¿Una paradoja? Una sociedad democrática, ¿debe de tolerar partidos no democráticos que, si tienen oportunidad, van a eliminar el orden democrático? De entrada, toda respuesta no matizada provoca una situación paradójica. Si contestemos afirmativamente, pasa que en aras de la democracia abrimos las puertas a la destrucción de la democracia. Si negativamente, pasa que en aras de la democracia no somos demócratas. Pero la paradoja pierde fuerza si matizamos y precisamos. |
No es un don natural
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El rebrote de la democracia Cuando René Descartes escribía: «La facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres» (Discurso del método, 1637), ponía las bases para un renacimiento de la democracia. El buen sentido o la razón ya no es una capacidad propia de la aristocracia (àristos: los mejores) o de unos privilegiados, sino una capacidad universal; los errores se derivan de un mal uso o d e una ausencia de método. En otros palabras, Descartes establecía las bases para la defensa de la igualdad humana.
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Democracia: principios y método La democracia no es sólo un método para tomar decisiones. Es eso y mucho más. La democracia es un conjunto de principios que, justamente, fundamentan el uso del método por en tomar decisiones. Principios como los de la dignidad personal, la autonomía del individuo, el respecto a las minorías, etc., todos ellos emparentados con la convicción de Descartes según la cual la razón está igualmente en todos los hombres. Así, pues, el derecho a tomar decisiones con nuestro voto se estableció por el hecho de ser personas con dignidad y autonomía. Ahora bien, ¿tendría sentido un voto que fuese en dirección contraria a aquello que nos legitimó para votar?, ¿tendría sentido tomar decisiones (democracia como método) en contra la igualdad humana (democracia como contenido de principios) aprobando leyes de discriminación social? Más bien parece ser que no. |
Dos casos históricos En algunos momentos históricos, buena parte de la sociedad ha dado su voto a un partido no democrático. Tal es el caso, en Alemania, del partido nacionalsocialista, que el 1933, obtuvo los votos suficientes como para llevar a Hitler al poder.
Así como Alemania nos ofrece un ejemplo de una sociedad democrática que toleró y eligióun partido no democrático, Argelia, por otro lado, nos muestra el caso de una sociedad democrática que no toleró un partido no democrático. A finales de 1991, el FIS (Frente Islámico de Salvación) participó en unas elecciones y, en la primera vuelta, obtuvo mayoría. Temiendo que en la segunda vuelta este partido integrista obtuviese la victoria, el once de enero de 1992, el ejército obligó al presidente a dimitir y suspendió las elecciones. Pero, ¿qué pasa después? Desde esta fecha, Argelia ha vivido años de miseria, muerte y vergüenza; el partido mayoritario, que ya se veía en el poder, desencadenó actos de violencia, que desencadenaron a su vez actos de violencia, que desencadenaron más actos de violencia, … Ciertamente, Alemania y Argelia son dos casos extremos y con circunstancias muy diferenciadas. Pero siempre nos es preciso tener presente que la democracia es un valor frágil, que se puede perder. ¿Se han de asumir, sin límite, todo tipo de riesgos olvidando lo que ha costado su siempre provisional instauración? |
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Una sociedad democrática, ¿debe tolerar los partidos no democráticos? |