1. Sigmund Freud, explorando la mente y la cultura

Sigmund y su madre, 1872

Sigmund Freud nació el 1856 en Freiberg, una pequeña ciudad de Morávia, integrada entonces en el Imperio Austrohúngaro. Su familia se trasladó a Viena cuando él tenía cinco años. Tanto en el Gymnasium como en la Facultad de Medicina hubo de aguantar las risas y los insultos de los compañeros a causa de su origen judío, unas experiencias de juveniles que le fortalecerán y enseñarán a formar parte de los marginados y siempre criticados; con ellas se preparó para resistir el escándalo y el rechazo que sus teorías desencadenarán en la conservadora sociedad vienesa.

Sigmund era un joven inquieto, con muchos y variados intereses intelectuales. Más allá de los estudios de medicina, le apasionaban los clásicos grecolatinos, los genios literarios como Shakespeare, Cervantes o Goethe. Estudiando en la Universidad, asistía a cursos de filosofía. Lee y aprende del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860): la voluntad de vivir de éste constituirá un trasfondo de la teoría freudiana de les pulsiones. Su amplía formación le capacitó para percibir las más profundas motivaciones del comportamiento humano.


Como un espeleólogo o arqueólogo mental

Jean Martin Charcot

En 1885, acabados los estudios de medicina y resuelto el servicio militar, obtiene una beca y se va a París a estudiar con el neurólogo Jean Martin Charcot, conocido por el uso de la sugestión hipnótica en el tratamiento de la histeria. La relación con Charcot fue básica en el camino hacia la intuición y descubrimiento del inconsciente: si los síntomas histéricos podían ser producidos y desplazados por hipnosis, sin la intervención consciente del enfermo, entonces éste poseía una información de la que no era consciente pero que modificaba su conducta.


En el año siguiente, de vuelta a Viena, se casa y abre su consultorio privado. Con muchas privaciones económicas, comienza su práctica clínica y la elaboración de lo que será el psicoanálisis. En este camino, toma relieve la amistad, soporte económico y fructífera colaboración con el psiquiatra vienés Joseph Breuer; conjuntamente van escribir y publicar unos Estudios sobre la histeria (1895). Breuer intentaba hacer revivir los traumas o conflictos emocionales que sus enfermos habían vivido en la infancia; cuando este trauma escondido y reprimido emergía a la conciencia, la mente quedaba liberada (catarsis) y desaparecían los síntomas o trastornos psíquicos.

Sigmund y Martha Bernays, 1886

Freud, a diferencia de Breuer, abandonó poco a poco la sugestión hipnótica como método para llegar al trauma sepultado y causante del trastorno psíquico; adoptó técnicas alternativas como por ejemplo la interpretación de los sueños o la técnica de la libre asociación de ideas, en la cual el analista, dejando hablar sin reservas al paciente, se comportaba como un espeleólogo o un arqueólogo mental. La más insignificante palabra, excavando en la profundidad del inconsciente, podía conducir a las antiguas vivencias traumáticas escondidas.

Así, del año 1900 es una de los grandes textos de Freud, La interpretación de los sueños: los sueños no son absurdas historias, sino manifestaciones disfrazadas -por ello se han de interpretar- de los más profundos deseos de la persona. Y en la obra de 1905, Tres ensayos sobre la vida sexual, ya afirma que la sexualidad no surge en la pubertad sino en la más tierna infancia: la líbido o energía pulsional, concepto próximo pero más amplio que el de sexualidad, es la gran fuerza que hace mover el ser humano.


Intérprete de la cultura

Sin olvidar la investigación estrictamente psicoanalítica y la constante revisión de sus concepciones sobre la personalidad, Freud se interesa progresivamente por cuestiones sociales y culturales estableciendo una analogía o semejanza entre las vivencias individuales y las vivencias sociales. El primer resultado de esta nueva investigación es el libro Tótem y tabú publicado el 1913, donde establece que el complejo de Edipo, vivencia individual, ha sido vivido a escalera sociocultural.

Acabada ya la Gran Guerra, el 1919, Freud publica Más allá del principio del placer; el libro es una revisión de su visión monista de la motivación humana. Ahora ya no sólo habla de impulso sexual, de fuerza de amor o de líbido, sino que habla también de impulsos destructivos o de muerte.

Sigmund Freud, 1912

Seguirán las obras más críticas respeto en las organizaciones sociales y culturales; primero, el 1927, El futuro de una ilusión sobre la función de la religión en la sociedad; el 1929, año del inicio de la gran depresión económica de occidente, Malestar en la cultura. El precio que paga el hombre por su progreso es excesivamente alto: su felicidad. La cultura no se preocupa en absoluto por la felicidad humana; todo el libro es una mirada pesimista sobre el orgulloso mundo del progreso.

El 1933, poco después de la llegada de Hitler a la cancillería alemana, los nazis queman públicamente todas las obras que encuentran del judío Sigmund Freud. Comenta: «Vamos progresando, en el Medievo me habrían quemado a mí». Ni él mismo, el gran analista y crítico de la sociedad, sospechaba que se acercaba una barbarie junto a la cual el Medievo era poca cosa.

Cuando el 1938 se produjo el Anschluss o anexión de Austria a la Alemania nazi, vió todos sus bienes confiscados y la propia vida en peligro; la intervención personal del presidente de EEUU facilitó escapar de Austria y refugiarse en Londres, dos hermanas suyas morirán en campos de exterminio. Después de horribles dolores a consecuencia de un largo cáncer de mandíbula, Sigmund Freud, de acuerdo con su médico, dejó de vivir aplicando la eutanasia, en el día 23 de septiembre de 1939, a la edad de 83 años.

Después de su muerte, el movimiento psicoanalítico estaba extendido por todo el mundo occidental. Los conceptos fundamentos de sus teorías como inconsciente, represión, complejo, líbido, ... hoy forman parte de los nuestro bagaje cultural.

Sigmund Freud, 1938