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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
Restauració 2 (1898-1931) - Crisi de la Restauració
(1898-923)
El
món del treball: La família obrera.(1915)
Font:
CABA GUSI, Angels i SOPEÑA
NUALART, Assumpta: Un siglo en la Historia de la Infancia
en España.(1834-1936). Dossier Vida Familiar
(1834-1936).Treball inèdit
Comentari:
Descripció de la vida quotidiana
de tres famílies obreres en el primer terç del segle
XIX. Sous baixos, llargues jornades de treball,
jubilacions emmarcades dintre la misèria en serien unes
quantes característiques de la vida quotidiana.
Text:
Hablemos, sí, hablemos de la
familia obrera. Carguémonos de razón. Y comenzemos
hablando de los que parecen más desafortunados: de los
obreros de las industrias o de las artes industriales.
Mirad, éste es un buen trabajador, un buen escultor
tallista; en sus hábiles manos un trozo de madera, por
rebelde que sea, se convierte en obra de arte. Es, pues,
un artífice. Sabéis lo que gana? Entre seis y seis
pesetas y media diarias. Calculad como término medio
treinta y ocho pesetas semanales; suponiendo que trabaje
todo el año es un sueldo muy superior al de otros
oficios. De soltero, vivía sin estrecheces.
Un día conoció a una simpática modistilla, se amaban y
se casaron. Primero, todo fue bien. Claro que ella ganaba
muy poco; pero entre los dos sueldos iban tirando e
incluso ahorrando algo. Vinieron más tarde las señales
de la maternidad, difíciles desde el primer momento y
ella tuvo que dejar el trabajo. Crecieron los gastos y
disminuyeron los ingresos. Vino un hijo. Ella quiso
criarlo por sí misma y al mismo tiempo trabajar en casa.
Lo aguantó un tiempo; después se planteó el problema.
No podía con ambas cosas: o abandonaba el trabajo o
dejaba el hijo de sus amores en manos mercenarias. Dejó
el trabajo para cuidar amorosamente a su hijo, a su
esposo y la casa. El marido trabajó para todos. Los
ahorros hechos al inicio se gastaron pronto.
Vinieron otros hijos, aumentando cada uno de ellos las
inquietudes de sus padres. El sueldo del cabeza de
familia no bastaba. Cuando había que comprar zapatos o
ropa para alguno de la casa se planteaba el mismo
problema:¿ "Cómo lo arreglaremos"?.
El marido ha perdido el humor y las carnes; la mujer no
es ni la sombra de aquella gentil muchachita que hacía
girar la cabeza por la calle, admirándola, a todos los
viandantes. Todavía no reina la miseria en aquella casa.
Pero, que no se descuiden! Una enfermedad del cabeza de
familia, la de un hijo, un mal parto, una temporada sin
trabajo y ¡ya se enterarán de lo que es la miseria!.
Este otro es un trabajador de la industria de los
estampados. Gana unas cuatro pesetas diarias. Hace poco
que también se casó. Su mujer es tejedora y gana unas
tres pesetas, es decir, unas siete pesetas entre ambos,
cuarenta y dos semanales. Se levantan a las cinco de la
mañana. El primer trabajo de ella es llevar a su tierno
hijo a casa de una conocida, la cual por guardárselo
todo el día le cobra cinco o seis pesetas semanales y,
además a la hora de desayunar, de comer y de merendar, a
media tarde, se lo llevará para que pueda amamantarlo.
Antes de marchar, deprisa y corriendo, ha preparado su
desayuno y el de su marido. Salen a las cinco y media de
la mañana, haga frío o calor, llueva o no. No se verán
de nuevo hasta las siete de la tarde. A la hora de
almorzar, como trabajan en fábricas muy alejadas, ella
come en casa de unos parientes, el en una casa de
comidas, no muy cara pero casi siempre mala. Por la
noche, cuando se vean de nuevo, después de una jornada
de once horas de trabajo, jornada agotadora, ella
preparará la cena para los dos, arreglará la casa, y
cuidará y amamantará a su hijo. Al cabo de tres,
cuatro, seis o diez años con esta vida habrán
envejecido terriblemente. Pensad como habrán crecido los
hijos.
El trabajo en la fábrica es de los más duros no por el
esfuerzo manual que requiere sino por el medio en que se
trabaja: locales generalmente poco ventilados sin ningún
tipo de condiciones higiénicas, el aire o bien lleno de
polvillo que ataca el sistema pulmonar, o bien de gases
que envenenan lentamente y acaban por matar.
Es herrero el que ahora os presentamos. Tiene sesenta
años, aunque aparente ochenta. De joven ganaba un buen
jornal, era uno de los mejores mecánicos. Tuvo la suerte
de encontrar una mujer a prueba de penurias. Uno y otro
tuvieron salud y trabajo y así se encontraron a los
cincuenta y cinco años aproximadamente con los hijos ya
mayores, habiéndoles podido dar a todos un
"oficio" y colocado el menor en una casa de
banca, donde, a los diecinueve años ganaba sesenta
pesetas mensuales. El mayor se casó cuando no tenía
más de veinticuatro años y marchó hacia el Norte; el
segundo, se casó también, pero desde entonces se acabó
su alegría y su salud: la desgracia se apoderó de su
casa y, gracias a sus padres, no llegó a pasar miseria.
De este modo, se encontraron los dos viejos cerca de los
sesenta años sin el apoyo de ninguno de sus hijos, ya
que el pequeño era enfermizo y no ganaba suficiente para
él mismo. Hoy, el pobre hombre ya no puede con el
trabajo; los hijos y ellos se han "comido" los
ahorros hechos en tiempos pasados; aunque buen oficial,
sus superiores le miran mal ya que en su juventud se
había destacado por su propaganda societaria*. Este es
su porvenir: La posibilidad de verse despedido del
trabajo a una edad en que ya no encontrará trabajo en
ningún otro lado; si eso ocurre, tampoco podrá contar
con la ayuda de sus hijos puesto que todos ellos ya
tienen dificultades para tirar adelante en su propia
vida.
Vosotros mismos, pensad cuántas posibilidades tienen los
pobres viejos de acabar su vida de forma más desastrada.
Y como éstos, muchos, muchos peor que ellos. (...)
*Propaganda societaria: Difusión de ideas socialistas o
anarquistas.
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