .... de los tesoros públicos, y la independencia que para las cuatro provincias catalanas reclaman los elementos que de los principios nacionalistas han hecho un credo que los libra del sacrificio de las ideas, nos parecen concepciones que no están a la altura de los momentos que vivimos y que se desprenden de las realidades objetivas que hoy determinan las características de los pueblos.
Bien es verdad que de la guerra, actualmente terminada, surgen nacionalidades, se crean Estados, se alzan fronteras que la bota militarista, el imperio brutal de la fuerza había suprimido en apariencia, puesto que idealmente existían; pero ello no viene a sentar el principio de la necesidad de una lucha, de una guerra civil, de la efusión de sangre entre los habitantes de países que pueden considerarse y son hermanos, para conseguir la independencia, para llegar a ser nacionalidad.
Los tópicos que se lanzan para hacer creer en la realidad del nacionalismo, para inducir al pueblo a que se interese por estos problemas, no son ya, a las alturas que nos encontramos, suficiente acicate para que el pueblo se lance a la lucha.
Las cuestiones de lenguas, sentimientos maternales o de terruño, religiones o costumbres, que ocupaban el primer plano en las libertades políticas de los pueblos, y que por llegar a la realización de estos principios de libertad se han derramado ríos de sangre, han pasado hoy a segundo lugar, no interesando ya a nadie más que a aquellos retardatarios que se engolfan en el estudio de un punto determinado de los múltiples aspectos de la vida y que se alejan de las corrientes del progreso, sin darse cuenta de que todo evoluciona, permaneciendo aferrados a ideas que van quedando relegadas a segundo o tercer lugar.
Las lenguas se van fundiendo paulatinamente, hasta que lleguen a formar un idioma único, sin que nos ocupemos de los idiomas auxiliares como el Esperanto y otros que son los mejores y más activos colaboradores de esta obra.
Los sentimientos maternales creemos que pueden expresarse con igual fuerza y con igual ternura en todos los idiomas o dialectos; y en cuanto a las religiones y costumbres, las primeras desaparecen y las segundas se transforman, sin contar con que el individuo es un ser adaptable, tiene un organismo tan flexible, que se aclimata y se acostumbra a todo.
De la autonomía no hablaremos, pues tiene un marcadísimo sabor comercial y mercantil; es cuestión de números y de prebendas; queda reducida a una fórmula matemática.
Por eso el pueblo, que tiene ya otras realidades, que puede oponer a estos viejos principios concepciones nuevas y normas que están más en armonía con el progreso de las clases populares y con la satisfacción de aquellas necesidades más perentorias, y que a pesar de su prosaísmo nos vemos obligados a aceptar y a resolver, no presta a las manifestaciones que en Barcelona se realizan en pro de la autonomía y de la independencia de Cataluña, el calor de su entusiasmo y la fuerza de sus convicciones.
Y es que el pueblo, convencido ya por nuestras propagandas, por el apostolado a que consagramos lo poco que valemos, mira más allá , busca m s lejos y en campo m s ancho los ideales a que ha de consagrar su existencia.
Es que el pueblo sabe ya. aunque bastante indeterminado, pero no por ello menos cierto, que frente al problema de las nacionalidades que le cantan los poetas de sentimientos ya casi muertos, se alza el problema internacional, el principio de que los hombres no han de reconocer fronteras, que los límites que se han de oponer al desenvolvimiento de su personalidad, no pueden ser los límites convencionales que las minorías constituidas en mandatarias quieran marcar, sino que han de ser los que la humanidad entera fije, y ésta fijará como límite el mundo, por no serle posible al hombre, al habitante de este planeta, ir más allá
Sabe también el pueblo que si no procura crear un medio único que lo ponga en relación con todos los demás habitantes del planeta Tierra; si no trabaja por formar un idioma que sirva para todos, se hallar siempre frente a dificultades que podrán ocasionarle conflictos que le lleven a luchar contra sus hermanos.
Sabe, por último, el pueblo, que mientras exista un palmo de tierra en la que el individuo que la habite considere a los de más allá como extranjeros, no habrá paz sobre la tierra y la guerra ser el continuo y perpetuo estado de los pueblos.
Estas realidades que el pueblo conoce son las que pone en frente de las que quieren hacerle defender los que hoy se agitan en torno a la independencia y a la autonomía.
Se vive hoy de realidades prácticas y no de subjetividades; se piensa en lo inmediato para resolverlo, rápidamente, con miras a lo futuro. Y a estas realidades que palpitan con intensidad marcada hay que buscarles solución.
El pueblo quiere libertad, quiere autonomía, quiere independencia; pero seguramente que no quiere una libertad escrita en los códigos, ni quiere una autonomía que sólo permita desenvolver libremente al comercio y a la industria, ni una independencia que separe a una región de otras para que constituya un Gobierno y un Estado aparte. Una libertad así, una autonomía de esta clase, una independencia análoga no pueden interesarle, porque aunque lleguen a ser una realidad, el individuo siempre será esclavo, tendrá que obedecer a alguien, habrá cambiado de tiranos; pero no de tiranía.
Y como la tendencia general y predominante en el pueblo se inclina a que el hombre sea libre dentro de la colectividad en que vive, a que la libertad sea una cosa interna que irradie del interior al exterior, de aquí que no le interesen estas convulsiones que agitan a los partidos políticos que, antes que perecer, se agarran a cuantas probabilidades tengan que les permitan prolongar su existencia.
La realidad, no obstante, es muy otra.
Los pueblos y sobre todo las clases trabajadoras, orientadas ya por los principios sindicalistas para lograr su emancipación económica y por los anarquistas para la emancipación total, se separan de estas normas políticas para conseguir su objetivo.
Así, pues, todos cuantos de buena fe se interesen y quieran prestar su concurso a la obra de manumisión que es necesario realizar, vengan a nosotros, que en nuestras filas caben todos los soñadores, todos los entusiastas de lo que de más bello y más noble existe : trabajar por la liberación total de la humanidad.
Todo lo que no sea obrar así lo reputamos esterilizar esfuerzos y energías.
Autonomía, sí; independencia, también; pero la del individuo primero, que como consecuencia de ello y automáticamente se producirá todo lo demás.

 
 

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