Base documental d'Història Contemporània de Catalunya.
Sexenni Revolucionari (1868-1874) - Regnat d' Amadeo de Saboia (1868-1873)
 

Barcelona isabelina i revolucionària: la insurrecció contra les quintes a Gràcia. (Març 1870)

Font:
.MASRIERA, Artur:Barcelona isabelina i revolucionària. Barcelona: Ed. Políglota.1930.

Comentari:
El sistema de quintes va ser reinstaurat a principis del Sexenni, tot i les promeses fetes.
Aquest fet irrità a bona part de la població que desembocà en diferents revoltes per tot l´Estat Espanyol. A Catalunya les més conegudes són les revoltes de Gràcia, Sants i Sant Martí en el mes d´abril de 1870. La repressió militar s´encarregà de reprimir aquestes revoltes.
El text ens exposa a grans trets l´evolució de la revolta de Gràcia com la construcció de les barricades, la intervenció de l´exèrcit i la valoració de la repressió d´Artur Masriera.

Text:
El bando militar.- Las barrricadas de la calle Mayor. El ataque de Gaminde. - Las cuatro columnas y los vecinos pacíficos. - En casa de mi nodriza. - Leyenda desvanecida.

El 20 de marzo de l870, se celebró en Barcelona otra manifestación contra las quintas. Los ánimos estaban algo más que exaltados, pero los gubernamentales temían muy poco a los republicanos de acción, ya, que, hacía pocos meses, en Gerona y en Valencia,habían demostrado su escasa potencia militar. El día 5 de abril se encargó del Gobierno Civil el general Figuerola. En el mismo día se desarrollaron los sucesos de los barrios del Carmen, Poniente y San Pedro, que reseñamos ya. El 6, por la mañana, el general Figuerola publicó un bando advirtiendo a la vecindad que "si la fatalidad hiciese necesaria la lucha, advierto a todas las personas honradas que no quieran tomar parte en ella, que se retiren a sus casas al oír los cañonazos disparados desde Montjuich ,pues diez minutos después de disparar el tercero, principiará el combate". Y a las diez de la mañana de dicho día, se oyeron en Barcelona los tres fatídicos cañonazos.
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Fuimos testigos presenciales de aquellos tristes episodios, hemos leído cuanto en la prensa, en el libro y en el folleto se ha escrito sobre aquellas vergonzosas jornadas; tratamos aún con muchos sobrevivientes, militares y paisanos, que fueron autores de las mismas, y nadie ha podido aún saber con exactitud ni el número de insurrectos, ni qué jefes los capitanearon, ni cuátas bajas se registraron en ambos campos. Sólo se puede afirmar que en Gracia abundó en exceso el personal para levantar las barricadas, pero escaseó, y no poco, el número de valientes para defenderlas. La entonces llamada calle Mayor (hoy Salmerón), desde su entrada en el Paseo de Gracia hasta la Plaza de los Jo sepets, vió levantar hasta diez barricadas, formadas por los troncos de los árboles arrancados en el dicho Paseo. Se levantaron todos los adoquines y empedrados de las aceras, pues el arroyo central de dicha calle estaba aún sin empedrar No faltó algún carretón de mano, y hasta apareció, a manera de tanque, izado en la cumbre de la barricada, alguna conductora de muebles, tomada a viva fuerza, de un establecimiento de mudanzas. Los sublevados tuvieron un día entero, con su noche, para poner a Gracia como un campo atrincherado. Lo que no tuvieron fué organización, municiones, táctica, plan ni seso. Algún rasgo de valor temerario, aislado y semitartarinesco; algún tirador experto que, detrás de una persiana o desde el alero de un terrado causó bajas sensibles, y algén epiléptico, sugestionado por los discursos de Castelar o Pi y Margall, que se estuvo calentando tinajas con agua hirviendo horas y más horas, aburriendo a su mujer, que le escaseaba el combustible pero no llegando nunca la ocasión de hacer uso de esta arma villana.
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Don Eugenio de Gaminde y Lafont, era entonces Capitán General de Cataluña y el día 6 de abril situó su cuartel general y plana mayor en la entonces Casa de Correos, llamada casa Gibert, donde hoy se levanta el Hotel Colón. Contaba con tropas bien instruídas y disciplinadas, y con los generales Baldrich, Acosta, Crespo, Palacios y Figuerola, este último en el Gobierno Civil. Hizo colocar una batería de cañones rayados en lo ancho del Paseo de Gracia, emplazándola en el cruce de Provenza y ante el surtidor de piedra. Y aconteció lo más triste y vergonzoso que puede ocurrir en una lucha: Que a falta de enemigo visible, sean víctimas del inevitable destrozo los edificios y los vecinos inocentes.Desde la barricada primera la tropa fué hostilizada con fuego escaso, y también desde el terrado de la primera casa, que daba su frente a Barcelona, y entonces era del fabricante de chocolate don Olegario Juncosa, algunos osados, que nada tenían que ver con el vecindario de la misma, saltando de un terrado a otro, hacían fuego sobre las tropas. Estas, especialmente la infantería, se acercaron cuanto quisieron a las primeras casas de Gracia teniendo varios muertos y heridos. Gaminde quiso que primero actuara de firme la artillería, antes que asaltar a Gracia. Y mientras la campana de la Plaza de la Constitución no cesaba de tocar a rebato frenéticamente, se dispararon, a 500 metros de distancia, granadas y balas rasas, a más y mejor, y durante tres días. Los autores de la Historia de la revolución añaden : : "Decíase que un ingeniero inglés era el que dirigía el sistema de fortificación; que había dentro de Gracia dos mil hombres armados, mandados por un célebre coronel carlista y sin embargo, todo se redujo a unos sesenta muchachos armados de malas escopetas. Pero la población fué tomada por cuatro puntos distintos el día 8, y al encontrarse las tropas dentro de la calle Mayor, no hallaron más que el hierro de los proyectiles que vomitaron continuamente las baterías a corta distancia."
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Gaminde dispuso cuatro columnas diferentes para tomar el poblado de Gracia. La primera, avanzó de frente, salvando la enorme zanja abierta delante de la primera barricada de la calle Mayor. La segunda entró por el Torrente de la Olla , hasta encontrarse en los Josepets con la que subiendo por la calle de San Felipe (hoy Zaragoza), y por la de la Alegría, (hoy Septimania), había dejado un fuerte retén en la estación de Sarriá . La cuarta, desde esta estación, por la plaza de la Libertad, dominó la calle de la Travesera. La marcha de estas fuerzas, fatigadas más por inacción que por lo duro de aquélla, fué rápida, pero algo molestada por los tiroteos alevosos que, desde alguna casa o terrado, les hicieron traidores disparos. Y entonces ocurrió lo más desagradable en tales casos : el castigo del inocente en lugar del culpable verdadero. Toda fuerza armada tiene una consigna que cumplir, y la que se dió a las tropas que tomaron Gracia fué la de "apoderarse de las barricadas y hacer prisioneros a los que las defendían". La primera parte de esta consigna fué fácil de cumplir, pero la segunda tuvo grandes dificultades. En las barricadas no se halló defensor alguno. Las tropas iban avanzando en pelotones, mandados por tenientes o capitanes. Con el fusil preparado, pegados a las casas y oteando lo largo de las calles, recibían algún disparo, salidos de los altos de aquéllas, de algún agresor invisible. Presa la tropa de natural indignación, buscaba a todo trance prisioneros que presentar. Los pacíficos vecinos, recluídos en sus casas sin haber tenido parte alguna en la sedición, instintivamente obtaron por dejar abiertas las puertas de las escaleras; otros, muy pocos, las cerraron con trancas y cerrojo, creyendo así estar más seguros. Pero las tropas destacadas en persecución de sus agresores fíjábanse y sospechaban más de las puertas cerradas, que de las abiertas. A culatazos mandaban abrir aquéllas y subían hasta los pisos, penetrando en los domícílios, que registraban, y si había hombres en ellos les olían las manos, y, sin mediar explicacíones, se lle vaban atados codo con codo, a ancianos inútiles, a propietarios pacíficos y hasta a médicos y escribanos, muy ajenos a la rebelión. Las lágrimas de las mujeres de nada servían y los llantos de los pequenñuelos, mucho menos. Así se hicienron unas dos cientas detenciones de personas que durmieron en calabozos militares,mientras los verdaderos culpables cenaron en las tabernas de Vallcarca y Horta.
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El general Gaminde no se mostró rápido en la represión; pero tampoco quiso demostrarse cruel, ni sanguinario. Logró, con la estrepitosa aplicación de la artillería, una impopularidad que la prensa satírica se encargó de hacer más ridicula. Los doscientos presos hechos en Gracia fueron libertados, casi todos, a los pocos días. No tomó ninguna represalia ni hizo derramar más sangre inútilmente. Corrió, después, incorporado a la leyenda, el hecho de unos fusilamientos en masa, de republicanos hechos prisioneros en Gracia. La verdad quedó reducida a que, el día 13 de abril, fueron fusilados, en la Esplanada de la Ciudadela, cuatro reos sentenciados por el Consejo dde Ouerra, que habían cometido en la carretera de Argentona un robo en cuadrilla y varios asesinatos, con todas las agravantes, y que habían hecho armas contra la guardia civil que les aprehendió; pero que nada tenían que ver con la insurrección republicana.

 
 

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